12/6/16

Declaración de Perspectiva Marxista Internacional ante la ofensiva oligarquica-imperialista en Brasil




El capitalismo se ha transformado en un sistema universal de opresión colonial y de estrangulación financiera de la inmensa mayoría de la población del planeta por un puñado de países «avanzados». Este «botín» se reparte entre dos o tres potencias rapaces de poderío mundial, armadas hasta los dientes que, por el reparto de su botín, arrastran a su guerra a todo el mundo.
Vladimir Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo.

La crisis económica, social, institucional y política abierta en Brasil es a la vez consecuencia y preanuncio de una profundización en la bancarrota del régimen de dominación de la oligarquía financiera imperialista mundial. La crisis brasileña contradice la abrumadora propagandización de fábulas sobre la capacidad de superación del sistema capitalista-imperialista mundial de los procesos de estancamiento y de descomposición inherentes a su etapa imperialista; la realidad demuestra que estos flagelos crecen en todo el planeta.

La tendencia a la descomposición del sistema capitalista no dejó de aumentar aunque simultáneamente algunas ramas industriales, algunos países o ciertos sectores específicos de la economía crecieran. El crecimiento, además, es cada vez más desigual, y esta desigualdad se manifiesta también en una mayor descomposición de los países que concentran el poder financiero: no fue casualidad que la crisis de 2008 tuviera su epicentro en los Estados Unidos, y tampoco lo fue que su poder de dominación quedara debilitado.

La crisis de Brasil contradice a «los destacados economistas» del gran capital que vaticinaron el «desacople» de los países llamados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), en referencia a las posibilidades de un crecimiento económico permanente que aparentemente se abrían en mientras caían en severas recesiones los países imperialistas con la crisis de 2008.

Los países semicoloniales son parte de un mundo dominado por el imperialismo, por lo tanto el desarrollo de estos países atrasados «tiene un carácter combinado: las formas económicas más primitivas se combinan con el último grito de la técnica y la cultura capitalista. (…) la lucha por los más elementales logros de independencia nacional y democracia burguesa se combina con la lucha socialista contra el imperialismo mundial» (León Trotsky, Programa de transición).
En Brasil el Senado aprobó el proceso de impeachment a Dilma Rousseff. La expulsión del PT del gobierno significa el triunfo de un sector burgués económico y político conservador, oligárquico-financiero-proimperialista. El principal componente de esta alianza de partidos de derecha es el bloque parlamentario (no partidista) conocido como «las tres B»: «Bala» (diputados ligados a la Policía Militar, a los Escuadrones de la muerte y a otras milicias privadas); «Buey» (los grandes propietarios de tierra criadores de ganado), y «Biblia» (los neopentecostales integristas, homófobos y misóginos). El asalto al poder de esta «rosca» o Santa Alianza oligárquica-financiera-imperialista tiene como objetivo liquidar los derechos económicos y políticos conquistados por los sectores sociales más pobres, los trabajadores y los campesinos, y someter al país a los dictados económicos del imperialismo.
Ante esta ofensiva antiobrera, antipopular y proimperialista, Perspectiva Marxista Internacional declara:
• El régimen «democrático» brasileño no ha garantizado el más elemental de los derechos del pueblo, que es el derecho al voto. La presidenta elegida en las urnas ha sido expulsada de su cargo, con la connivencia del Parlamento y del Poder Judicial, y el respaldo de las Fuerzas Armadas, bajo el escudo de la Constitución nacional. Se ha producido un golpe «parlamentario» avalado por el imperialismo contra un gobierno elegido en las urnas.
• El régimen de la democracia burguesa no suprime la dominación del capital, por lo tanto no desaparecen ni la opresión ni la lucha de clases. La necesidad de la burguesía de mantener su dominio frente a la polarización creciente de la sociedad entre las masas empobrecidas y los explotadores cada vez más ricos es lo que determina la tendencia a la reacción, o sea a las formas violentas y totalitarias de dominación. Por lo tanto las tareas democráticas mantienen toda su importancia por las tendencias más profundas, tanto del imperialismo como de los monopolios, al totalitarismo.
• Los antecedentes que preanunciaban una catástrofe como la que vive hoy el pueblo trabajador brasileño están resumidos en las políticas débiles, titubeantes y conciliadoras con las cuales pretendieron enfrentar al imperialismo tanto los gobiernos de Lula y Dilma, en Brasil, como los de Chávez-Maduro, Correa, Evo Morales y los Kirchner en el resto de Latinoamérica. En los casos de Honduras, Paraguay, la Argentina y Brasil, esos gobiernos ya han sido reemplazados por una política firme en favor de los intereses oligárquicos e imperialistas y no menos firme como política explotadora y represiva del movimiento obrero. Un proceso similar está en curso en Venezuela y, menos avanzado, en Ecuador y Bolivia.
• El límite fundamental al que se enfrentaron estos líderes en el terreno de la política de dominación estuvo determinado por la defensa intransigente que ellos hicieron del sistema capitalista semicolonial, es decir, por la defensa del régimen de explotación de la clase trabajadora y del país.
• El crecimiento económico producto del desarrollo capitalista chino de las últimas décadas, que trajo inversiones e incrementó el comercio de las commodities con estos países latinoamericanos, favoreció, a su vez, la política de conciliación de clases de estos gobiernos, que distribuyeron una parte menor de las superganancias obtenidas por los burgueses orientándolas hacia cubrir las necesidades básicas de los más pobres (en Brasil se sacaron 36 millones de brasileños de la miseria extrema) sin provocar mayores roces.
• A los gobiernos «populistas» latinoamericanos los favoreció también la debilidad creciente del poder imperialista yanqui, que descuidó el patio trasero de su dominación durante las administraciones republicanas de George Bush (2001-2009), que luego Obama no pudo revertir, pero ahora lo está intentando.
• Las mejoras obtenidas por los trabajadores y el pueblo pobre, en parte por estos dos factores fundamentales, estimularon diversas creencias, entre ellas, que es posible un capitalismo más humanitario, en una palabra que es posible en esta etapa practicar el reformismo de los comienzos del imperialismo —a fines del siglo XIX—, renacido con el «Estado de bienestar» de la segunda posguerra y rebautizado por Chávez como «Socialismo del Siglo XXI».
• Otra fábula difundida por estos líderes es que se podía desarrollar un capitalismo independiente del imperialismo. Todo país atrasado, por independiente que haya logrado ser en el plano político, no rompe con las leyes de los monopolios y del capital financiero ni, por lo tanto, con el papel que éstos le asignaron en la economía mundial. Por el contrario, están supeditados a éstas, y los gobiernos «progresistas» y/o «frente populistas» tratan de arbitrar entre esas contradicciones, sin resolverlas.
• El pago de la deuda externa ha socabado la soberanía de forma creciente. El cumplir con estos compromisos usureros a costa del hambre del pueblo señala el camino inverso a la defensa de su independencia. Pero tanto los gobiernos de Lula, como los de los Kirchner y los de Chavez-Maduro se comprometieron con el cumplimiento de estos pagos como una prioridad de sus gobiernos. En resumidas cuentas, el resultado de sus políticas condujo al fortalecimiento de la gran burguesía nacional, de los monopolios imperialistas y del capital financiero: la concentración de la riqueza en cada vez menos manos aumentó y los bancos vieron crecer sideralmente sus ganancias.
• Brasil alcanzó un régimen democrático en 1985 con el gobierno de Tancredo Neves, pero la conquista de esa democracia no significó que esos gobiernos civiles acabaran con la miseria ni con el hambre. Tampoco con los métodos brutales de la Policía Militar contra los pobres. El hambre en este país provocó estallidos sociales de magnitud en 1983, en San Pablo.  Conquistar la democracia fue un logro, pero llevó más de dos décadas reducir la cantidad de personas muertas por el hambre y, pese a las mejoras alcanzadas bajo los gobiernos del PT, no se ha terminado ni se podrá terminar con ese flagelo bajo un sistema capitalista semicolonial. Si Temer logra sumar su propio ajuste al ya aplicado por Dilma, no sólo no se avanzará sino que la situación empeorará aceleradamente.
• Para defender el sistema capitalista, los gobiernos de Lula-Rousseff, aplicaron medidas contra la clase obrera en beneficio de los empresarios, los bancos y el sector financiero:
En 2003, en la primera presidencia, Lula aplicó una contrarreforma del sistema jubilatorio que tuvo como blanco y víctima a los trabajadores estatales: les aumentó la edad para jubilarse, eliminó los regímenes especiales, homologó el sistema de los trabajadores públicos y privados, y en general recortó el presupuesto del fondo público de pensiones. Al final de 2014, el gobierno de Rousseff impuso un segundo paquete antiobrero que restringió, entre otras cosas, el acceso al Seguro de Desempleo; además de la ley de tercerización laboral que buscaba, según Adílson Araújo, presidente de la Central de Trabajadores Brasileña (CTB): «sepultar la cartera del trabajo, legitimar el contrato fraudulento, los bajos salarios y las pésimas condiciones laborables».
Los derechos a manifestarse y a organizarse de los trabajadores quedaron limitados por la Ley Antiterrorista proimperialista de Dilma Rousseff.
• Nuestras críticas a los gobiernos del PT no significan poner un signo igual entre éstos y el actual gobierno de la rosca. Según datos de la FAO, en la década de 1990, el total de personas subalimentadas en Brasil superaba los 22 millones, representando el 14,8% de la población. Los gobiernos del PT lograron reducir estas cifras a menos del 5%, y disminuir en un 29,7% la pobreza y en un 17,4% la pobreza extrema. La rosca toma el poder para terminar con todas esas conquistas sociales y superexplotar a los trabajadores y el pueblo pobre brasileños.
Los gobiernos del PT lograron una independencia relativa del país con respecto al imperialismo dominante en la región, el yanqui. En la IV Cumbre de las Américas, Brasil fue una pieza imprescindible y clave para que fracasara el proyecto imperialista del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que habría sometido a toda América Latina a un estatus cuasi colonial como el que sufre México tras la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), más conocido como NAFTA por su siglas en inglés. Y Dilma mantuvo intransigentemente que sólo la estatal Petrobras podría explotar el «presal», una de las mayores reservas petrolíferas del mundo ubicada en la plataforma continental brasileña. La rosca, apoyada por el imperialismo, toma el poder para entregar esos y otros recursos naturales del país a la rapiña de los monopolios imperialistas, como socia menor de éstos.
• Las medidas antiobreras tomadas por Lula y Dilma hicieron disminuir el apoyo obrero y popular a sus respectivos gobiernos. En las últimas elecciones, el PT perdió por primera vez desde 2002 en el ABC paulista, la mayor concentración industrial del país. La mayoría de las ciudades del cordón industrial votaron por Neves; así ocurrió, por ejemplo, en São Bernardo do Campo, que es la ciudad donde Lula desarrolló su actividad sindical. Esa derrota también se expresó en la elección de gobernador y de senador: el PT perdió la gobernación del Estado por segunda vez ante Alckmin, del PSDB, y el cargo de senador paulista, con Serra, del mismo partido.
• El descrédito creciente de Dilma Rousseff entre los trabajadores y los sectores populares dejó al PT y su gobierno a merced de la rosca oligárquica. Pero fue fundamentalmente la política traidora de la CUT y las restantes centrales lo que permitió que este golpe parlamentario-judicial se concretara. Un llamado a la huelga general contra la rosca oligárquica-financiera proimperialista que se declaró aliada a los militares torturadores de la última dictadura, racista en una país de mayoría negra y mestiza, y aliada incondicional del imperialismo yanqui y/o europeo, constituía la única política consecuente contra una amenaza de la gravedad que se avecinaba: la destitución del gobierno del PT con sus consecuencias inmediatas contra los trabajadores, el pueblo pobre y el campesinado y la independencia nacional. La huelga general podría haber derrotado el llamado «golpe blanco» contra la presidenta, pero esa no fue la política de la CUT.
• Nuestra ubicación es claramente en defensa de las conquistas y derechos obtenidos por la gran masa pobre, campesina y el conjunto de los trabajadores, y en defensa del país frente a la ofensiva de dominación político-económica del imperialismo. Nos oponemos intransigentemente a la rosca oligárquica y llamamos al movimiento obrero y de masas a movilizarse contra su gobierno.
• No defendemos a la democracia en general. En la democracia burguesa las reglas las fija el poder del capital, quien dispone de dinero, compra voluntades, cargos en la administración de gobierno y/o parlamentarios, también corrompe, paga sobornos y pacta acuerdos según su conveniencia. Con dinero se pueden obtener favores de la justicia y manejar a su arbitrio los medios de comunicación, en una palabra le permite a la burguesía dominar bajo estas condiciones de «libertades formales», que podrían en un futuro terminar de manera abrupta si necesitara recurrir a los militares como ya lo hizo en la década de 1970. Sí defendemos las libertades que otorga la democracia burguesa para que los pobres y los trabajadores puedan organizarse y luchar por sus necesidades.
• Los trabajadores odiamos a los políticos corruptos y a los capitalistas que los corrompen. Pero la propaganda sobre que la Justicia burguesa puede terminar con la corrupción es un engaño total. Ya en 1850 Marx denunciaba que «Mientras la aristocracia financiera hacía las leyes, regentaba la administración del Estado, disponía de todos los poderes públicos organizados y dominaba a la opinión pública mediante la situación de hecho y mediante la prensa, se repetía en todas las esferas… la misma prostitución, el mismo fraude descarado, el mismo afán por enriquecerse, no mediante la producción, sino mediante el escamoteo de la riqueza ajena ya creada» (Karl Marx, Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850). Hoy, cuando la «aristocracia financiera» domina el mundo entero, Brasil incluido, todas las instituciones del estado burgués, sus poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, están corrompidos sin remedio.
• El avance de la reacción por cualquier vía que sea, debe ser denunciada y combatida. Los trabajadores no podemos estar ajenos a estos avances reaccionarios y proimperialistas en la región. Los casos de Honduras, Paraguay y Brasil, son un preámbulo. Brasil por la incidencia de su economía en la región es fundamental; su crisis agravará la del resto de los países y traerá aparejado más estancamiento económico y mayor desocupación. Los trabajadores de la región deben pronunciarse contra los avances reaccionarios y proimperialistas que limiten o distorsionen aún más las conquistas democráticas pero también sus conquistas económicas, por eso también se deben pronunciar contra las medidas antiobreras y antipopulares del gobierno de Macri en la Argentina, y contra los pactos colonizantes políticos, militares y económicos de los países de la región con los países imperialistas.
• En Brasil la respuesta que deberían dar los trabajadore es el llamado a una huelga general. El impeachment de Dilma no ha cerrado la crisis política. El gobierno de Temer es débil, y los trabajadores pueden y deben aprovechar esa debilidad para derrotarlo. Pero ese llamado exige más que cualquier otra forma de lucha de clases una dirección clara, resuelta, enérgica, independiente de cualquier gobierno, una dirección que no aparece abruptamente y de la nada. Hasta ahora, es evidente que las direcciones sindicales y las direcciones de los movimientos sociales existentes no estuvieron a la altura de la tarea. Ante la perspectiva de una conspiración fascistoide, este urgente llamado a luchar debe ser la principal tarea de la dirección de las centrales obreras y de los sindicatos independientes, de las organizaciones del movimiento campesino y popular, y del PT.
• La huelga general es una lucha política, para imponer las imperiosas necesidades de los trabajadores, campesinos y sectores más pobres contra los poderes del Estado, de los banqueros y las finanzas, de los industriales, de los terratenientes, y contra el Parlamento y el Poder Judicial. Una huelga que debería lograr paralizar la administración pública, los transportes de pasajeros y de carga, los medios de comunicación, las centrales de energía, en síntesis, sacarle de las manos las riendas del aparato estatal a los usurpadores del gobierno.
• Las direcciones políticas y sindicales en las que las masas se sienten representadas frenaron la movilización independiente de los trabajadores porque se negaron a luchar contra «su gobierno», favoreciendo de este modo también el triunfo de la reacción. Se convierten así en las grandes organizadoras de derrotas de la lucha obrera y popular. Las direcciones de la llamada «izquierda radical», con una política sectaria y propagandista, se niegan a reconocer las contradicciones que surgen constantemente entre sectores de las burguesías de los países semicoloniales y el imperialismo. Con sus denuncias de que «son lo mismo» o sus consignas de que «se vayan todos» ponen un signo igual entre toda clase de gobiernos, en lugar de tratar de profundizar esas contradicciones para debilitar al enemigo de clase. Así dejan el terreno libre a que estos movimientos nacionalistas y las burocracias sindicales se postulen como abanderados de las clases explotadas y de la soberanía del país, y mantengan su control sobre el movimiento de masas para frenar sus movilizaciones y hacerlo confiar en la «democracia» patronal con la zanahoria de que todo se puede lograr por la vía electoral y, por fin, entregarlo inerme a la reacción.
• Los trabajadores tenemos nuestros propios métodos de lucha, que se ajustan a nuestros objetivos. En la base de esos métodos se encuentra la acción directa de masas, que quiere decir que los explotados tomamos en nuestras manos la solución de nuestros problemas y de las cuestiones de interés nacional, por encima del ordenamiento jurídico, de las divisiones y de los gobiernos «democráticamente electos». La acción directa puede traducirse en huelgas, manifestaciones, insurrecciones, guerra civil o en múltiples formas de lucha cuando está en peligro la integridad del régimen democrático, de la libertad de expresión, de lucha y de organización independiente como clase trabajadora; en una palabra cuando peligra nuestra capacidad de autodeterminación.
• La clase obrera y el pueblo necesitan el poder para enarbolar sus consignas, levantando muy alto su bandera, sin renunciar jamás a sus objetivos estratégicos a cambio de capturar votos. La clase obrera necesita el poder para realizarse y materializar la plenitud de sus postulados, y no para conciliar ni para capitular ante la rosca oligárquica y el imperialismo.
• Los trabajadores no debemos confiar jamás —ni ubicarnos como su ala izquierda— en los gobiernos que defienden el sistema capitalista porque, los encabece quien los encabece, eso significa defender a la clase que nos explota y nos condena a una derrota segura. Todo lo contrario, debemos continuar luchando con firmeza tras nuestros objetivos y banderas, porque solo con el poder y desde allí podremos cumplir plenamente las tareas democráticas y lograr el socialismo.
• Están en curso negociaciones para terminar con las denuncias y juicios que afectan a multitud de empresarios y políticos de todos los partidos. Los trabajadores debemos repudiarlas y denunciar que son maniobras para salvar a las clases explotadoras y al sistema político podrido.
• Debemos luchar para derrocar al gobierno usurpador y proimperialista de Temer. Debemos organizarnos en forma independiente del Estado y de la patronal. Debemos organizarnos en nuestros lugares de trabajo y en los barrios. Debemos exigir a nuestros dirigentes sindicales, políticos o de los movimientos sociales que se pongan a la cabeza de una lucha centralizada contra el gobierno de Temer. Que se pongan a la cabeza de una gran movilización popular, con la organización de piquetes de autodefensa, con el objetivo de la paralización total del país, para derrocar a los políticos, parlamentarios y jueces corruptos y usurpadores.
• El imperialismo y el gobierno adicto de Temer van por más…
Van por Petrobras y el petróleo de Brasil. ¡El presal y Petrobras son del pueblo brasileño!
Van por el desmantelamiento del Estado brasileño. ¡POR LA DEFENSA DEL SERVICIO UNIVERSAL DE SALUD Y EL PLAN NACIONAL DE EDUCACION! ¡POR LA VIGENCIA DE LA SEGURIDAD SOCIAL Y la AMPLIACION DE SERVICIOS!
¡POR UNA PLANIFICACIóN ECONóMICA NACIONAL ELABORADA POR LAS ORGANIZACIONES OBRERAS, CAMPESINAS y populares!
• NI UN DÍA MÁS DE GOBIERNO DE TEMER. ABAJO EL GOBIERNO BONAPARTISTA DE LA ROSCA.
• POR UNA ASAMBLEA NACIONAL OBRERA, CAMPESINA Y POPULAR plenamente soberana. Ir a nuevas elecciones, sean generales o a una Asamblea Constituyente, con el actual sistema político putrefacto y en las que los trabajadores se vean obligados a optar entre los mismos partidos igualmente putrefactos es una trampa para impedir la movilización independiente de las masas y beneficiar a Temer con una tregua de seis meses durante los cuales pueda aplicar sus planes antiobreros y antipopulares. La decisión de si Dilma debe continuar gobernando la deben tomar democráticamente los trabajadores, los campesinos y el pueblo pobre en general, no los partidos de la rosca oligárquica ni el imperialismo. Como también serán los trabajadores y sectores populares quienes deben decidir el plan económico para sacar a Brasil de la crisis en que la sumergieron los burgueses y el imperialismo, plan que deberá extirpar el hambre, implementar la escala móvil de salarios y de horas de trabajo, devolver la tierra a los campesinos, organizar la autodefensa de los trabajadores y campesinos, etcétera.
• DEFENDAMOS LOS DERECHOS CONQUISTADOS, a comer, al trabajo, al salario que cubra las necesidades, a la salud, a la vivienda, a la educación.
• NO A LOS PACTOS COLONIZANTES, económicos, políticos y militares CON LOS PAÍSES IMPERIALISTAS.
ninguna confianza en el PT. Los trabajadores y sectores populares que aún se sienten representados por este partido deben ponerlo a prueba exigiendo que expulse de su seno a los patrones, y que impulse, junto a las organizaciones de la clase trabajadora y de los movimientos sociales y campesinos, una HUELGA GENERAL que expulse a Temer del gobierno.
• por centrales sindicales y sindicatos con plena democracia interna, que no dividan a la clase obrera según la filiación política de sus direcciones sino que la unifiquen en la lucha por sus intereses.
• MOVILIZACIóN REGIONAL DE LOS TRABAJADORES PARA REPUDIAR EL GOLPE PARLAMENTARIO oligárquico-IMPERIALISTA CONTRA EL GOBIERNO DE ROUSSEFF.

Perspectiva Marxista Internaciona, junio de 2016.




Los sectores burgueses brasileños detrás del impeachment

Paulo Skaf presidente de la Federación de las Industrias del Estado de Sao Paulo: «Sumando la caída del año 2015 y 2016, la industria se contraerá cerca de un 20 % (...) Es hora de tener una visión de hacia dónde reside el problema. En mi opinión, el problema era toda la parte política».[1]
«Las grandes centrales empresariales de Brasil, lideradas por la Federación de las Industrias del Estado de Sao Paulo (Fiesp), la mayor y más influyente patronal del país, publicaron hoy un manifiesto pago a favor del juicio político contra la presidenta Dilma Rousseff en los principales diarios nacionales. (…) “Vemos que el país está a la deriva. La hora del cambio es ahora. Decir sí al impeachment, dentro de los parámetros constitucionales, es decir no al descontrol económico”.»[2]
«La Confederación nacional de Agricultura y Pecuaria (CNA), representante del próspero sector del agronegocio, se pronunció en cambio a favor del impeachment, alegando que Rousseff “ya no tiene autoridad para liderar el proceso de reformas ni la capacidad de unir a los brasileños”.»[3]
La Confederación Nacional de la Industria (CNI) y la Federación Brasilera de Bancos (Frebaban) también participaron de la elaboración de los programas del gobierno de Temer. Prueba de ello es que Temer nombró a Ilan Goldfajn, economista jefe del Itaú Unibanco, como titular del Banco Central.

*   *   *

Los «golpes» de la democracia burguesa


Tanto el PT como algunas organizaciones «progresistas» y de la «izquierda radical» denuncian que lo ocurrido en Brasil fue un «golpe» que violó la «democracia». Los trabajadores necesitamos tener claridad y, por lo tanto, no debemos darnos por satisfechos con esta definición. En primer lugar, no se trata de un golpe militar como los muchos que ha conocido nuestra región, que culminan en un cambio de régimen político, de la democracia burguesa a una dictadura, con la eliminación de las instituciones de aquella —las elecciones, los partidos políticos— y las libertades de prensa, de organización política y sindical, etcétera. Denunciarlo fundamentalmente como un atentado a la democracia equivale a encerrar la cuestión en una discusión jurídica acerca de si se ha violado tal o cual aspecto de la Constitución, las leyes y los reglamentos del régimen democrático burgués.
Pero ocurre que la destitución de Dilma fue votada por la más «democrática» de las instituciones de la democracia burguesa, el Parlamento, donde los «representantes del pueblo» —de los más diversos partidos y que se renuevan periódicamente— votan las leyes. El Parlamento es más «democrático» que el Poder Ejecutivo —de un solo partido o de una coalición de partidos pactada a espaldas de los votantes—, elegido para que haga lo que quiera durante su período de gobierno y con el poder de vetar las leyes votadas por el Parlamento. También es mucho más «democrático» que la Justicia, con sus jueces vitalicios a quienes el pueblo no puede votar y son designados por la más reaccionaria de las cámaras, el Senado. El hecho es, entonces, que en Brasil la rosca oligárquico-imperialista utilizó las herramientas de ese régimen tramposo de la democracia burguesa para echar a un gobierno que no les gustaba e imponer un gobierno adicto.
Las roscas oligárquico-imperialistas existen en todos nuestros países, y han logrado triunfos como la destitución de Zelaya en Honduras o de Lugo en Paraguay a través de «golpes institucionales» más o menos similares al de Brasil. Pero también han triunfado en elecciones libres y limpias, como en la Argentina. Y recurren a esos mecanismos de la democracia burguesa para tratar de imponerse en Venezuela con el referéndum revocatorio del mandato de Maduro, absolutamente «legal» ya que está contemplado en la Constitución.
Hoy los golpes militares no «están de moda» en América Latina. Son peligrosos para los explotadores y el imperialismo, sobre todo después de la experiencia con el golpe de 2002 contra Chávez, apoyado por los yanquis, que fue derrotado por una furiosa reacción de las masas y la división de las Fuerzas Armadas. No quiere decir que nuestras roscas oligárquico-imperialistas no volverán a recurrir a ellos, porque necesitan de un  poder «fuerte» para oprimir y explotar «en paz» a los trabajadores y el pueblo. Por el momento, una vez que llegan al poder por una vía «democrática», ponen ante los ojos de los explotados la zanahoria de que «si este gobierno no te gusta, puedes cambiarlo en las próximas elecciones». 

O, dicho de otra manera, «te cambio tu derecho a votar por nuestro derecho as matarte de hambre». Y mientras tanto fortalecen a los gobiernos de la rosca con un giro cada vez más totalitario, bonapartista, tomando como ejemplo al gobierno de Macri en la Argentina, que durante sus ocho años al frente del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires vetó más de 100 leyes —incluso muchas votadas por legisladores de su propio partido—, y acaba de vetar una ley «antidespidos» votada por amplias mayorías en la Cámara de Diputados y en el Senado.
Michael Löwy, en su texto «Golpe de Estado», informa: «Entre los partidarios más entusiastas de la destitución de Dilma se distingue el diputado Jairo Bolsonaro, que ha dedicado su voto a los oficiales de la dictadura militar y en particular nominalmente al coronel Ustra, torturador notorio. Entre las víctimas de Ustra, Dilma Rousseff, que a comienzos de los años 1970 era militante de un grupo de resistencia armada». Todo un alerta sobre el curso fascistoide que quieren imponer sectores de la burguesía brasileña.
Los trabajadores defendemos las libertades de la democracia burguesa que nos sirven para organizarnos y luchar, pero debemos ser conscientes de que ese régimen político no es nuestro, sino de las clases explotadoras, cualquiera sea el partido que esté en el gobierno. Lenin, en El estado y la revolución, escribió: 
«Decidir una vez cada cierto número de años qué miembros de la clase dominante han de oprimir y aplastar al pueblo en el Parlamento; he aquí la verdadera esencia del parlamentarismo burgués, no sólo en las monarquías constitucionales parlamentarias, sino en las repúblicas más democráticas… la verdadera labor “estatal” se hace entre bastidores y la ejecutan los ministerios, las oficinas, los estados mayores. En los parlamentos no se hace más que charlar, con la finalidad especial de embaucar al “vulgo”».

*   *   *

La «lucha contra la corrupción»: un gran engaño

Desde Venezuela hasta la Argentina y Brasil, desde Bolivia hasta Ecuador, la «lucha contra la corrupción» se ha convertido en una bandera furiosamente enarbolada por los sectores políticos más reaccionarios, más antiobreros, más antipopulares y más proimperialistas de nuestra región.
Hace más de un siglo y medio, en su trabajo Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850[4] Marx había definido que la corrupción es inherente al dominio del capital financiero:
«Mientras la aristocracia financiera hacía las leyes, regentaba la administración del Estado, disponía de todos los poderes públicos organizados y dominaba a la opinión pública mediante la situación de hecho y mediante la prensa, se repetía en todas las esferas, desde la corte hasta el café borgne[5], la misma prostitución, el mismo fraude descarado, el mismo afán por enriquecerse, no mediante la producción, sino mediante el escamoteo de la riqueza ajena ya creada. Y señaladamente en las cumbres de la sociedad burguesa se propagó el desenfreno por la satisfacción de los apetitos más malsanos y desordenados, que a cada paso chocaban con las mismas leyes de la burguesía; desenfreno en el que, por ley natural, va a buscar su satisfacción la riqueza procedente del juego, desenfreno por el que el placer se convierte en crápula y en el que confluyen el dinero, el lodo y la sangre. La aristocracia financiera, lo mismo en sus métodos de adquisición, que en sus placeres, no es más que el renacimiento del lumpenproletariado en las cumbres de la sociedad burguesa.»
Desde el surgimiento de los monopolios en las últimas décadas de siglo XIX, la economía capitalista mundial está dominada por lo que Lenin denominó «oligarquía financiera», y es esta subclase burguesa parasitaria y decadente la que impone su modo de vida «lumpen», es decir, marginal, desclasado, en todos los órdenes de la economía y la política, incluso cuando no gobierna de manera directa. Eso es lo que genera hechos escandalosos de corrupción, como los que monopolizan los titulares de los medios masivos, por ejemplo en Brasil y la Argentina. El debate sobre la cuestión entre sectores burgueses enfrentados no tiene nada que envidiar a una hipotética discusión entre la Mafia siciliana y la Camorra napolitana: «Ustedes mataron 200.» «Pero ustedes asesinaron 500.»
En medio de tanta podredumbre, se alzan las voces «morales» y «éticas» de toda clase de periodistas, filósofos y opinadores mediáticos de toda clase reclamando «transparencia» y una «Mane pulite»[6] como la que llevó a cabo la Justicia italiana en los años 90. Otro fracaso de la imposible «transparencia», como señaló Gherardo Colombo, ex juez del proceso de «Mani pulite»:[7]
«¿Se podría llevar adelante hoy una investigación como la de Mani Pulite?», preguntó la periodista. Y Colombo respondió, entre otras cosas:
«No lo sé. De todos modos, no serviría de mucho… Lo positivo es que se ha podido constatar que no es a través de un proceso penal que se logra meter mano en la corrupción cuando está muy difundida capilarmente en un modo tan articulado en un país. La parte negativa es que el nivel de corrupción de hoy es sustancialmente análogo al de entonces…»
  
«¿Cree que no se ha aprendido nada de un proceso judicial anticorrupción tan trascendente?», insistió la periodista.
«Claro que sí. La gente ha aprendido a corromper y a dejarse corromper de una manera mucho más refinada».
Entre estos nuevos «refinamientos» tienen el puesto de honor los paraísos fiscales, donde un entramado indescifrable de empresas y cuentas, incrustadas unas dentro de otras que están dentro de otras y así de seguido, impide saber quiénes son los dueños de esos dineros provenientes del narcotráfico, del tráfico de armas, de la trata de personas, de la evasión fiscal, de todo tipo de mafias, de la fuga de divisas «en negro», etcétera, pero cuyo monto mayor lo aportan los monopolios y los burgueses multimillonarios.
El investigador Gabriel Zucman[8] afirma que «El dinero escondido en paraísos fiscales equivale al 10% del PBI mundial». Sigue el artículo:
«Los paraísos fiscales esconden unos 7,6 billones de dólares (US$ 7.600.000.000.000) de fortunas particulares teniendo sólo en cuenta activos financieros (bonos, acciones y depósitos bancarios). Sin contar, por ejemplo, propiedades inmobiliarias o arte. Un informe del Boston Consulting Group de este año aumenta esa cifra hasta 8,9 billones de dólares. Los cálculos [de] Zucman dicen que el 9% de la capitalización de las empresas cotizadas en Wall Street es propiedad de inversores con sede en paraísos fiscales. En el año 2000 este porcentaje era de 3%… Según Zucman, el 80% de esos 7,6 billones de dólares evade el pago de impuestos. A finales de noviembre estalló el caso “Luxleaks”, el escándalo de las 340 multinacionales de todo el planeta que habían firmado acuerdos fiscales con el gobierno de Luxemburgo que les permitía pagar impuestos en el pequeño país europeo (aunque no tuvieran actividad en él) a tasas del 1% o menor, mientras eludían el pago de impuestos en sus países o donde ejercían sus actividades o realizaban sus ventas».
Pero no son sólo los multimillonarios de los países avanzados y sus empresas quienes esconden sus dineros en los paraísos fiscales:
«A América Latina se le irían por estas filtraciones hasta 21.000 millones de dólares cada ejercicio fiscal y a África 15.000 millones. Los europeos más acaudalados esconden en esos sumideros de la economía global 2,6 billones de dólares, el 15% del PBI de la Unión Europea. Según Zucman, en Europa no todos los países sufren la misma evasión. Los peores comportamientos se darían, por este orden, “en España, Portugal, Italia y Grecia”. “Es difícil tener estimaciones muy precisas sobre la Argentina, pero una magnitud razonable sería que en torno al 20% de la riqueza financiera del país estaría en paraísos fiscales”, explicó Zucman.»
España, Portugal, Grecia, Argentina… no es casual que sean los burgueses de países como éstos, con economías en grave crisis, quienes compiten con los monopolios transnacionales y los grandes capitalistas de los países imperialistas por el primer puesto en «negrear» sus fortunas y las de sus empresas en los paraísos fiscales. 

Tampoco es casual que sea en esos países donde proliferan los escándalos de corrupción. Todos ellos, sin embargo, no tienen nada que ver con la supesta «independencia» de la Justicia, sino con enfrentamientos entre sectores burgueses. En la Argentina, por ejemplo, con el cambio de gobierno la Justicia salió de un prolongado letargo y se lanzó con clarines y trompetas a seguir la «ruta del dinero K[irchner]», para enjuiciar a los altos funcionarios de los gobiernos kirchneristas, Crsitina Kirchner incluida. La ex presidenta y su fallecido esposo habían tenido la osadía de privilegiar a nuevos sectores burgueses en la concesión de las obras públicas, en desmedro de sectores la burguesía más tradicional[9]

Pero aparecieron los Panamá papers, y ahora también es investigado el presidente Macri, a quien semana tras semana se le descubren sociedades y cuentas no declaradas en paraísos fiscales. En Brasil son multitud los parlamentarios de prácticamente todos los partidos, tanto del PT como de los anti-PT, empezando por Temer, el actual presidente con denuncias por corrupción, y Marcelo Odebrecht, uno de los más grandes burgueses del país, privilegiado por los gobiernos del PT en las contrataciones de Petrobras a costa de otros grandes buregueses, está preso y condenado a 25 años de cárcel.
Pero la burguesía quiere poner fin a esos escándalos cuando se desbocan y pasan ciertos límites porque agravarían la crisis económica y terminarían afectando a la mayoría —si no a la totalidad— de los grandes capitalistas brasileños y poniendo en peligro a los partidos más importantes sobre los que se sostiene el régimen político. Por eso en la Argentina, sectores del PRO, el partido de Macri, recomendaban que los procesos judiciales no llegaran hasta la ex presidenta. Y por eso, en Brasil, están en curso negociaciones para barrer rápidamente la basura debajo de la alfombra:
«En las nuevas grabaciones, Machado –ex presidente de Transpetro, subsidiaria de Petrobras– le transmitió a Calheiros –presidente del Senado– que para poner fin a la crisis político-económica que sufre Brasil era importante que el nuevo gobierno realizara un pacto similar al de la amnistía de 1979 con los militares para “borrar todo” y empezar de nuevo. Fue entonces cuando el presidente del Senado indicó que antes de eso se requería hacer algunas cosas: primero, poner fin a las delaciones premiadas de detenidos, y luego, negociar una “transición” entre Dilma y los jueces del STF [Supremo Tribunal Federal]»[10].
¿Terminar con la corrupción? ¿Justicia independiente? ¿Transparencia? Cuentos chinos para engañar a los pueblos.
¿Acabar con los paraísos fiscales? El G20, en su cumbre de abril de 2009, prometió «acabar con el secreto bancario» para controlar los dineros ocultos en los paraísos fiscales. Otro cuento chino. No hay economista burgués medianamente serio que opine que eso es realizable bajo el capitalismo, menos que menos en esta etapa de predominio del capital financiero, con paraísos fiscales no sólo en las Bahamas o las Islas Seychelles sino también en Delaware o Las Vegas en Estados Unidos, la isla de Man en Gran Bretaña, etcétera, etcétera. Como dijo en un programa de televisión Aldo Pignanelli, un economista argentino que llegó a ser presidente del Banco Central: «Cualquiera que haya estudiado economía sabe que el capitalismo necesita que parte de la economía esté en negro».

*   *   *



[1]. http://www.fiesp.com.br/noticias/fiesp-e-ciesp-definem-apoio-a-processo-de-impeachment/

[2]. EFE. São Paulo, 29 de marzo de 2016.

[3]. El País de Uruguay, 6 de abril de 2016.

[4]. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/francia/

[5]. Cafetín de mala fama.

[6]. Mani pulite fue el proceso judicial anticorrupción más espectacular de la historia contemporánea: 1.233 condenas por corrupción, extorsión, financiamiento ilícito de los partidos políticos y falsos balances empresariales. Involucró a unas 5.000 personas, entre las cuales hubo ministros, 300 parlamentarios, políticos y empresarios. Cayó el ex premier Bettino Craxi, que por entonces era secretario del Partido Socialista. Tampoco se salvaron la Democracia Cristiana, el Partido Socialista Democrático Italiano (PSDI) ni el Partido Liberal Italiano (PLI).

[7]. Reportaje de Marina Artusa a Gherardo Colombo, Clarin.com, Suplemento Zona, 23/04/16.

[8]. Clarin.com, iEco, Economía, 08/12/14.

[9]. Lázaro Báez, un modesto empleado bancario beneficiado por esa política —hoy en prisión—, logró hacerse multimillonario. Algo parecido hizo Chávez, dando origen a la llamada «boliburguesía».

[10]. La Nación, 26 de mayo de 2016.

[11]. El PT es un frente popular bajo la forma de un partido, por su política y porque tiene a su interior a grandes burgueses como Eduardo Matarazzo Suplicy, senador por el Estado de São Paulo, y Marta Suplicy, que fue gobernadora de São Paulo por el PT bajo el gobierno de Lula; ambos pertenecientes a una de las familias más ricas de Brasil.

[12]. El gobierno del PT no es un gobierno obrero sino un gobierno frentepopulista, porque gobierna junto con la burguesía. Lula llegó a la presidencia como candidato de una alianza conformada por: el PT, el PC do B (Partido Comunista de Brasil), el Partido Liberal (un partido burgués) y el Partido da Mobilização Nacional (otro partido burgués). El gobierno de Rousseff siguió sus pasos.

[13]. Discusión con la League for the Fourth International sobre la política para las elecciones de 2014 en Brasil, Boletín de Perspectiva Marxista Internacional Nº 71, 24 de junio de 2013.