«El pasado histórico no conoce un hombre que haya ejercido tal influencia, no solamente en el destino de su propio país, sino en el destino de la humanidad: el significado histórico de Lenin no tiene precedentes».
El 21 de enero de 2024 se cumplieron 100 años de la muerte de Vladimir Ilich Lenin, «fundador y espíritu guiador de las Repúblicas Soviéticas y la Internacional Comunista, el discípulo de Marx, el líder del Partido Bolchevique y el organizador de la Revolución de Octubre en Rusia» (Aniversario de la muerte de Lenin), como lo describe León Trotsky en su nota biográfica escrita para la Enciclopedia Británica en 1929. Este es un año aciago -desgraciado- para su conmemoración, las penurias y vejámenes que padecen los trabajadores y los pobres en el mundo, especialmente en Palestina, son la medida del retroceso histórico de la lucha revolucionaria, sin embargo, representan también la vigencia y la enormidad de la tarea de hacer la revolución socialista mundial, como única alternativa al sistema económico-social capitalista-imperialista, que amenaza con sumir a la humanidad en la barbarie.
No es posible conmemorar la muerte de Lenin sin recordar el significado histórico y la vigencia de la lucha de toda su vida por liberar a los trabajadores y a los pobres de la opresión y la explotación capitalista. Es decir, a la luz de las descomunales tareas que este sistema en descomposición plantea a las masas obreras y populares en todo el mundo, y a quienes todavía nos reivindicamos como revolucionarios, escapando al mito reaccionario -al fetiche- construido por el Stalinismo sobre su figura y a la ritualización vacía, que blande su retrato para mejor encubrir el abandono de los principios que él encarnó y que hicieron posible el primer Estado Obrero de la historia, la URSS.
¿Por qué los enemigos de la clase obrera odian mortalmente a Lenin?
Tampoco es posible hacerlo sin combatir la pérfida campaña de mentiras y falsificaciones que la burguesía y sus ideólogos ha construido para pervertir su papel en la historia y su legado. Si Marx ha querido ser convertido en un león sin garras, en un intelectual más, en un simple filósofo; a Lenin no lo bajan de criminal y hasta de asesino. Si a Marx es posible tergiversarlo y convertirlo en un pacífico fundamentador de la democracia y de la conciliación de clases -como el mismo Lenin denunciaba hacían en su tiempo los pacifistas y social demócratas-; a Lenin sólo es posible proscribirlo y condenarlo por «dictador», porque nunca jamás la burguesía podrá perdonarle que haya hecho realidad el programa socialista -marxista- de la destrucción del Estado burgués, de la expropiación y la socialización de los medios de producción, y la construcción de una nueva sociedad en la que ella no, era, en absoluto necesaria. Y peor aún, el haber construido un partido mundial que buscaba extender esta realidad a todos los países, la Tercera Internacional.
No, Lenin nunca ha sido ni puede ser hoy una figura tranquila de recordar para la burguesía y el imperialismo. No lo puede ser tampoco para los burócratas, para los oportunistas, ni para los aventureros «revolucionarios» de toda laya. Para los burócratas, porque Lenin fue el gran defensor de la democracia obrera, el que siempre escuchó a las mayorías oprimidas -campesinas- y mantuvo un vínculo férreo entre ellas y el proletariado, y quien apostó siempre por las acciones independientes de los explotados, teniendo claro que los «jefes» se deben a las bases y no las bases a los jefes. Para los oportunistas, porque Lenin supo identificar las tendencias acomodaticias y arribistas, hasta de sectores de trabajadores corrompidos por el capital, y combatir sin descanso las expresiones políticas de esas presiones sociales: a los pacifistas frente a la guerra imperialista, a los conciliadores de clase que renunciaron a la lucha por la destrucción del Estado y se empecinaron en el reformismo, tanto en el de corte sindicalista como en el parlamentarista.
Pero tampoco es tranquilo de recordar para los aventureros y los ultraizquierdistas. Pues Lenin, apegado como siempre a los sentires y necesidades de los sectores más explotados de las masas, supo resistirse a la desesperación de los intelectuales y de los grupúsculos sectarios y vanguardistas, persistió en la estrategia de las acciones de masas y luchó incansable para ello en la construcción de un partido revolucionario que fuera la vanguardia de esas masas, por ser sus militantes los más claros, los más abnegados, los más decididos, pero también los más respetuosos de las experiencias políticas y de lucha, mediante las cuales las masas avanzan en su conciencia y aprenden a conocer y a decidir quiénes deben ser sus dirigentes.
Hoy queremos recordar al incansable, al implacable, al incorruptible, al dirigente revolucionario que luchó hasta la muerte por destruir este sistema de hambre, opresión y violencia y por crear una sociedad nueva gobernada por los trabajadores y el pueblo pobre. Y recuperar para las nuevas generaciones su perspectiva revolucionaria -teórica, política y práctica-, indispensable para formarse y proseguir la lucha en una época en la que muchos «compañeros de viaje» abandonaron el camino y se plegaron a las ilusiones que este sistema impone: a la democracia burguesa e imperialista, a los gobiernos «populistas», a los proyectos individuales «exitosos» o incluso a la rutina, la desmoralización o al vil consumismo.
Lenin y el partido Bolchevique
Y si bien pudiéramos insistir en infinidad de asuntos en los que Lenin sigue siendo decisivo para la formación de la conciencia revolucionaria de los trabajadores y los jóvenes luchadores: como en sus enseñanzas sobre los métodos de lucha -contra el oportunismo y el ultraizquierdismo-; en la clarificación del verdadero significado del Estado y la necesidad de su destrucción; en su combate a la democracia burguesa y el parlamentarismo, y también sobre cómo usarlos en favor de la lucha. O sobre la comprensión profunda de lo que representa el imperialismo como etapa de desarrollo del sistema capitalista, sobre lo que significa para cada pueblo oprimido el que el mundo se encuentre dominado por un puñado de familias -la oligarquía financiera- que concentra toda la riqueza de la humanidad, mediante la cual dominan a los Estados más poderosos, y a sus instituciones u organismos internacionales -como son hoy el FMI, el Banco mundial, la ONU- para decidir la suerte -la vida y la muerte- de cada país, bien mediante el saqueo despiadado y el endeudamiento financiero -como en su momento a Grecia u hoy a Argentina-; a través de los bloqueos financieros y políticos -Venezuela, Cuba, y hasta Rusia- o vía los cañones y las bombas -como en Granada, Irak, Afganistán o ahora Palestina-; o en su explicación de cómo en su lucha por repartirse el mundo los imperialistas llegaron a producir dos guerras mundiales, y son la fuente inagotable de nuevas guerras.
Sin embargo, consideramos urgente destacar el rol fundamental como organizador de la palanca gracias a la cual las masas proletarias y campesinas triunfaron en Rusia y abrieron el camino para la destrucción del capitalismo en todo el mundo, su papel como el jefe de la revolución, como constructor del partido revolucionario nacional e internacional. Pues esa perspectiva, por más que ahora resulte extremadamente difícil de concretar, resulta indispensable para avanzar en la formación de nuevas generaciones de verdaderos revolucionarios socialistas.
El partido de Lenin, o partido Bolchevique, es un nuevo tipo de partido. Forjado en la lucha contra la sanguinaria autocracia rusa, emergió en la historia como un partido de combate, hecho para combinar inteligentemente el trabajo legal con el ilegal, siempre en pro de la movilización permanente de las masas, y con gran arraigo social en las fábricas y en las barriadas proletarias de los sectores más explotados. Conformado por militantes profesionales férreamente disciplinados, sólidamente formados en la teoría marxista revolucionaria, y acostumbrados a la lucha política interna con base en la cual se definían las posiciones de la organización, mediante la discusión y la votación, sin censurar y sin expulsar a nadie por sus posiciones o por su críticas a la dirección. Fue este el partido que conquistó el poder en Rusia y se empeñó en la construcción de un partido internacional para hacer la revolución en todo el mundo. En síntesis, un partido obrero, democrático -centralista-democrático-, revolucionario e internacionalista.
Hay una relación directa entre el tipo de dirigente que fue Lenin y el tipo de partido que construyó, que fue no sólo indispensable para tomar el poder en Rusia, sino también para darle forma a un régimen político también nuevo en la historia, el régimen de los soviets basado en la democracia obrera.
Lenin por León Trotsky
Por último, para presentar en forma breve pero contundente, una imagen lo más certera de quien fuera Vladimir Lenin dejamos hablar a León Trotsky su gran compañero de lucha:
«Para comprenderlo basta recordar el odio concentrado que esta figura provoca y provocará en todos los enemigos de la clase obrera. Porque la naturaleza ha producido una obra maestra al reunir en un solo hombre la personificación del pensamiento revolucionario y la energía indomable de la clase proletaria. Este hombre es Vladimir Ilich Lenin.
Y cuando se abrió la nueva época, los antiguos jefes fueron incapaces de medirse con ella: esta fue la época de las terribles convulsiones y de las sangrientas batallas. La historia quiso, y no por azar, crear una figura un solo bloque en Rusia, una figura que representara bien toda la rudeza y la grandeza de nuestro tiempo. Repito, no era por azar». (Lenin, León Trotsky, pp. 308-309).
«(…) Para esta época la historia rusa creó un nuevo jefe. Todo lo mejor de la antigua intelectualidad revolucionaria, su espíritu de abnegación, su audacia y su odio contra la opresión, todo esto estaba concentrado en su persona, que, no obstante, en su juventud había roto irrevocablemente con el mundo de la intelectualidad a causa de las relaciones de ésta con la burguesía; Lenin personifica la idea y la realidad del desarrollo de la clase obrera. Apoyándose en el joven proletariado revolucionario de Rusia, utilizando la rica experiencia del movimiento obrero internacional, transformó su ideología en una palanca para la acción.
(…) Su internacionalismo es una apreciación práctica de los acontecimientos históricos y una intervención en su curso a escala internacional y para un propósito mundial. Rusia y su destino son solamente un elemento de esta grandioso proceso histórico de cuyo éxito depende la suerte de la humanidad». (Lenin, León Trotsky, p. 313).
«(…) en nuestro aparato gubernamental, es Lenin, principalmente, quien tiene la confianza del campesinado. Independientemente de todas las demás consideraciones, Ilich representa un gran capital moral en las relaciones establecidas entre los obreros y los campesinos». (Lenin enfermo, p. 318).
«(…) Marx entero está contenido en el Manifiesto Comunista, en el prólogo de su Crítica, en El Capital. Aun cuando no hubiese sido el fundador de la I Internacional, siempre hubiera sido lo que es. Lenin, en cambio, se dedica desde luego a la acción revolucionaria. Sus obras son simples ejercicios preparatorios de la acción. Aunque no hubiese publicado un solo libro hubiera aparecido en la historia como aparece hoy: como el jefe de la revolución proletaria, el fundador de la III Internacional». (Lenin, León Trotsky, p. 315).
Es esa perspectiva de combate inclaudicable al sistema capitalista-imperialista y a sus defensores de todo tipo, de lucha infatigable por la construcción del socialismo, como única verdadera estrategia de emancipación humana, el que queremos presentar hoy a todos aquellos y aquellas que buscan honestamente una transformación radical de la sociedad.
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