22/4/22

2. La guerra en Ucrania y quién la provocó

 


Introducción

En esta oportunidad entregamos tres artículos, siendo éste el segundo, que abordan distintos aspectos de un mismo problema: la guerra en Ucrania. El presente artículo muestra quiénes en realidad han provocado esta guerra.

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La definición sobre qué clase de guerra hay en Ucrania no se puede responder con definiciones generales sobre si Rusia es o no es imperialista. En el sistema económico mundial, que es el del capitalismo imperialista, las oligarquías de cualquier país tratan de explotar a otras naciones en la medida de sus fuerzas. Brasil y Argentina no son países imperialistas sino víctimas de las potencias imperialistas, pero ambos países son victimarios “subimperialistas” de Paraguay y Uruguay. Rusia es un país capitalista, con su propia burguesía y su concentración del poder económico en riquísimas oligarquías, y Putin asienta su poder en esa estructura económica. Si se la quiere definir como “imperialista” tiene interés, pero no responde a las preguntas fundamentales: qué clase de guerra es esta y, sobre todo, quién la provocó.

El estratega alemán Karl von Clausewitz, en su libro De la guerra –que sigue siendo de estudio obligatorio en las academias militares en todo el mundo–, define que “El objetivo [de la guerra] es desarmar al enemigo”, y explica:

Para que al oponente se someta a nuestra voluntad, debemos colocarlo en una tesitura más desventajosa que la que supone el sacrificio que le exigimos… La peor posición a la que puede ser conducido un beligerante es la del desarme completo. Por lo tanto, si hemos de obligar por medio de la acción militar al oponente a cumplir con nuestra voluntad, tenemos o bien que desarmarlo de hecho, o bien colocarlo en tal posición que se sienta amenazado por la posibilidad de que lo logremos… el desarme o la destrucción del adversario… debe consistir siempre el objetivo de la acción militar.

Clausewitz explicaba también que antes de comenzar una guerra había que prepararse para ella armando ejércitos poderosos, bien equipados y con buena logística, y realizando maniobras militares que los ubicaran en posiciones estratégicamente ventajosas.

Después de la desaparición de la Unión Soviética, Estados Unidos logró ser la única superpotencia mundial tanto en lo económico como en lo militar, y sus estrategas se habían fijado el objetivo de lograr imponer su hegemonía en toda “Eurasia”, un área que abarca desde España hasta China, con 5.000 millones de habitantes. Pero Rusia había heredado y desarrollado la capacidad nuclear de la Unión Soviética, mientras China se convertía en una potencia industrial y tecnológica que la convertía en gran competidora económica de Estados Unidos, lo que significaba un enorme obstáculo para aquella estrategia. Además, la Europa imperialista aprovechaba que su seguridad militar estaba garantizada gratuitamente por Estados Unidos para hacer toda clase de negocios con China mientras se abastecía del petróleo y el gas de Rusia. Fue por eso que los sucesivos gobiernos del imperialismo yanqui, tanto los republicanos de Bush y Trump como el del demócrata de Obama calificaron a Rusia y China como enemigos estratégicos y amenazas a la “seguridad nacional” de Estados Unidos. Y actuaron en consecuencia desarrollando las maniobras militares de las que hablaba Clausewitz expandiendo a la OTAN hacia las fronteras de Rusia.

La OTAN fue creada en 1949 estaba integrada inicialmente solo por Estados Unidos y los países de la Europa imperialista, pero a partir de 1999 se fueron sumando a la OTAN –solo en Europa– Hungría, Polonia, República Checa, Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Albania, Croacia, Montenegro, Bosnia y Herzegovina, Georgia y Macedonia del Norte. Al día de hoy, la OTAN ya está instalada en cinco países fronterizos con Rusia y/o su aliada Bielorrusia: Noruega, Polonia, Estonia, Letonia y Lituania. El gran país que faltaba para completar el cerco sobre la frontera con Rusia de la Europa imperialista era Ucrania, que le abrió las puertas a la OTAN en 2019, cuando su Congreso votó enmiendas a la Constitución que garantizan que el país se integrará a la Unión Europea y a la OTAN. Si no lo logró hasta ahora fue porque para entrar a la OTAN el Estado debe tener el control completo de su territorio, y no lo tiene porque en 2014 comenzó una guerra civil cuando los pueblos de Donetsk y Lugansk quisieron separarse de Ucrania y ser parte de Rusia, y fueron ferozmente atacados por el ejército ucraniano, y ese mismo año Rusia incorporó Crimea a su territorio. Y la importante noticia de estos días es que Suecia y Finlandia, históricamente países neutrales, parecen avanzar hacia integrarse a la OTAN, algo que, en el caso de Finlandia, que comparte más de 1.300 kilómetros de frontera con Rusia, significaría el cerco total de Rusia por el Norte.

Si se entiende que una guerra propiamente dicha sólo comienza cuando hay enfrentamientos militares abiertos, estos comenzaron hace ocho años cuando estalló la lucha entre el gobierno ucraniano y los pueblos de Donetsk y Lugansk, y Rusia recuperó Crimea. Pero la preparación de la guerra no la hizo Rusia sino Estados Unidos y sus compinches de la OTAN. Como había dicho Clausewitz, el objetivo era lograr que el “oponente se someta a nuestra voluntad”, y como el enemigo ruso no se sometía, lo fue rodeando para “colocarlo en tal posición que se sienta amenazado por la posibilidad de que lo logremos”. Cuando Ucrania incorporó a su Constitución el ingreso del país a la OTAN mientras los imperialismos occidentales entrenaban y armaban hasta los dientes a su ejército –regimientos y paramiltares nazis incluidos–, a Rusia solo le quedaban dos caminos: capitular al imperialismo occidental o ir a la guerra contra el régimen político ucraniano apéndice de la OTAN. Y Putin optó por el segundo.

Eugenio Greco

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