8/2/20

Hasta dónde se defienden los derechos soberanos


Los derechos de soberanía violados no cuentan para la burguesía, porque el mundo semicolonial constituye el terreno que provee de recursos a las potencias imperialistas. Las crisis económicas pusieron al descubierto el progresivo empobrecimiento de la población mundial bajo el sistema capitalista-imperialista, y en particular de los países dependientes o semicoloniales.  También ha quedado manifestado que creció el volumen de trabajadores que no tiene otra cosa que vender que su fuerza de trabajo, junto al grave deterioro de sus condiciones de vida. Es en este marco, del sistema imperialista mundial, donde en  forma continua se agreden los derechos nacionales conquistados durante los procesos de independencia, los últimos de estos se ganaron después de la Segunda Guerra Mundial, el período que liquidó el dominio colonial en el planeta.
 Los noventa marcaron un giro de 180 grados en la situación mundial y bajo nuevas condiciones en la relación de fuerzas de las clases, predominaron con creciente influencia las técnicas de manipulación de comunicación como instrumentos de campaña ideológica y política al servicio de los planes de las potencias imperialistas contra la clase obrera y sus procesos de independencia política y  organización sindical, que se perfeccionaron a medida que se aceleraron los planes de guerra e intervención militar, ocupación territorial, bloqueos económicos, endeudamiento financiero de las economías dependientes y de los países imperialistas más débiles, agudizado con el robo permanente de los recursos en las ex colonias o países semicoloniales, además del avance descomunal de la injerencia política y judicial en las decisiones soberanas de los pueblos.
Esta ofensiva imperialista, fue secundada por todo tipo de campañas donde la innovación tecnológica se convirtió en el instrumento privilegiado para la formación de una idea dominante: el triunfo de los derechos democráticos globales y de libertades económicas plenas, solo factibles en el marco de un único sistema económico para el planeta: el capitalismo-imperialista.
Cuando, en realidad, los capitalistas, o sea la oligarquía financiera y los grandes grupos económicos del mundo festejaban el aumento exponencial de sus ganancias —a costa de un proceso de concentración y monopolización sin precedentes en la historia—,  y de una mayor explotación y sobreexplotación de mano de obra logradas fundamentalmente por la restauración del capitalismo en la tercera parte de la humanidad. Para consagrar ese objetivo se usurparon las legítimas banderas de las masas y de la clase obrera: en sus luchas contra el colonialismo en África y el Oriente Medio primero, y en los procesos de revolución política contra la casta burocrática del Kremlin y de los aparatos burocráticos de Europa del Este y en la China popular.
 El ejemplo más impactante de manipulación informativa y de comunicación pública se produjo inmediatamente después de lograr la reunificación alemana. La presentación de un informe occidental falso sobre Serbia preparó las guerras de Bosnia (1992-1995) y Kosovo (1999), y muy pocos intelectuales, se podían contar con los dedos de una mano, como también de corrientes políticas de la izquierda revolucionaria y de ex líderes de partidos autoproclamados marxistas o de la izquierda parlamentaria, denunciaron la intervención directa de la OTAN en la guerra exterminadora de Yugoslavia. Después de esa guerra en el centro del continente europeo, donde Alemania intervenía militarmente por primera vez desde la derrota de Hitler, fuera de sus fronteras, se sucederían intervenciones militares en Oriente Medio, África y en las repúblicas de la ex Urss, en una combinación altamente contradictoria del proceso contrarrevolucionario y de guerra geoestratégica por los recursos. Mientras, se preparaba la otra campaña de tergiversaciones y mentiras con respecto a Irak que dio fundamento a la invasión militar imperialista en su territorio en 2003.

Una excepción a la regla

Con motivo del reciente galardón, el Nobel de literatura 2019, otorgado al escritor austríaco Peter Handke, se abrieron las viejas heridas. Porque Handke en su momento, fue uno de los pocos críticos de la agresión de la OTAN contra Yugoslavia, básicamente violatoria del derecho internacional. Defendida en su momento, como «necesaria y humanitaria» por el portavoz de la organización, Jamie Shea durante el mandato del secretario general Javier Solana quien además argumentaba que esa misión humanitaria estaba destinada a prevenir el «genocidio». El bombardeo contra Serbia, produjo más de 2.500 muertos y duró 11 semanas. Todo ocurrió en el continente europeo cuna de la civilización occidental, de los estados de bienestar mejor logrados bajo el capitalismo, y donde se suponía se inauguraba un período de paz y unidad europea, hoy en bancarrota.
En enero de 1999, el texto de Handke, «Justicia para Serbia» (Gerechtigkeit für Serbien) constituyó el escándalo literario del año en el ámbito germanoparlante. En Alemania fue llamado apologista de la guerra, en el marco de una campaña de desprestigio que encabezó Jü-rgen Habermas, que de forma habitual se lo define como el principal filósofo alemán vivo, seguido por Peter Schneider y otros que se sumaron a la lista de defensores de la OTAN:
«Salto en el camino del derecho internacional clásico de los estados hacia el derecho cosmopolita de una sociedad civil mundial», argumentaba Habermas y agregaba que ante la falta de una autoridad global, la OTAN debía actuar como «instrumento de un derecho superior».
 Algo similar también sucedió en Francia con «Carta de un viajero al presidente de la República», de Régis Debray, quien se atrevió a denunciar la agresión imperialista a Serbia.
El texto de Peter Handke se basaba en su viaje en 1995 por distintas regiones de Serbia. Su propósito fue contar la verdad sobre el país y el conflicto:
 «Cuando los criminales de la OTAN bombardean el país, mi lugar está en Serbia», dijo en un contexto dominado por las acusaciones en su contra. Handke volvió a Yugoslavia en 1999, cuando caían las bombas de la llamada guerra de Kosovo, y publicó «Preguntando entre lágrimas» (Unter Tränen fragend). Católico practicante, anunció que dejaba la “Iglesia” en protesta porque en su mensaje de Pascua, el papa no había condenado «el arrollador asalto de la OTAN contra un país pequeño». Mas tarde visitó a Slobodan Milošević en La Haya y escribió sobre él nuevos textos que se sumaron a sus incorrectos.
A Habermas en 2001 le dieron el premio de la paz de los libreros alemanes. A Handke se le nominó en 2006 para el premio Heinrich Heine pero el consejo municipal de Düsseldorf protestó por la «actitud proserbia del autor».
Este tipo de acusaciones resurgieron con motivo del Nobel de literatura, y se juntaron más de 12 mil firmas para pedir que se le retire el premio por ser admirador de Milosevic.
Mientras, se publicaron una seguidilla de opiniones lapidarias contra el escritor,
  «Nadie ha convertido en tanta pequeñez las masacres, la guerra y el sufrimiento en los Balcanes – tan expresivamente como Peter Handke–, para las víctimas, la decisión de Estocolmo tiene un mensaje demoledor», señalaba hace unos días el Frankfurter Allgemeine Zeitung.
  «Alemania estaba en guerra con Milosevic por muy buenas razones humanitarias, ¿no honramos ahora a los apologistas del dictador?», se pregunta en el Tagespiegel el embajador y lobbysta del complejo militar-industrial alemán Wolfgang Ischinger.
Este es el marco que da crédito a una nueva campaña imperialista, dirigida contra la soberanía de Venezuela, Nicaragua, Cuba, Bolivia, Ecuador, cubierta de maniobras y manipulación en la información, llena de tergiversaciones y acusaciones falsas. En el camino emprendido por la movilización de masas en la región se dejaron en evidencia las mentiras sobre los «ejemplos de desarrollo sustentable», que no existen bajo el capitalismo, como lo demostró el pueblo en su determinación de luchar por sus derechos y que se enfrentó en las calles contra el poder político-policial lacayo y al servicio del imperialismo, y contra el poder económico que lo secunda y respalda porque defiende su fuente de ganancias.
Las recientes movilizaciones de Chile, Ecuador, Colombia y Bolivia desafiaron las campañas imperialistas, y de un día para otro quedó en evidencia las lacras del capitalismo, la que deja sin futuro a los jóvenes, avanza con el trabajo esclavo, y abandona a los ancianos, buscando liquidar los sistemas de pensiones. 

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