18/4/20

El coronavirus desnuda la desigualdad en el país líder del capitalismo mundial


Uno de los grandes gurúes de las finanzas, Robert Kiyosaki, publica el 13 de abril un tweet donde expresa su desesperación por la situación de los EE.UU.:

«Millones están en quiebra. Disturbios civiles en puerta. El ejército y la policía toman posición para protegernos de nuestros amigos y vecinos. Muy triste. Que Dios tenga piedad de nosotros.» @theRealKiyosaki

El temor no es exagerado. El desempleo supera al que hubo durante la recesión del 2008 y todos los pronósticos indican que va a ser el peor de la historia.

Hoy ya son 16 millones los que quedaron sin trabajo y que piden ayuda al gobierno y el paro no para de crecer. En apenas dos semanas, 10 millones de trabajadores perdieron el empleo, a los que en pocos días se les sumó otros 6 millones, el desempleo está en el nivel más alto desde la Gran Depresión de 1929 según el New York Times y supera de lejos a la última crisis económica del 2007.

Los despedidos no reciben ninguna indemnización de las empresas. Decenas de millones pasaron de la pobreza a la extrema pobreza al no poder pagar el arriendo de la vivienda ni poder comprar comida, los niños pobres sobreviven del almuerzo escolar en algunos estados.

Grandes productoras de alimentos como las empresas lácteas o las que procesan papas fritas no pueden vender ya que cerraron los restaurantes de comidas rápidas -sus principales clientes- entonces tiran comida a la basura, esto resulta menos oneroso que donar a los comedores populares, así evitan los costos de refrigeración, transporte y estiba. Hambre y despilfarro, dos caras de la misma irracionalidad capitalista.

La amenaza a la vida de los trabajadores viene como una pinza, por un lado la emergencia alimentaria y, por el otro, la precaria atención sanitaria. El sistema de salud en los EEUU es el más costoso del primer mundo y el que menor alcance tiene en su población. Además, Trump ha tenido la política de precarizarlo incluyendo recortes al Centro de Control de la Enfermedad (CDC), institución encargada de paliar epidemias. Estos recortes van en línea con la política de Trump de dar subsidios y beneficios impositivos al 1% de la clase dominante.

La pandemia del coronavirus desnuda la desigualdad del sistema en la nación líder del capitalismo. Unos 27 millones de estadounidenses no tienen cobertura de salud y los que tienen seguros, deben igual asumir unos costos (aranceles básicos deducibles) que se han incrementado en los últimos tiempos en más del 160%.[1] Casi la mitad de los estadounidenses se declararía insolvente en caso de un gasto no planeado de más de 400 US$ en cualquier enfermedad.

En varias regiones de EE.UU. los índices de mortalidad no reflejan la demografía de su población. Por ejemplo, en Alabama, el 44% de los muertos son negros mientras que la población negra del estado es solo de 26%. Si bien Louisiana tiene una población negra del 33%, el 70% de los muertos por coronavirus son negros. Cifras similares se presentan en Chicago con 67% de la población afroamericana muerta aunque este grupo racial solo constituya el 32% del total. Las muertes en Detroit son en un 40% de negros aunque solo sean el 14% de la población.[2]

Hispanos y afroamericanos constituyen los sectores más pobres, más vulnerables, más explotados y más discriminados en este país.

El paquete de estímulo económico de Trump, con apoyo bipartidista, es de 2.2 trillones de dólares[3]. De este rubro destina una ínfima parte a la atención de los millones de personas que se han registrado como desempleados en las últimas semanas, a los que el gobierno da un cheque de 1.200 dólares a cada ciudadano mientras que otorga 500 mil millones de ayuda financiera a corporaciones como aerolíneas y otras empresas que solicitaron ayuda por la pandemia.

El empleo informal ha proliferado con la flexibilización y precarización laboral de la última década. A raíz de la crisis del 2008, muchos empleos pasaron de ser de tiempo completo a part-time. Esto empleos son de forma abrumadora ocupados por negros y latinos, quienes perciben salarios bajos, sin seguro médico, ni vacaciones, ni días libres por enfermedad. Estos trabajadores en su mayoría no tienen vehículo propio, por lo cual deben viajar en transporte público, principal espacio de contagio del covid-19. Además, los inmigrantes ilegales tienden a no acudir al médico por miedo a las deportaciones, lo cual implicaría que el número de contagios y muertes sería mucho más alto que los que indican los registros oficiales.

Para el partido demócrata, el partido capitalista más antiguo del mundo, el voto de los afroamericanos es fundamental en su campaña proselitista con miras a las elecciones presidenciales donde Donald Trump se posiciona como favorito. Joe Biden, el presidenciable liberal quien otrora fuera vicepresidente en la era Obama, es uno de los abanderados de «reabrir la economía» o, para entenderlo en su traducción de clase, mandar a los trabajadores a morir por el capital.

Muchas empresas no han parado de funcionar, pero en ellas no se tomaron las mínimas medidas de seguridad para con los trabajadores. Amazon no cesó operaciones pese a que varios obreros en más de 70 depósitos en el mundo dieron positivo al test. Mientras los trabajadores se ven obligados a trabajar en condiciones paupérrimas, las acciones de Amazon subieron 23% desde abril de 2019. Jeff Bezos dueño de Amazon, en los tres primeros meses del 2020 aumentó su fortuna en 24 mil millones de dólares y el valor de esta empresa alcanza los $1.1 trillones de dólares, similar al producto interno bruto de México en 2019.

En Sioux Falls, South Dakota, en una fábrica de Smithfield Foods, el mayor productor de carne porcina del país, 634 obreros dieron positivo al coronavirus[4]. Los obreros denunciaron que medidas sanitarias no fueron puestas en práctica por la patronal, quien se rehusaba a cerrar la fábrica en medio de la infección masiva. Tyson Food, líder en la industria cárnica, no proveyó de mascarillas a sus obreros en una planta en Iowa hasta que dos de sus trabajadores murieron del virus.

EE.UU. tiene suficientes recursos como para brindar asistencia sanitaria integral y de calidad a toda la población. Así también está en condiciones de subsidiar a todos los trabajadores por varios meses para que no salgan de sus casas y evitar contagios. Que el gobierno no lo haga no es una cuestión de falta de recursos sino de la gestión capitalista de los mismos.

El ejemplo de Irlanda es paradigmático, nacionalizar todos los hospitales privados durante la pandemia para que toda la población tenga acceso a los servicios de salud.

Las empresas productoras de alimentos deben estar bajo gestión del Estado y control de los trabajadores para que nadie pase hambre en el país. 


La vida de los trabajadores por sobre las ganancias de los capitalistas. No a la vuelta al trabajo hasta que cese la pandemia. Salario mínimo para todos los desempleados. Los sindicatos deben defender la cuarentena y no reclamar volver al trabajo y morir en las fábricas.

El gobierno y los empresarios no defienden a la población. El temor capitalista es que los trabajadores tomen en sus manos la protección de la vida, por eso uno de los periódicos más conservadores de los EE.UU., Bloomberg.com, advierte muy preocupado: «El cliché más engañoso sobre el coronavirus es que nos trata a todos por igual. No lo hace, ni médica ni económicamente, social o psicológicamente. En particular, Covid-19 exacerba las condiciones preexistentes de desigualdad donde sea que llegue. En poco tiempo, esto causará agitación social, hasta e incluyendo levantamientos y revoluciones»[5]

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