El
capitalismo se ha transformado en un sistema universal de opresión colonial y
de estrangulación financiera de la inmensa mayoría de la población del planeta
por un puñado de países «avanzados». Este «botín» se reparte entre dos o tres
potencias rapaces de poderío mundial, armadas hasta los dientes que, por el
reparto de su botín, arrastran a su guerra a todo el mundo.
Vladimir Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo.
La crisis
económica, social, institucional y política abierta en Brasil es a la vez
consecuencia y preanuncio de una profundización en la bancarrota del régimen de
dominación de la oligarquía financiera imperialista mundial. La crisis
brasileña contradice la abrumadora propagandización de fábulas sobre la
capacidad de superación del sistema capitalista-imperialista mundial de los
procesos de estancamiento y de descomposición inherentes a su etapa
imperialista; la realidad demuestra que estos flagelos crecen en todo el
planeta.
La tendencia a la descomposición del sistema capitalista no dejó de aumentar aunque simultáneamente algunas ramas industriales, algunos países o ciertos sectores específicos de la economía crecieran. El crecimiento, además, es cada vez más desigual, y esta desigualdad se manifiesta también en una mayor descomposición de los países que concentran el poder financiero: no fue casualidad que la crisis de 2008 tuviera su epicentro en los Estados Unidos, y tampoco lo fue que su poder de dominación quedara debilitado.
La crisis de Brasil contradice a «los destacados economistas» del gran capital que vaticinaron el «desacople» de los países llamados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), en referencia a las posibilidades de un crecimiento económico permanente que aparentemente se abrían en mientras caían en severas recesiones los países imperialistas con la crisis de 2008.
Los países semicoloniales son parte de un mundo dominado por el imperialismo, por lo tanto el desarrollo de estos países atrasados «tiene un carácter combinado: las formas económicas más primitivas se combinan con el último grito de la técnica y la cultura capitalista. (…) la lucha por los más elementales logros de independencia nacional y democracia burguesa se combina con la lucha socialista contra el imperialismo mundial» (León Trotsky, Programa de transición).
La tendencia a la descomposición del sistema capitalista no dejó de aumentar aunque simultáneamente algunas ramas industriales, algunos países o ciertos sectores específicos de la economía crecieran. El crecimiento, además, es cada vez más desigual, y esta desigualdad se manifiesta también en una mayor descomposición de los países que concentran el poder financiero: no fue casualidad que la crisis de 2008 tuviera su epicentro en los Estados Unidos, y tampoco lo fue que su poder de dominación quedara debilitado.
La crisis de Brasil contradice a «los destacados economistas» del gran capital que vaticinaron el «desacople» de los países llamados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), en referencia a las posibilidades de un crecimiento económico permanente que aparentemente se abrían en mientras caían en severas recesiones los países imperialistas con la crisis de 2008.
Los países semicoloniales son parte de un mundo dominado por el imperialismo, por lo tanto el desarrollo de estos países atrasados «tiene un carácter combinado: las formas económicas más primitivas se combinan con el último grito de la técnica y la cultura capitalista. (…) la lucha por los más elementales logros de independencia nacional y democracia burguesa se combina con la lucha socialista contra el imperialismo mundial» (León Trotsky, Programa de transición).
En Brasil
el Senado aprobó el proceso de impeachment a Dilma Rousseff. La expulsión del PT
del gobierno significa el triunfo de un sector burgués económico y político
conservador, oligárquico-financiero-proimperialista. El principal componente de
esta alianza de partidos de derecha es el bloque parlamentario (no partidista)
conocido como «las tres B»: «Bala» (diputados ligados a la Policía Militar, a
los Escuadrones de la muerte y a otras milicias privadas); «Buey» (los grandes
propietarios de tierra criadores de ganado), y «Biblia» (los neopentecostales
integristas, homófobos y misóginos). El asalto al poder de esta «rosca» o Santa
Alianza oligárquica-financiera-imperialista tiene como objetivo liquidar los
derechos económicos y políticos conquistados por los sectores sociales más
pobres, los trabajadores y los campesinos, y someter al país a los dictados
económicos del imperialismo.
Ante esta
ofensiva antiobrera, antipopular y proimperialista, Perspectiva Marxista
Internacional declara:
• El
régimen «democrático» brasileño no ha garantizado el más elemental de los
derechos del pueblo, que es el derecho al voto. La presidenta elegida en las
urnas ha sido expulsada de su cargo, con la connivencia del Parlamento y del
Poder Judicial, y el respaldo de las Fuerzas Armadas, bajo el escudo de la
Constitución nacional. Se ha producido un golpe «parlamentario» avalado por el
imperialismo contra un gobierno elegido en las urnas.
• El
régimen de la democracia burguesa no suprime la dominación del capital, por lo
tanto no desaparecen ni la opresión ni la lucha de clases. La necesidad de la
burguesía de mantener su dominio frente a la polarización creciente de la
sociedad entre las masas empobrecidas y los explotadores cada vez más ricos es
lo que determina la tendencia a la reacción, o sea a las formas violentas y
totalitarias de dominación. Por lo tanto las tareas democráticas mantienen toda
su importancia por las tendencias más profundas, tanto del imperialismo como de
los monopolios, al totalitarismo.
• Los
antecedentes que preanunciaban una catástrofe como la que vive hoy el pueblo
trabajador brasileño están resumidos en las políticas débiles, titubeantes y
conciliadoras con las cuales pretendieron enfrentar al imperialismo tanto los
gobiernos de Lula y Dilma, en Brasil, como los de Chávez-Maduro, Correa, Evo
Morales y los Kirchner en el resto de Latinoamérica. En los casos de Honduras,
Paraguay, la Argentina y Brasil, esos gobiernos ya han sido reemplazados por
una política firme en favor de los intereses oligárquicos e imperialistas y no
menos firme como política explotadora y represiva del movimiento obrero. Un
proceso similar está en curso en Venezuela y, menos avanzado, en Ecuador y Bolivia.
• El
límite fundamental al que se enfrentaron estos líderes en el terreno de la
política de dominación estuvo determinado por la defensa intransigente que
ellos hicieron del sistema capitalista semicolonial, es decir, por la defensa
del régimen de explotación de la clase trabajadora y del país.
• El
crecimiento económico producto del desarrollo capitalista chino de las últimas
décadas, que trajo inversiones e incrementó el comercio de las commodities con
estos países latinoamericanos, favoreció, a su vez, la política de conciliación
de clases de estos gobiernos, que distribuyeron una parte menor de
las superganancias obtenidas por los burgueses orientándolas hacia cubrir las
necesidades básicas de los más pobres (en Brasil se sacaron 36 millones de
brasileños de la miseria extrema) sin provocar mayores roces.
• A los
gobiernos «populistas» latinoamericanos los favoreció también la debilidad
creciente del poder imperialista yanqui, que descuidó el patio trasero de su
dominación durante las administraciones republicanas de George Bush
(2001-2009), que luego Obama no pudo revertir, pero ahora lo está intentando.
• Las
mejoras obtenidas por los trabajadores y el pueblo pobre, en parte por estos
dos factores fundamentales, estimularon diversas creencias, entre ellas, que es
posible un capitalismo más humanitario, en una palabra que es posible en esta
etapa practicar el reformismo de los comienzos del imperialismo —a
fines del siglo XIX—, renacido con el «Estado de bienestar» de la segunda
posguerra y rebautizado por Chávez como «Socialismo del Siglo XXI».
• Otra
fábula difundida por estos líderes es que se podía desarrollar un capitalismo
independiente del imperialismo. Todo país atrasado, por independiente que haya
logrado ser en el plano político, no rompe con las leyes de los monopolios y
del capital financiero ni, por lo tanto, con el papel que éstos le asignaron en
la economía mundial. Por el contrario, están supeditados a éstas, y los
gobiernos «progresistas» y/o «frente populistas» tratan de arbitrar entre esas
contradicciones, sin resolverlas.
• El pago
de la deuda externa ha socabado la soberanía de forma creciente. El cumplir con
estos compromisos usureros a costa del hambre del pueblo señala el camino
inverso a la defensa de su independencia. Pero tanto los gobiernos de Lula,
como los de los Kirchner y los de Chavez-Maduro se comprometieron con el
cumplimiento de estos pagos como una prioridad de sus gobiernos. En resumidas
cuentas, el resultado de sus políticas condujo al fortalecimiento de la gran
burguesía nacional, de los monopolios imperialistas y del capital financiero:
la concentración de la riqueza en cada vez menos manos aumentó y los bancos vieron
crecer sideralmente sus ganancias.
• Brasil
alcanzó un régimen democrático en 1985 con el gobierno de Tancredo Neves, pero
la conquista de esa democracia no significó que esos gobiernos civiles acabaran
con la miseria ni con el hambre. Tampoco con los métodos brutales de la Policía
Militar contra los pobres. El hambre en este país provocó estallidos sociales
de magnitud en 1983, en San Pablo. Conquistar
la democracia fue un logro, pero llevó más de dos décadas reducir la cantidad
de personas muertas por el hambre y, pese a las mejoras alcanzadas bajo los
gobiernos del PT, no se ha terminado ni se podrá terminar con ese flagelo bajo
un sistema capitalista semicolonial. Si Temer logra sumar su propio ajuste al
ya aplicado por Dilma, no sólo no se avanzará sino que la situación empeorará
aceleradamente.
• Para
defender el sistema capitalista, los gobiernos de Lula-Rousseff, aplicaron
medidas contra la clase obrera en beneficio de los empresarios, los bancos y el
sector financiero:
En 2003,
en la primera presidencia, Lula aplicó una contrarreforma del sistema
jubilatorio que tuvo como blanco y víctima a los trabajadores estatales: les
aumentó la edad para jubilarse, eliminó los regímenes especiales, homologó el
sistema de los trabajadores públicos y privados, y en general recortó el
presupuesto del fondo público de pensiones. Al final de 2014, el gobierno de
Rousseff impuso un segundo paquete antiobrero que restringió, entre otras
cosas, el acceso al Seguro de Desempleo; además de la ley de tercerización laboral
que buscaba, según Adílson Araújo, presidente de la Central de Trabajadores
Brasileña (CTB): «sepultar la
cartera del trabajo, legitimar el contrato fraudulento, los bajos salarios y
las pésimas condiciones laborables».
Los
derechos a manifestarse y a organizarse de los trabajadores quedaron limitados
por la Ley Antiterrorista proimperialista de Dilma Rousseff.
• Nuestras
críticas a los gobiernos del PT no significan poner un signo igual entre éstos
y el actual gobierno de la rosca. Según
datos de la FAO, en la década de 1990, el total de personas subalimentadas en
Brasil superaba los 22 millones, representando el 14,8% de la población. Los
gobiernos del PT lograron reducir estas cifras a menos del 5%, y disminuir en
un 29,7% la pobreza y en un 17,4% la pobreza extrema. La rosca toma el poder
para terminar con todas esas conquistas sociales y superexplotar a los
trabajadores y el pueblo pobre brasileños.
Los
gobiernos del PT lograron una independencia relativa del país con respecto al
imperialismo dominante en la región, el yanqui. En la IV Cumbre de las
Américas, Brasil fue una pieza imprescindible y clave para que fracasara el
proyecto imperialista del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que
habría sometido a toda América Latina a un estatus cuasi colonial como el que
sufre México tras la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(TLCAN), más conocido como NAFTA por su siglas en inglés. Y Dilma mantuvo
intransigentemente que sólo la estatal Petrobras podría explotar el «presal»,
una de las mayores reservas petrolíferas del mundo ubicada en la plataforma
continental brasileña. La rosca, apoyada por el imperialismo, toma el poder
para entregar esos y otros recursos naturales del país a la rapiña de los
monopolios imperialistas, como socia menor de éstos.
• Las
medidas antiobreras tomadas por Lula y Dilma hicieron disminuir el apoyo obrero
y popular a sus respectivos gobiernos. En las últimas elecciones, el PT perdió
por primera vez desde 2002 en el ABC paulista, la mayor concentración
industrial del país. La mayoría de las ciudades del cordón industrial votaron
por Neves; así ocurrió, por ejemplo, en São Bernardo do Campo, que es la ciudad
donde Lula desarrolló su actividad sindical. Esa derrota también se expresó en
la elección de gobernador y de senador: el PT perdió la gobernación del Estado
por segunda vez ante Alckmin, del PSDB, y el cargo de senador paulista, con
Serra, del mismo partido.
• El descrédito creciente de Dilma
Rousseff entre los trabajadores y los sectores populares dejó al PT y su
gobierno a merced de la rosca oligárquica. Pero fue fundamentalmente la
política traidora de la CUT y las restantes centrales lo que permitió que este
golpe parlamentario-judicial se concretara. Un llamado a la huelga general
contra la rosca oligárquica-financiera proimperialista que se declaró aliada a
los militares torturadores de la última dictadura, racista en una país de
mayoría negra y mestiza, y aliada incondicional del imperialismo yanqui y/o
europeo, constituía la única política consecuente contra una amenaza de la
gravedad que se avecinaba: la destitución del gobierno del PT con sus
consecuencias inmediatas contra los trabajadores, el pueblo pobre y el
campesinado y la independencia nacional. La huelga general podría haber derrotado
el llamado «golpe blanco» contra la presidenta, pero esa no fue la política de
la CUT.
• Nuestra
ubicación es claramente en defensa de las conquistas y derechos obtenidos por
la gran masa pobre, campesina y el conjunto de los trabajadores, y en defensa
del país frente a la ofensiva de dominación político-económica del
imperialismo. Nos oponemos intransigentemente a la rosca oligárquica y llamamos
al movimiento obrero y de masas a movilizarse contra su gobierno.
• No
defendemos a la democracia en general. En la democracia burguesa las reglas las
fija el poder del capital, quien dispone de dinero, compra voluntades, cargos
en la administración de gobierno y/o parlamentarios, también corrompe, paga
sobornos y pacta acuerdos según su conveniencia. Con dinero se pueden obtener
favores de la justicia y manejar a su arbitrio los medios de comunicación, en
una palabra le permite a la burguesía dominar bajo estas condiciones de
«libertades formales», que podrían en un futuro terminar de manera abrupta si
necesitara recurrir a los militares como ya lo hizo en la década de 1970. Sí
defendemos las libertades que otorga la democracia burguesa para que los pobres
y los trabajadores puedan organizarse y luchar por sus necesidades.
• Los
trabajadores odiamos a los políticos corruptos y a los capitalistas que los
corrompen. Pero la propaganda sobre que la Justicia burguesa puede terminar con
la corrupción es un engaño total. Ya en 1850 Marx denunciaba que «Mientras la aristocracia
financiera hacía las leyes, regentaba la administración del Estado, disponía de
todos los poderes públicos organizados y dominaba a la opinión pública mediante
la situación de hecho y mediante la prensa, se repetía en todas las esferas… la
misma prostitución, el mismo fraude descarado, el mismo afán por enriquecerse,
no mediante la producción, sino mediante el escamoteo de la riqueza ajena ya
creada» (Karl Marx, Las luchas de clases en Francia
de 1848 a 1850). Hoy, cuando la «aristocracia financiera» domina
el mundo entero, Brasil incluido, todas las instituciones del estado burgués,
sus poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, están corrompidos sin remedio.
• El
avance de la reacción por cualquier vía que sea, debe ser denunciada y
combatida. Los trabajadores no podemos estar ajenos a estos avances
reaccionarios y proimperialistas en la región. Los casos de Honduras, Paraguay
y Brasil, son un preámbulo. Brasil por la incidencia de su economía en la
región es fundamental; su crisis agravará la del resto de los países y traerá
aparejado más estancamiento económico y mayor desocupación. Los trabajadores de
la región deben pronunciarse contra los avances reaccionarios y
proimperialistas que limiten o distorsionen aún más las conquistas democráticas
pero también sus conquistas económicas, por eso también se deben pronunciar
contra las medidas antiobreras y antipopulares del gobierno de Macri en la
Argentina, y contra los pactos colonizantes políticos, militares y económicos
de los países de la región con los países imperialistas.
• En
Brasil la respuesta que deberían dar los trabajadore es el llamado a una huelga
general. El impeachment de Dilma no ha cerrado la crisis
política. El gobierno de Temer es débil, y los trabajadores pueden y deben
aprovechar esa debilidad para derrotarlo. Pero ese llamado exige más que
cualquier otra forma de lucha de clases una dirección clara, resuelta, enérgica, independiente de cualquier
gobierno, una dirección que no aparece abruptamente y de la nada. Hasta ahora,
es evidente que las direcciones sindicales y las direcciones de los movimientos
sociales existentes no estuvieron a la altura de la tarea. Ante la perspectiva
de una conspiración fascistoide, este urgente llamado a luchar debe ser la
principal tarea de la dirección de las centrales obreras y de los sindicatos
independientes, de las organizaciones del movimiento campesino y popular, y del
PT.
• La
huelga general es una lucha política, para imponer las imperiosas necesidades
de los trabajadores, campesinos y sectores más pobres contra los poderes del
Estado, de los banqueros y las finanzas, de los industriales, de los
terratenientes, y contra el Parlamento y el Poder Judicial. Una huelga que
debería lograr paralizar la administración pública, los transportes de
pasajeros y de carga, los medios de comunicación, las centrales de energía, en
síntesis, sacarle de las manos las riendas del aparato estatal a los
usurpadores del gobierno.
• Las
direcciones políticas y sindicales en las que las masas se sienten
representadas frenaron la movilización independiente de los trabajadores porque
se negaron a luchar contra «su gobierno», favoreciendo de este modo también el
triunfo de la reacción. Se convierten así en las grandes organizadoras de
derrotas de la lucha obrera y popular. Las direcciones de la llamada «izquierda
radical», con una política sectaria y propagandista, se niegan a reconocer las
contradicciones que surgen constantemente entre sectores de las burguesías de
los países semicoloniales y el imperialismo. Con sus denuncias de que «son lo
mismo» o sus consignas de que «se vayan todos» ponen un signo igual entre toda
clase de gobiernos, en lugar de tratar de profundizar esas contradicciones para
debilitar al enemigo de clase. Así dejan el terreno libre a que estos
movimientos nacionalistas y las burocracias sindicales se postulen como abanderados
de las clases explotadas y de la soberanía del país, y mantengan su control
sobre el movimiento de masas para frenar sus movilizaciones y hacerlo confiar
en la «democracia» patronal con la zanahoria de que todo se puede lograr por la
vía electoral y, por fin, entregarlo inerme a la reacción.
• Los
trabajadores tenemos nuestros propios métodos de lucha, que se ajustan a
nuestros objetivos. En la base de esos métodos se encuentra la acción directa
de masas, que quiere decir que los explotados tomamos en nuestras manos la
solución de nuestros problemas y de las cuestiones de interés nacional, por
encima del ordenamiento jurídico, de las divisiones y de los gobiernos
«democráticamente electos». La acción directa puede traducirse en huelgas,
manifestaciones, insurrecciones, guerra civil o en múltiples formas de lucha
cuando está en peligro la integridad del régimen democrático, de la libertad de
expresión, de lucha y de organización independiente como clase trabajadora; en
una palabra cuando peligra nuestra capacidad de autodeterminación.
• La clase
obrera y el pueblo necesitan el poder para enarbolar sus consignas, levantando
muy alto su bandera, sin renunciar jamás a sus objetivos estratégicos a cambio
de capturar votos. La clase obrera necesita el poder para realizarse y materializar la plenitud de sus
postulados, y no para conciliar ni para capitular ante la rosca oligárquica y
el imperialismo.
• Los
trabajadores no debemos confiar jamás —ni ubicarnos como su ala izquierda— en
los gobiernos que defienden el sistema capitalista porque, los encabece quien
los encabece, eso significa defender a la clase que nos explota y nos condena a
una derrota segura. Todo lo contrario, debemos continuar luchando con firmeza
tras nuestros objetivos y banderas, porque solo con el poder y desde allí
podremos cumplir plenamente las tareas democráticas y lograr el socialismo.
• Están en
curso negociaciones para terminar con las denuncias y juicios que afectan a
multitud de empresarios y políticos de todos los partidos. Los trabajadores
debemos repudiarlas y denunciar que son maniobras para salvar a las clases
explotadoras y al sistema político podrido.
• Debemos
luchar para derrocar al
gobierno usurpador y proimperialista de Temer. Debemos organizarnos en forma independiente del
Estado y de la patronal. Debemos organizarnos en nuestros lugares de trabajo y
en los barrios. Debemos exigir a nuestros dirigentes sindicales, políticos o de
los movimientos sociales que se pongan a la cabeza de una lucha centralizada
contra el gobierno de Temer. Que se pongan a la cabeza de una gran movilización
popular, con la organización de piquetes de autodefensa, con el objetivo de la
paralización total del país, para derrocar a los políticos, parlamentarios y
jueces corruptos y usurpadores.
• El imperialismo y el gobierno adicto de Temer van por
más…
• Van por
Petrobras y el petróleo de Brasil. ¡El
presal y Petrobras son del pueblo brasileño!
• Van
por el desmantelamiento del Estado brasileño.
¡POR LA DEFENSA DEL SERVICIO UNIVERSAL DE SALUD Y EL PLAN NACIONAL DE
EDUCACION! ¡POR LA VIGENCIA DE LA SEGURIDAD SOCIAL Y la AMPLIACION DE
SERVICIOS!
• ¡POR UNA PLANIFICACIóN ECONóMICA NACIONAL ELABORADA POR
LAS ORGANIZACIONES OBRERAS, CAMPESINAS y populares!
• NI UN
DÍA MÁS DE GOBIERNO DE TEMER. ABAJO EL GOBIERNO BONAPARTISTA DE LA ROSCA.
• POR UNA
ASAMBLEA NACIONAL OBRERA,
CAMPESINA Y POPULAR plenamente soberana. Ir a nuevas elecciones, sean generales o a una Asamblea Constituyente, con el
actual sistema político putrefacto y en las que los trabajadores se vean
obligados a optar entre los mismos partidos igualmente putrefactos es una
trampa para impedir la movilización independiente de las masas y beneficiar a
Temer con una tregua de seis meses durante los cuales pueda aplicar sus planes
antiobreros y antipopulares. La decisión de si Dilma debe continuar gobernando
la deben tomar democráticamente los trabajadores, los campesinos y el pueblo
pobre en general, no los partidos de la rosca oligárquica ni el imperialismo.
Como también serán los trabajadores y sectores populares quienes deben decidir
el plan económico para sacar a Brasil de la crisis en que la sumergieron los
burgueses y el imperialismo, plan que deberá extirpar el hambre, implementar la
escala móvil de salarios y de horas de trabajo, devolver la tierra a los
campesinos, organizar la autodefensa de los trabajadores y campesinos,
etcétera.
•
DEFENDAMOS LOS DERECHOS CONQUISTADOS, a comer, al trabajo, al salario que cubra
las necesidades, a la salud, a la vivienda, a la educación.
• NO A LOS
PACTOS COLONIZANTES, económicos,
políticos y militares CON LOS PAÍSES IMPERIALISTAS.
• ninguna confianza en el PT. Los
trabajadores y sectores populares que aún se sienten representados por este
partido deben ponerlo a prueba exigiendo que expulse de su seno a los patrones,
y que impulse, junto a las organizaciones de la clase trabajadora y de los
movimientos sociales y campesinos, una HUELGA GENERAL que expulse a Temer del
gobierno.
• por centrales sindicales y sindicatos con plena democracia
interna, que no dividan a la clase obrera según la filiación política de sus
direcciones sino que la unifiquen en la lucha por sus intereses.
•
MOVILIZACIóN REGIONAL DE LOS
TRABAJADORES PARA REPUDIAR EL GOLPE PARLAMENTARIO oligárquico-IMPERIALISTA CONTRA EL GOBIERNO DE ROUSSEFF.
Perspectiva Marxista
Internaciona, junio
de 2016.
Los sectores burgueses brasileños detrás del impeachment
Paulo Skaf presidente de la Federación
de las Industrias del Estado de Sao Paulo: «Sumando
la caída del año 2015 y 2016, la industria se contraerá cerca de un 20 % (...)
Es hora de tener una visión de hacia dónde reside el problema. En mi opinión,
el problema era toda la parte política».[1]
«Las grandes centrales
empresariales de Brasil, lideradas por la Federación de las Industrias del
Estado de Sao Paulo (Fiesp), la mayor y más influyente patronal del país,
publicaron hoy un manifiesto pago a favor del juicio político contra la
presidenta Dilma Rousseff en los principales diarios nacionales. (…) “Vemos que
el país está a la deriva. La hora del cambio es ahora. Decir sí al impeachment,
dentro de los parámetros constitucionales, es decir no al descontrol
económico”.»[2]
«La Confederación nacional de
Agricultura y Pecuaria (CNA), representante del próspero sector del agronegocio,
se pronunció en cambio a favor del impeachment, alegando que Rousseff “ya no tiene
autoridad para liderar el proceso de reformas ni la capacidad de unir a los
brasileños”.»[3]
La Confederación Nacional de la
Industria (CNI) y la Federación Brasilera de Bancos (Frebaban) también
participaron de la elaboración de los programas del gobierno de Temer. Prueba
de ello es que Temer nombró a Ilan Goldfajn, economista jefe del Itaú Unibanco,
como titular del Banco Central.
* * *
Los «golpes» de la democracia burguesa
Tanto el PT como algunas organizaciones
«progresistas» y de la «izquierda radical» denuncian que lo ocurrido en Brasil
fue un «golpe» que violó la «democracia». Los trabajadores necesitamos tener
claridad y, por lo tanto, no debemos darnos por satisfechos con esta
definición. En primer lugar, no se trata de un golpe militar como los muchos
que ha conocido nuestra región, que culminan en un cambio de régimen político,
de la democracia burguesa a una dictadura, con la eliminación de las instituciones
de aquella —las elecciones, los partidos políticos— y las libertades de prensa,
de organización política y sindical, etcétera. Denunciarlo fundamentalmente
como un atentado a la democracia equivale a encerrar la cuestión en una
discusión jurídica acerca de si se ha violado tal o cual aspecto de la
Constitución, las leyes y los reglamentos del régimen democrático burgués.
Pero ocurre
que la destitución de Dilma fue votada por la más «democrática» de las
instituciones de la democracia burguesa, el Parlamento, donde los
«representantes del pueblo» —de los más diversos partidos y que se renuevan
periódicamente— votan las leyes. El Parlamento es más «democrático» que el
Poder Ejecutivo —de un solo partido o de una coalición de partidos pactada a espaldas
de los votantes—, elegido para que haga lo que quiera durante su período de
gobierno y con el poder de vetar las leyes votadas por el Parlamento. También
es mucho más «democrático» que la Justicia, con sus jueces vitalicios a quienes
el pueblo no puede votar y son designados por la más reaccionaria de las
cámaras, el Senado. El hecho es, entonces, que en Brasil la
rosca oligárquico-imperialista utilizó las herramientas de ese régimen tramposo
de la democracia burguesa para echar a un gobierno que no les gustaba e imponer
un gobierno adicto.
Las roscas oligárquico-imperialistas
existen en todos nuestros países, y han logrado triunfos como la destitución de
Zelaya en Honduras o de Lugo en Paraguay a través de «golpes institucionales»
más o menos similares al de Brasil. Pero también han triunfado en elecciones
libres y limpias, como en la Argentina. Y recurren a esos mecanismos de la
democracia burguesa para tratar de imponerse en Venezuela con el referéndum
revocatorio del mandato de Maduro, absolutamente «legal» ya que está
contemplado en la Constitución.
Hoy los
golpes militares no «están de moda» en América Latina. Son peligrosos para los
explotadores y el imperialismo, sobre todo después de la experiencia con el
golpe de 2002 contra Chávez, apoyado por los yanquis, que fue derrotado por una
furiosa reacción de las masas y la división de las Fuerzas Armadas. No quiere
decir que nuestras roscas oligárquico-imperialistas no volverán a recurrir a
ellos, porque necesitan de un poder
«fuerte» para oprimir y explotar «en paz» a los trabajadores y el pueblo. Por
el momento, una vez que llegan al poder por una vía «democrática», ponen ante
los ojos de los explotados la zanahoria de que «si este gobierno no te gusta,
puedes cambiarlo en las próximas elecciones».
O, dicho de otra manera, «te cambio tu derecho a votar por nuestro derecho as matarte de hambre». Y mientras tanto fortalecen a los gobiernos de la rosca con un giro cada vez más totalitario, bonapartista, tomando como ejemplo al gobierno de Macri en la Argentina, que durante sus ocho años al frente del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires vetó más de 100 leyes —incluso muchas votadas por legisladores de su propio partido—, y acaba de vetar una ley «antidespidos» votada por amplias mayorías en la Cámara de Diputados y en el Senado.
O, dicho de otra manera, «te cambio tu derecho a votar por nuestro derecho as matarte de hambre». Y mientras tanto fortalecen a los gobiernos de la rosca con un giro cada vez más totalitario, bonapartista, tomando como ejemplo al gobierno de Macri en la Argentina, que durante sus ocho años al frente del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires vetó más de 100 leyes —incluso muchas votadas por legisladores de su propio partido—, y acaba de vetar una ley «antidespidos» votada por amplias mayorías en la Cámara de Diputados y en el Senado.
Michael
Löwy, en su texto «Golpe de Estado», informa: «Entre los partidarios más entusiastas de la destitución
de Dilma se distingue el diputado Jairo Bolsonaro, que ha dedicado su voto a
los oficiales de la dictadura militar y en particular nominalmente al coronel
Ustra, torturador notorio. Entre las víctimas de Ustra, Dilma Rousseff, que a
comienzos de los años 1970 era militante de un grupo de resistencia armada». Todo un alerta sobre el curso
fascistoide que quieren imponer sectores de la burguesía brasileña.
Los
trabajadores defendemos las libertades de la democracia burguesa que nos sirven
para organizarnos y luchar, pero debemos ser conscientes de que ese régimen
político no es nuestro, sino de las clases explotadoras,
cualquiera sea el partido que esté en el gobierno. Lenin, en El estado y la revolución, escribió:
«Decidir
una vez cada cierto número de años qué miembros de la clase dominante han de
oprimir y aplastar al pueblo en el Parlamento; he aquí la verdadera esencia del
parlamentarismo burgués, no sólo en las monarquías constitucionales
parlamentarias, sino en las repúblicas más democráticas… la verdadera labor
“estatal” se hace entre bastidores y la ejecutan los ministerios, las oficinas,
los estados mayores. En los parlamentos no se hace más que charlar, con la
finalidad especial de embaucar al “vulgo”».
* * *
La «lucha contra la corrupción»: un gran engaño
Desde Venezuela hasta la Argentina y
Brasil, desde Bolivia hasta Ecuador, la «lucha contra la corrupción» se ha
convertido en una bandera furiosamente enarbolada por los sectores políticos
más reaccionarios, más antiobreros, más antipopulares y más proimperialistas de
nuestra región.
Hace más de un siglo y medio, en su
trabajo Las luchas de clases en Francia
de 1848 a 1850[4] Marx había definido
que la corrupción es inherente al dominio del capital financiero:
«Mientras la aristocracia
financiera hacía las leyes, regentaba la administración del Estado, disponía de
todos los poderes públicos organizados y dominaba a la opinión pública mediante
la situación de hecho y mediante la prensa, se repetía en todas las esferas,
desde la corte hasta el café borgne[5], la misma prostitución, el mismo fraude descarado, el
mismo afán por enriquecerse, no mediante la producción, sino mediante el
escamoteo de la riqueza ajena ya creada. Y señaladamente en las cumbres de la
sociedad burguesa se propagó el desenfreno por la satisfacción de los apetitos
más malsanos y desordenados, que a cada paso chocaban con las mismas leyes de
la burguesía; desenfreno en el que, por ley natural, va a buscar su
satisfacción la riqueza procedente del juego, desenfreno por el que el placer
se convierte en crápula y en el que confluyen el dinero, el lodo y la sangre.
La aristocracia financiera, lo mismo en sus métodos de adquisición, que en sus
placeres, no es más que el renacimiento del
lumpenproletariado en las cumbres de la sociedad burguesa.»
Desde el surgimiento de los monopolios
en las últimas décadas de siglo XIX, la economía capitalista mundial está dominada
por lo que Lenin denominó «oligarquía financiera», y es esta subclase burguesa
parasitaria y decadente la que impone su modo de vida «lumpen», es decir,
marginal, desclasado, en todos los órdenes de la economía y la política,
incluso cuando no gobierna de manera directa. Eso es lo que genera hechos
escandalosos de corrupción, como los que monopolizan los titulares de los
medios masivos, por ejemplo en Brasil y la Argentina. El debate sobre la
cuestión entre sectores burgueses enfrentados no tiene nada que envidiar a una
hipotética discusión entre la Mafia siciliana y la Camorra napolitana: «Ustedes
mataron 200.» «Pero ustedes asesinaron 500.»
En medio de tanta podredumbre, se alzan
las voces «morales» y «éticas» de toda clase de periodistas, filósofos y
opinadores mediáticos de toda clase reclamando «transparencia» y una «Mane
pulite»[6]
como la que llevó a cabo la Justicia italiana en los años 90. Otro fracaso de
la imposible «transparencia», como señaló Gherardo Colombo, ex juez del proceso
de «Mani pulite»:[7]
«¿Se podría llevar adelante hoy una
investigación como la de Mani Pulite?», preguntó la periodista. Y Colombo
respondió, entre otras cosas:
«No lo sé. De todos modos, no
serviría de mucho… Lo positivo es que se ha podido constatar que no es a través de un proceso penal que se logra
meter mano en la corrupción
cuando está muy difundida capilarmente en un modo tan articulado en un país. La
parte negativa es que el
nivel de corrupción de hoy es sustancialmente análogo al de entonces…»
«¿Cree que no se ha aprendido nada de un proceso judicial anticorrupción tan trascendente?», insistió la periodista.
«¿Cree que no se ha aprendido nada de un proceso judicial anticorrupción tan trascendente?», insistió la periodista.
«Claro que sí. La gente ha
aprendido a corromper y a dejarse corromper de una manera mucho más refinada».
Entre estos nuevos «refinamientos»
tienen el puesto de honor los paraísos fiscales, donde un entramado
indescifrable de empresas y cuentas, incrustadas unas dentro de otras que están
dentro de otras y así de seguido, impide saber quiénes son los dueños de esos
dineros provenientes del narcotráfico, del tráfico de armas, de la trata de
personas, de la evasión fiscal, de todo tipo de mafias, de la fuga de divisas
«en negro», etcétera, pero cuyo monto mayor lo aportan los monopolios y los
burgueses multimillonarios.
El investigador Gabriel Zucman[8]
afirma que «El dinero escondido en paraísos
fiscales equivale al 10% del PBI mundial». Sigue
el artículo:
«Los paraísos fiscales esconden
unos 7,6 billones de dólares (US$ 7.600.000.000.000) de fortunas particulares
teniendo sólo en cuenta activos financieros (bonos, acciones y depósitos
bancarios). Sin contar, por ejemplo, propiedades inmobiliarias o arte. Un
informe del Boston Consulting Group de este año aumenta esa cifra hasta 8,9
billones de dólares. Los cálculos [de] Zucman dicen que el 9% de la capitalización de las
empresas cotizadas en Wall Street es propiedad de inversores con sede en
paraísos fiscales. En el año 2000 este porcentaje era de 3%… Según Zucman, el
80% de esos 7,6 billones de dólares evade el pago de impuestos. A finales de
noviembre estalló el caso “Luxleaks”, el escándalo de las 340 multinacionales
de todo el planeta que habían firmado acuerdos fiscales con el gobierno de
Luxemburgo que les permitía pagar impuestos en el pequeño país europeo (aunque
no tuvieran actividad en él) a tasas del 1% o menor, mientras eludían el pago
de impuestos en sus países o donde ejercían sus actividades o realizaban sus
ventas».
Pero no son sólo los multimillonarios
de los países avanzados y sus empresas quienes esconden sus dineros en los
paraísos fiscales:
«A América Latina se le irían
por estas filtraciones hasta 21.000 millones de dólares cada ejercicio fiscal y
a África 15.000 millones. Los europeos más acaudalados esconden en esos
sumideros de la economía global 2,6 billones de dólares, el 15% del PBI de la
Unión Europea. Según Zucman, en Europa no todos los países sufren la misma
evasión. Los peores comportamientos se darían, por este orden, “en España,
Portugal, Italia y Grecia”. “Es difícil tener estimaciones muy precisas sobre la Argentina,
pero una magnitud razonable sería que en torno al 20% de la riqueza financiera
del país estaría en paraísos fiscales”, explicó Zucman.»
España, Portugal, Grecia, Argentina… no
es casual que sean los burgueses de países como éstos, con economías en grave
crisis, quienes compiten con los monopolios transnacionales y los grandes
capitalistas de los países imperialistas por el primer puesto en «negrear» sus
fortunas y las de sus empresas en los paraísos fiscales.
Tampoco es casual que sea en esos países donde proliferan los escándalos de corrupción. Todos ellos, sin embargo, no tienen nada que ver con la supesta «independencia» de la Justicia, sino con enfrentamientos entre sectores burgueses. En la Argentina, por ejemplo, con el cambio de gobierno la Justicia salió de un prolongado letargo y se lanzó con clarines y trompetas a seguir la «ruta del dinero K[irchner]», para enjuiciar a los altos funcionarios de los gobiernos kirchneristas, Crsitina Kirchner incluida. La ex presidenta y su fallecido esposo habían tenido la osadía de privilegiar a nuevos sectores burgueses en la concesión de las obras públicas, en desmedro de sectores la burguesía más tradicional[9].
Pero aparecieron los Panamá papers, y ahora también es investigado el presidente Macri, a quien semana tras semana se le descubren sociedades y cuentas no declaradas en paraísos fiscales. En Brasil son multitud los parlamentarios de prácticamente todos los partidos, tanto del PT como de los anti-PT, empezando por Temer, el actual presidente con denuncias por corrupción, y Marcelo Odebrecht, uno de los más grandes burgueses del país, privilegiado por los gobiernos del PT en las contrataciones de Petrobras a costa de otros grandes buregueses, está preso y condenado a 25 años de cárcel.
Tampoco es casual que sea en esos países donde proliferan los escándalos de corrupción. Todos ellos, sin embargo, no tienen nada que ver con la supesta «independencia» de la Justicia, sino con enfrentamientos entre sectores burgueses. En la Argentina, por ejemplo, con el cambio de gobierno la Justicia salió de un prolongado letargo y se lanzó con clarines y trompetas a seguir la «ruta del dinero K[irchner]», para enjuiciar a los altos funcionarios de los gobiernos kirchneristas, Crsitina Kirchner incluida. La ex presidenta y su fallecido esposo habían tenido la osadía de privilegiar a nuevos sectores burgueses en la concesión de las obras públicas, en desmedro de sectores la burguesía más tradicional[9].
Pero aparecieron los Panamá papers, y ahora también es investigado el presidente Macri, a quien semana tras semana se le descubren sociedades y cuentas no declaradas en paraísos fiscales. En Brasil son multitud los parlamentarios de prácticamente todos los partidos, tanto del PT como de los anti-PT, empezando por Temer, el actual presidente con denuncias por corrupción, y Marcelo Odebrecht, uno de los más grandes burgueses del país, privilegiado por los gobiernos del PT en las contrataciones de Petrobras a costa de otros grandes buregueses, está preso y condenado a 25 años de cárcel.
Pero la burguesía quiere poner fin a
esos escándalos cuando se desbocan y pasan ciertos límites porque agravarían la
crisis económica y terminarían afectando a la mayoría —si no a la totalidad— de
los grandes capitalistas brasileños y poniendo en peligro a los partidos más
importantes sobre los que se sostiene el régimen político. Por eso en la
Argentina, sectores del PRO, el partido de Macri, recomendaban que los procesos
judiciales no llegaran hasta la ex presidenta. Y por eso, en Brasil, están en
curso negociaciones para barrer rápidamente la basura debajo de la alfombra:
«En las nuevas grabaciones,
Machado –ex presidente de Transpetro, subsidiaria de Petrobras– le transmitió a
Calheiros –presidente del Senado– que para poner fin a la crisis
político-económica que sufre Brasil era importante que el nuevo gobierno
realizara un pacto similar al de la amnistía de 1979 con los militares para
“borrar todo” y empezar de nuevo. Fue entonces cuando el presidente del Senado
indicó que antes de eso se requería hacer algunas cosas: primero, poner fin a
las delaciones premiadas de detenidos, y luego, negociar una “transición” entre
Dilma y los jueces del STF [Supremo Tribunal
Federal]»[10].
¿Terminar con la corrupción? ¿Justicia
independiente? ¿Transparencia? Cuentos chinos para engañar a los pueblos.
¿Acabar con los paraísos fiscales? El
G20, en su cumbre de abril de 2009, prometió «acabar con el secreto bancario»
para controlar los dineros ocultos en los paraísos fiscales. Otro cuento chino.
No hay economista burgués medianamente serio que opine que eso es realizable
bajo el capitalismo, menos que menos en esta etapa de predominio del capital
financiero, con paraísos fiscales no sólo en las Bahamas o las Islas Seychelles
sino también en Delaware o Las Vegas en Estados Unidos, la isla de Man en Gran
Bretaña, etcétera, etcétera. Como dijo en un programa de televisión Aldo
Pignanelli, un economista argentino que llegó a ser presidente del Banco
Central: «Cualquiera que haya estudiado economía sabe que el capitalismo
necesita que parte de la economía esté en negro».
* * *
[1].
http://www.fiesp.com.br/noticias/fiesp-e-ciesp-definem-apoio-a-processo-de-impeachment/
[2]. EFE. São Paulo, 29 de marzo de 2016.
[3]. El País de Uruguay, 6 de abril de 2016.
[4]. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/francia/
[5]. Cafetín de mala fama.
[6]. Mani pulite fue el proceso judicial anticorrupción más
espectacular de la historia contemporánea: 1.233 condenas por corrupción,
extorsión, financiamiento ilícito de los partidos políticos y falsos balances
empresariales. Involucró a unas 5.000 personas, entre las cuales hubo
ministros, 300 parlamentarios, políticos y empresarios. Cayó el ex premier
Bettino Craxi, que por entonces era secretario del Partido Socialista. Tampoco
se salvaron la Democracia Cristiana, el Partido Socialista Democrático Italiano
(PSDI) ni el Partido Liberal Italiano (PLI).
[7]. Reportaje de Marina Artusa a Gherardo Colombo, Clarin.com,
Suplemento Zona, 23/04/16.
[8]. Clarin.com, iEco, Economía, 08/12/14.
[9]. Lázaro Báez, un modesto empleado bancario beneficiado por esa
política —hoy en prisión—, logró hacerse multimillonario. Algo parecido hizo
Chávez, dando origen a la llamada «boliburguesía».
[10]. La Nación, 26 de mayo de 2016.
[11]. El PT es un frente popular bajo
la forma de un partido, por su política y porque tiene a su interior a grandes
burgueses como Eduardo Matarazzo Suplicy, senador por el Estado de São Paulo, y
Marta Suplicy, que fue gobernadora de São Paulo por el PT bajo el gobierno de
Lula; ambos pertenecientes a una de las familias más ricas de Brasil.
[12]. El gobierno del PT no es un
gobierno obrero sino un gobierno frentepopulista, porque gobierna junto con la
burguesía. Lula llegó a la presidencia como candidato de una alianza conformada
por: el PT, el PC do B (Partido Comunista de Brasil), el Partido Liberal (un
partido burgués) y el Partido da Mobilização Nacional (otro partido burgués).
El gobierno de Rousseff siguió sus pasos.
[13]. Discusión con la League for the Fourth International sobre la
política para las elecciones de 2014 en Brasil, Boletín de Perspectiva Marxista Internacional Nº 71, 24 de junio de 2013.
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