14/7/23

¡Hugo Blanco, hasta el socialismo siempre!

 

 


 El pasado 25 de junio falleció en Suecia a sus 88 años Hugo Blanco Galdós, el dirigente de masas más importante del trotskismo en América. Blanco estuvo a la vanguardia de uno de los levantamientos campesinos más significativos del siglo XX en el continente, entre 1959 y 1963, encabezó un proceso de lucha que llegó a convocar a cerca de 300.000 campesinos, que constituyeron milicias armadas, desarrollaron acciones militares contra terratenientes y policías, y llevaron a cabo un proceso de tomas de tierras con escasos precedentes en el Perú. Esa memoria de lucha merece ser recordada, y el compañero Hugo Blanco reconocido y homenajeado como un digno representante de la corriente trotskista – morenista. Desde Perspectiva Marxista Internacional decimos: ¡Hugo Blanco, hasta el socialismo siempre!  

 

Hugo Blanco: la toma de tierras y la milicia campesina

 

 

Hugo Blanco nació en el Cuzco -Perú- en una familia de clase media en 1934, desde niño aprendió a hablar quechua con los trabajadores de la hacienda familiar, conoció la pobreza y la exclusión que padecían las comunidades campesinas de la región, particularmente los indígenas. En 1954 viajó a Argentina a estudiar agronomía en la Universidad de La Plata. Allí estableció relación con la organización trotskista-morenista Palabra Obrera a la que se incorporó en 1957. Como muchos compañeros en aquella época decidió proletarizarse e ingresó a trabajar en el frigorífico Swift, donde inició sus actividades político - sindicales.

 

En 1958 como parte de una orientación partidaria retornó a Perú integrándose al Partido Obrero Revolucionario. Estuvo algún tiempo trabajando como obrero en Lima y luego se trasladó a Cuzco, allí consiguió empleo como vendedor de periódicos y pasó a organizar el sindicato del gremio. Siendo elegido representante del mismo llegó a hacer parte de la Federación de Trabajadores del Cuzco. Entre julio y septiembre de 1959, participó activamente de manifestaciones contra el alza del precio de los combustibles, encabezando un piquete que tuvo enfrentamientos con la policía y por ello fue encarcelado a principios de 1960. Los trabajadores y sindicatos de la región exigieron su liberación y Hugo Blanco empezó a convertirse en un dirigente ampliamente reconocido. 

 

 Tras salir de la cárcel, se estableció en los valles de La Convención y Lares, allí se ocupo de labores agrícolas, subarrendando un terreno como «allegado» en la parcela de un líder campesino, que a su vez cultivaba las tierras de un terrateniente de apellido Romainville, dueño de unas 80.000 hectáreas y varias haciendas.

 

 Desde esa condición Hugo Blanco impulsó un proceso de sindicalización campesina, en torno a la Federación Departamental de Trabajadores del Cuzco y la Federación de Campesinos de La Convención y Lares. Para profundizar y extender tal sindicalización Blanco elaboró junto con otros dirigentes un «Pliego de Reivindicaciones» que fue presentado a Romainville, quien lo rechazó. Como consecuencia de ello trabajadores de haciendas como Chaupimayo declararon la primera huelga campesina.

 

 En la huelga Blanco se ocupó de incorporar a todos los campesinos que padecían distintas formas de explotación -peones libres, arrendires, allegados o habilitados- en una sola organización y con un mismo pliego. La huelga sentó las bases para poner en cuestión el problema de la propiedad de la tierra. Los trabajadores agrícolas no trabajaban en las tierras del gamonal -lo que lo llevaba a la pérdida de la cosecha-; pero seguían trabajando en las parcelas que les habían sido asignadas por el terrateniente como parte de pago -lo que les permitía subsistir-.

 

El sindicato de La Convención y Lares se convirtió en vanguardia de la toma de tierras. Hacia 1962 se produjeron otros alzamientos y ocupaciones de tierras en toda la región. Los terratenientes organizaron grupos armados para aplastarlos. Los sindicatos campesinos empezaron a organizar milicias para defenderse, pero estas carecían de armas y usaban sus propias herramientas de trabajo y unas pocas escopetas o fusiles viejos. Sin embargo, así empezó el mayor ascenso de la movilización campesina en el Perú.

 

El campesinado y la oligarquía peruana

 

 Para 1962 el 60% de la población en el Perú se caracterizaba como campesina, sus ingresos promedio eran de 3 dólares al mes. El 92% de esa población estaba formado por comuneros -miembros de comunidades indígenas cuyas tierras eran de explotación comunal-, casi todos obligados, por la falta de tierra, a trabajar para un terrateniente. El analfabetismo se extendía al 50% de la población -80% en el sector rural del Cuzco-, lo cual dejaba una amplia mayoría sin derechos políticos -incluido el derecho al voto-, ya que sólo podían sufragar los que supieran leer y escribir.

 

La oligarquía peruana estaba constituida por grandes burgueses y terratenientes que no pasaban de ser unas quinientas personas. La concentración de la propiedad agrícola era altísima: el 1% de las propiedades agrícolas ocupaba el 75% de la superficie total disponible, y el 0,35% de los propietarios era dueño del 60% de las tierras. El capital imperialista tenía concesiones de tierras y poseía algunas de las haciendas más grandes.

 

La insurrección campesina en Perú y la revolución en Latinoamérica

 


Hugo Blanco en su libro Tierra o muerte analiza y describe el levantamiento campesino en los valles cuzqueños de la siguiente manera:

 

 «En Chaupimayo nos convertimos en dueños de la tierra: las parcelas cultivadas por los campesinos para sí y por cuyo arrendamiento estaban obligados a trabajar gratis para el patrón, quedaron como propiedad de los campesinos. Los cultivos y las casas del hacendado pasaron a ser propiedad colectiva del sindicato. Se inició el reparto de la tierra incultivada a todo el que quisiera cultivarla. Estas medidas se extendieron total o parcialmente a otros sindicatos y fueron formalizadas o impulsadas con la “Ley de Reforma Agraria” que saqué desde la clandestinidad en mi calidad de “Secretario de Reforma Agraria de la Federación Departamental de Campesinos del Cuzco”. Nombramos formalmente jueces que sustituyeron a las autoridades burguesas (sus fallos eran apelables ante la Asamblea General). La policía iba muy rara vez, comunicando al sindicato con la debida anticipación: “Hay orden de captura contra X y X, vamos a ir tal día; conviene que ese día no estén en sus casas las referidas personas para evitarnos compromisos”. Cuando algún campesino no sindicalizado se quejaba contra alguien de Chaupimayo, en el puesto de la Guardia Civil del distrito le decían que fuera al sindicato en demanda de justicia, o que regresara al puesto con un pedido firmado por nuestro sindicato para atender el caso. Las escuelas las hacíamos nosotros, pagábamos a los maestros (puestos por nosotros y ratificados por los funcionarios de Educación). Las obras publicas estaban en manos del sindicato, quien determinaba su prioridad. Todo esto, por supuesto, respaldado por una embrionaria fuerza armada, la milicia campesina en desarrollo [...]».

 

 «Ya que éramos trotskistas, no nos fue difícil comprender que se estaba desarrollando un proceso de Poder Dual y que era nuestra obligación hacer que las masas tomaran conciencia de ello [...] Así no nos cansábamos de explicar que las Asambleas eran nuestro “Parlamento”, contrapuesto al parlamento burgués en cuya elección ni siquiera había participado el campesinado, ya que, por ser analfabeto, en su gran mayoría no votaba. Explicábamos, por lo tanto, que el cumplimiento de las “leyes” dadas por nuestro “Parlamento” estaba supeditado sólo a la fuerza que tuviésemos, no a su “legalidad” [...] En la escuela nocturna que funcionaba en la ultima etapa de Chaupimayo [...] se explicaba: Cámara de Diputados y Senadores: Conjunto de sirvientes de los gamonales y capitalistas puestos por ellos para dar leyes que mantengan la explotación de los pobres por los ricos [...] Por el estilo era todo el curso de “Educación Cívica”, “Historia”, etc.». (Blanco. 1972, p. 54 – 55).

 

 Nahuel Moreno desarrolló un intenso intercambio con Hugo Blanco y los compañeros del Partido Obrero Revolucionario peruano sobre la caracterización del proceso y cómo fortalecerlo. Moreno entendía este levantamiento campesino como parte de la revolución en el Perú y América Latina. Por ello señalaba que el rasgo especifico de la revolución en el Perú era que había comenzado en esa etapa como revolución agraria y no como una revolución obrera o de todo el pueblo contra el imperialismo. La vanguardia era el campesinado, particularmente del Cuzco, que se había planteado el problema de la tierra. Mientras el proletariado de las ciudades y de las minas, se mantenía distante y a la defensiva.

 

Moreno consideraba que el desarrollo del levantamiento campesino en la región de La Convención y Lares era fundamental para el desarrollo de la revolución en el continente, por ello planteaba que se debían ampliar esas expresiones de poder dual descritas por los compañeros y defenderlas a muerte, eso suponía llamar a la ocupación de tierras y a la organización armada para preservarla.

 

La gran discusión de los revolucionarios en América Latina luego de la revolución cubana de 1959 era acerca del papel que debía jugar la lucha guerrillera, sobre este asunto y su relación con la insurrección campesina en Perú Moreno se expresaba contrario a la organización de grupos guerrilleros y a favor de la constitución de milicias armadas campesinas y partidarias. Señalaba que las milicias debían ser parte de la vida sindical y política y no abandonarla ni por un minuto. Por el contrario, entendía que el foco guerrillero se aísla de las masas y se prepara independientemente. Advertía que en el Perú se debía estar por la inmediata realización de acciones militares, pero, ubicándolas como parte del desarrollo del poder dual descrito por los compañeros, que tenía como base los sindicatos campesinos, sus asambleas y la toma de tierras.

 

Este análisis y orientación política era distinto del de muchas corrientes de la izquierda latinoamericana que fueron hacía la construcción de grupos guerrilleros para el desarrollo de la revolución en la región, y constituyó, con el liderazgo de Hugo Blanco, una experiencia única, que subrayó la apertura teórica y política de la corriente morenista, su afán por realizar análisis marxistas concretos de nuestra realidad y su versatilidad a la hora de buscar caminos para impulsar la revolución, en este caso, rompiendo los esquemas teóricos precedentes y abriéndose a considerar e impulsar la insurrección campesina como vanguardia de la revolución obrera. Hugo Blanco defendió en los hechos esta línea política que ubica a las organizaciones de masas como agentes fundamentales de la revolución y a la organización armada como un instrumento de lucha:

 

 «(…) éramos sindicalistas acostumbrados a respetar la voluntad de las masas, y como revolucionarios nuestra función militar no era más que un aspecto de nuestra función política. Y nuestra función política era enseñar a los trabajadores que ellos debían gobernar y que nosotros no éramos más que su brazo armado, su instrumento de lucha, no sus patriarcas». (Blanco. 1972, p. 71). 

 

Hugo Blanco: el partido revolucionario y la lucha guerrillera

Hugo Blanco fue reconocido en la izquierda latinoamericana como un disciplinado militante trotskista, lo cual generaba un problema importante, a los trotskistas se nos ha difamado históricamente por nuestros contradictores políticos como «agentes del imperialismo» y «corriente contrarrevolucionaria», el propio Hugo Blanco recibió estos apelativos. ¿Cómo era posible entonces que un trotsko estuviera a la cabeza de un amplio proceso de insurrección de masas y que fuera reconocido abiertamente como un dirigente revolucionario? La calumnia chocaba con la realidad, pero se mantuvo como herramienta política, particularmente de las organizaciones estalinistas. Todo ello tuvo como resultado que la lucha en el Cuzco padeciera de aislamiento, falta de solidaridad y colaboración.

 

Del mismo modo, Hugo Blanco el trotskista que hablaba en la lengua de los sectores sociales más oprimidos y explotados en el Perú, el morenista que impulsaba la insurrección campesina «desde abajo», defendiendo la sindicalización, las asambleas, la toma de tierra y las milicias armadas que respondían manifiestamente al sentir de sus bases, era una especie extraña en una izquierda latinoamericana acostumbrada a liderar «desde arriba» y a estar distante del espacio rural. Esta combinación de factores, junto con los propios errores en la política del Partido Obrero Revolucionario peruano -la abierta orientación de un sector del partido al guerrillerismo-, condujeron al levantamiento campesino a un callejón sin salida.

 

 Para Nahuel Moreno y Hugo Blanco el factor partidario era fundamental, se requería de un partido organizado para impulsar el proceso revolucionario que tenía como vanguardia a los campesinos de La Convención y Lares, pero ese partido revolucionario no se llegó a construir.

 

 «Este fue el grado más elevado del ascenso campesino, con varios gamonales expulsados de la zona y sus bienes confiscados por el campesinado. (…) Sin embargo, el movimiento campesino de La Convención y Lares estaba aislado, aun incluyendo al resto del departamento como su retaguardia. Por otra parte, ni siquiera en la zona se contaba con un aparato partidario mínimo. Las direcciones sindicales, por su amplitud y complejidad, aun en los mejores momentos, no podían sustituirlo. (…) Por falta de partido o de otro organismo que por lo menos en esta tarea lo sustituyera, la organización de las milicias no era sólida» (Blanco. 1972, p. 67).

 

Como era de esperarse ante la dinámica de las tomas de tierra, el aislamiento del levantamiento campesino y la carencia de un partido revolucionario, el proceso de lucha mostró debilidades que permitieron a los gamonales y el Estado burgués dar inició a una oleada represiva para buscar su derrota.

 

«La escalada represiva comprendía encarcelamiento de dirigentes, instalación de puestos de la guardia civil en las zonas más combativas [...] Protegieron los atropellos de los gamonales, reprimieron sangrientamente un mitin campesino en el Cuzco, etc. [...] A Chaupimayo no lo tocaban, pero todos sabíamos que iba a ser el último y el más feroz paso de la escalada represiva» (Blanco. 1972, p. 69).

 

La represión y el aislamiento condujo al paso de la milicia campesina a la guerrilla. En agosto de 1962 Hugo Blanco fue delegado por una asamblea para conformar una comisión de milicianos que paso a ser la Brigada Remigio Huamán -en honor a un campesino asesinado en un mitin en Cuzco-, que terminó constituyéndose en guerrilla para defenderse.

 

 «[...] Había que elegir entre dejarse aplastar en frío o caer combatiendo [...] Optamos por lo segundo, no por romanticismo sino por un criterio político [...] Todo esto era tanto más importante porque el stalinismo triunfalmente se estaba llenando la boca expresando que la represión era una acción premeditada por el trotskismo encabezado por “Hugo Blanco conocido agente internacional del imperialismo” [...] El motivo inmediato para el paso de la milicia a la guerrilla fue el brutal atropello cometido por el dueño de la hacienda Qayara acompañado de guardias civiles contra el hogar de Tiburcio Bolaños, secretario general del sindicato de la hacienda: saquearon su casa, llevándose dinero y enseres, maltratando a sus familiares. El hacendado en presencia de los guardias, puso el cañón en el pecho de un niño, amenazándole con disparar si no decía dónde se encontraba Bolaños; el niño ignoraba su paradero. El hacendado puso el cañón sobre el brazo del niño y disparó [...] Esta noticia llegó casi simultáneamente con la del acentuamiento de la represión en el resto de La Convención y Lares y el de la matanza del mitin del Cuzco en que murió Remigio Huamán» (Blanco. 1972, p. 69).

 

Pero nunca abandonaron la relación con la base campesina. Recorrían los valles y cerros de las zonas en las que tenían presencia los sindicatos, realizando asambleas, impulsando ocupaciones y llamando a aplicar el «Decreto de la Reforma Agraria de la Federación Provincial de Sindicatos Campesinos». La guerrilla tuvo tres enfrentamientos armados en los que cayeron tres policías. Se dieron también algunas acciones aisladas de sabotaje por parte de los campesinos, no obstante, finalmente, el 15 de mayo de 1963, Hugo Blanco fue localizado, capturado y condenado a muerte -a partir de una campaña internacional, de la que participaron personalidades como Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, la pena inicial fue conmutada por una de 25 años de prisión de los cuales pagó 3 años hasta ser amnistiado-.

 

Luego de la detención de Hugo Blanco y de los principales dirigentes campesinos, la revolución agraria en curso fue detenida. El Estado peruano reprimió brutalmente las regiones en las que las organizaciones sindicales eran débiles. En el Cuzco combinó la represión con medidas reformistas, que terminaron con el reconocimiento de las ocupaciones de tierras.

 

¡Otac allpa otac huañuy!

 


 

Hugo Blanco Galdós se distanció políticamente del morenismo, pero se mantuvo siempre del lado de los oprimidos y explotados, nunca se vendió, nunca traicionó a la clase obrera, a los campesinos e indígenas, se mantuvo como un luchador.

 

Durante los años setenta Hugo Blanco acompañó a Nahuel Moreno y Ernesto González en el consejo de redacción de la Revista de América (publicación del Partido Revolucionario de los Trabajadores, luego Partido Socialista de los Trabajadores), desde donde se ocuparon de difundir las luchas obreras y campesinas en América Latina, una clara expresión de su internacionalismo. Blanco mantuvo parte de esa tradición viva con la publicación de la revista Lucha Indígena que dirigió los últimos años de su vida. Con el reciente levantamiento campesino y popular en el Perú volvimos a leerlo para conocer su análisis del proceso. En la editorial de diciembre de 2022 encontramos las siguientes líneas:

 

«Que esta digna rabia que crece y toma las calles nos mueva a establecer asambleas permanentes en cada territorio, donde discutamos una solución que nos involucre y nos pertenezca, donde no reine la queja y la petición sino la exaltación de nuestra fortaleza, la certeza de que es posible gobernarnos a nosotros mismos, decidir sobre nuestras vidas. Allí están nuestros niños y niñas, a quienes pertenece la tierra y les entregaremos, sí o sí, el mundo que podamos construir hoy. ¡Gobierno provisional popular!».

 

Hugo Blanco nunca renunció a la necesidad de la organización «por abajo», a la organización de las bases en asambleas; a la búsqueda de fórmulas de poder que expresarán la dinámica de las masas y sus posibilidades de quiebre de la dictadura de la burguesía. Hugo Blanco murió de pie y aún en los andes peruanos se escucha el rumor de las masas campesinas con las que protagonizó una experiencia única de lucha: ¡Otac allpa otac huañuy! ¡Tierra o muerte!

 

Bibliografía:

 

Blanco, Hugo. (1972). Tierra o Muerte. Las luchas campesinas en Perú. México, Siglo XXI.

González, Ernesto. (1999) El trotskismo obrero e internacionalistas en Argentina, Tomo III, Vol. 1. Buenos Aires, Editorial Antidoto.

Lucha indígena 189 – diciembre de 2022.