16/3/24

Gaza: la bancarrota del sionismo como proyecto colonial y la decadencia imperialista

 



Más de 5 meses han pasado desde el inicio del ataque genocida de Israel sobre la Franja de Gaza, más de 5 meses de un despliegue de inhumanidad y horror, más de 5 meses que sólo podrían calificarse de barbarie. Desde Perspectiva Marxista Internacional y el periódico Ruptura realizamos un nuevo análisis de las circunstancias actuales. 

Gaza como recuerdo del colonialismo imperialista

«Es una guerra que pretende, de verdad, salvar la civilización occidental, salvar los valores de la civilización occidental».

Isaac Herzog, presidente de Israel.

«(…) esta es la guerra entre los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas. No cejaremos en nuestra misión hasta que la luz venza a la oscuridad: el bien vencerá al mal extremo que nos amenaza a nosotros y al mundo entero». 

Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel.

   De acuerdo a los hechos actuales en la Franja Gaza ¿Qué es entonces la «civilización occidental» y cuáles son «sus valores»? El Ejército sionista ha asesinado a más de 31.000 palestinos y ha herido por lo menos a 73.000; según cifras de Naciones Unidas más de 750.000 palestinos padecen una «hambruna catastrófica» y corren el riesgo de morir de hambre –en medio de la desesperación han empezado a comer hierba, bichos, ratones y tierra–. El 90% de los 2,3 millones de habitantes de Gaza han sido desplazados violentamente y ahora sobreviven en campamentos improvisados. Cerca de 1,4 millones habitan en las calles de Rafah, una localidad en el sur de la Franja, que ya ha sido bombardeada, y que Israel amenaza con intervenir por tierra.

   Cuando Israel permite la entrada de «ayuda humanitaria» a la Franja miles de palestinos hambrientos rodean y persiguen los camiones. En repetidas ocasiones ha quedado grabado en video cómo los soldados sionistas abren fuego de forma indiscriminada contra esas multitudes desarmadas. El pasado 29 de febrero ocurrió el caso más grave hasta la fecha: fueron asesinados 112 palestinos y centenares resultaron heridos en la llamada «Masacre de la Harina». Ben-Gvir, ministro de Seguridad Nacional de Israel, felicitó a los militares y aprovechó para plantear que «la entrada de camiones de ayuda en Gaza es peligrosa». ¡La civilización occidental es entonces hambre, destrucción y muerte!

   Israel es un recuerdo de cómo el colonialismo imperialista extendió por amplios territorios la barbarie, asegurando que los crímenes que cometía se hacían para llevar la luz y el bien. Para los pueblos coloniales eso ha significado históricamente la expulsión o el exterminio, la pérdida de sus recursos, la opresión y la explotación ¡La civilización occidental es capitalismo puro y duro! Quienes defienden en la actualidad a Israel amparan a ese capitalismo imperialista decadente.

Los valores y la moralidad de los imperialismos decadentes

  



   Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia y Holanda como naciones imperialistas han desarrollado históricamente empresas coloniales de exterminio y destrucción, o han construido sus «modelos democráticos» teniendo como base la esclavitud, el racismo, la opresión y explotación. Ante las denuncias contra Israel por el delito de genocidio en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) sus reacciones han sido: llamar a las acusaciones «infundadas», «completamente injustificadas» y en el mejor de los casos pedir que sean «verificadas» … mientras que cada uno de ellos firma contratos multimillonarios para la entrega de armas al Estado sionista.

   El mundo entero puede reconocer en este momento la complicidad imperialista con el genocidio del pueblo palestino. Sectores amplios de su propia población lo denuncian en gigantescas movilizaciones. En ya por lo menos dos casos, algunos manifestantes, como el soldado norteamericano Aaron Bushnell, deciden inmolarse y morir gritando que no serán cómplices de ese genocidio. Bushnell se grabó en vivo ardiendo en llamas frente a la embajada de Israel en Washington; sus últimas palabras fueron ¡Palestina libre! Por intereses geopolíticos o económicos las naciones imperialistas han dejado ver, en este caso con total claridad, cuáles son sus valores y en qué consiste su moralidad.

   La UNRWA es la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Medio Oriente, atiende a 5,9 millones de palestinos que viven en campos de refugiados, se ocupa de la salud y la educación de esta población con una red de clínicas y escuelas, así como, de la distribución de alimentos e incluso la recolección de basura. UNRWA tiene alrededor de 13.000 trabajadores, Israel acusó –sin ofrecer prueba alguna– a 12 de ellos de tener vínculos con Hamas y haber participado del ataque de la resistencia palestina del pasado 7 de octubre. Eso fue suficiente para que 16 de los mayores donantes de UNRWA –entre ellos Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Italia, Países Bajos, Austria, Suiza, Finlandia, Australia, Canadá, Suecia, Estonia y Japón– suspendieran sus aportes a la agencia, es decir, en los hechos están apoyando la política sionista de conducir a la muerte por hambre a los palestinos.

   El Estado colonial de Israel ha asesinado a 152 trabajadores de la UNRWA, ha impactado 147 de sus instalaciones y ha bombardeado camiones de la agencia que llevan alimentos. Desde la creación misma de esta agencia, Israel ha tenido como política su desaparición, y en estos momentos, cuando los palestinos más requieren de ayuda, desfinanciarla supone hacer aún más insoportable la vida para 2 millones de palestinos. Desde diciembre pasado se conoció una filtración en la televisión israelí de un informe del Ministerio de Exteriores con el plan para terminar con la agencia, dividido en tres fases: la primera, «señalar la cooperación de UNRWA con Hamas»; la segunda, «reducir sus operaciones de educación y asistencia», y la tercera, «transferir su función a nuevos organismos». Este plan también ha sido defendido públicamente por el gobierno y todo ello es de público conocimiento.

   El hambre, la destrucción y la violencia ilimitada a la que Israel condena a los palestinos son flagrantes, innegables; resultan imposibles de ocultar así la máquina mediática imperialista se esfuerce por hacerlo. Para lavar sus manos untadas de sangre algunas burguesías árabes e imperialistas empezaron a enviar por aire –uno de los envíos aéreos mató a 5 palestinos al caer– y ahora también por mar «ayuda humanitaria» a Gaza, pero eso jamás borrará de la memoria el hecho de que Israel masacró a palestinos hambrientos con las armas que le venden algunos de ellos; tampoco borrará de la memoria el hecho de que no estuvieron dispuestos a hacer nada más para parar al Estado genocida, y mucho menos para juzgar sus crímenes.

   Hay legiones de gobiernos, políticos y medios «humanitarios» del mundo entero que lloran lágrimas de cocodrilo por los rehenes que tomó la resistencia palestina en su incursión del 7 de octubre, estimados en unos 240. Pero no dicen nada de los más de 5.000 presos palestinos que Israel mantenía como rehenes antes del ataque, a los que hay que sumar los que encerró a partir de octubre de 2023 -que a la altura de noviembre algunas fuentes situaban ya en 7.000-.  

   Israel es un proyecto colonial imperialista, pero también es un proyecto nacional del sionismo y de la burguesía judía, que tiene sus propios intereses, y por ello puede llegar a tener contradicciones con el imperialismo; pero en lo descrito hasta aquí, los países imperialistas, aquellos que se declaran defensores de un mundo «basado en reglas», de la moralidad y la democracia, no han tenido contradicciones sustanciales con su engendro colonial.

Gaza como presagio de nuevas formas de colonialismo

«El norte de la Franja de Gaza, más hermoso que nunca. Todo está volado y aplanado, simplemente un placer para los ojos… Debemos hablar del día después. Entregaremos parcelas a todos los que lucharon por Gaza durante años (…).»

Amichai Eliyahu, ministro de patrimonio de Israel.

   Israel conserva la fisionomía de los proyectos coloniales imperialistas del siglo pasado, pero también traza los contornos de las nuevas formas coloniales. El estado sionista arrasa el territorio de Gaza, lo destruye íntegramente, promete su reconstrucción con el asentamiento de colonos y llena su territorio de banderas para marcar el espacio conquistado en el que hará «florecer el desierto». Proyectos coloniales de asentamiento de colonos anteriores expulsaban o aniquilaban la población nativa, pero resguardaban el territorio para el uso y explotación de sus recursos. A Israel le importa poco destruir completamente Gaza.

   Gaza, además, es para el imperialismo un campo de prueba de sus fuerzas destructivas. La capacidad de arrasamiento que hoy se pone en práctica no tiene paralelo desde el punto de vista cuantitativo. Tan solo en el primer mes de bombardeo Israel lanzó 6.000 bombas, equivalentes a 4.000 toneladas de explosivos –una magnitud semejante al poder destructivo de una bomba atómica–.

   Los miembros del gobierno de Netanyahu, los militares y la sociedad israelí de manera amplia, respaldan el genocidio de los palestinos y reclaman intensificarlo. Si antes el saqueo y las matanzas promovidas por el colonialismo se matizaban ideológicamente, en este caso se declaran como propósito de manera desembozada, se justifican y se validan por sus medios de comunicación.

   A los palestinos se les deshumaniza, se les barbariza y se les niega cualquier principio de igualdad con el resto de la humanidad. El genocidio en Gaza vuelve a marcar a fuego la división entre países coloniales con una población sin derechos y unos países imperialistas con derechos totales para una minoría privilegiada. Por eso en los países imperialistas se prohíben y judicializan las expresiones de apoyo a Palestina, e incluso portar algún símbolo de identificación con los palestinos puede hacerte merecedor de la acusación de «antisemita». El capitalismo retoma viejas prácticas y las rehace de manera descarnada.

Gaza se puede convertir en punto de quiebre para Israel y el imperialismo


   Hace más de 5 meses Israel desencadenó su accionar genocida contra Gaza bajo el supuesto de una represalia por el ataque de la resistencia palestina que dejó 1.200 israelíes muertos. En la actualidad los medios de comunicación tienen que hacer piruetas discursivas para poder vincular el arrasamiento, la destrucción de Gaza, la aniquilación de los palestinos y la inhumanidad de la actuación de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) con ese ataque. Al contrario, empieza a aparecer, para el asombro sionista e imperialista, una asociación entre el acto de la resistencia del 7 de octubre y las condiciones previas de encarcelamiento y bloqueo de la población palestina en Gaza, de apartheid en Cisjordania, de exilio, opresión, persecución y asesinato sistemático de los palestinos. El genocidio en Gaza puso en discusión pública el régimen colonial de Israel y ha dejado en claro que el objetivo del gobierno de Netanyahu no es Hamás, es la conquista a sangre y fuego de todo el territorio de Palestina y la expulsión o eliminación de los palestinos.

   El gobierno de Netanyahu venía de una larga crisis, quizás la más aguda del Estado de Israel en su historia, la violencia indiscriminada y el horror que desató en Gaza no le sirvieron para superar la crisis interna: esta sigue latente. Benny Gantz, su opositor político, visitó recientemente Estados Unidos y por ello ha sido acusado de traidor, seguramente ya se discuten las formas para apartar a la secta de sionistas fanáticos que están en el poder -aunque Gantz no sea muy diferente-. El problema que tienen es que la crisis interna se transformó en una debacle de la imagen del Estado sionista en el mundo. Cada bomba arrojada contra el pueblo palestino en Gaza ha terminado volando con ella el relato sionista de víctima, de sociedad democrática y de luz de la civilización… si no fuera por el fanatismo mesiánico de algunas religiones que respaldan irracionalmente a Israel, su gobierno quedaría en la soledad casi total y cociéndose en los jugos de sus propias divisiones internas.

   Israel ha dejado en ruinas la careta «democrática» de los países imperialistas, así como, la pantomima que se escenifica en Naciones Unidas –en la Asamblea General 153 países votaron a favor de un cese al fuego y 10 en contra, en el Consejo de Seguridad fueron 13 votos a favor, 1 abstención (de Reino Unido) y 1 veto (el de Estados Unidos). Como dijo el presidente de Colombia Gustavo Petro: no son los votos, es la cantidad de aviones de guerra que se tenga los que definen la posición de la ONU. Pero en lo que más ha avanzado Israel es en poner en cuestión la legitimidad, inmunidad e impunidad que había disfrutado históricamente; todo ello se cae a pedazos junto a las casas, hospitales, escuelas y universidades de Gaza. Sus bombazos contra la población indefensa lograron reposicionar la discusión de la «cuestión palestina» y despertar la solidaridad y el apoyo a la causa palestina de millones de personas en el mundo -incluso se empieza a soltar la mano a Netanyahu en Estados Unidos. Chuck Schumer, líder de la mayoría demócrata en el Senado y funcionario judío de más alto rango en ese país, llamó a convocar nuevas elecciones en Israel y acusó a Netanyahu de llevar al país a convertirse en un paria global-

   Israel puede haber avanzado en la destrucción de Gaza y haber asesinado a miles de palestinos, pero es más lo que está perdiendo políticamente, su objetivo de expulsión de los palestinos al desierto del Sinaí o algún otro país donde puedan ser recibidos como refugiados no resulta admisible para Egipto, ni siquiera para sus aliados imperialistas incondicionales. Luego de 5 meses no ha logrado liberar a los rehenes –por el contrario, quedó grabado el asesinato de 3 de ellos por tropas sionistas–, no da noticias de haber destruido la red de infraestructura de Hamás y el tiempo del gobierno Netanyahu parece agotarse.

   En Estados Unidos y Europa sectores de la comunidad judía repiten la consigna: «no en mi nombre», y crecen los sectores de judíos antisionistas. Millones de manifestantes en todas las regiones del planeta corean la consigna: «no es una guerra, es un genocidio», y con cada masacre de Israel crecen los cuestionamientos a su proyecto y a su historia colonial. Distintos sectores sociales expresan como pocas veces en el pasado el apoyo y simpatía por los palestinos y la resistencia palestina –una noticia poco comentada es que cuatro sindicatos de los más grandes de Estados Unidos se han pronunciado a favor del alto el fuego: el United Auto Workers, el sindicato de enfermeros, el de electricistas y el de trabajadores postales-.

   Si Israel es la expresión del colonialismo pasado y futuro, de la decadencia imperialista, la lucha palestina es su contrario, expresa la defensa de posiciones democráticas y humanistas, de la solidaridad y la empatía, de la lucha por la transformación de una realidad injusta, indecente e inmoral, que no es sólo la realidad colonial que construyó la sociedad israelí, es la realidad de opresión y explotación de la sociedad capitalista misma. Por ello, desde Perspectiva Marxista Internacional y el periódico Ruptura reiteramos nuestro apoyo y nos colocamos en las filas de la resistencia palestina. 

¡Viva Palestina Libre!

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