28/8/21

AFGANISTÁN: DERROTA DE LOS ESTADOS UNIDOS Y DE LA OTAN


   Hace veinte años Afganistán fue invadido por la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), liderada por Estados Unidos y que incluyó, entre otras, fuerzas militares de sus socios menores imperialistas: Gran Bretaña, Alemania, Holanda, Francia, Italia y España. En total, llegaron a sumar unos 130 mil soldados, y lograron su objetivo: expulsar del poder a los talibanes que por entonces gobernaban el país e imponer un gobierno títere apoyado en un “ejército nacional” mercenario. Los gastos de esta operación, sumando los militares y los de “ayuda humanitaria”, fueron gigantescos; de lejos la mayor “inversión” fue la de Estados Unidos: 3 billones (millones de millones) de dólares, pero el ejército y la policía “nacionales” hambreaban a sus efectivos mientras gobernantes y generales se robaban buena parte de esos recursos.

   Las dos décadas de invasión militar imperialista fueron de guerra y exterminio en manos de esas tropas extranjeras, mientras el pueblo afgano sufría caídas catastróficas en todos los niveles de sus condiciones de vida, y dejaron un saldo de decenas de miles de muertes civiles y muchísimos más refugiados en Pakistán e Irán, que huyeron del hambre, la miseria y la muerte.

   Veinte años después impactaron las imágenes televisadas del caos en el aeropuerto de Kabul.

   Los aviones, enviados por los Estados Unidos y por la OTAN para la evacuación partían repletos de militares, diplomáticos, funcionarios de los servicios secretos, mercenarios-contratistas, personal de las ONG, periodistas, familias extranjeras pero también afganas que huían del país. El primero en escapar fue el presidente Ashraf Ghani, un canalla servil a las fuerzas ocupantes, que leyó su último mensaje al país y esa mismo día se escapó hacia Qatar con 169 millones de dólares, y terminó asilado en Emiratos Árabes Unidos.

   Esta salida en estampida de los ocupantes y sus lacayos, esta huida forzada por la ofensiva relámpago de los talibanes en la capital del país, dejó al desnudo la imprevisión y el mal cálculo, propios de una rendición negociada a medias, que los obligó a esta evacuación más cercana al caos que a una retirada ordenada. Las fuerzas armadas norteamericanas y de la OTAN han perdido una guerra, no hay mucho más que explicar.

   Los medios masivos se empeñan en mostrar que el pueblo afgano está desesperado por escapar en masa del país por el terror que le tiene a los talibanes. Pero el triunfo de esta revolución no puede explicarse solo por la acción de los nuevos gobernantes, que derrotaron a los imperialistas pese a que estos tenían una abrumadora superioridad militar y económica. Se explica fundamentalmente porque la inmensa mayoría del pueblo afgano odiaba a los invasores y quería expulsarlos del país.

   La clase obrera mundial debe ser consciente de que esta batalla ganada por el heroico pueblo afgano y el nuevo poder talibán contra el abrumador poderío militar de los imperialistas, es una revolución de liberación nacional triunfante, dirigida política y militarmente por los talibanes. La derrota de las potencias imperialistas no es solo militar, también es política, económica e ideológica. Afganistán recuperó su independencia y demostró que al imperialismo y a sus gobiernos serviles se los puede derrotar.

   Una derrota que tendrá repercusiones muy profundas en el curso de la lucha permanente e internacional contra la opresión que sufren los pueblos bajo el sistema de explotación esclavista del capitalismo-imperialista.


Perspectiva Marxista Internacional

28 de agosto de 2021


18/8/21

Una vez más: Por la unidad de acción de los antiimperialistas y demócratas EN DEFENSA DE CUBA


      Las movilizaciones en Cuba fueron aprovechadas por Estados Unidos, con la ayuda de un poderosísimo sistema de monopolios mediáticos, para instalar el discurso de que en la isla, al igual que en Venezuela y en Nicaragua, estaba en juego la alternativa “dictadura o democracia”. Pero lo que en realidad está en juego es independencia nacional o colonia.

   Para este discurso, el gobierno de Lenin Moreno en Ecuador, el de Piñera en Chile, y el de Duque en Colombia son gobiernos democráticos porque hay elecciones con varios partidos, y el cubano es una dictadura porque no las hay. El saldo de la represión de Moreno al levantamiento popular de octubre de 2019 fue de 22 muertes y 20 lesiones oculares. La represión de Piñera al levantamiento del pueblo chileno de 2019-2020 causó 40 muertos, casi 500 mutilaciones oculares y miles de heridos. El gobierno de Duque, con su represión a la rebelión popular iniciada en abril de 2021, causó 1246 heridos, 106 mujeres víctimas de violencia sexual, 74 mutilaciones oculares y 74 muertes, pero las cifras son mayores, y hay que sumar los asesinados por grupos paramilitares, los miles de heridos, los asesinatos sistemáticos de líderes sociales que siguen hasta hoy, la expulsión de sus tierras de más de 44.000 campesinos por fuerzas paramilitares en lo que va del año y la actual persecución policial y judicial a los jóvenes de la “Primera Línea” que defendían las manifestaciones y bloqueos de los ataques policiales y militares, acusados de terrorismo y sedición.

   La defensa de la “libertad” y la “democracia” por parte de los yanquis fue la justificación del golpe de estado (intento de asesinato incluido) contra Evo Morales en Bolivia, que dejó decenas de muertos y miles de heridos, y fue tan brutal que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos calificó de “masacres” las represiones con armas de fuego de las localidades Senkata y Sacaba.

   En contraste con estas barbaries, en Cuba hubo solo un muerto. Si medimos las cosas por quiénes masacran más a sus pueblos, el gobierno cubano sería democrático, y Piñera, Duque y Áñez, la efímera presidente golpista de Bolivia, serían dictadores.

   Frente a las masacres de los gobiernos “democráticos” de Moreno, Piñera, Duque y Áñez, la Casa Blanca, la OEA y la ONU respondieron con un silencio atronador: ninguna sanción para quienes las ejecutaron. La campaña por la “libertad y la democracia” en Cuba, Nicaragua y Venezuela persigue el propósito que acallar todas las voces que no obedezcan servilmente al amo del Norte y de sus socios menores europeos.

   La dominación imperialista se fortaleció en el conjunto de América latina, por la vía capitalista del endeudamiento y los tratados de libre comercio, de la especulación y la libre circulación de capitales, de la renta financiera y del saqueo de recursos naturales. Las potencias imperialistas y fundamentalmente Estados Unidos fortalecieron y perfeccionaron sus instrumentos e instituciones políticas, económicas-financieras, judiciales, mediáticas, de inteligencia y militares para intervenir libremente en los países del área, mientras socavaban la soberanía y con ello la pérdida de libertades y de derechos de los trabajadores y de las masas populares en toda América Latina y el Caribe. No existen razones humanitarias ni defensa de las libertades bajo las banderas de quienes dirigen los planes de opresión y saqueo de nuestros países.

   La alternativa no es dictadura o democracia sino independencia o colonia.

   La alternativa no es gobiernos “democráticos” o “totalitarios”, sino gobiernos que resisten al imperialismo o gobiernos sirvientes del imperialismo.

   Esto lo deberían tener claro los “izquierdistas”, “progresistas” y “demócratas” que se pronuncian contra el bloqueo a Cuba pero al mismo tiempo se esmeran en criticar como “antidemócraticos” o “totalitarios” a los gobiernos y regímenes que son atacados por los imperialistas. Entre esta clase de gente no faltaron los que durante la guerra de Malvinas, que enfrentó a una Argentina gobernada por Galtieri, el presidente de una dictadura militar genocida, con el imperialismo británico gobernado por la “democrática” Margaret Thatcher y apoyado por el “democrático” Estados Unidos y su instrumento militar, la NATO, en lugar de apoyar y defender al país decían: “Ni Thatcher ni Galtieri”.

   La campaña imperialista contra Cuba tuvo ya una contrapropuesta, liderada por el presidente de México, López Obrador (AMLO). En su discurso inicial ante la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) del pasado 24 de julio, en ocasión del 238 aniversario del nacimiento del libertador Simón Bolívar, dijo: “Es ya inaceptable la política de los últimos dos siglos, caracterizada por invasiones para poner o quitar gobernantes al antojo de la superpotencia; digamos adiós a las imposiciones, las injerencias, las sanciones, las exclusiones y los bloqueos”.

   AMLO envió tres barcos a Cuba, el primero de ellos, con 100.000 barriles de diesel, y el tercero con alimentos, insumos médicos (tapabocas, jeringas y tanques de oxígeno), mientras Rusia enviaba dos aviones con cerca de 90 toneladas de ayuda humanitaria; Bolivia 20 toneladas de ayuda incluidos material médico y sanitario, además de alimentos, y Nicaragua anunciaba que enviaría un barco con alimentos.

   Además, AMLO propuso crear una especie de Unión Europea en América Latina y el Caribe para abandonar la Organización de Estados Americanos (OEA), conocida desde su nacimiento como el “Ministerio de Colonias” de Estados Unidos: “En ese espíritu, no debe descartarse la sustitución de la OEA por un organismo verdaderamente autónomo, no lacayo de nadie, sino mediador, a petición y aceptación de las partes en conflicto”.

   En la región el paisaje de gobiernos lacayos está cambiando. Trump se apoyó en el fascistoide Bolsonaro, en Duque, en Piñera, en Lenin Moreno, en Macri. Estos dos últimos le enviaron pertrechos antimotines para el gobierno golpista de Áñez en Bolivia, y ahora está bajo investigación la participación de Brasil y Chile en el golpe.

   Pero esta relación de fuerzas en la región comenzó a cambiar. En primer lugar, porque las movilizaciones de masas en Chile, Ecuador, Colombia, Paraguay, Guatemala pusieron contra las cuerdas a los gobiernos serviles de esos países presentados como “modelo” de éxito económico bajo las condiciones casi coloniales impuestas por el imperialismo, al tiempo que el golpe en Bolivia fracasaba rápidamente por la dureza de la resistencia popular, y el gobierno de Macri en Argentina era expulsado del poder por una aplastante derrota electoral. La campaña contra Cuba tuvo y tiene el objetivo de un imperialismo muy asustado por tantos fracasos de aprovechar esas movilizaciones para ocultar esa realidad con una gigantesca campaña mediática con el falso eje “democracia o dictadura”.

   Ahora están México, Argentina, Perú y Bolivia preconizando un reagrupamiento regional, y en condiciones favorables, porque la crisis empuja a todos los gobiernos a hacer algo o mucho de “populismo” (que nunca alcanza) y tratar de atenuar el saqueo del imperialismo yanqui negociando con Rusia y China, en medio de una crisis económica y social histórica, que la pandemia del Covid-19 dejó completamente al desnudo.

   Por fuera de la región, 400 personalidades del mundo de la cultura y la política a nivel internacional firmaron la carta “Let Cuba Live!” (¡Dejemos vivir a Cuba!), publicada en The New York Times, en la que piden al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, el fin del embargo sobre Cuba y la anulación de las medidas coercitivas de la Administración Trump sobre la isla en materia de exportaciones e importaciones.

   “Nos parece inconcebible, especialmente durante una pandemia, bloquearle intencionalmente las remesas y el uso de las instituciones financieras globales a Cuba, dado que el acceso a dólares es necesario para la importación de alimentos y medicinas”, señala la carta, que lleva la firma de los expresidentes de Brasil, Lula da Silva, y de Ecuador, Rafael Correa; los intelectuales Noam Chomsky, Frei Betto y Atilio Borón; el cineasta Oliver Stone y los actores Danny Glover, Jane Fonda y Susan Sarandon, entre otros.

   Ya en la nota anterior sobre este tema, nos habíamos referido al comunicado de la Organización Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan), la contundente y masiva insurgencia de los negros que estalló por el asesinato de George Floyd por un policía blanco, que comenzaba condenando al gobierno estadounidense por su trato inhumano hacia el pueblo de Cuba, exigía que este fuera levantado inmediatamente, y decía:

   “Esta política cruel e inhumana, instituida con la intención explícita de desestabilizar el país y socavar el derecho de los cubanos a elegir su propio gobierno, está en el centro de la crisis actual de Cuba.

   Desde 1962, Estados Unidos ha impuesto dolor y sufrimiento al pueblo de Cuba al cortar alimentos, medicinas y suministros, lo que le ha costado a la pequeña nación insular un estimado de 130 mil millones de dólares.

   En lugar de la amistad, el respeto y la buena voluntad internacionales, el gobierno de Estados Unidos solo ha instigado el sufrimiento de los 11 millones de habitantes del país, de los cuales 4 millones son negros y mulatos.

   Estos y otros pronunciamientos son enormemente progresivos y constituyen una unidad de acción de hecho, al menos sobre la exigencia de acabar con el bloqueo y el embargo a Cuba. Es un deber de todos los antiimperialistas y demócratas consecuentes fortalecer y ampliar esa unidad de acción, que debe dejar en claro que es entre gobiernos, organizaciones políticas y personalidades al margen de sus posiciones políticas sobre los gobiernos y regímenes de los gobiernos y regímenes que se resisten a asumir el papel de lacayos de los Estados Unidos. Debe ser la unidad de acción de los que apoyan políticamente a esos gobiernos y regímenes y los que no los apoyan; de quienes justifican sus represiones y de quienes las critican, pero ponen el centro en el combate a la peor dictadura, la que intenta ejercer el amo del Norte.

   Decimos “fortalecer” porque es imprescindible que el planteo de acabar con la OEA que hace López Obrador sea asumido explícitamente por Alberto Fernández y por el programa de gobierno que levantará Lula en las elecciones del año que viene. Sin México, Argentina y Brasil, el Ministerio de Colonias de los yanquis estaría muerto y enterrado. En la tumba de al lado hay que sepultar también el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), que es el instrumento militar de la OEA.

   Es necesario, además, profundizar esa unidad de acción en un punto fundamental: las deudas externas y el FMI. Hoy el peso de las deudas externas sobre las economías de cada país es muy desigual en nuestra región. La de Argentina es cualitativamente superior a la de la mayoría de nuestras naciones, y bajo el control del FMI amenaza con convertir al país en una nueva Grecia, llevada al desastre total por las imposiciones del Banco Central Europeo, dominado por el imperialismo alemán, y del FMI y el Banco Mundial, dominados por Estados Unidos. Pero el problema de la deuda ya está creciendo en toda la región, y tarde o temprano se convertirá en una hipoteca impagable que irá destruyendo las economías nacionales y hundiendo todavía más en la miseria a los trabajadores, los campesinos y el pueblo pobre de las ciudades. Es imprescindible que los pueblos de América Latina y el Caribe comencemos a unirnos en la propuesta de un frente de países deudores que acuerden el no pago de sus deudas externas y la ruptura con el FMI.

   Hace más de doscientos años comenzó una heroica gesta revolucionaria de los pueblos latinoamericanos y caribeños, que fueron conquistando a sangre y fuego nuestra independencia de los imperios español y portugués, francés y holandés. Esos viejos imperios europeos, caracterizados por invadir territorios y convertirlos en colonias, más tarde se reconvirtieron en los actuales imperialismos, y surgió un imperialismo nuevo, que terminaría siendo el más poderoso política y militarmente: Estados Unidos. Los imperialistas ya no nos ocupaban con sus ejércitos ni nos gobernaban directamente con sus virreyes, pero volvieron a colonizarnos con sus monopolios, su capacidad de endeudarnos eternamente, sus pactos de “libre comercio”, su saqueo de nuestros recursos, sus invasiones militares y golpes de estado para imponer gobiernos serviles a sus intereses. Y en el reparto del mundo entre ellos, América Latina y el Caribe se convirtieron en el “patio trasero” de los yanquis.

   Por eso, acabar con la OEA y el TIAR, unirnos en el desconocimiento de nuestras deudas externas y romper con el FMI serían los primeros pasos de la revolución que necesitamos, la revolución de los pueblos de América Latina y el Caribe por nuestra Segunda Independencia

Perspectiva Marxista Internacional

18 de agosto de 2021