16/2/21

La guerra comercial y geopolítica por las vacunas en este mundo capitalista-imperialista

 


Las vacunas contra el Covid-19 constituyen la principal arma que dispone la Humanidad para derrotar esta peste.

No deben ser mercancías para hacer negocios rentables ni instrumentos para disputar áreas de influencia económica y política de las potencias.

Deben ser un recurso mundial para garantizar una vacunación gratuita universal

William Andrade y Aura Forero

A comienzos de diciembre del año pasado dijimos lo siguiente:

Ahora mismo estamos en medio de una guerra mundial de las vacunas por el Covid-19, en la que compiten principalmente las farmacéuticas británicas, estadounidenses, alemanas, chinas y rusas. … La guerra consiste no sólo en quién produce primero la vacuna sino, sobre todo, en cuántos contratos internacionales logra para asegurar las innumerables ganancias que representa la venta de una mercancía que se cuenta por millones de dosis y que se pagan –como dicen popularmente– en rama, pues son los estados los encargados de comprarlas. La otra cara de esto es cuántos países no podrán comprar los millones de dosis necesarios para frenar el avance del virus o en cuánto tendrán que endeudarse para lograrlo, cuánto se embolsillarán los intermediarios privados en cada país y cómo se hará la distribución, donde muy seguramente habrá que pagar por una dosis a la que tendríamos que poder acceder sin pagar un peso. (Perspectiva Marxista Internacional -PMI- No 17, p. 20).

   Cuando no podíamos imaginar un desastre mayor al de la pandemia del Covid-19, de nuevo toda la podredumbre del sistema capitalista-imperialista mundial recae sobre las masas trabajadoras y pobres del mundo, esta vez debido a la extorsión a la que los pulpos farmacéuticos someten a los países de todo el mundo con el negocio de las vacunas. El chantaje y la extorsión provocan peleas entre los gobiernos imperialistas de la Unión Europea y sus bestias mimadas, las gigantes farmacéuticas; pero, sin duda, lo peor es lo que están haciéndole a los países atrasados de todos los continentes, ambos, farmacéuticas y estados imperialistas: es imperialismo puro y duro, de ese que no se puede ocultar con monsergas altruistas y humanitarias. 

   Si la humanidad ha tenido que pagar -literalmente caro- el que tanto los servicios médicos como las medicinas sean mercancías, cosa monstruosamente evidenciada con esta pandemia, hoy su suerte no podía ser más miserable con la guerra de las vacunas, gracias a la cual los grandes monopolios farmacéuticos se apropiaron los logros colectivos de la comunidad científica mundial financiados por los estados -con los impuestos de los ciudadanos- y están dedicados a capitalizar sus beneficios a cuenta de las penurias de los más pobres y desvalidos (1).  Así, lo que debía ser una gran campaña mundial de salud pública, universal y gratuita, se ha convertido en una guerra de rapiña por inflar los bolsillos de los monopolios farmacéuticos; y en una carrera loca entre las grandes potencias imperialistas por acaparar la inmensa mayoría de las vacunas, mientras que los países pobres luchan por acceder a las dosis que pueden, aceptando los contratos extorsivos impuestas por sus voraces vendedores.

   Con el agravante de que esta nueva muestra de barbarie e irracionalidad a la que nos arroja el sistema capitalista-imperialista mundial, que no se basa en la solidaridad internacional, puede traer trágicas repercusiones pues, tan importante es vacunar a la mayoría de la población de un país como lo es vacunar a la mayoría de la población mundial, dado que se trata de una enfermedad mundial, el hecho de sabotear la vacunación mundial puede llevar a que se retrase mucho el proceso de inmunidad de rebaño, a que la pandemia se prolongue mucho más tiempo -con sus secuela de muerte y destrucción- y a que sigan apareciendo mutaciones cada vez más peligrosas y resistentes a las vacunas existentes.

Un “fracaso moral” que evidencia el carácter cada vez más parasitario del capitalismo y sus signos de descomposición y barbarie

    Es por eso que hasta un burócrata -sirviente reconocido de la industria farmacéutica y de los estados imperialistas- como Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS se ha visto obligado a decir que: “Debo ser franco: el mundo está al borde de un fracaso moral catastrófico, y el precio de este fracaso se pagará con las vidas y el sustento de los países más pobres”. Y “que no es justo que gente sana y joven en naciones ricas acceda a la vacuna antes que grupos vulnerables en países más pobres (2).  (Los resaltados son de la BBC). Se refiere a que está teniendo lugar un acaparamiento escandaloso de las vacunas por parte de los países industrializados. En el mismo artículo de la BBC se mencionan las denuncias de la Alianza Vacuna del Pueblo (que incluye a Amnistía Internacional, Oxfam y Justicia Global) quien alerta que: “las personas de países pobres se quedarían atrás (…) cerca de 70 países de bajos ingresos tan solo podrían vacunar a una de cada 10 personas”.

   Estas mismas organizaciones denuncian que Canadá ha contratado el equivalente a 9.5 veces su población en dosis de vacunas, EEUU el equivalente a 3 veces, Reino Unido 5,3 veces y que la Unión Europea encargó 2,3 mil millones de dosis para sus 450 millones de habitantes, África entera reservó 870 millones de vacunas para una población de 1,3 mil millones de habitantes. En efecto, la igualdad ante la vacuna es un fracaso moral absoluto. A medida que corren los días de este nuevo año de pesadilla, en el que la segunda ola está causando estragos en todo el mundo, incluyendo la emergencia de nuevas variantes del virus que son mucho más contagiosas, quedan más al desnudo los intereses en juego. Los grandes productores de vacunas, antes que nada, hacen su negocio; las potencias imperialistas y los organismos creados bajo su auspicio como la OMS, se muestran incapaces de generar un verdadero plan y una verdadera campaña mundial de vacunación, porque quedan rehenes en la defensa de una supuesta “libertad de mercado” (3). 

La dictadura del capital: los oligopolios farmacéuticos 

   En la base de toda esta podredumbre están en primer lugar los oligopolios de la industria farmacéutica, con su voracidad capitalista, sus políticas de precios y sistemas de investigación, comercialización y rentabilidad, impuestas gracias al poder que ejercen sobre los estados. Unas cuantas empresas oligopólicas dominan el mercado mundial, y son denunciados por asociaciones médicas y ciudadanas de todo el mundo, pues gracias a ellas, millones de personas en los países más pobres no pueden acceder a medicamentos indispensables, e incluso en los propios países imperialistas decenas de miles de trabajadores que padecen enfermedades crónicas no pueden tratarse porque no tienen posibilidad de pagar esos altos precios. Pero lo que pasa con los individuos ocurre también con los escasos sistemas públicos de salud que han sobrevivido a su privatización, los cuales viven quebrados, no sólo por los exiguos presupuestos de los gobiernos sino también porque deben pagar exorbitantes precios en particular en las enfermedades crónicas: los retrovirales que se usan para combatir el VIH, los tratamientos para el cáncer, contra la hepatitis C, etc., así como la generación de nuevos medicamentos para curar las mismas enfermedades es, en la inmensa mayoría de los casos, una estafa, pues su único fin es incrementar los precios sin producir ninguna mejora significativa.

   Quizá la denuncia más sonada es la “de la corrupción”, que atraviesa todos los niveles del negocio, pero que en realidad es la utilización de los mecanismos usuales para “ganar el mercado”: desde el soborno a los médicos no sólo para que prescriban sus medicamentos sino también para que creen nuevas categorías de diagnóstico que aseguren público para sus “innovaciones” médicas; siguiendo con el lobby a los hospitales y clínicas, que les facilitan sus estudios clínicos, validan sus “hallazgos” y promueven la venta de sus productos, siguiendo con el gran negocio de la financiación de las entidades de control médico y sanitarios -como la FDA de EEUU y la Agencia Europea de Evaluación de Medicamentos-, hasta llegar al circuito mundial de los países a través de su influencia en la Organización mundial de la salud -OMS-, que aseguran su acceso a los mercados nacionales y globales.

   Aparte del descarado proteccionismo de países como EEUU y los de la Unión Europea, el que sobresale en todos los tratados de comercio internacional, lo que asegura el reinado despótico y usurero de las farmacéuticas en todo el mundo es el régimen de patentes.

(…) Las patentes generalmente son otorgadas por 20 años, pero entre 10 y 12 de ellos se gastan en desarrollar la droga a costos de entre US$1.500 millones y US$2.500 millones.

Esto deja entre ocho y diez años para hacer dinero antes de que la fórmula pueda ser utilizada por compañías de medicinas genéricas, que las venden por una fracción del precio. Claramente, un éxito de ventas puede recuperar en unos meses los costos de desarrollo…. las firmas farmacéuticas hacen esfuerzos extraordinarios para extender la duración de sus patentes, con "pisos completos de abogados" dedicados a este propósito, cuenta un ejecutivo de la industria (4).  

   La industria farmacéutica es oligopólica, es decir que está constituida por pocos pero inmensos conglomerados de producción de medicamentos que abarcan distintas ramas (obtención de materia prima, laboratorios, investigación, etc.) operan prácticamente en todos los países del mundo, determinan los precios, calidad y cantidad del producto, cotizan en las bolsas, y esta concentración de intereses, restringe la competencia y aumenta la capacidad de presión a los gobiernos de las potencias imperialistas. 

   Según un artículo de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública de España, publicado en 2017, el mercado farmacéutico supera las ganancias por ventas de armas o las telecomunicaciones y, por cada dólar invertido en fabricar un medicamento se obtienen mil de ganancia. Los márgenes de ganancias de estas industrias alcanzando entre el 70 y el 90%, con una tasa de ganancias del 20%, superando ampliamente el 15,8% de los bancos comerciales. El sector farmacéutico se encuentra en continuo crecimiento y se caracteriza por una competencia oligopólica en la que 25 empresas controlan cerca del 50% del mercado mundial. La capacidad competitiva se basa en la investigación y desarrollo (I +D), en la apropiación de las ganancias mediante el sistema de patentes y en el control de las cadenas de comercialización de los medicamentos:

El principal argumento para mantener las patentes de los medicamentos está en los gastos por investigar nuevos medicamentos, sin embargo, la mayor parte del coste de la investigación de un nuevo fármaco no recae sobre la industria ya que los gobiernos y los consumidores financian el 84% de la investigación, mientras que solo el 12% correspondería a los laboratorios farmacéuticos. (…) Esta situación de monopolio explica los elevadísimos costes que pretenden poner a los nuevos medicamentos, que no se justifican ni por sus costes de producción ni por las inversiones realizadas en la investigación. 

Las farmacéuticas son importantes jugadores en el casino de la especulación financiera. Sus cotizaciones de Bolsa comenzaron a subir apenas anunciaron sus avances en la eficacia de sus vacunas contra el Covid-19 -aun cuando no ofrecían todavía pruebas científicas- a finales de 2020, y comenzó un movimiento de venta de acciones por parte de sus altos ejecutivos, quienes se llenaron los bolsillos en pocos días. Y son estos nobles y altruistas caballeros los encargados de la producción y la distribución mundial de las vacunas contra el Covid-19. 

El secretismo de los contratos leoninos de las vacunas contra el Covid-19

   La humanidad, en especial los más pobres y vulnerables, están en manos de estos voraces vampiros, de allí que sea noticia en los diarios de todo el mundo el escándalo del despótico secretismo que rodea los contratos de compra y venta de las vacunas. Muchos gobiernos, tanto de países semicoloniales como de la mismísima Unión Europea, han declarado que no pueden hacer públicos los términos de estos negocios so pena de que estos se rompan, pues están atados de pies y manos por cláusulas de confidencialidad, de allí que no exista ninguna posibilidad de ejercer ningún tipo de control social sobre estos acuerdos, y no se sepa nada sobre los precios de las vacunas como tampoco sobre las condiciones de entrega de las mismas.

   El otro gran secreto es el de los términos concretos de las llamadas cláusulas de responsabilidad, en las que se estipulan límites a la responsabilidad de los laboratorios en el caso de posibles efectos adversos de los medicamentos y se indica que si hay diferencias no las resolverán los tribunales nacionales, sino unas cortes especiales de arbitraje internacional. 

   Y otro elemento clave del debate son los derechos de propiedad intelectual. Al respecto, un experto en salud pública dijo: “Están defendiendo su patente para evitar que otros la fabriquen en la India y se las vendan a menor coste a los países pobres”.  (BBC Mundo, “Vacunas contra el coronavirus: a qué se debe el secretismo que rodea los contratos entre los gobiernos y las farmacéuticas”, Guillermo D. Olmo, enero 28 de 2021).

(…) Todos plantean que el monopolio que ejercen los laboratorios sobre la propiedad intelectual de las patentes se suspenda durante la fase de la pandemia. Los laboratorios rehúsan suspender temporalmente las patentes con el argumento de que fue la propiedad intelectual la que potenció las investigaciones y, por consiguiente, el descubrimiento de la vacuna contra la covid-19. El argumento es falso. Como lo recuerda Médicos sin Fronteras “en realidad, han sido los recursos estatales y la financiación filantrópica los principales impulsores de los esfuerzos de investigación sin precedentes” (6) (Rebelión, Eduardo Febbro, enero 1 de 2021).

El servilismo de los gobiernos lacayos 




   La otra cara de esta relación imperialista es la actitud servil de gobiernos como el de Duque en Colombia. Duque ha sido fuertemente criticado por declarar que no puede hacer públicos los términos de los contratos que su gobierno ha firmado con las grandes farmacéuticas, como que tampoco podía entregar un cronograma claro sobre la distribución de las vacunas, porque si lo hiciera se expondría a la ruptura unilateral del contrato por violar las cláusulas de confidencialidad. Como cosa rara Duque dice la verdad, pues estas son las condiciones que los oligopolios han impuesto a los países de todo el mundo. Sin embargo, gobiernos como el peruano se negaron a firmar contrato alguno con estas transnacionales por considerar que dichas cláusulas -tanto de confidencialidad como de responsabilidad- eran incompatibles con su constitución.

Pero las críticas no cesan, pues su gestión de la pandemia cada vez se revela con más claridad como un verdadero desastre, pues a diario crecen todos los indicadores negativos, no obstante, lo que ha hecho para conseguir la anhelada vacuna evidencia no sólo una gran ineptitud -las vacunaciones no empezaron todavía mientras que en países más pequeños y pobres como Costa Rica o Ecuador ya lo hicieron- sino, ante todo, una muestra espeluznante de servilismo.

   Duque se centró en las gestiones dentro del llamado Esquema Covax,  el cual incluía desde el inicio la negociación paralela con las farmacéuticas, pero nunca consideró siquiera explorar posibilidades con Rusia o China, al contrario, sus agentes hicieron -bajo las órdenes de Trump- campaña negativa y mendaz contra la vacuna rusa, aceptó sin chistar los términos de las farmacéuticas imperialistas Pfizer (EEUU)-BioNTech (Alemania)) y Moderna (EEUU), Gran Bretaña y Suecia con la vacuna AstraZeneca/Oxford y la de Johnson y Johnson (a último momento ha tenido que morderse la lengua y empezar a negociar con Rusia y China ante los incumplimientos y retrasos de sus “socios”); pero no sólo eso, en la OMC cuando países como Sudáfrica y Chile alzaron la voz en contra del régimen de patentes o cuando el mismo Sudáfrica y Costa Rica exigieron una rebaja general de precios para los países pobres, los representantes de Colombia guardaron silencio. 

   Mientras que países como Argentina, México y Brasil (por iniciativa de los gobernadores de los estados y no de Bolsonaro) se abrieron a todas las posibilidades, contrataron sin reparos las vacunas rusas y chinas, dentro de cuyos contratos se incluye realizar una parte de la producción en su propio suelo, y hasta están empeñados en fabricar sus propias vacunas. Con todo, cada vez se escuchan más voces que abogan, al menos en América Latina, por una estrategia de negociación colectiva, por un bloque continental para oponer resistencia a los pulpos farmacéuticos y conseguir precios favorables para todos sus países. El problema es que esto que suena a todas luces coherente y viable supone un giro en la política internacional, algo que recuerda las iniciativas de integración latinoamericana de Chávez contra el imperialismo.

¿Qué expresa el conflicto entre la Unión Europea y algunas farmacéuticas?

   En medio de todo ha sorprendido al mundo un conflicto que promete despejar algunas de las más turbias jugadas de las farmacéuticas. La farmacéutica anglo-sueca AstraZeneca ha incumplido su acuerdo con la Unión Europea, lo que ha provocado un estallido de ira de los gobernantes, amenazas de demandas y hasta insinuaciones sobre controlar la salida de vacunas del continente. Todo un escenario de guerra, detrás del cual encontramos el desastre sanitario, social y económico que está catalizando cada vez más crisis políticas, pues todos los gobiernos son cuestionados por la lentitud, el retraso en los procesos de vacunación y el creciente número de contagiados y de muertos (5).  (BBC Mundo, “Vacuna de AstraZeneca: 6 claves de la tensa disputa de la farmacéutica con la Unión Europea por la falta de dosis ‘prometidas’”, Redacción, enero 28 de 2021).

   Según confirmó una fuente anónima a la agencia Reuters, la UE obtendría un 60% menos de dosis que las prometidas para enero-marzo de 2021. La Agencia Efe lo sitúa en el 25%. La UE firmó un acuerdo con AstraZeneca en agosto por la compra de 300 millones de dosis, con la opción de comprar 100 millones más. Bruselas esperaba que, en cuanto se aprobara la vacuna de AstraZeneca, se pudiera empezar con la vacunación, con unos 80 millones de dosis para marzo. La farmacéutica justificó lo ocurrido con problemas de rendimiento en plantas de Europa.

   Bruselas ha pedido a AstraZeneca que permita que se haga público ese contrato confidencial para demostrar que la farmacéutica debía producir una cantidad precisa de dosis para la UE “incluso antes de obtener la autorización” de la Agencia Europea del Medicamento (EMA), pero la farmacéutica ha dicho que en el contrato ella se comprometió a “hacer su mejor esfuerzo”. Para los representantes de la UE ha habido respuestas confusas y hasta contradictorias de parte del laboratorio, pero después ha trascendido algo aún más problemático. La farmacéutica ha advertido que el problema es el nivel de productividad de sus plantas ubicadas en el continente -en Bélgica y en Países Bajos-, mientras que la planta central ubicada en Inglaterra funciona bien y que Inglaterra tiene la prioridad por haber firmado antes, lo que ha provocado respuestas airadas de parte de la UE: “El principio de que quien primero llega, primero se lo queda, puede servir para la carnicería de barrio, pero no en un contrato”.

   A lo que la farmacéutica ha ripostado: “Europa se va a llevar el 17% de la producción global en febrero, a pesar de que supone el 5% de la población mundial”. Por si esto fuera poco, el gobierno inglés con su consabido buen tino agregó: “(…) las vacunas que saliesen de la cadena de suministro de Reino Unido tendrían que ir primero a Reino Unido (...) Esta vacuna fue desarrollada por el gobierno británico, [la Universidad de] Oxford, y nosotros. En cuanto podamos, ayudaremos a la UE”. Mientras que funcionarios de la UE subrayan que el dinero europeo se destinó para mejorar las plantas en Reino Unido y que esperaban completamente que estuvieran operativas para ellos… 

   Para algunos este no es más que otro episodio de la llamada “diplomacia de la probeta”, para otros se trata en realidad de lo que el director de la OMS denomina el “nacionalismo vacunal”, pero también evidencia la terrible desproporción del poder que los oligopolios farmacéuticos ostentan, al punto de chocar, no sólo ya contra los intereses y necesidades de países enteros y de la humanidad pobre, sino incluso con los de sus mentores los poderosos estados imperialistas.

El estruendoso fracaso de los gobiernos imperialistas, la OMS y la ONU

   La guerra decisiva es la que toda la humanidad libra contra la pandemia del COVID-19, pero toda guerra necesita de una dirección y ese es justamente el gran problema. La humanidad no cuenta con una verdadera dirección para ganar esta guerra mundial, no tiene un Estado mayor. Los oligopolios farmacéuticos hacen negocios, no hacen caridad, y los hacen a costa de la salud, y las vacunas constituyen su mercancía estrella no un arma pública a disposición para derrotar la pandemia. Los países imperialistas y sus gobiernos de turno, no están dispuestos a meterlos en cintura. Pero cómo van a hacerlo si fueron todos ellos los que promovieron la privatización de los sistemas de salud pública en todo el mundo, precisamente para convertir la salud en el gigantesco negocio que es hoy y entregárselo a esos pulpos. 

   Ha sido gracias a esa destrucción de los sistemas de sanidad pública y al correlativo retroceso en la investigación científica y el desarrollo tecnológico con fines sociales y público,  que, no obstante todas las aterradoras señales, fueron incapaces de prever esta pandemia y una vez inmersos en ella fueron aún más incapaces de tomar verdaderas medidas preventivas para impedir que se propagara, y luego, cuando se propagó, estos mismos gobiernos -unos más desastroso que otros, como Bolsonaro y Trump- quienes permitieron que la combinación de pandemia y crisis económica acentuara aún más todas las desigualdades sociales y que los padecimientos de los más pobres y vulnerables se incrementaran despiadadamente en todas las sociedades, golpeando con más rudeza a los países atrasados y a los inmigrantes en los países imperialistas, a los negros, los latinos y los trabajadores en EEUU.

    Por eso, aún en los mismos países imperialistas, el desastre sanitario, económico y social se profundiza, a pesar de que ahora ya se tiene la vacuna. Al comienzo se dijo que el gran problema era no contar con vacuna, pero ahora que las hay son evidentes las limitaciones en su fabricación y distribución, así como la improvisación y la mediocridad, la ausencia de verdaderos planes nacionales de vacunación rápidos y efectivos, y, a escala mundial, el fracaso no podía ser más evidente: la OMS y toda la ONU no pasan de ser una patética comparsa de los intereses de las grandes farmacéuticas y de los estados imperialistas más poderosos. El famoso mecanismo COVAX para la vacunación mundial ni siquiera va poder cumplir sus propias metas,  las cuales ya eran de por sí ridículas en comparación con la magnitud de la tarea de vacunación mundial. Entonces, no sólo no pudieron evitar la pandemia, sino que tampoco les alcanzó todo un año para diseñar un plan mundial de producción y distribución de las vacunas.

Por una salida internacionalista, soberana y democrática a la crisis de las vacunas

   El máximo responsable de la OMS consideró que la estrategia del “yo, primero” será contraproducente ya que hará que suban los precios y llevará a la acumulación de vacunas.

   “Al final, estas acciones tan solo prolongarán la pandemia, las restricciones necesarias para contenerla y el sufrimiento humano y económico”, añadió. 

   La exigencia de declarar a la vacuna contra el Covid-19 como un bien o un derecho humano universal, y la consecuente exigencia del acceso universal y gratuito a las vacunas en todo el mundo, no es el reclamo de ninguna dádiva, tampoco se trata de una aspiración utópica y humanitarista. Es la única salida racional y democrática a la actual crisis, para conseguirlo es preciso romper el régimen de las patentes, cuyo único sentido es proteger la propiedad privada y las ganancias de las transnacionales farmacéuticas y sus estados imperialistas. Los trabajadores y los pobres de todo el mundo debemos exigir a nuestros gobiernos no sólo la tarea de conseguir las vacunas, debemos exigir que asuman una actitud soberana ante las imposiciones de los buitres farmacéuticos y que levanten una política unitaria e internacionalista con los otros países semicoloniales, empezando por los de cada continente, para imponer una campaña de vacunación mundial igualitaria y gratuita.

Deben no sólo liberarse todas las patentes sino montarse cadenas de producción y distribución en todos los continentes, con estaciones o nodos en los países más avanzados de cada uno de ellos, elaborándose un plan coordinado para que se produzcan las cantidades necesarias en los tiempos oportunos para lograr las metas de la OMS de vacunar al 70% de toda la población mundial, lo mismo debe hacerse con la logística para las tareas de vacunación, en la que deben cooperar todos los países. Para hacer estas tareas se debe contratar y capacitar personal -sobran desempleados en todo el mundo-, destinar edificios públicos, todo lo necesario para enfrentar esta emergencia.

   Todas las organizaciones y personalidades del mundo -y en cada país- que se reclamen demócratas y no racistas deben abogar por una gran campaña mundial en favor de estas reivindicaciones. Los trabajadores y las organizaciones sindicales y políticas democráticas y de izquierda de los países imperialistas deben presionar a sus gobiernos para que dejen de acaparar las vacunas y de sabotear el plan mundial de vacunación, y para que se cumpla a escala mundial el mismo criterio acordado para cada país: que primero se vacune al personal médico y sanitario y a los más vulnerables.


(1) Para mediados de diciembre, según la empresa de datos científicos Airfinity, en total los gobiernos   habían proporcionado US$8.600 millones, las organizaciones sin fines de lucro han otorgado casi US$1.900 millones y las empresas solamente habrían invertido US$3.400 millones de sus propios recursos: apenas el 25% del total de los fondos.

(2) https://www.bbc.com/mundo/noticias-55712748

(3) En este momento, hay 3 variantes del virus que han causado preocupación mundial debido a que sus mutaciones genéticas resultan en mayores ventajas biológicas para el virus: la británica, la sudafricana y la brasilera.  Las mutaciones de las 3 son análogas -es decir que, si bien no afectan exactamente los mismo genes, resultan en cambios biológicos similares- pues modifican características de la proteína de espiga, la parte del virus que entra en contacto con las células humanas y que es la responsable de la infección: … que se puede transmitir y contagiar más fácilmente.  Además, se ha observado que hay un alto riesgo de reinfección dado que dichas variantes no son reconocidas por o evaden los anticuerpos que atacan a la “versión original del virus”. Para finales de enero, la variante británica ya se había reportado en 50 países, la sudafricana en 20 y la brasilera en 7. (https://www.semana.com/coronavirus/articulo/cientificos-sudafricanos-que-detectaron-la-nueva-variante-de-covid-19-comparten-sus-hallazgos/202126/ y https://www.bbc.com/mundo/noticias-55689478).

(4) Una estrategia que incrementó el poder político y económico de las grandes compañías farmacéuticas estadounidenses fue la ley de extensión de patentes (Ley Hatch-Waxman) aprobada por Reagan en 1984, (hasta esa fecha la política de patentes no afectaba a los medicamentos por considerarlos un bien necesario). Esta medida se extendió posteriormente al resto del mundo gracias a la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1994, que vela por que la globalización no afecte a los intereses del gran capital multinacional. Ahora el 60% de las patentes de medicamentos son de EE.UU., frente al 20% de la Unión Europea. Gracias a esto EE.UU. domina el mercado de los 50 medicamentos más vendidos. 
https://www.bbc.com/mundo/ultimas_noticias/2014/11/141106_economia_farmaceuticas_industria_ch

(5) https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-55804567

(6) La historia de las epidemias muestra que no sería la primera vez. Ya sucedió con la poliomielitis y la viruela, enfermedades erradicadas mucho antes en los países más avanzados. O con el VIH, que todavía diezma a muchas poblaciones africanas cuando los pacientes en el llamado primer mundo han visto prolongada significativamente su esperanza de vida gracias al desarrollo de los tratamientos antirretrovirales:
 https://rebelion.org/las-tres-guerras-de-la-vacuna-contra-el-coronavirus/