Los derechos de soberanía
violados no cuentan para la burguesía, porque el mundo semicolonial constituye
el terreno que provee de recursos a las potencias imperialistas. Las crisis
económicas pusieron al descubierto el progresivo empobrecimiento de la
población mundial bajo el sistema capitalista-imperialista, y en particular de
los países dependientes o semicoloniales.
También ha quedado manifestado que creció el volumen de trabajadores que
no tiene otra cosa que vender que su fuerza de trabajo, junto al grave
deterioro de sus condiciones de vida. Es en este marco, del sistema
imperialista mundial, donde en forma
continua se agreden los derechos nacionales conquistados durante los procesos
de independencia, los últimos de estos se ganaron después de la Segunda Guerra
Mundial, el período que liquidó el dominio colonial en el planeta.
Los noventa marcaron un giro de 180 grados en
la situación mundial y bajo nuevas condiciones en la relación de fuerzas de las
clases, predominaron con creciente influencia las técnicas de manipulación de
comunicación como instrumentos de campaña ideológica y política al servicio de
los planes de las potencias imperialistas contra la clase obrera y sus procesos
de independencia política y organización
sindical, que se perfeccionaron a medida que se aceleraron los planes de guerra
e intervención militar, ocupación territorial, bloqueos económicos,
endeudamiento financiero de las economías dependientes y de los países
imperialistas más débiles, agudizado con el robo permanente de los recursos en
las ex colonias o países semicoloniales, además del avance descomunal de la
injerencia política y judicial en las decisiones soberanas de los pueblos.
Esta ofensiva imperialista,
fue secundada por todo tipo de campañas donde la innovación tecnológica se
convirtió en el instrumento privilegiado para la formación de una idea
dominante: el triunfo de los derechos democráticos globales y de libertades
económicas plenas, solo factibles en el marco de un único sistema económico
para el planeta: el capitalismo-imperialista.
Cuando, en realidad, los
capitalistas, o sea la oligarquía financiera y los grandes grupos económicos
del mundo festejaban el aumento exponencial de sus ganancias —a costa de un
proceso de concentración y monopolización sin precedentes en la historia—, y de una mayor explotación y sobreexplotación
de mano de obra logradas fundamentalmente por la restauración del capitalismo
en la tercera parte de la humanidad. Para consagrar ese objetivo se usurparon las
legítimas banderas de las masas y de la clase obrera: en sus luchas contra el
colonialismo en África y el Oriente Medio primero, y en los procesos de
revolución política contra la casta burocrática del Kremlin y de los aparatos
burocráticos de Europa del Este y en la China popular.
El ejemplo más impactante de manipulación
informativa y de comunicación pública se produjo inmediatamente después de
lograr la reunificación alemana. La presentación de un informe occidental falso
sobre Serbia preparó las guerras de Bosnia (1992-1995) y Kosovo (1999), y muy
pocos intelectuales, se podían contar con los dedos de una mano, como también
de corrientes políticas de la izquierda revolucionaria y de ex líderes de
partidos autoproclamados marxistas o de la izquierda parlamentaria, denunciaron
la intervención directa de la OTAN en la guerra exterminadora de Yugoslavia.
Después de esa guerra en el centro del continente europeo, donde Alemania
intervenía militarmente por primera vez desde la derrota de Hitler, fuera de sus
fronteras, se sucederían intervenciones militares en Oriente Medio, África y en
las repúblicas de la ex Urss, en una combinación altamente contradictoria del
proceso contrarrevolucionario y de guerra geoestratégica por los recursos.
Mientras, se preparaba la otra campaña de tergiversaciones y mentiras con
respecto a Irak que dio fundamento a la invasión militar imperialista en su
territorio en 2003.
Una excepción a la regla
Con motivo del reciente
galardón, el Nobel de literatura 2019, otorgado al escritor austríaco Peter
Handke, se abrieron las viejas heridas. Porque Handke en su momento, fue uno de
los pocos críticos de la agresión de la OTAN contra Yugoslavia, básicamente
violatoria del derecho internacional. Defendida en su momento, como «necesaria
y humanitaria» por el portavoz de la organización, Jamie Shea durante el
mandato del secretario general Javier Solana quien además argumentaba que esa
misión humanitaria estaba destinada a prevenir el «genocidio». El bombardeo
contra Serbia, produjo más de 2.500 muertos y duró 11 semanas. Todo ocurrió en
el continente europeo cuna de la civilización occidental, de los estados de
bienestar mejor logrados bajo el capitalismo, y donde se suponía se inauguraba
un período de paz y unidad europea, hoy en bancarrota.
En enero de 1999, el texto
de Handke, «Justicia para Serbia» (Gerechtigkeit für Serbien) constituyó el
escándalo literario del año en el ámbito germanoparlante. En Alemania fue
llamado apologista de la guerra, en el marco de una campaña de desprestigio que
encabezó Jü-rgen Habermas, que de forma habitual se lo define como el principal
filósofo alemán vivo, seguido por Peter Schneider y otros que se sumaron a la
lista de defensores de la OTAN:
«Salto en el camino del
derecho internacional clásico de los estados hacia el derecho cosmopolita de
una sociedad civil mundial», argumentaba Habermas y agregaba que ante la falta
de una autoridad global, la OTAN debía actuar como «instrumento de un derecho
superior».
Algo similar también
sucedió en Francia con «Carta de un viajero al presidente de la República», de
Régis Debray, quien se atrevió a denunciar la agresión imperialista a Serbia.
El texto de Peter Handke se
basaba en su viaje en 1995 por distintas regiones de Serbia. Su propósito fue
contar la verdad sobre el país y el conflicto:
«Cuando los criminales de la OTAN bombardean
el país, mi lugar está en Serbia», dijo en un contexto dominado por las
acusaciones en su contra. Handke volvió a Yugoslavia en 1999, cuando caían las
bombas de la llamada guerra de Kosovo, y publicó «Preguntando entre lágrimas»
(Unter Tränen fragend). Católico practicante, anunció que dejaba la “Iglesia”
en protesta porque en su mensaje de Pascua, el papa no había condenado «el
arrollador asalto de la OTAN contra un país pequeño». Mas tarde visitó a
Slobodan Milošević en La Haya y escribió sobre él nuevos textos que se sumaron
a sus incorrectos.
A Habermas en 2001 le
dieron el premio de la paz de los libreros alemanes. A Handke se le nominó en
2006 para el premio Heinrich Heine pero el consejo municipal de Düsseldorf
protestó por la «actitud proserbia del autor».
Este tipo de acusaciones
resurgieron con motivo del Nobel de literatura, y se juntaron más de 12 mil
firmas para pedir que se le retire el premio por ser admirador de Milosevic.
Mientras, se publicaron una
seguidilla de opiniones lapidarias contra el escritor,
«Nadie ha convertido en tanta pequeñez las
masacres, la guerra y el sufrimiento en los Balcanes – tan expresivamente como
Peter Handke–, para las víctimas, la decisión de Estocolmo tiene un mensaje
demoledor», señalaba hace unos días el Frankfurter Allgemeine Zeitung.
«Alemania estaba en guerra con Milosevic por
muy buenas razones humanitarias, ¿no honramos ahora a los apologistas del
dictador?», se pregunta en el Tagespiegel el embajador y lobbysta del complejo
militar-industrial alemán Wolfgang Ischinger.
Este es el marco que da
crédito a una nueva campaña imperialista, dirigida contra la soberanía de
Venezuela, Nicaragua, Cuba, Bolivia, Ecuador, cubierta de maniobras y
manipulación en la información, llena de tergiversaciones y acusaciones falsas.
En el camino emprendido por la movilización de masas en la región se dejaron en
evidencia las mentiras sobre los «ejemplos de desarrollo sustentable», que no
existen bajo el capitalismo, como lo demostró el pueblo en su determinación de
luchar por sus derechos y que se enfrentó en las calles contra el poder
político-policial lacayo y al servicio del imperialismo, y contra el poder
económico que lo secunda y respalda porque defiende su fuente de ganancias.
Las recientes
movilizaciones de Chile, Ecuador, Colombia y Bolivia desafiaron las campañas
imperialistas, y de un día para otro quedó en evidencia las lacras del
capitalismo, la que deja sin futuro a los jóvenes, avanza con el trabajo
esclavo, y abandona a los ancianos, buscando liquidar los sistemas de pensiones.