8/10/24

Dossier sobre Venezuela

Venezuela y el avance del colonialismo en América Latina 

   

   En todo el mundo las masas populares, campesinas y la clase obrera pierden conquistas y derechos mientras una pequeña minoría se enriquece cada vez más. Este fenómeno no es nuevo ni en México, ni en los países del Caribe, y menos todavía en el área latinoamericana. Así funciona el capitalismo mundial —donde también las grandes corporaciones adquieren un peso monumental frente a estados cada vez más pobres y endeudados— y es particularmente crítico y trágico en nuestra región. Haití es el ejemplo más emblemático: más del 90 % de su población no tiene acceso al agua ni servicios sanitarios, y la “ayuda” que recibe de potencias como España es para “la seguridad”, mientras casi 200.000 niños sufren malnutrición severa. En Haití no hay presidente desde 2021 desde el asesinato de Jovenel Moise.

   Pero hoy la atención de las noticias está en Venezuela. Contra el gobierno de Maduro, acusado por la pobreza creciente en su país y por la consolidación de un régimen antidemocrático, de una llamada “dictadura”. Pero la realidad que se muestra en Venezuela avanza con distintos ritmos en el resto de los países sudamericanos y del Caribe, donde creció la pobreza, la inflación y los trabajadores sufren la pérdida sistemática de su nivel de ingresos, junto a la debilidad de sus organizaciones sindicales. Tampoco es el único país donde creció la emigración: Ecuador, Colombia, El Salvador, Puerto Rico, México son ejemplos palpables del importante número de familias que salen como pueden a buscar oportunidades en otros países, fundamentalmente en los Estados Unidos. Millones de desplazados e inmigrantes internacionales constituyen un fenómeno social que se agrava con los años. En Estados Unidos, solamente en el último año, ingresaron casi 450.000 nuevos migrantes latinos.  

   Es una región saqueada por las potencias imperialistas, en particular por los Estados Unidos, ha sido muy bien nominada como “su patio trasero” y ha sufrido su injerencia directa. Desde los años 60 hasta finales de los 90, dictaduras sangrientas apoyadas por Washington, que mediante golpes de estado instauró gobiernos militares en el Cono Sur, en Centroamérica o regímenes represivos como el de Turbay Ayala en Colombia. Todos fueron resultado de la “Doctrina de Seguridad Nacional” del imperialismo yanqui, y fueron regímenes que, al servicio directo de su amo imperialista, no solo provocaron una criminal represión y cometieron crímenes de lesa humanidad, sino que sumieron a los países en el atraso y la miseria, de lo cual todavía no han podido recuperarse.

   Venezuela se mantiene independiente en una cuestión que el amo del Norte no puede tolerar, su política internacional, solo acompañada por Cuba desde la revolución de 1959 y por Nicaragua, país donde un movimiento revolucionario (el sandinismo) derrocó a las fuerzas armadas y a la dictadura de Anastasio Somoza. 

   En la región, cobra más actualidad que nunca la necesidad de romper el cerco de la dependencia imperialista.

   Se necesita políticas y acciones unificadas, soluciones de fondo a nivel regional para liquidar los planes de ajuste contra las masas trabajadoras, el endeudamiento crónico y usurario que sufren la mayoría de los países (deudas pagadas, rigurosamente, con los ingresos de las masas populares, mientras una minoría cada vez más rica disfruta de la baja e incluso la exención de impuestos); el saqueo de los recursos energéticos y naturales, la privatización de su patrimonio y empresas de servicios, la aplicación de políticas que favorecen la exportación de materias primas (que necesitan las potencias imperialistas) en detrimento de los recursos no renovables, ambientales y fundamentalmente humanos en esta zona del planeta.

   En síntesis, solo la unidad de los pueblos del Caribe y Latinoamérica podrán impedir el avance colonial, de mayor explotación laboral y saqueo por parte de las grandes corporaciones de las potencias imperialistas, en particular de Estados Unidos.

   En cambio, en oposición a esa necesidad de pelear por la UNIDAD DE LOS PUEBLOS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE, POR LA DEFENSA DE LAS CONQUISTAS DE LAS MASAS, la mayoría de los gobiernos como sirvientes de las oligarquías y patronales nacionales y del imperialismo, actúan favoreciendo el atraso, una mayor explotación laboral y los negocios y renta capitalista del poder económico concentrado.

   Por esa razón, con respecto a Venezuela, actúan con guion de Estados Unidos. Desde AMLO (el más respetuoso de las decisiones soberanas del gobierno de Maduro) hasta Petro, Lula, Boric, Mujica (ex presidente de Uruguay) y Cristina Fernández de Kirchner (ex presidenta de Argentina) difunden la propaganda imperialista y dan la alerta por el “creciente deterioro de la DEMOCRACIA EN VENEZUELA” o porque en ese país “no se cumplen las leyes de la democracia”. Lo que no hacen es lo primero que un verdadero demócrata debería hacer: denunciar que en Venezuela se intentó derrocar al régimen de Maduro por medio de un GOLPE DE ESTADO. Para no hablar de presidentes ultra reaccionarios como Milei, que directamente llama al derrocamiento del gobierno de Maduro, o sea al golpe.

   NOSOTROS ALERTAMOS A LOS TRABAJADORES DE LA REGIÓN, que una vez más funcionó la maquinaria política, económica, mediática, cibernética y militar para ejecutar un golpe de estado contra el gobierno de Maduro en Venezuela. Y QUE LA DEMOCRACIA, entendida como la conquista de derechos para los trabajadores y las clases populares, está en franco deterioro en toda la región, no solo en Venezuela. En todo nuestro continente, no solo no se frena la ofensiva colonialista de Estados Unidos y de las potencias imperialistas, sino que en algunos países se trabaja en una fuerte alianza con su vasallaje. Hasta ahora ese no es el caso del gobierno de Maduro.

   La debilidad de los gobiernos y de los regímenes democráticos en nuestros países arranca por el creciente servilismo de los dirigentes políticos a las necesidades de una minoría que cada día se enriquece más a costa de la superexplotación de las masas populares, provocando mayor desigualdad, cuyas consecuencias económicas y sociales se manifiestan en el aumento del hambre, la desnutrición infantil y la falta de condiciones sanitarias acordes a la vida humana. En ese contexto, son los gobiernos capitalistas que facilitan los avances coloniales, los que ofrecen un terreno cada vez mas fértil para un golpe orquestado desde afuera o para el ascenso y el triunfo de gobiernos como el del servil Milei en la Argentina, o como fueron los de Temer y Bolsonaro en Brasil. 

   En estos días, la huida y el pedido de asilo a España del candidato venezolano del golpismo, Edmundo González Urrutia, permiten afirmar que este último avance de la oposición (servil de intereses directamente imperialistas y oligárquicos), que usó la oportunidad del proceso electoral venezolano para ejecutar su plan golpista, ha sido derrotado una vez más.

   La derrota del golpe en Venezuela no es una mala noticia para los trabajadores latinoamericanos. Se derrotó la proclamación de un títere de Estados Unidos (ya hubo otros, como Juan Guaidó), que solo quiere el petróleo venezolano y convertir al país en un enclave para la defensa de sus intereses en la región.

   Para las masas populares significa todo lo contrario a una mala noticia, porque la proclamación de Maduro como presidente y el andamiaje institucional, policial y militar montado por él y por Diosdado Cabello -entre otros dirigentes chavistas- impidieron la maniobra y la consumación del golpe.

   A los Estados Unidos no les importa el pueblo trabajador venezolano ni el ejercicio de la democracia en ese país ni en ningún país del mundo. Las banderas de la democracia y la promesa de mayores libertades han sido pisoteadas por el militarismo colonialista norteamericano, inglés, y de varias potencias coloniales europeas en repetidas ocasiones: Irak, Libia, Afganistán, representan los ejemplos más contundentes al respecto.

   A Biden solo le interesa el petróleo que está en el subsuelo del país. Laura Richardson —general jefa del Comando Sur de Estados Unidos— señaló que Venezuela tiene la concentración de “las reservas de petróleo más grandes”, “tiene petróleo, cobre, oro”. A Estados Unidos también le preocupa que, en “su patio trasero”, un país con esos recursos sea INDEPENDIENTE EN SU POLÍTICA INTERNACIONAL, es decir, que no siga sus órdenes. Que apoye a Rusia en la guerra contra la OTAN en Ucrania. Que acreciente la ayuda financiera que recibe de China, a medida que sufre sanciones económicas más severas de los países sirvientes de los Estados Unidos. Que Maduro haya sido reconocido como presidente electo por China, Rusia, Irán, Cuba, Siria, Bolivia, Nicaragua, Honduras, siete países del Caribe y varios más de Asia y África.

   Su postura geopolítica va en dirección contraria a los intereses de quien se cree dueño y amo del continente americano y de sus recursos energéticos, naturales y humanos. Esta independencia nació con un proyecto político, en 1999, cuando los gobiernos cipayos de entonces habían provocado la crisis más grande de la historia venezolana (como expresión popular se llamó “el Caracazo”), un régimen que lideró Hugo Chávez hasta su muerte en 2013.

Compañeros trabajadores de Venezuela y la región.

   El golpe de los yanquis y de Corina Machado quiso liquidar el conjunto de las conquistas populares que otorgó el chavismo y el gobierno de Maduro e imponer en Venezuela un gobierno vasallo directo de Estados Unidos. Ese intento fue derrotado, pero el imperialismo y sus siervos dentro de Venezuela volverán a intentarlo una y otra vez. Por eso es imprescindible la unidad antiimperialista de los trabajadores, los campesinos y los pueblos pobres en defensa de Venezuela.

   No se trata de defender a Maduro o a su régimen —que él define como “militar, policial, popular”—, sino de evitar que triunfe un gobierno ultrarreaccionario y antiobrero, y fundamentalmente de no permitirle a los Estados Unidos que fortalezca desde Venezuela la ofensiva colonialista en la región.


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Venezuela y Gaza


   Es en este contexto mundial que Lula, Petro, Mujica, AMLO y otros líderes regionales distraen la atención sobre el proceso electoral en Venezuela, mientras en Gaza la tragedia se agiganta. 

   “Es alucinante que a pesar de la abrumadora evidencia de los crímenes sin precedentes de las Fuerzas Armadas de Israel en Gaza que han conmocionado la conciencia del mundo entero, la administración Biden esté dando luz verde a la transferencia de armas letales adicionales a Israel” …
Sarah Leah Whitson, directora ejecutiva del grupo de derechos humanos y defensa Democracy for the Arab World Now (DAWN),

   A los pocos días del “polémico” acto electoral en Venezuela, el 10 de agosto, apenas unas horas antes de uno de los bombardeos israelíes más sangrientos en la Franja de Gaza, en una escuela convertida en refugio —donde quedaron esparcidos los pedazos de más de 100 personas entre hombres, mujeres, ancianos y niños, por ese ataque perpetrado mientras unos dormían, y otros rezaban las oraciones de la mañana—, Biden, el presidente en ejercicio en los Estados Unidos, anunció la aprobación de 3.500 millones de dólares en fondos militares al gobierno criminal del Estado de Israel. Cifra que integra un total de 14.100 millones de dólares aprobados por el Congreso de los Estados Unidos. Uno de los misiles lanzados sobre la escuela al-Tabin podría haber sido una bomba MK-84 de fabricación “estadounidense” con un peso de 2.000 libras.

   A Biden, Blinken o a la Fundación Carter, ¿quiénes les otorgan la legitimidad “democrática” necesaria para dirimir el conflicto sobre el ejercicio democrático del gobierno de Maduro o para liderar la campaña por la transparencia en el proceso electoral venezolano, cuando no suspenden el financiamiento del exterminio de un pueblo?

   Una aproximación a esa respuesta la encontraremos si nos enfocamos en los grupos monopólicos-financieros, ligados a los negocios del petróleo y de la energía, pero no solo en ellos, también Elon Musk, junto a otros megamillonarios yanquis ligados al lobby sionista, que están entre el top ten de la revista Forbes, destinan fondos, financian redes y medios a su servicio para promover campañas tanto para sostener a Israel como para liquidar al régimen chavista. Un régimen que, si no les impide, por lo menos les limita aprovechar al máximo una fuente inestimable de ese recurso en territorio venezolano, de ese “oro negro”, el cual podrían extraer sin grandes costos, por la cercanía, por los pocos kilómetros que lo separan de Florida y del sur petrolero de los Estados Unidos.

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Una vez más en defensa de Venezuela
Declaración política Perspectiva Marxista Internacional



   Llevamos poco más de un mes de las últimas elecciones presidenciales en Venezuela y estamos presenciando, en los medios de comunicación y en la esfera política internacional, una nueva cruzada contra la «dictadura chavista» y por la defensa de la «democracia» en el hermano país. No es la primera vez que conocemos de este tipo de gestas, en los últimos 25 años, desde la llegada al poder del chavismo se han hecho moneda corriente. Quienes hacemos parte de Perspectiva Marxista Internacional hemos planteado nuestra posición al respecto en diversas ocasiones, por supuesto, existen elementos novedosos en la situación actual, sin embargo, consideramos que podemos mantener lo que hemos dicho en lo fundamental. Escribimos esta declaración para ofrecer un contexto y una perspectiva histórica más amplia a nuestros nuevos lectores y pensando en las generaciones de venezolanos que han nacido y crecido en la diáspora, a quienes ese contexto y perspectiva les son negados por obra de la campaña mundial de los medios de desinformación a sueldo de los imperialistas y de las oligarquías nacionales. 

   Hay que empezar por aclarar que, más que unas elecciones, lo que tuvimos fue un nuevo intento de golpe financiado y ambientado por el imperialismo, bajo la campaña del «fraude» anticipada por varios meses, alternativa que se impuso en cuanto los Acuerdos de Barbados estallaron a comienzos de año -tales acuerdos estuvieron auspiciados por Lula y Petro en complicidad con el gobierno de Biden y su objetivo era que Maduro cediera el poder a la oposición oligárquica y proimperialista, como lo hizo el Kirchnerismo con Milei en Argentina-. Pero es preciso advertir que, si bien el golpe fracasó, esa es una estrategia que sigue abierta.

¿Por qué el imperialismo nunca perdonará al Chavismo?

   El Tío Sam nunca perdonará al Chavismo por haber hecho de Venezuela un país independiente. Por desobedecer sus mandatos, denunciar sus atrocidades y organizar la rebelión latinoamericana y del Caribe en su contra. Fue Chávez, junto con Lula y Néstor Kirchner, quien encabezó la derrota del proyecto colonial del ALCA, quien impulsó la creación del ALBA, la UNASUR y la CELAC, agrupaciones que se oponían a la OEA -el «ministerio de colonias» de Estados Unidos-, y, que rechazaron golpes de Estado como el de Zelaya en Honduras o Lugo Paraguay. Chávez firmó el acuerdo Petrocaribe, con el que Venezuela daba a varios países 185.000 barriles diarios a precios preferenciales, 102.000 barriles a Cuba a cambio de médicos y profesores, y brindó crédito a Argentina cuando nadie le prestaba por declarar el default.

   Si bien ninguna de sus medidas representó una ruptura con el capitalismo y ni siquiera industrializó la economía; sí otorgó importantes conquistas a las masas populares, muchas de las cuales se conservan aún hoy después de 2 décadas de bloqueo imperialista y de retrocesos por parte del gobierno de Maduro. En Venezuela, la estatal PDVSA pasó a dominar la producción y la comercialización del petróleo, imponiendo restricciones a las transnacionales. Así el país recuperó ganancias fabulosas -mientras que entre 1996 y 2001 se recaudaron casi 12 billones de bolívares por regalías, nada más entre 2002 y 2003 se recaudaron 15 y ½ billones-, que se destinaron a grandes inversiones en salud y educación. En 2005 la Unesco declaró a Venezuela «Territorio Libre de Analfabetismo». En 2012 la FAO reconoció a Venezuela por la reducción de la pobreza extrema en más del 50 %, ocupando el tercer lugar en América Latina. 

   El chavismo impuso una redistrucción de la renta petrolera que hizo posible que los venezolanos más pobres tuvieran acceso a trabajo, vivienda, salud y educación. Las ganancias de las transnacionales imperialistas, así como, las de los López, los Capriles o los Machado se vieron por ello limitadas; una casa o la universidad para el hijo del trabajador venezolano representaban menos lujos en las vacaciones en Miami de la burguesía parasitaria que había dominado antes el negocio petrolero, el imperialismo y la burguesía tradicional no le perdonan al chavismo que el «régimen» osara ofrecer derechos básicos a las masas aminorando sus privilegios.
 
   Mucho menos le va a perdonar ahora el que, a pesar de toda la presión internacional, Maduro mantenga su apoyo a Rusia contra la OTAN y que condene el genocidio de Israel contra el pueblo palestino.  Ni que se proponga ingresar a los BRICS, y amenace así con ayudar a desequilibrar la hegemonía imperialista en el mundo, sumando sus fabulosos recursos en hidrocarburos y oro al bloque encabezado por China y Rusia que compite con los imperialismos occidentales.

   Por eso el objetivo del imperialismo es derrocar a Maduro e instaurar un gobierno oligárquico que sea su títere. Y para alcanzar ese propósito ha probado todo tipo de medidas, el intento de golpe que acaba de fracasar es sólo una más en su interminable lista de atrocidades.

¿Quiénes son los actuales defensores de la «democracia» en Venezuela?

   Sabemos que pueden existir millones de venezolanos en el mundo, de trabajadores y jóvenes de muchos países, que juzgan actualmente que es correcto alinearse en las filas de quienes dicen defender la «democracia» en Venezuela, o, que tienen dudas y preguntas genuinas sobre lo que ocurre en el país. Para la discusión y la reflexión sobre estas cuestiones vale la pena ubicar algunos elementos históricos y políticos. Por ejemplo: ¿quiénes componen la dirección política de esta nueva cruzada por la «democracia»? 

   A nivel internacional, personajes que han defendido directa o indirectamente las dictaduras militares que encarcelaron, reprimieron y asesinaron  a miles de personas -con el auspicio de la CIA y los gobiernos de Estados Unidos- para defender los procesos de privatización y entrega de los recursos nacionales a las potencias imperialistas (Mauricio Macri y Javier Milei en Argentina o Jair Bolsonaro en Brasil); paladines de la libertad y orden que han sido impulsores, financiadores o defensores políticos de bandas paramilitares que han matado con sevicia a miles de personas, particularmente a la población campesina, para desplazarla de sus tierras e imponer sus intereses económicos en países como Colombia (Álvaro Uribe y su ministro de defensa y después presidente y nobel de paz Juan Manuel Santos); o, gobiernos que nadie ha elegido, como el de Dina Boluarte en el Perú, que se ha mantenido en el poder reprimiendo y asesinando a quienes protestan en su contra. Como queda apuntado sus credenciales «democráticas» vienen manchadas de sangre y de intereses económicos que no son los de sus respectivos pueblos.     

   A nivel interno, la llamada «oposición venezolana» no nació ayer, tiene años de existencia y de agencia política en el país. Sin dar cuenta del período anterior a la llegada de Hugo Chávez al poder, podemos recordar algunos de las acciones que estas direcciones políticas han impulsado para defender la «democracia»: encabezaron un golpe de Estado contra Chávez en 2002 -que fue derrotado por el pueblo trabajador en las calles-; entre 2002 y 2003, paralizaron la economía con la «huelga del petróleo» exigiendo nuevamente la caída del gobierno; en 2013, tras perder las elecciones presidenciales con Henrique Capriles como candidato, llamaron a tomar las calles para derrotar al «régimen», dando vida a las «guarimbas» -grupos de manifestantes antichavistas que desplegaron toda una ola de violencia que incluyó la quema de hospitales y clínicas en las que trabajaran médicos cubanos-, estos grupos se mantuvieron promovidos y financiados por sectores de la burguesía venezolana y por el imperialismo y asesinaron a personas como el joven Orlando Figueroa en 2017, quemándolo vivo por «chavista» y por «negro»; en 2019 la oposición fue la gestora de la autoproclamación como presidente de Juan Guaidó -un asambleísta que nunca fue candidato a la presidencia y por tanto nunca recibió un voto para ser electo, lo cual no tuvo ningún reparo democrático, de parte de la inmensa mayoría de los gobiernos imperialistas como España, Francia, Reino Unido, Alemania, Estados Unidos y Canadá, para reconocerlo como presidente, por supuesto el uribista Duque en Colombia y Bolsonaro también lo reconocieron-;  en 2020 sectores de la oposición desarrollaron una intervención militar con mercenarios gringos, exmilitares venezolanos y con el apoyo de paramilitares colombianos para derrocar a Maduro que llamaron operación Gedeón, que fracasó estrepitosamente.  

   El carácter «democrático» de los actuales dirigentes opositores queda expresado en posiciones como la de María Corina Machado que en 2018 en sus redes sociales pidió a Benjamín Netanyahu, el carnicero actual del pueblo palestino y primer ministro de Israel, una intervención militar, y que también llamó desde Panamá a EEUU a invadir Venezuela.

Estados Unidos el mortífero defensor de la democracia

   Los otros grandes abanderados de la causa «democrática» en Venezuela han sido los Estados Unidos. En 2015 el gobierno yanqui ubicó a Venezuela como una «amenaza para su seguridad nacional», y pasó a recrudecer las sanciones económicas en su contra, llegando a establecer más de 900, que impiden desde la comercialización con Venezuela de materiales básicos para la producción petrolera hasta medicinas y alimentos que se entregarían por medio de programas asistencialistas a la población más pobre. El objetivo ha sido la asfixia de la economía del país. Este tipo de política gringa no es una novedad histórica. Según documentos desclasificados del gobierno de Estados Unidos que han sido publicados en los últimos años, tras el triunfo de la revolución cubana en 1959, se inició la política que conduciría al infame bloqueo económico contra la isla, sus propósitos eran: «debilitar la vida económica de Cuba. (…) generar grandes avances en negar dinero y suministros (…) que se reduzcan los salarios reales y monetarios y así ocasionar hambrunas, desesperación y el derrocamiento del gobierno» .

   Esa «democrática» campaña para hambrear al pueblo trabajador en Cuba se repitió nuevamente en 1970, en este caso en contra de los chilenos, que se atrevieron a darle el triunfo en las elecciones a Salvador Allende, el candidato que se oponía a los intereses gringos en ese país. El presidente Richard Nixon pidió a su asesor de seguridad Henry Kissinger «hacer chillar la economía» chilena para desestabilizar al futuro gobierno, y luego exigió «patear a Chile en el trasero» por la nacionalización del cobre. Seguramente, en algunas décadas, conoceremos los documentos secretos que afirman cosas muy similares sobre el chavismo y Venezuela. 

   Por ahora, conocemos varios hechos. En 2019, el «democrático» gobierno Trump reconoció al autoproclamado «presidente interino» Juan Guaidó y conminó a otros países a hacer lo mismo, al menos unos 60 gobiernos lo hicieron; todos ellos pasaron a «confiscar» o «congelar» los activos venezolanos en el extranjero -industrias, cuentas bancarias y oro. Por ejemplo, el oro venezolano depositado en el Banco de Inglaterra por valor de 2.000 millones de dólares-. Las transnacionales imperialistas que fueron expropiadas por el gobierno Chávez aprovecharon estas circunstancias para presentar demandas de indemnización contra Venezuela para «cobrar» sus «pérdidas» por los activos confiscados. La oposición venezolana con su «presidente interino» no se opuso, al contrario, facilitó el saqueo. 

   En ese marco, en 2023 la oficina de control de activos extranjeros gringa anunció la «expropiación» de Citgo, filial en Estados Unidos de la empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA). CITGO estaba valorada en 8.000 millones de dólares y producía beneficios anuales de 1.000 millones de dólares. En 2024 han anunciado que subastarán Citgo. La empresa estaba bajo control de la oposición y ha sido entregada para subasta a beneficio de transnacionales estadounidenses y canadienses. Es claro al servicio de quienes está la oposición venezolana. 

   Según cálculos de ONGs que denuncian el boqueo económico a Venezuela entre 2015 y 2022 se dejaron de producir 3.393 millones de barriles de petróleo, equivalentes a 232 mil millones de dólares, así mismo, se han «retenido» y «confiscado» (léase robado) más de 22 mil millones de dólares en bancos internacionales y «organismos multilaterales». La crisis económica en Venezuela, que ha causado inenarrables sufrimientos al pueblo venezolano, es consecuencia directa de estas acciones, ha sido prefabricada por el imperialismo de los Estados Unidos y la burguesía opositora. Los que reclaman que haya «democracia» en Venezuela son los mismos que le negaban los derechos democráticos básicos al pueblo trabajador en el país: el derecho al trabajo, a la salud o a la alimentación -y no tendrían problema en volverlo a hacer si llegan nuevamente al poder-. «Democracia» para la burguesía imperialista y opositora es que ellos tengan el derecho a enriquecerse con los recursos y el trabajo de los venezolanos, no les importa el hambre y la muerte del pueblo pobre, defienden exclusivamente sus intereses como aves de rapiña. 

   A los Estados Unidos no les importa el pueblo trabajador venezolano ni la democracia, les interesa el petróleo que está en el subsuelo del país. Laura Richardson -general jefa del Comando Sur de Estados Unidos- ha comentado en varias ocasiones por qué es importante América Latina para Estados Unidos. Sobre Venezuela ha señalado: que tiene la concentración de «las reservas de petróleo más grandes», «tiene petróleo, cobre, oro». Para Richarson el principal problema de Estados Unidos en Venezuela no es la «democracia», sino el respaldo y la presencia de China y Rusia como competidores por los recursos, si pudieran imponer una dictadura, lo harían como muchas otras veces (como hicieron en Chile y en Argentina, en toda centro América), con tal de asegurarse el acceso a esos recursos, no en vano han sostenido por décadas a las monarquías petroleras de medio oriente sin sonrojarse siquiera. 

Los marxistas revolucionarios y la democracia burguesa

   Los marxistas revolucionarios no defendemos la democracia burguesa como un fin en sí, la defendemos en cuanto es un régimen que beneficia las posibilidades de organización y movilización de la clase obrera para luchar contra el sistema capitalista. Por eso la defendemos de cualquier intento de golpe militar, pero no porque la consideremos el mejor de los mundos posibles, todo lo contrario, la democracia burguesa es un régimen político del sistema capitalista -es la democracia de los ricos-, y por tanto diseñado para garantizar la explotación de los trabajadores. Los marxistas revolucionarios luchamos por imponer el socialismo, y con él al régimen político de la democracia obrera.

   Pero las tareas democrático-revolucionarias de la clase trabajadora en los países atrasados van mucho más allá, implican también la lucha por la reforma agraria y la lucha por la liberación nacional. Los defensores progresistas e izquierdistas de la democracia -como Lula y Petro- omiten esas tareas democráticas, que hacen parte del proceso revolucionario hacia la destrucción del sistema capitalista-imperialista en todo el mundo. Por eso, cuando el imperialismo arremete contra un país atrasado como Venezuela, acusando de dictador a un gobierno independiente que le opone resistencia, hacen causa común con el «democrático imperialismo» que violenta sistemáticamente el derecho democrático de ese país a autodeterminarse. 

   Olvidan también, al llamarlo dictador -por muy bonapartista o represivo que pueda ser un gobierno independiente- que los dictadores que hemos conocido han sido impuestos o ayudados a establecerse por el imperialismo, justamente porque son defensores acérrimos de sus intereses en nuestros países, para lo cual desaparecieron, reprimieron y asesinaron a miles de luchadores obreros y populares. Al respecto, es curioso que estos defensores progresistas y de izquierda de la democracia -al igual que los gobiernos imperialistas- no acusaran de dictador a un gobierno como el de Uribe o el de Duque en Colombia que, siendo gobiernos electos formalmente, promovieron carnicerías sistemáticas contra el pueblo trabajador. El problema de fondo de estos progresismos es su horizonte ideológico no revolucionario -no digamos socialista, sino siquiera democrático antimperialista-, su entrega total a la democracia burguesa y su anhelo de congraciarse con el imperialismo.

Todo lo que no avanza retrocede

   Esa es una ley de la historia y de la lucha de clases. El Chavismo, desde la época de Chávez, tenía dos opciones, tratar de negociar y convivir con la oligarquía y con el imperialismo o avanzar hacia el socialismo. Optó por la primera y los resultados están a la vista, en lugar de profundizar la dinámica de la expropiación de las empresas capitalistas e imperialista y de socializarlas en bien de todas las masas trabajadoras y de monopolizar el comercio exterior, ha intentado convivir con la inmensa mayoría de la oligarquía venezolana y hasta ha propiciado la emergencia de nuevas capas de ricos, así dejó a la economía nacional vulnerable a los ataques internos y externos. En lugar de atacar a los ricos ante el embate del agresivo bloqueo, ahora Maduro terminó no sólo devolviendo muchas empresas expropiadas por Chávez, sino también atacando a las mismas masas aplicando especie de planes de ajuste, y haciéndose más bonapartista, más represivo.

   La principal crítica, y la lección más importante con respecto al proceso venezolano y al de otros semejantes en el continente, es justamente esa, que al no avanzar hacia el socialismo terminó retrocediendo.

Una vez más en defensa de Venezuela

   Cuando Estados Unidos y los otros países imperialistas dicen que están defendiendo la «democracia» lo que están defendiendo son sus intereses económicos, todo gobierno que se haya opuesto a ellos, que haya obstruido en algo el saqueo indiscriminado de sus países, ha sido históricamente perseguido y se han implementado en su contra todo tipo de campañas y políticas para desestabilizarlo o se han dado golpes de Estado, mediante los cuales se impusieron todas las dictaduras militares en décadas pasadas. El chavismo ha tenido una política independiente y de denuncia del imperialismo en Venezuela y aún más, en la región, y en la actualidad, a pesar de todos los retrocesos acaecidos bajo los gobiernos de Maduro, a pesar de su reciente acercamiento con el gobierno de Biden, propuesto por el mismo imperialismo para disponer de una parte del petróleo venezolano a través de Chevrón, para tratar de regular los precios del mercado mundial del petróleo en disputa con la OPEP y con Rusia, en medio de la guerra de la OTAN con Rusia, Maduro ha mantenido su apoyo a esta, y hasta ha permitido la visita de buques de guerra rusos, lo que representa un peligro y una grave afrenta para los yanquis, cuya estrategia sigue siendo derrocarlo, acabar con la soberanía nacional de Venezuela e instaurar un gobierno títere. 

   Para nosotros, como luchadores por la revolución socialista, la lucha contra el imperialismo es la principal tarea democrático-revolucionaria. El imperialismo es el principal enemigo de la humanidad, de los trabajadores y de los pueblos oprimidos del mundo. Por ello nos ponemos del lado de la defensa de la soberanía de Venezuela, pues entendemos que lo que está en curso es una nueva fase de agresión imperialista a este país y a su gobierno, que seguimos entendiendo como un «gobierno independiente» del imperialismo, razón por la cual es atacado incasablemente por él. 

   Sabemos que como consecuencia de las sanciones económicas el gobierno de Maduro ha tendido a hacerse más bonapartista, más intolerante hacia a las disidencias y más represivo con las movilizaciones de trabajadores. Pero, no caemos por ello presos de la campaña de intervención imperialista en el país, orquestada por Washington y la oposición burguesa de ultraderecha. Lo que hemos visto las últimas semanas es que han intentado dar un nuevo golpe en contra del gobierno de Maduro y que de nuevo han fracasado. 

   Fracasan porque el chavismo aún tiene apoyo popular en Venezuela, fracasan porque no han logrado dividir a las fuerzas militares, porque el imperialismo no tiene correlación de fuerzas suficiente en los gobiernos de la región para ir más allá, fracasan por la debilidad del imperialismo -atascado en su guerra contra Rusia y comprometido por su apoyo al sionismo- que le impide en lo inmediato promover una medida de fuerza a gran escala; fracasan por el respaldo China, Rusia e Irán a Maduro. Así mismo, porque internamente la economía venía mejorando y para muchos venezolanos trabajadores y de clase media, y hasta para sectores de la burguesía, un gobierno de la oposición sería un salto al vacío -lleno de violencia y sangre- que prefieren evitar. 

Maduro, la peor dirección para defender la independencia de Venezuela

   Para nosotros lo que sigue en juego en Venezuela es una lucha por la liberación nacional, y en ella deberíamos estar todos aquellos que realmente defendamos los derechos democráticos básicos -trabajo, salud, educación-. En esta trinchera debemos estar los trabajadores, las direcciones políticas, sindicales y sociales para hacer frente a la campaña de intervención imperialista en Venezuela, necesitamos responder a ella en todos los ámbitos -el de la cultura, el del trabajo, del activismo social, estudiantil, sindical o político-. Si los gobiernos de China y Rusia apoyan al gobierno de Maduro deberían destinar fondos y hacer concesiones económicas para que el pueblo pobre en Venezuela no sufra las consecuencias del bloqueo y la asfixia económica.  

   El gobierno de Maduro no es nuestro gobierno, e insistimos en que es la peor dirección para la lucha por la defensa de la soberanía nacional de Venezuela, nosotros estamos por un gobierno de los trabajadores y el pueblo pobre, por una dictadura revolucionaria del proletariado. Sin embargo, por todo lo dicho, no capitulamos a la campaña mundial del imperialismo que clama «democracia» y dice «abajo el dictador Maduro» ni nos ubicamos como su pata izquierda, como hace la inmensa mayoría del progresismo latinoamericano -encabezado por los gobiernos de Lula y Petro, que levanta, palabras más, palabras menos, las mismas consignas sin bochorno alguno-.

   Lo que nos diferencia de todo ellos es que seguimos defendiendo desde esta tribuna la más férrea lucha antimperialista, pero también, que para nosotros el régimen «democrático» es un régimen de clase, de la clase capitalista, y, por ello, es realmente una dictadura de los poderosos y una trampa para ilusionarnos en que podemos solucionar nuestros problemas votando cada cuatro o seis años, de allí que no nos ocupemos de hablar de las famosas actas en las pasadas elecciones, pues entendemos que el asunto es parte de la trampa y de la campaña imperialista mundial.  

   Las características de país independiente que aún conserva Venezuela -así estén en condiciones decadentes por las concesiones realizadas por Maduro al imperialismo-, fueron posibles también por la movilización de las masas, defendidas por los trabajadores y el pueblo cada año, cada mes, cada día contra los ataques por todos los flancos impulsados por el imperialismo norteamericano y la burguesía cipaya. Sería un gran retroceso político y una medida criminal entregar el poder a los gestores históricos de los golpes contra el país. El discurso «democrático» del progresismo es la polea de transmisión de la capitulación a la dictadura del imperialismo.  

   Para defender la democracia en Venezuela hay que lograr la liberación nacional, expropiar por completo a los burgueses golpistas y a las transnacionales imperialistas, echar atrás la dolarización y avanzar hacia el socialismo, para eso es preciso apoyarse a fondo en las masas obreras y populares y otorgar plenas libertades a las organizaciones de trabajadores.


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