22/11/19

El 21N: gran paro nacional en Colombia


La marcha inunda la carrera décima, una de las arterías del centro por la que habitualmente transita el transporte urbano que lleva a las masas trabajadoras al sur de la ciudad, una familia esta apostada en la acera del costado oriental, es una pareja joven que está junto a sus dos hijos, el menor de unos 5 años sostiene un cartel que dice: «Yo marchó porque la educación pública sea un derecho, viva la Universidad Pública»; su hermana de unos ocho año sostiene otro cartel que dice: «Yo marcho para que no se masacre a niños indefensos». La imagen describe los hechos y el sentir de esa marea humana que se hizo presente en el gran Paro Nacional del 21N.

En un país sin tradición de paros nacionales, en un país marcado por la violencia sistemática contra las expresiones democráticas y las organizaciones de la clase trabajadora y de los sectores del pueblo pobre, el Paro Nacional del 21N logró romper el esquema, superar cualquier expectativa. En la calle se expresó el hastío de una sociedad contra la imposibilidad de una vida democrática real, desde los niños salieron a reclamar que no se asesine más a los líderes sociales, que no se masacre a otros niños en los campos del país. En la calle se reclamó que los colombianos tenemos derecho a una vida digna, que los jóvenes tienen derecho a una universidad pública y gratuita, que los trabajadores tienen derecho a un salario digno, que nuestros viejos tienen derecho a una pensión por sus años de trabajo, que los grandes burgueses del país y las transnacionales imperialistas no tienen porque seguir recibiendo exenciones tributarias mientras al pueblo pobre se le incrementan los impuestos.

El 21N fue una gran fiesta democrática. Para el pueblo trabajador un momento para expresar su ira contenida, para bailar y cantar gritando el país que ya no quieren tener: contra el paquetazo de Duque, contra el gobierno uribista y su régimen del terror. Para el gobierno nacional fue una pesadilla y para la burguesía motivo de preocupación.  

En todo el país las movilizaciones fueron gigantescas, cientos de miles de colombianos estuvieron en las calles. Un cártel decía: «Ahora sí Chile es un ejemplo», Chile y Ecuador aparecían en las consignas como referentes de lucha: «¡Viva la lucha del pueblo chileno! ¡Viva la lucha del pueblo ecuatoriano!», el antiimperialismo emerge de manera mas sutil, pero vuelve aparecer «!Abajo el golpe en Bolivia¡». 

Al final del día hay enfrentamientos entre la policía y sectores de los manifestantes, arden contenedores de basura en algunas vías céntricas en Bogotá, se decretó el toque de queda en Cali, las imágenes a nivel nacional son de grandes movilizaciones y una tensa calma. En Suba, un sector con un importante componente de clase trabajadora al norte de Bogotá, el portal de transmilenio -el nefasto servicio público de los bogotanos- arde. En la mañana el ESMAD -el grupo de choque de la policía, odiado por miles-, reprimió violentamente a quienes madrugaban a manifestarse; espontáneos les cantaron el himno nacional en su cara y luego lo rompieron todo, dejando salir ese odio contenido contra una sociedad que excluye y explota. 

Luego de las movilizaciones Bogotá estaba semiparalizada, sin transporte público, con las vías vacías y con miles de personas caminando a casa. Los que no marcharon en el día sacaron sus cacerolas en la noche, gritaron desde sus ventanas, se animaron a desafiar el frío y se movilizaron en sus barrios; desde Rosales, un barrio de la burguesía en el norte, hasta en Bosa, el dormitorio obrero en el sur. Un grupo de manifestantes fue hasta la zona residencial en la que vive el presidente para decirle, que es ciego, sordo y mudo; que no ve, no oye y no entiende el sentir popular, que él y la burguesía a la que representa va tener que empezar a escuchar. La intervención de Duque al finalizar la noche no sirvió de nada, demostró una vez más su incapacidad. Duque, el títere uribista, no puede percibir el sentir del pueblo trabajador, es incapaz de dialogar con él, al igual que el uribismo representa un país que empieza a quedarse atrás.

Un gobierno que llegaba debilitado a enfrentar el paro y que demostró el terror que este le producía con una campaña mediática gigantesca para intentar contenerlo, salió aún más golpeado después de él. El uribismo en el poder se ve aislado y dividido, ha recibido una andanada de golpes que lo deja sin respuesta, sus advertencias de que va a restablecer el orden y la seguridad no parecen poder contener la rabia que se empezó a expresar. El gobierno que fue apoyado ampliamente por la oligarquía no se muestra garante de la estabilidad social, Duque está en la encrucijada: o se la juega a reprimir violentamente o empieza a negociar y ceder alguna concesiones, a hacer algunos gestos. El problema es que el uribismo es poco dado a conceder ante la movilización social.

Un manifestante con un cartel de la comunidad LGBTI dice: «Más marica el que no se moviliza», fuimos muchos, estuvimos casi todos, fue una fiesta con familias que se movilizan, con indígenas que se movilizan, con comunidades negras que se movilizan, con sindicatos y trabajadores que se movilizan, con estudiantes que se movilizan, con campesinos que se movilizan. Fuimos miles. 

El Comité Nacional de Paro solicitó de forma inmediata una reunión con el gobierno nacional para debatir las motivaciones del paro y se declaró en estado de alerta y dispuesto a convocar nuevas acciones en la calle si el gobierno desatiende los reclamos y mantienen su idea de presentar o sacar adelante las reformas pensional, laboral y tributaria. Hace poco días un dirigente sindical planteó que el paro era una acción para «descomprimir», para «sacarle presión a la olla». Sus palabras parece que tampoco se corresponden con lo acontecido, pero aún está por verse como continuará el despertar del pueblo colombiano.

Los chilenos nos invitaron a despertar y Colombia aceptó la invitación: ¡Colombia despertó!.

11/11/19

América Latina: rebelión de los de abajo y contragolpe oligárquico-imperialista



Despertó Ecuador, despertó Chile. ¡Y de qué manera! Millares de indígenas, jóvenes, mujeres, trabajadores estremecieron a Ecuador durante doce días; con sus movilizaciones y barricadas enfrentaron al gobierno de Lenín Moreno, al FMI y a la violenta represión. Después varios días de estallido sostenido, un millón doscientos mil chilenos se movilizaron en Santiago, además de los millares que lo hicieron en el resto del país, e hicieron añicos la propaganda que con tanto ahínco han pregonado los escribas de la banca, los monopolios imperialistas y los oligarcas locales sobre el “modelo chileno” como un ejemplo a seguir en toda Latinoamérica.

Tan fuerte fue el despertar que el continente entero vibró: por millones, “los de abajo”, a lo largo y ancho del continente, se reconocieron interpretados y reflejados en los pueblos que en las últimas semanas han sido vanguardia y ejemplo de lucha: los hermanos ecuatorianos y chilenos.

Simultáneamente los trabajadores y el pueblo argentino hicieron su parte, no mediante un levantamiento insurreccional sino con una paliza electoral que acabó con el proyecto de Macri de lograr un nuevo mandato presidencial, otro golpe a las políticas impuestas por el FMI y aplicadas con prisa y sumisión por los gobiernos igualmente lacayos de Lenín Moreno y Piñera. Ambos quedaron debilitados y fueron obligados a hacer concesiones para tratar de frenar a las masas, pero no cayeron… al menos, no todavía.

Rápidamente la reacción oligárquico-imperialista contragolpeó en Bolivia, donde un golpe cívico-militar alentado por los yanquis, su “Ministerio de Colonias”, la Organización de Estados Americanos (OEA), y llevado adelante por comandos fascistas con la complicidad de la policía y las Fuerzas Armadas, derrocó a Evo Morales.


De “conspiración de Maduro” a “invasión alienígena”

Entrando en pánico ante la colosal demostración de unidad y fuerza popular, el puñado de privilegiados y beneficiarios del estado de cosas buscan cómo desvirtuar y deslegitimar tan gran estallido popular.

Trump salió a decir que enemigos externos atacaban a las democracias latinoamericanas. Lenín Moreno proclamó con toda solemnidad: “El sátrapa de Maduro ha activado junto con Correa su plan de desestabilización… ellos son quienes están detrás de este intento de golpe de Estado…”. Piñera declaró: “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso”. Después tuvo que disculparse, quizás inspirado por su esposa, que coincidió con su marido al afirmar que para ella la gente que se movilizaba no eran seres humanos sino una “invasión alienígena”, pero asumió que había que tratar de conformarlos tirándoles algunas migajas de los “privilegios” de la decena de familias propietarias de la parte del león de las riquezas de su país.

Ambos gobiernos respondieron con la más violenta represión. Más de 10 muertos en Ecuador, más de 23 en Chile. Las masas populares antes que retroceder, se envalentonaron.


Ofensiva de los pueblos ecuatoriano y chileno, y paliza a Macri

Las verdaderas razones del estallido las dejaron claras los luchadores. Las expresó una indígena ecuatoriana que agitaba en medio de una barricada en las calles de Quito: “Que se vayan todos esos millonarios… que nos dejen en paz… ya nos conquistaron una vez y no volveremos a ser conquistados… nos ultrajaron a nuestras mujeres, hicieron esclavos a nuestros hombres… ¡ahora ya no!… ¡ahora basta de esta tiranía!”

Una joven estudiante chilena, en el marco del Festival Iberoamericano de Teatro en Cádiz, España, denunció: “El pueblo salió a las calles a luchar por la desigualdad económica, por la pobreza, por los sistemas de salud precarios, por una educación de mierda donde sólo los que tiene plata llegan arriba, donde todos los pobres se quedan abajo…”

Los indígenas y el pueblo ecuatoriano lograron echar abajo el decreto 883, frenando así el nuevo ataque ordenado por el FMI, y Lenín Moreno tuvo que renunciar, entre otras medidas antipopulares, a la pretensión de aumentar un 123% el precio del diesel. Hasta el día de hoy no ha logrado imponer un nuevo decreto en la misma dirección. Los jóvenes y trabajadores chilenos lograron que Piñera derogara el aumento de las tarifas del metro y sacara los militares de las calles, pero hasta ahora no ha logrado desmovilizar a la población.

La paliza a Macri la sintió directo el FMI, que había apostado por él a tal punto que el 47% de sus préstamos en el mundo se destinaron a Argentina. Evidentemente la apuesta le salió mal: ahora el FMI tiene un gran deudor con una economía quebrada, y un Macri derrotado gracias al contundente golpe que le propinó el pueblo argentino en las urnas.


La contraofensiva imperialista

Para los Estados Unidos resulta de interés estratégico reconquistar su control sobre los países del continente que no acataban servilmente sus órdenes, y para lograrlo necesita que estén en el poder las oligarquías de cada uno de ellos.

Es así que el imperialismo, ni bien pudo, empezó la contraofensiva: mediante “golpes parlamentarios” o “golpes blandos”, en 2009 acabó con el gobierno de Zelaya en Honduras; en 2012, con el de Lugo en Paraguay, y en 2016, con el de Dilma Rousseff en Brasil. En 2015 logró derrotar electoralmente al kirchnerismo y colocar a Mauricio Macri. En 2017 Lenín Moreno llega a la presidencia en Ecuador con los votos del correísmo, y rápidamente gira para colocarse al servicio del imperialismo. A Correa le abren proceso penal, y en 2018 condenan a Lula a la cárcel y logran que sea elegido Jair Bolsonaro. Y el 10 de noviembre de este año la crápula oligárquico-imperialista dejó bien claro en Bolivia que cuando los “golpes blandos” no son suficientemente eficaces, va a volver a recurrir a golpes de estado en toda la regla, a los que aparentemente habían renunciado después de sucesivos fracasos en Venezuela.

Parte de esta contraofensiva son los intentos de hacer caer a Daniel Ortega y los nuevos ataques y sanciones contra Cuba por parte del gobierno de Trump. Pero los yanquis tienen puesto el foco en acabar con la soberanía de Venezuela, tarea para la cual ha contado con la servil colaboración del llamado Grupo de Lima, y en especial con el gobierno de Colombia que, para empezar, lo ayuda con las bases yanquis en territorio colombiano. El golpe contra Evo Morales es el último episodio de esta contraofensiva.


Los estallidos patearon el tablero

Los levantamientos insurreccionales en Ecuador contra Lenín Moreno y el FMI, y en Chile contra Sebastián Piñera y su “oasis neoliberal”; así como la paliza electoral contra Macri y el FMI en Argentina, pegaron duro en la mesa y sacudieron todas las fichas en el tablero. Ya lo habían empezado a hacer las combativas luchas que desde hace semanas libra el pueblo haitiano, y también el puertorriqueño, que con sus masivas protestas logró en julio la caída del gobernador.

Un tablero en el cual ya los yanquis venían sufriendo reveses, siendo el más importante el haber fracasado en su intento de tumbar a Maduro, cuando se lo propuso como objetivo a lograr en el corto plazo al nombrar a su títere Juan Guaidó como flamante “presidente encargado de Venezuela reconocido por 54 países”. Tampoco logró derrocar a Ortega en Nicaragua. Ya habían recibido un golpe en México con la contundente derrota del PRI y la llegada al gobierno en 2018 de Manuel López Obrador, que inició, ente otras cosas, el debilitamiento del Grupo de Lima; grupo hoy bastante maltrecho dada la crisis en que se encuentran los gobiernos de Lenín Moreno y de Piñera, la derrota de Macri y el prematuro desgaste de Duque en Colombia y, hasta cierto punto, de Bolsonaro en Brasil.

Las masas insurrectas colocaron sobre la mesa el problema del poder, de quién tenía el poder de decisión sobre qué hacer. En ambos casos el derribamiento de gobiernos electos bajo las reglas de la podrida democracia burguesa semicolonial estuvo colocado como posibilidad concreta por la fuerza de la calle; una tarea que aún sigue pendiente. Por ello la aguda crisis política instalada en Chile y Ecuador trasciende a la esfera de los gobiernos y afecta la estabilidad de sus regímenes políticos. En Chile saltó a primer plano la pendiente tarea histórica democrática de destruir todo vestigio del régimen del dictador Pinochet. En Ecuador, que hace pocos años había expulsado la base yanqui de Manta y que hoy de la mano de Lenín Moreno ve regresar la presencia militar imperialista en las Islas Galápagos, el cuestionamiento al nuevo régimen servil a los yanquis y al FMI quedó en la agenda de la lucha popular.

Los pueblos de Ecuador, Chile y Argentina inauguraron un nuevo momento en la situación política continental. Asistimos a la primera gran crisis de la contraofensiva yanqui por la retoma del control de su patio trasero.


El golpe de estado en Bolivia

Si algo quedó claro en Bolivia es que el enemigo oligárquico-imperialista tuvo la capacidad de contragolpear con toda ferocidad con el objetivo de revertir a su favor la relación de fuerzas que se le estaba volviendo en contra por sus fracasos en Venezuela y Nicaragua, por las rebeliones masivas en Ecuador y Chile y por la derrota electoral de Macri en Argentina.

Estamos cerrando esta edición de Perspectiva Marxista Internacional al día siguiente del golpe que derrocó a Evo Morales, cuando todavía no se sabe cómo evolucionará la situación. ¿Podrá el pueblo boliviano responder duramente en las calles, como lo hicieron los destacamentos que bajaron hacia La Paz desde el tradicional bastión rebelde de El Alto, atacaron las residencias de políticos y periodistas golpistas, entre ellas la del rector de la Universidad de San Andrés, a quien le incendiaron la casa? ¿Logrará el golpismo “pacificar” la situación y establecer un nuevo régimen con fachada “democrática” o Bolivia se encamina hacia una guerra civil? ¿Se verán obligadas las Fuerzas Armadas a salir de su madriguera y aparecer como lo que en realidad son, el único poder real que hoy existe en el país? A pesar de estas incógnitas, hay algunas cosas que podemos afirmar.

El golpe se venía preparando desde hacía mucho tiempo; así lo demuestra la sincronización en todo el país de las movilizaciones en las calles, el accionar de los comandos fascistas, el motín de la policía que se negó a reprimirlos y la “neutralidad” de los altos mandos de las Fuerzas Armadas, que se sacaron la careta cuando le “sugirieron” a Evo que renunciara.

Los medios y la casta política buscan disimular lo que verdaderamente ocurrió con una discusión leguleya sobre si “institucionalmente” fue un golpe, como afirma correctamente el Grupo de Puebla, o no fue un golpe, como sostienen los gorilas de todo pelaje. Pero lo verdaderamente importante es que el golpe tiene objetivos geopolíticos, políticos y económicos, compartidos por el imperialismo y la oligarquía local.

En lo geopolítico, acabar con un gobierno independiente del imperialismo yanqui e imponer otro que sea cómplice del amo del norte, especialmente en la cuestión Venezuela.

En lo político, cambiar a un gobierno que se apoyaba en los trabajadores, el pueblo pobre y los indígenas por otro que represente directamente a los oligarcas, y también acabar con el régimen que impuso Evo, que redefinió al país como un “Estado plurinacional” que garantizaba los derechos de las comunidades indígenas hasta ese entonces objeto de discriminación, explotación y opresión por parte de la burguesía blanca.

Y en lo económico, dar marcha atrás con las medidas nacionalistas que tomó Evo, como la nacionalización de los hidrocarburos para destinar esos recursos a mejorar sustancialmente el nivel de vida, de educación y de salud del pueblo pobre, afectando, por ejemplo, los intereses de Luis Fernando Camacho, el fascista evangélico que apareció como líder del ala civil del golpe, que se había quedado sin el manejo del negocio del gas en Santa Cruz.

En síntesis, el golpe expresa las profundas e irreconciliables contradicciones entre las clases explotadoras y las clases explotadas, entre los intereses nacionales de los países atrasados y el imperialismo opresor y explotador. Por eso queremos reafirmar lo que siempre sostuvo el marxismo revolucionario:

• Jamás confiar en las Fuerzas Armadas y policiales de la burguesía, por más “democráticas” que se declaren.
• Jamás confiar en los regímenes “democráticos” capitalistas como solución a la cuestión del poder.
• Al fascismo no se lo discute ni se acaba con él en las elecciones; hay que aplastarlo en las calles armas en mano.


Perspectiva

El imperialismo y sus socios oligárquicos intentarán derrotar a las masas. A su favor tienen a los gobiernos de Bolsonaro y Duque, que aunque en medio de dificultades y resistencia popular, avanzan en golpearlas y en pretender imponer regímenes con elementos fascistas, de aplicación de métodos de guerra civil para derrotar la resistencia de los de abajo.

En su contra el imperialismo yanqui tiene la agudización de la crisis interburguesa interna, que ya llevó a la aprobación del proceso de destitución de Trump en la Cámara de Representantes. Además, en medio de la huelga de 40 días de los obreros de la General Motors y las de los gremios docentes en varios estados. También lo afecta la situación económica del capitalismo en el mundo y en Latinoamérica, donde se estima un crecimiento regional del PIB de tan sólo 0,2% para este año, y en donde, según cifras oficiales, en 2014 estaban en situación de “pobreza absoluta” 46 millones de personas, cifra que subió a 63 millones en 2018. Y además, la situación de la lucha de clases en el mundo lo obliga a responder en varios frentes de tormenta. Este año ha sido testigo de la incansable pelea de los chalecos amarillos en Francia, de las masivas marchas por la autodeterminación y contra el poder monárquico en Cataluña y del resurgir de las movilizaciones en el Magreb con las masas en la calle en Argelia y en El Cairo, la capital de Egipto. Se sumaron los jóvenes kurdos, palestinos, libaneses e iraquíes, en territorios donde la contrarrevolución pareció haberse impuesto o donde la guerra imperialista secundada por Turquía o el Estado de Israel destruye las posibilidades de existencia de poblaciones enteras.

La importancia de las luchas de las masas, por su masividad y organización para dar pelea contra las fuerzas de la represión y por los triunfos parciales que obtienen constituye el principal desafío de las corrientes marxistas hacia el futuro y hacia su fortalecimiento.

En todo caso, y de fondo, lo que todos estos sucesos colocan en evidencia es la decadencia y putrefacción del régimen de dominación y explotación capitalista-imperialista, y la necesidad de destruirlo e instaurar un sistema socialista que reorganice el mundo terminando con la explotación del hombre por el hombre y con la opresión sobre los pueblos, que acabe con la organización de la economía en función de las ganancias para un puñado de monopolios capitalistas y a costa del hambre de miles de millones. Sólo el socialismo, basado en la autoorganización democrática de la clase obrera, de los pobres y de los oprimidos, y liderado por una dirección obrera y revolucionaria, podrá salvar al mundo de la barbarie y a la naturaleza, de su destrucción. Hoy más que nunca cobra valor el llamado de Carlos Marx y Federico Engels: “Proletarios del mundo, uníos”.


Denunciamos el golpe en Bolivia.
Apoyamos incondicionalmente toda acción de resistencia, sea pacífica o violenta.
Y llamamos a la solidaridad internacional con el pueblo boliviano.