16/10/17

Segunda Declaración de Perspectiva Marxista Internacional sobre Brasil






Ante la ofensiva oligárquico-imperialista en Brasil:

¡Viva la lucha de la clase obrera y el pueblo brasileños!

¡Movilización de los trabajadores contra la ingerencia imperialista en el continente!

El capitalismo se ha transformado en un sistema universal de opresión colonial y de estrangulación financiera de la inmensa mayoría de la población del planeta por un puñado de países «avanzados». Este «botín» se reparte entre dos o tres potencias rapaces de poderío mundial, armadas hasta los dientes que, por el reparto de su botín, arrastran a su guerra a todo el mundo.


Vladimir Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo.


Ante la profundización de la crisis en Brasil nuestra corriente internacional publica esta segunda declaración de apoyo a los trabajadores y el pueblo pobre brasileño retomando en gran parte lo señalado hace un año, cuando el Parlamento aprobaba el proceso de impeachment a Dilma Rousseff. Nuestra previsión de que en manos de la rosca parlamentaria-judicial-oligárquica el país no podría afrontar la crisis económica y social, sino que, al contrario, los planes de estos sectores conducirían a la liquidación de los derechos sociales y políticos de la clase obrera y a la agudización de la crisis en todos los terrenos, para avanzar en la semicolonización del país, lamentablemente se viene cumpliendo.

La ingerencia imperialista y de expoliación de recursos no se detendrá en las fronteras de Brasil ni de Venezuela. México, Colombia, Argentina, anticiparon este camino. Es hora de que alcemos una sola voz en el continente en defensa de la soberanía, de la independencia económica y política nacional y de defensa de las conquistas de los trabajadores y de los oprimidos. El destino de los países latinoamericanos es el problema inmediato que la clase obrera y el pueblo deben tomar en sus manos. Los países de América Latina y el Caribe solo podrán independizarse del yugo imperialista uniendo a sus estados en una poderosa federación, la consigna que debería presidir la lucha contra la violencia (como en Venezuela), las investigaciones, intrigas e ingerencia imperialista (en el resto del continente); y contra la feroz explotación de las clases patronales nativas será: POR UNA FEDERACIÓN DE ESTADOS SOCIALISTAS DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE.

La crisis económica, social, institucional y política abierta en Brasil es a la vez consecuencia y preanuncio de una profundización en la bancarrota del régimen de dominación de la oligarquía financiera imperialista mundial. La crisis brasileña contradice la abrumadora propagandización de fábulas sobre la capacidad de superación del sistema capitalista-imperialista mundial de los procesos de estancamiento y de descomposición inherentes a su etapa imperialista; la realidad demuestra que estos flagelos crecen en todo el planeta.

La tendencia a la descomposición del sistema capitalista no dejó de aumentar aunque simultáneamente algunas ramas industriales, algunos países o ciertos sectores específicos de la economía crecieran. El crecimiento, además, es cada vez más desigual, y esta desigualdad se manifiesta también en una mayor descomposición de los países que concentran el poder financiero: no fue casualidad que la crisis de 2008 tuviera su epicentro en los Estados Unidos, y tampoco lo fue que su poder de dominación quedara debilitado.

La crisis de Brasil contradice a «los destacados economistas» del gran capital que vaticinaron el «desacople» de los países llamados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), en referencia a las posibilidades de crecimiento económico permanente que aparentemente se abrían mientras caían en severas recesiones los países imperialistas con la crisis de 2008.

Los países semicoloniales son parte de un mundo dominado por el imperialismo, por lo tanto el desarrollo de estos países atrasados, tiene un carácter combinado: las formas económicas más primitivas se combinan con el último grito de la técnica y la cultura capitalista. (…) la lucha por los más elementales logros de independencia nacional y democracia burguesa se combina con la lucha socialista contra el imperialismo mundial. (LEÓN TROTSKY, Programa de transición).

En Brasil, en el transcurso de un año, el avance de la crisis capitalista, expresada en la combinación de crisis económica, social y política terminó con el mandato presidencial de Rousseff y, dejó al borde del precipicio al gobierno de Michel Temer, también con varios altos funcionarios parlamentarios y gubernamentales presos, muchos más procesados y altos ejecutivos de conglomerados empresariales detenidos o escapando de la cárcel con acuerdos de delación premiada con la Justicia.

En el mes de mayo de 2016, el Senado aprobaba el proceso de impeachment a Dilma Rousseff y en agosto su destitución por amplia mayoría. La expulsión del PT del gobierno significó el triunfo de un sector burgués económico y político conservador, oligárquico-financiero-proimperialista. El principal componente de esta alianza de partidos de derecha es el bloque parlamentario (no partidista) conocido como «las tres B»: «Bala» (diputados ligados a la Policía Militar, a los Escuadrones de la muerte y a otras milicias privadas); «Buey» (los grandes propietarios de tierra criadores de ganado), y «Biblia» (los neopentecostales integristas, homófobos y misóginos). El asalto al poder de esta «rosca» o Santa Alianza oligárquica-financiera-imperialista tuvo como objetivo liquidar los derechos económicos y políticos conquistados por los sectores sociales más pobres, los trabajadores y los campesinos2, y someter al país a los dictados económicos del imperialismo.

Un año después, el gobierno de Michel Temer, el elegido por el Congreso para reemplazar a Rousseff, parece tener los días contados como presidente de Brasil. Su destitución por vía judicial o parlamentaria fue el problema que trataron de resolver contra reloj y a puerta cerrada los máximos líderes políticos brasileños. Los escándalos jurídicos, el rechazo generalizado de la población hacia su figura, combinados con el ascenso de la movilización obrera y popular conforman un cóctel mortal para la estabilidad política e institucional de dominación burguesa.

Las leyes antiobreras que se pretendieron promulgar durante el último año revelan el carácter de clase de estas maniobras institucionales y judiciales. Ponen al descubierto, en definitiva, que en el sistema capitalista el Estado es el instrumento de dominación de la clase burguesa, que ese orden institucional burdamente llamado «régimen democrático» le da legalidad a la opresión contra la mayoría popular y contra los trabajadores, que ese orden institucional que nos venden como «el instrumento de conciliación de clases» es para ocultar su verdadera función la de opresión de la clase dominante sobre los trabajadores y las mayorías populares. «Conciliar» no quiere decir amortiguar la pelea contra los opresores, significa privar a las clases oprimidas de medios y métodos de lucha para derrotarlos.

En 2009, el gobierno de Zelaya en Honduras fue el primero de esta nueva serie de golpes blandos contra presidentes en el continente. Le siguió el proceso parlamentario que destituyó al presidente paraguayo Fernando Lugo en 2012, y en 2016, el último proceso contra Dilma Rousseff. Estos mandatarios fueron destituidos por fraudulentos procesos judiciales y parlamentarios, antes de cumplir su período al frente del Ejecutivo, período otorgado por la normas constitucionales en esos países. En todos los casos, las vinculaciones y complicidades con países imperialistas y en particular con el imperialismo norteamericano fueron evidentes y explícitas.

Ante esta ofensiva antiobrera, antipopular y proimperialista, Perspectiva Marxista Internacional declara:

• El régimen «democrático» brasileño no garantizó el más elemental de los derechos del pueblo, que es el derecho al voto. La presidenta elegida en las urnas fue expulsada de su cargo, con la connivencia del Parlamento y del Poder Judicial, y el respaldo de las Fuerzas Armadas, bajo el escudo de la Constitución nacional. Se produjo un golpe «parlamentario y judicial» avalado por el imperialismo contra un gobierno elegido en las urnas y por el silencio cómplice de la mayoría de los gobiernos de la región.

• El régimen de la democracia burguesa no suprime la dominación del capital, por lo tanto no desaparecen ni la opresión ni la lucha de clases. La necesidad de la burguesía de mantener su dominio frente a la polarización creciente de la sociedad entre las masas empobrecidas y los explotadores cada vez más ricos es lo que determina la tendencia a la reacción, o sea, a las formas violentas y totalitarias de dominación. Por lo tanto, las tareas democráticas mantienen toda su importancia por las tendencias más profundas, tanto del imperialismo como de los monopolios, al totalitarismo.

• Las destituciones de los presidentes Dilma, Zelaya y Lugo expresaron la crisis de los regímenes democráticos de países atrasados: la debilidad que tienen para enfrentar a la vez las presiones imperialistas y las aspiraciones legítimas de las masas. Esa debilidad se evidencia en las peleas entre los distintos sectores de clase. La experiencia brasileña ilustra la división y roces de la clase patronal. La burguesía brasileña con el golpe contra Dilma intentó matar dos pájaros de un tiro: el primero, arrebatarle el poder al PT después de trece años de gobierno; el segundo, aplicar a fondo las medidas de ajuste quitando la iniciativa y desarticulando la acción de masas.

• Temer como presidente durante 12 meses se lo asocia más a FORA TEMER que ha pasado de ser «el grito de guerra de los contrarios al impeachment al leit-motiv de los conciertos, las pintadas y las manifestaciones cada vez más importantes en las calles de las principales ciudades del país». El presidente Temer es más un cadáver político que un presidente en funciones, solo una crisis sin precedentes del régimen político lo mantiene, mientras la clase dominante trata de pactar una sucesión antes de que la pelea por arriba combinada con la pelea de los de abajo termine con todos ellos. 

• Los antecedentes que preanunciaban una catástrofe como la que vive hoy el pueblo trabajador brasileño están resumidos en las políticas débiles, titubeantes y conciliadoras con las cuales pretendieron enfrentar al imperialismo tanto los gobiernos de Lula y Dilma, en Brasil, como los de Chávez-Maduro, Correa, Evo Morales y los Kirchner en el resto de Latinoamérica. En los casos de Honduras, Paraguay, la Argentina y Brasil, esos gobiernos ya han sido reemplazados por una política firme en favor de los intereses oligárquicos e imperialistas y no menos firme como política explotadora y represiva del movimiento obrero.

• El límite fundamental al que se enfrentaron estos líderes en el terreno de la política de dominación estuvo determinado por la defensa intransigente que ellos hicieron del sistema capitalista semicolonial, es decir, por la defensa del régimen de explotación de la clase trabajadora y del país.

• El crecimiento económico producto del desarrollo capitalista chino de las últimas décadas, que trajo inversiones e incrementó el comercio de las commodities con estos países latinoamericanos, favoreció, a su vez, la política de conciliación de clases de estos gobiernos, que distribuyeron una parte mayor de las superganancias obtenidas por los burgueses orientándolas hacia cubrir las necesidades básicas de los más pobres (en Brasil se sacaron 36 millones de brasileños de la miseria extrema) sin provocar mayores roces.

• El contexto mundial favoreció el surgimiento de los gobiernos «populistas» o reformistas latinoamericanos por la debilidad creciente del poder imperialista yanqui, que descuidó el patio trasero de su dominación durante las administraciones republicanas de George Bush (2001-2008), lo que no se revirtió en los períodos de Obama. Esta retirada circunstancial de los Estados Unidos, se debió a los fracasos militares de sus intervenciones en el Medio Oriente, y fundamentalmente a la crisis del capitalismo imperialista que estalló en 2007-2008 originada en el corazón de la dominación mundial. La hegemonía yanqui no ha sido reemplazada todavía, pero se aceleró el papel de China como potencia financiera, comercial y colonial.

• Las mejoras obtenidas por los trabajadores y el pueblo pobre, en parte por estos factores fundamentales, estimularon diversas creencias; entre ellas, que es posible un capitalismo más humanitario, que es posible en esta etapa practicar el reformismo de los comienzos del imperialismo —a fines del siglo XIX—, renacido con el «Estado de bienestar» de la segunda posguerra y rebautizado por Chávez como «Socialismo del Siglo XXI».

• Otra fábula difundida por estos líderes es que se podía desarrollar un capitalismo independiente del imperialismo. Todo país atrasado, por independiente que haya logrado ser en el plano político, no rompe con las leyes de los monopolios y del capital financiero ni, por lo tanto, con el papel que éstos le asignaron en la economía mundial. Por el contrario, están supeditados a éstas, y los gobiernos «progresistas» y/o «frente populistas» tratan de arbitrar entre esas contradicciones, sin resolverlas.
El capital financiero chino y las inversiones de ese país en Lationamérica crecieron de manera exponencial en estas últimas décadas favoreciendo el crecimiento económico en estos países, y todavía más la ideología oportunista-reformista.

• El pago de la deuda externa ha socavado la economía, y con ella la soberanía del país, de forma creciente. El cumplir con estos compromisos usureros a costa del hambre del pueblo señala el camino inverso a la defensa de su independencia. Pero tanto los gobiernos de Lula como los de los Kirchner y los de Chávez-Maduro se comprometieron con el cumplimiento de estos pagos como una prioridad de sus gobiernos. En resumidas cuentas, el resultado de sus políticas no eliminó el peso y el poderío económico de la gran burguesía nacional, de los monopolios imperialistas y del capital financiero: la concentración de la riqueza en cada vez menos manos aumentó y los bancos vieron crecer sideralmente sus ganancias.

• Brasil alcanzó un régimen democrático en 1985 con el gobierno de Tancredo Neves, pero la conquista de esa democracia no significó que esos gobiernos civiles acabaran con la miseria ni con el hambre. Tampoco con los métodos brutales de la Policía Militar contra los pobres. El hambre en este país provocó estallidos sociales de magnitud en 1983, en San Pablo. Acabar con la dictadura militar y conquistar las libertades democráticas fue un logro, pero llevó más de dos décadas reducir la cantidad de personas muertas por el hambre y, pese a las mejoras alcanzadas bajo los gobiernos del PT, no se ha terminado ni se podrá terminar con ese flagelo bajo un sistema capitalista semicolonial.

• Para defender el sistema capitalista, los gobiernos de Lula-Rousseff, aplicaron medidas contra la clase obrera en beneficio de los empresarios, los bancos y el sector financiero:
En 2003, en la primera presidencia, Lula aplicó una contrarreforma del sistema jubilatorio que tuvo como blanco y víctima a los trabajadores estatales: les aumentó la edad para jubilarse, eliminó los regímenes especiales, homologó el sistema de los trabajadores públicos y privados, y en general recortó el presupuesto del fondo público de pensiones. Al final de 2014, el gobierno de Rousseff impuso un segundo paquete antiobrero que restringió, entre otras cosas, el acceso al Seguro de Desempleo; además de la ley de tercerización laboral que buscaba, según Adílson Araújo, presidente de la Central de Trabajadores Brasileña (CTB): «sepultar la cartera del trabajo, legitimar el contrato fraudulento, los bajos salarios y las pésimas condiciones laborables».

Los derechos a manifestarse y a organizarse de los trabajadores quedaron limitados por la Ley Antiterrorista proimperialista de Dilma Rousseff.

Michel Temer con el apoyo de la clase política nacional y del imperialismo, logró a medias aplicar el ajuste que ya había iniciado Dilma a pesar del rechazo generalizado a su gestión. Estas medidas —reforma del presupuesto, del sistema jubilatorio y del laboral— lo único que lograron fue que la situación empeorara aceleradamente.

• El PT tiene grandes burgueses en su interior y gobernó aliado a la burguesía al partido de Temer, su vicepresidente, que se lo agradecieron con el impeachment a Dilma.

• Nuestras críticas a los gobiernos del PT no significan poner un signo igual entre éstos y el actual gobierno de la rosca.

Según datos de la FAO, en la década de 1990, el total de personas subalimentadas en Brasil superaba los 22 millones, representando el 14,8% de la población. Los gobiernos del PT lograron reducir estas cifras a menos del 5%, y disminuir en un 29,7% la pobreza y en un 17,4% la pobreza extrema. La rosca toma el poder para terminar con todas esas conquistas sociales y superexplotar a los trabajadores y el pueblo pobre brasileños.

Los gobiernos del PT lograron una independencia relativa del país con respecto al imperialismo dominante en la región, el yanqui. En la IV Cumbre de las Américas, Brasil fue una pieza imprescindible y clave para que fracasara el proyecto imperialista del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que habría sometido a toda América Latina a un estatus cuasi colonial como el que sufre México tras la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), más conocido como NAFTA por su siglas en inglés. Y Dilma mantuvo intransigentemente que sólo la estatal Petrobras podría explotar el «presal», una de las mayores reservas petrolíferas del mundo ubicada en la plataforma continental brasileña.

• Brasil junto a cuatro países, China, Rusia, India y Sudáfrica, formaron un bloque importante a escala mundial, los BRICS. Bloque que medido desde el peso demográfico (2.926 millones de personas, o sea el 42% de la población mundial), su PIB que representaba en 2013, el 21,6% del PIB mundial, y su reserva de divisas estimada en 5,25 billones de dólares de los cuales 4 billones corresponden solamente a China, fue visto como una gran oportunidad para los proyectos de crecimiento del conjunto de los países semicoloniales. Pero los BRICS, con sus reservas monetarias constituidas mayoritariamente en dólares y sus economías dirigidas a la exportación de materias primas o, como en el caso de China, de mano de obra barata —entre otras formas de dependencia—, no se emanciparon de la economía capitalista imperialista y su dominio sobre el mercado mundial.

Los BRICS crearon también un llamado Contingente de Reservas (CRA), constituido por 41.000 millones de dólares aportados por China, 18.000 millones por India, 18.000 millones por Brasil y 5.000 millones por Sudáfrica. El proyecto fue crear un banco de desarrrollo de los BRICS para administrar esos fondos, concebido como alternativa de esos países al Banco Mundial y FMI «dominados por Estados Unidos», así lo presentó su primer director, el indio Kundapur Vaman Kamath. Ni este proyecto ni los acuerdos regionales como el MERCOSUR, lograron la autonomía económica propagandizada por los líderes políticos que los crearon.

Los cuatro países de los BRICS desde la primera cumbre reclamaron mayor presencia en las Instituciones Financieras Internacionales; es decir, un mayor poder de decisión dentro del sistema capitalista mundial. La crisis que estalló en 2007-2008 en las potencias imperialistas no planteó su declive inexorable pero si abrió mayores posibilidades de incidencia en las decisiones políticas internacionales a países como China, pero no a los BRICS como bloque.

• Ante el rechazo del ALCA y la constitución de los BRICS, el imperialismo yanqui debía propinar un escarmiernto ejemplarizador a semejantes desafíos a su dominio por parte de un país de su histórico «patio trasero» latinoamericano.
La rosca, apoyada por el imperialismo, tomó el poder para entregar los recursos naturales y otras riquezas de Brasil a la rapiña de los monopolios imperialistas, como socia menor de éstos.

• Las medidas antiobreras tomadas por los ex presidentes Lula y Dilma hicieron disminuir el apoyo obrero y popular a sus respectivos gobiernos. En las últimas elecciones en Brasil, el PT perdió por primera vez desde 2002 en el ABC paulista, la mayor concentración industrial del país. La mayoría de las ciudades del cordón industrial votaron por Neves; así ocurrió, por ejemplo, en São Bernardo do Campo, que es la ciudad donde Lula desarrolló su actividad sindical. Esa derrota también se expresó en la elección de gobernador y de senador: el PT perdió la gobernación del Estado por segunda vez ante Alckmin, del PSDB, y el cargo de senador paulista, con Serra, del mismo partido.

• El descrédito ganado por Dilma Rousseff entre los trabajadores y los sectores populares dejó al PT y su gobierno a merced de la rosca oligárquica. Pero fue fundamentalmente la política traidora de la CUT y las restantes centrales lo que permitió que este golpe parlamentario-judicial se concretara. Un llamado a la huelga general contra la rosca oligárquica-financiera proimperialista que se declaró aliada a los militares torturadores de la última dictadura, racista en una país de mayoría negra y mestiza, y aliada incondicional del imperialismo yanqui y/o europeo, constituía la única política consecuente contra una amenaza de la gravedad que se avecinaba: la destitución del gobierno del PT con sus consecuencias inmediatas contra los trabajadores, el pueblo pobre y el campesinado y la independencia nacional. La huelga general podría haber derrotado el llamado «golpe blanco» contra la presidenta, pero esa no fue la política de la CUT.

• Las direcciones políticas y sindicales en las que las masas se sienten representadas frenaron la movilización independiente de los trabajadores porque se negaron a luchar contra «su gobierno», el gobierno del PT, favoreciendo de este modo también el triunfo de la reacción. Se convierten así en las grandes organizadoras de derrotas de la lucha obrera y popular. Las direcciones de la llamada «izquierda radical», con una política sectaria y propagandista, se niegan a reconocer las contradicciones que surgen constantemente entre sectores de las burguesías de los países semicoloniales y el imperialismo. Con sus denuncias de que «son lo mismo» o sus consignas de que «se vayan todos» ponen un signo igual entre toda clase de gobiernos, en lugar de tratar de profundizar esas contradicciones para debilitar al enemigo de clase. Así dejan el terreno libre a que estos movimientos nacionalistas y las burocracias sindicales se postulen como abanderados de las clases explotadas y de la soberanía del país, y mantengan su control sobre el movimiento de masas para frenar sus movilizaciones y hacerlo confiar en la «democracia» patronal con la zanahoria de que todo se puede lograr por la vía electoral y, por fin, entregarlo inerme a la reacción. No defienden a su país del imperialismo.

• Nuestra ubicación es claramente en defensa de las conquistas y derechos obtenidos por la gran masa pobre, campesina y el conjunto de los trabajadores, y en defensa del país frente a la ofensiva de dominación político-económica del imperialismo. Nos oponemos intransigentemente a la rosca oligárquica y llamamos al movimiento obrero y de masas a movilizarse contra cualquier gobierno que surja de los acuerdos entre ellos.

• No defendemos a la democracia en general. En la democracia burguesa las reglas las fija el poder del capital, quien dispone de dinero, compra voluntades, cargos en la administración de gobierno y/o parlamentarios, también corrompe, paga sobornos y pacta acuerdos según su conveniencia. Con dinero se pueden obtener favores de la justicia y manejar a su arbitrio los medios de comunicación, en una palabra le permite a la burguesía dominar bajo estas condiciones de «libertades formales», que podrían en un futuro terminar de manera abrupta si necesitara recurrir a los militares como ya lo hizo en la década de 1970. Sí defendemos las libertades que otorga la democracia burguesa para que los pobres y los trabajadores puedan organizarse y luchar por sus necesidades.

• Los trabajadores odiamos a los políticos corruptos y a los capitalistas que los corrompen. Pero la propaganda sobre que la Justicia burguesa puede terminar con la corrupción es un engaño total. Ya en 1850 Marx denunciaba que «Mientras la aristocracia financiera hacía las leyes, regentaba la administración del Estado, disponía de todos los poderes públicos organizados y dominaba a la opinión pública mediante la situación de hecho y mediante la prensa, se repetía en todas las esferas… la misma prostitución, el mismo fraude descarado, el mismo afán por enriquecerse, no mediante la producción, sino mediante el escamoteo de la riqueza ajena ya creada» (Karl Marx, Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850). Hoy, cuando la «aristocracia financiera» domina el mundo entero, Brasil incluido, todas las instituciones del estado burgués, sus poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, están corrompidos sin remedio.

• El avance de la reacción, por cualquier vía que sea, debe ser denunciado y combatido. Los trabajadores no podemos estar ajenos a estos avances reaccionarios y proimperialistas en la región. Los casos de Honduras, Paraguay y Brasil, son un preámbulo. Por la incidencia de su economía en la región, Brasil es fundamental; su crisis agravará la del resto de los países y traerá aparejado más estancamiento económico y mayor desocupación. Los trabajadores de la región nos debemos pronunciar contra los avances reaccionarios y proimperialistas que limiten o distorsionen aún más las conquistas democráticas pero también nuestras conquistas económicas. Por eso también nos debemos pronunciar contra las medidas antiobreras y antipopulares del gobierno de Macri en la Argentina, y contra los pactos colonizantes políticos, militares y económicos de los países de la región con los países imperialistas.

• El impeachment de Dilma abrió una crisis política que el gobierno de Temer no pudo cerrar. La clase burguesa creyó que la destitución de Rousseff restablecería la confianza, revertiría una recesión de dos años y pondría fin a un mercado en baja. Pero en realidad, su sucesor y exvicepresidente, Michel Temer no pudo superar la crisis institucional y ocupó el centro de un escándalo basado en una grabación en la que él aprobaba sobornos. Ese hecho se encadenó con una sucesión de renuncias y procesamientos previos de ocho de sus ministros en los últimos meses, de la imposibilidad de completar la aprobación de las reformas que la clase empresarial exigía, y fundamentalmente de la pérdida de apoyos, algunos importantes como el de la red O Globo.
Los trabajadores podemos y debemos aprovechar esa debilidad del poder patronal para imponer un plan económico y político que responda a las necesidades de la mayoría de la población y a nuestros intereses. Pero ese llamado exige más que cualquier otra forma de lucha de clases una dirección clara, resuelta, enérgica, independiente de cualquier gobierno, una dirección que no aparece abruptamente y de la nada. Ante la conspiración reaccionaria, este urgente llamado a luchar debe ser la principal tarea de la dirección de las centrales obreras y de los sindicatos independientes, de las organizaciones del movimiento campesino y popular, y de los partidos políticos de izquierda.

• Ese llamado a la huelga general se concretó este último 28 de abril. La presión social de la clase obrera y del conjunto del pueblo se hizo sentir, la aprobación y amenaza de resolución parlamentaria de medidas de mayor esclavitud laboral y de destrucción de las organizaciones gremiales obligó a las direcciones sindicales y políticas populares a convocarla. Lograron una de las huelgas generales más importantes de la historia de Brasil. En todo el país el paro por veinticuatro horas se hizo sentir de manera contundente, con acción directa, barricadas en las calles y quema de neumáticos los trabajadores lo convirtieron en una clara demostración de fuerza contra las reformas laborales. La huelga general de abril fue el corolario de una sucesión de importantes movilizaciones de masas y de huelgas parciales que se sucedieron durante el año.

­• Durante el mes de mayo las protestas y movilizaciones no se han detenido, como tampoco la escalada de denuncias de corrupción contra Temer. Desde la manifestación espontánea de la población que cubrió las calles de las principales ciudades para pedir la salida de este presidente que nadie votó ni nunca reaccionó al clamor mayoritario del pueblo brasileño, hasta las convocatorias de las organizaciones sociales y sindicales, la movilización obrera y popular no cesa.
Las centrales sindicales, el Frente Brasil Popular y otras organizaciones políticas populares convocaron a la jornada Ocupa Brasilia contra la reforma laboral; la convocatoria sumó más de 150.000 manifestantes que ocuparon la capital del país, la marcha también fue histórica, a pesar de la represión policial y del llamado a las Fuerzas Armadas para ocupar las calles, una medida que luego Temer tuvo que dar marcha atrás. Y las convocatorias a ocupar las calles se siguen sucediendo.

• Los trabajadores tenemos nuestros propios métodos de lucha, que se ajustan a nuestros objetivos. En la base de esos métodos se encuentra la acción directa de masas, que quiere decir que los explotados tomamos en nuestras manos la solución de nuestros problemas y de las cuestiones de interés nacional, por encima del ordenamiento jurídico y de los gobiernos «democráticamente electos». La acción directa puede traducirse en huelgas, manifestaciones, o en múltiples formas de lucha cuando cuando los explotadores atacan nuestras condiciones de vida y de trabajo, y cuando está en peligro la integridad de nuestros derechos democráticos, de la libertad de expresión, de lucha y de organización independiente como clase trabajadora, en una palabra, cuando peligra nuestra capacidad de lucha y de organización.

• La clase obrera y el pueblo necesitan el poder para imponer sus consignas, levantando muy alto su bandera, sin renunciar jamás a sus objetivos estratégicos a cambio de capturar votos. La clase obrera necesita el poder para realizarse y materializar la plenitud de sus postulados, y no para conciliar ni para capitular ante la rosca oligárquica y el imperialismo.

• Los trabajadores no debemos confiar jamás —ni ubicarnos como su ala izquierda— en los gobiernos que defienden el sistema capitalista porque, los encabece quien los encabece, eso significa defender a la clase que nos explota y nos condena a una derrota segura. Todo lo contrario, debemos continuar luchando con firmeza tras nuestros objetivos y banderas, porque solo con el poder y desde allí podremos cumplir plenamente las tareas democráticas y lograr el socialismo.

• Estuvieron en curso negociaciones para terminar con las denuncias y juicios que afectan a multitud de empresarios y políticos de todos los partidos. Los trabajadores debemos repudiarlas y denunciar que son maniobras para salvar a las clases explotadoras y al sistema político podrido.

• Debemos luchar para derrocar al gobierno usurpador y proimperialista de Temer y de cualquier otro elegido dentro de los recintos del Parlamento o del Poder Judicial desde donde afloran la mugre y los proyectos antiobreros. Debemos organizarnos en forma independiente del Estado y de la patronal. Debemos organizarnos en nuestros lugares de trabajo y en los barrios. Debemos exigir a nuestros dirigentes sindicales, políticos o de los movimientos sociales que se pongan a la cabeza de una lucha centralizada contra este gobierno y el que quiera sucederlo bajo estas condiciones. Que se pongan a la cabeza de una gran movilización popular, con la organización de piquetes de autodefensa, con el objetivo de la paralización total del país, hasta derrocar a los políticos, parlamentarios y jueces corruptos y usurpadores.

• El imperialismo y el gobierno adicto de Temer o cualquier otro de esta cúpula oligárquica van por más…
Van por Petrobras y el petróleo de Brasil. ¡El presal y Petrobras son del pueblo brasileño!
Van por el desmantelamiento de las reformas sociales. ¡POR LA DEFENSA DEL SERVICIO UNIVERSAL DE SALUD Y EL PLAN NACIONAL DE EDUCACIÓN! ¡POR LA VIGENCIA DE LA SEGURIDAD SOCIAL Y la AMPLIACIÓN DE SERVICIOS!¡POR NUESTRAS ORGANIZACIONES SINDICALES Y NUESTRA LIBERTAD DE organización Y LUCHA!

¡POR UNA PLANIFICACIóN ECONóMICA NACIONAL ELABORADA POR LAS ORGANIZACIONES OBRERAS, CAMPESINAS y populares!

• NI UN DÍA MÁS DE GOBIERNO DE TEMER. ABAJO LOS GOBIERNOS DE LA ROSCA.

• POR UNA ASAMBLEA NACIONAL OBRERA, CAMPESINA Y POPULAR plenamente soberana QUE ASUMA TODO EL PODER Y DISUELVA AL PARLAMENTO Y A LA JUSTICIA. Ir a nuevas elecciones, sean generales o a una Asamblea Constituyente, con el actual sistema político putrefacto y en las que los trabajadores se vean obligados a optar entre los mismos partidos igualmente putrefactos es una trampa para impedir la movilización independiente de las masas y beneficiar a Temer y cía., con una tregua durante la que pueda continuar con sus planes antiobreros y antipopulares. La decisión de quien gobierna Brasil la deben tomar democráticamente los trabajadores, los campesinos y el pueblo pobre en general, no los partidos de la rosca oligárquica ni el imperialismo. Como también somos los trabajadores y sectores populares quienes deben decidir el plan económico para sacar a Brasil de la crisis en que la sumergieron los burgueses y el imperialismo, plan que deberá extirpar el hambre, implementar la escala móvil de salarios y de horas de trabajo, devolver la tierra a los campesinos, organizar la autodefensa de los trabajadores y campesinos, etcétera.

• DEFENDAMOS LOS DERECHOS CONQUISTADOS, a comer, al trabajo, al salario que cubra las necesidades, a la salud, a la vivienda, a la educación.

• NO A LOS PACTOS COLONIZANTES, económicos, políticos y militares CON LOS PAÍSES IMPERIALISTAS.

• EXPROPIACIÓN INMEDIATA SIN INDEMNIZACIÓN DE LAS EMPRESAS TRANSNACIONALES E IMPERIALISTAS. QUE NO QUEDE NINGÚN ODEBRECH NI BATISTA AL FRENTE DE ÉSTAS; POR MÁS QUE VAYAN PRESOS SEGUIRÁN COMO HACEN LOS CAPOS DE LA MAFIA, DIRIGIENDO Y CORROMPIENDO DESDE LA CÁRCEL.

• NINGUNA CONFIANZA EN EL PT. Los trabajadores y sectores populares que aún se sienten representados por este partido deben ponerlo a prueba exigiendo que expulse de su seno a los patrones y se ponga bajo la disciplina de las organizaciones obreras y populares.

• POR CENTRALES SINDICALES Y SINDICATOS CON PLENA DEMOCRACIA INTERNA QUE NO DIVIDAN A LA CLASE OBRERA, según la filiación política de sus direcciones sino que la unifiquen en la lucha por sus intereses.

• POR UNA MOVILIZACIÓN REGIONAL DE LOS TRABAJADORES EN APOYO A LAS LUCHAS DE LOS TRABAJADORES Y EL PUEBLO BRASILEÑO CONTRA LA ROSCA.