¡NI UNA MENOS!!
¡ABORTO LEGAL, SEGURO Y GRATUITO!
¡IGLESIA Y ESTADO ASUNTOS SEPARADOS!
La campaña a favor del aborto legal, seguro y
gratuito fue respaldada por un masivo movimiento de mujeres
Cuando nos dimos cuenta de..., ya estaban debatiendo la defensa del aborto legal en
las comisiones de la Cámara de Diputados. El 14 de junio, cuando asomó el sol
frente al Congreso, los votos a favor del proyecto de ley lo convertían en
media sanción. En la madrugada del 9 agosto, después de una lluvia torrencial con
viento y mucho frío, el Senado nos pegó una bofetada y abortó la ley
para legalizar el aborto.
Las rebeliones no tienen una fecha fijada de
antemano; se producen por una combinación de factores, esconden la
desesperación, los límites intolerables de opresión, como también las horas y
los esfuerzos en los debates de ideas, en concientización, en acciones
compartidas y en organización desde la base. El 8 de marzo de 2018 ya se había
plasmado la demostración más significativa del esfuerzo, la tenacidad y la
pasión, que anidaron en esa movilización que tiñó de violeta y de pañuelos
verdes la zona del Congreso en Buenos Aires. Fue una convocatoria masiva, un
Día de la Mujer histórico, porque fue la primera vez que en la Argentina
cientos de miles de ellas celebraban explotando las plazas de todo el país.
Quizás este proceso comenzó en 2005, cuando 70 mujeres de distintos colectivos
se juntaron para lanzar una campaña por la despenalización del aborto. Pero
desde 2015, con las primeras marchas y paros convocados por el movimiento Ni
Una Menos, su crecimiento pareció no tener límites. Se sumaron de a miles y
cada vez la participación abarcó un arco más amplio de edades y de sectores
sociales, desde las abuelas hasta sus nietas, desde las estudiantes y los jóvenes
hasta los sindicatos y las organizaciones sociales. Al movimiento lo
caracterizó la autonomía organizativa, la extensión de la discusión en todos
los ámbitos, y la unidad forjada fue monolítica. Ningún aparato político,
sindical ni estudiantil pudo evitar ese protagonismo de las mujeres.
Apenas tres meses después de ese 8M, la Cámara de
Diputados aprobó la media sanción de la ley de despenalización del aborto. Un
debate de 22 horas en el recinto, rodeado durante todo ese tiempo por la
presión de la movilización en la calle, que lo siguió con fervor militante. La
fuerza y masividad de los pañuelos verdes no tuvo punto de comparación con la
demostración —contraria a la ley— organizada por la Iglesia Católica. La calle
anticipó la derrota que sufrirían al interior de la Cámara. Esa batalla ganada
no fue pro- ducto ni de Cambiemos ni de los partidos de la oposición ni de los
diputados de la izquierda —aunque fueran consecuentes con la defensa de la
ley—, ni menos todavía de Macri, aunque haya impulsado el debate en comisión
para su tratamiento en Diputados, sino de la contundente acción que iniciaron
las mujeres, fruto de la multiplicación de casos de violencia de género y
muertes de mujeres adolescentes por abortos mal hechos en la Argentina. En ese
8A, el round en el Senado se perdió, pero las mujeres no se rinden.
Desde que Macri asumió la presidencia de la Nación, las
políticas de austeridad, el crecimiento de la desocupación y la disminución
brutal de la capacidad de consumo de los trabajadores han sido la norma, y la
educación y la salud públicas han sufrido un deterioro enorme. Estos factores
aumentaron las dificultades de la vida cotidiana en los barrios, y se agravó de
esta forma la situación de las mujeres y de los jóvenes en general.
La gran mayoría de las
mujeres trabaja afuera de la casa. No lo hacen solo para lograr su inde-
pendencia, no tienen otra opción, están obligadas para garantizar su
subsistencia. Muchas de ellas son el único sostén de la familia y trabajan en
to- dos los rubros. Parte de ellas termina los estudios secundarios y otra,
menor, alcanza un título uni- versitario, pero siempre les pagan un salario más
bajo que el de los hombres; las madres no cuen- tan con suficientes jardines de
infantes públicos y menos todavía con guarderías gratuitas. Además, sufren de
forma directa las lacras sociales producto de décadas de creciente decadencia
del país; por esa razón en un sentido hay mayor discriminación, abusos y
violencia, que sufren en su hogar, con su familia, en la calle o en el trabajo.
El gobierno nacional y
los de las provincias disminuyeron los presupuestos públicos para pro- gramas
de prevención y de asistencia para las víctimas de violencia doméstica, para la
aplicación de la ley de educación sexual integral (que dice que cada niño debe
recibir clases de prevención, biología, psicología y ética), para la asistencia
en la prevención de los embarazos no deseados y para la entrega de
anticonceptivos. O sea, se vació la caja de fondos para la atención de los
problemas de la mujer y del embarazo adolescente, un fenómeno de salud pública
cada vez más extendido. No se ejecutaron partidas de dinero destinadas a esos
planes, por lo que los insumos dejaron de comprarse y los trabajadores
contratados fueron despedidos o, en el mejor de los casos, reconvertidos a
otras tareas.
Ante la agudización de
los problemas sociales, la contención y atención que debieran esperarse del
Estado para los sectores más desprotegidos es reemplazada por el sacrificio de
los trabajadores públicos, sobre quienes pesa la mayor responsabilidad.
Mientras la gobernadora bonaerense Vidal y la cas- ta política dirigente duerme
sin preocupaciones, los docentes, los trabajadores sociales, de la salud, etc.,
se enfrentan diariamente con dificultades crecientes en el cumplimiento de sus
tareas.
La Argentina cuenta con
una salud pública centenaria, ha formado médicos y sanitaristas de la talla de
Salvador Mazza, Cecilia Grierson, Ramón Carrillo, Elsa Moreno, René Favaloro,
incluidos en un listado mucho más largo de héroes indiscutidos del cuidado y
prevención de la salud de la población. Otro tanto podríamos decir de
educadores y pedagogos responsables en la formación académica, de premios Nobel
y de una tradición educativa pública, laica, gratuita e igualitaria, que fue
ejemplo en el continente y en el mundo.
Esta última ofensiva
política y económica de la oligarquía financiera, terrateniente e industrial comandada
por el gobierno macrista y respaldada por el imperialismo, contra el llamado
«Estado benefactor» y contra los derechos esenciales de la clase trabajadora
no solo destruye el futuro de millones de jóvenes, también liquida los últimos
vestigios de esas conquistas aún hoy vigentes.
Una vez más, la deuda
externa contraída por este gobierno implica redirigir los fondos del Estado
para pagar rentas extranjeras y nacionales de la especulación financiera y del
robo de recursos nacionales. Los planes del imperialismo y de Macri,
refrendados por el FMI, contemplan la liquidación de las prestaciones de salud
universal, que se ejecutará por diferentes vías que van desde vaciamiento hasta
el arancelamiento de cualquier práctica médica en los hospitales. Y también de
la educación pública, por la vía de la reducción del presupuesto, del cierre de
establecimientos y de centros de formación pedagógica, medidas tendientes a
liquidar la tradición de obligatoriedad e igualdad educativa. No quieren más
trabajadores públicos que se preocupen por educar mientras preparan el desayuno
en la escuela en condiciones de extrema precariedad —y que pierden la vida por
esas condiciones, como les sucedió a la di- rectora y al portero de la escuela
No 49 de la localidad de Moreno, en Buenos Aires—; quieren cambiar esos
ejemplos, donde prima la vocación y la pasión por el conocimiento y la educación,
por directivos-gerentes preparados en «gestión educativa» para administrar
recursos de forma eficiente y capitalista, entrenados para eliminar la igualdad
de oportunidades en la formación de las generaciones futuras.
¡TODAS dijeron BASTA!
y se colocaron
nuevamente al hombro la mochila de la lucha
que no abandonarán
hasta conseguir
sus objetivos.
Esta determinación sirve
de ejemplo e impulsa a la acción al conjunto de los trabajadores.
Las luchas de
resistencia contra el plan económico macrista
La resistencia obrera y
popular contra la destrucción las conquistas, contra la disminución de
presupuesto para educación y salud públicas, contra el aumento de la
desocupación, contra los tarifazos, contra los impuestos al salario y contra su
reducción, contra el avasallamiento de los derechos humanos, contra el cierre
de fuentes de trabajo y contra las reformas previsional y laboral, todas esas
huelgas, movilizaciones y jornadas de lucha se combinaron en este clamor
general de las mujeres, desde el ni una menos hasta aquí.
La lucha por el aborto legal,
seguro y gratuito no está separada de este largo recorrido del que también las
mujeres fueron protagonistas. Por eso sumaron los cánticos contra el FMI y
contra el gobierno al de la igualdad de derechos. También en estas jóvenes se
sintetiza una larga tradición democrática de laicidad e igualdad educativa y de
defensa de un servicio universal de salud.
Las mujeres aprendieron
en su lucha que la batalla recién empieza, que el terreno conquistado no es
suficiente y que mañana los derechos democráticos pueden perderse si no se
consolida la movilización unitaria contra las políticas de hambre del gobierno
y del imperialismo.
En el Senado se perdió
el round por la ley de la legalización del aborto
El round en el Senado se
perdió. En la Cámara de Senadores la Iglesia redobló su contraofensiva contra
la promulgación de la ley para legalizar el aborto, y logró que su presión
tuviera éxito.
Pero la lucha de las
mujeres por el aborto legal ya anidó en la conciencia de cientos de miles de
jóvenes, independientemente de cuánto tiempo tome aprobar esta ley. En primer
lugar, porque con sus acciones de masas las mujeres —en particular las más
jóvenes— aniquilaron prejuicios de una manera más eficaz que cualquier otra, y
porque fundamentalmente han golpeado la cuna de la moral católica y a su
anquilosada institución eclesiástica. Este solo hecho es histórico.
Fue una pelea desigual
por donde la miremos. El Vaticano, presidido por el Papa Francisco, dedicó
importantes homilías a millones de jóvenes latinoamericanos, pero en su tierra
natal su prédica antiabortista fue rechazada junto con «su moral cristiana»,
que defiende la concepción del papel de la mujer como animal de cría, y
el aborto como asesinato.
Todas las instituciones
y jerarquías eclesiásticas —no solo las católicas, también las judías, evangélicas
e islámicas—, los principales medios de prensa, la casta política, los
militantes laicos y el Vaticano encontraron un fuerte respaldo dentro del
Senado, pero no doblegarán la lucha emprendida por las jóvenes.
«No hay barrera,
cerradura
ni cerrojo
que puedas imponer
a la libertad de mi mente»,
Virginia
Woolf, escritora, 1882-1941
«Decimos que las mujeres
“dan a luz”. Y las madres que han elegido ser madres sí dan a luz... Pero si no
han elegido, el nacimiento no es un regalo que ellas dan;
es una extorsión
contra sus voluntades. Nadie está forzando a las mujeres a tener abortos. Nadie
tampoco debería obligarlas a someterse a un parto. Fuerce partos si usted
quiere,... pero por lo menos llame a lo forzado por lo que es. Es
esclavitud...»
Margaret Atwood, autora de El cuento de
la criada.
La «santa moral
cristiana» de la Iglesia Católica
Pero ahora, guiada por el instinto conservador,
la burocracia [estalinista] se ha alarmado por la desintegración de la
familia.
Comenzó cantando loas a la vida hogareña... a lo
que conforma la esclavitud doméstica de la mujer. Para culminar este retroceso,
la burocracia restauró el castigo penal al aborto, avalando así oficialmente la
concepción de la mujer como animal de cría.
Escritos de LEÓN TROTSKY
(1937-1938), Pathfinder Press, Nueva York, 1970, pág. 170
La «moral» de la Iglesia
Católica en Argentina —y menos en el mundo— no registra antecedentes que la
enaltezcan. Su rol en la dictadura militar de Videla es una mancha imborrable:
la curia católica la respaldó y bajo su silencio cómplice se torturó, encarceló
y aniquiló a miles de jóvenes:
La Junta Militar sostuvo en primer lugar «la
vigencia de los valores de la moral cristiana...»,
y como quedó demostrado,
esa llamada moral cristiana de los militares consagró el principio
jesuítico el fin justifica los medios: para aniquilar cualquier vestigio
subversivo, no ahorró violencia ni salvajismo, incluso a los fetos en los
vientres maternos:
La madre solía ser ejecutada pocos días después del
alumbramiento y el bebé se enviaba a un orfanato, se daba en adopción o,
eventualmente, se entregaba a la familia. Quedaba así limpia la conciencia de
los «desaparecedores»: mataban a quien debían matar; preservaban la otra vida, le evitaban un hogar subversivo y se
desentendían de su responsabilidad.
Pilar Calveiro (sobreviviente de un centro
clandestino de detención), Poder y desaparición. Los campos de concentración
en Argentina.
No ignoramos que algunos
pocos sacerdotes se opusieron de diferente forma al terrorismo de Estado y por
eso terminaron asesinados, pero hubo clérigos que participaron en la tortura y
muerte de obreros, estudiantes, periodistas, etcétera.
Algunos sacerdotes también cumplieron funciones en
los centros... Julio Alberto Emmed, desaparecedor, asesinó a tres hombres con
inyecciones de veneno administradas directamente en el corazón. Según sus
palabras, el cura Christian Von Wernich le habló «de forma especial por la
impresión que me había causado lo ocurrido; me dice que lo que habíamos hecho
era necesario, que era un acto patriótico y que Dios sabía que era para el bien
del país».
Pilar Calveiro
Para exterminar la
llamada «moral subversiva», la dictadura militar no ahorró actos abominables
y también se dedicó a una interminable quema de libros por considerarlos
peligrosos:
Se incinera esta documentación perniciosa que
afecta el intelecto y nuestra manera de ser cristiana, a fin de que no
pueda seguir engañando a la juventud sobre nuestro más tradicional acervo espiritual.
Los métodos empleados
por los nazis, desde la quema de libros en 1933 hasta los campos de concentración y exterminio durante la Segunda Guerra Mundial para el asesinato
en masa, encontraron en los militares de la última dictadura unos de sus tantos
destacados discípulos. Sin embargo, para el papa Francisco la comparación con
las prácticas de los nazis están referidas a las mujeres que abortan:
«¿Ustedes se preguntan
por que hoy no vemos tantos enanos por la calle? Porque el protocolo de tantos
médicos —tantos, no todos— es hacer la pregunta: ¿Llegan mal? Lo digo con
dolor. En el pasado siglo todo el mundo se escandalizaba por lo que hacían los
nazis para curar la pureza de la raza. Hoy hacemos lo mismo, pero con guantes
blancos»,
«Es el homicidio de los
niños. Para tener una vida tranquila, se echa a un inocente», declaró
Francisco.
El papa Francisco
también se remontó hasta las prácticas en Esparta de arrojar a un niño con
problemas desde la montaña. Este papa latinoamericano, preocupado por los
pobres y por los refugiados, que predica todos los días por los que más sufren,
que convoca a los jóvenes a la rebeldía, que pidió «perdón por los crímenes
contra los pueblos originarios durante la llamada «conquista de América»,
eligió la defensa del papel de la mujer como animal de cría para apuntalar, en
última instancia, a la institución medieval y patriarcal a la que sirve, que
tantas catástrofes humanitarias y crímenes ha silenciado de manera cómplice.
La comparación de
Francisco con las prácticas nazis contra el aborto selectivo solo aumentó la
bronca contra la curia y un mayor rechazo a su injerencia como pretendida
guardiana de la moral. Un desprestigio de la Iglesia que no encuentra techo,
porque protegió a cientos de curas pedófilos y a las congregaciones,
seminarios, noviciados y colegios religiosos donde se abusaba de los niños en
todo el mundo. En nuestro país, el padre Grassi (director de un hogar para
jóvenes), denunciado por sus víctimas, muy popular por su aparición frecuente
en los medios pero también por sus lazos con la política y con los negocios y
los manejos oscuros de dinero, hoy está en la cárcel pero, protegido desde las
altas cúpulas eclesiásticas y por Bergoglio, la acción de la Justicia fue
demorada durante años.
Por eso, la consigna
«salvemos las dos vidas» es la defensa más cínica y oscurantista de este debate
lleno de mentiras urdidas por las iglesias participantes y por los sectores
sociales más reaccionarios. Contra la legalización del aborto se sumaron a las
iglesias, los sectores sociales de arraigada urdimbre oligárquica y
aristocrática del nordeste argentino, como los Urtubey, los Blaquier o los
Bosch, en una región donde crece de manera exponencial la brecha entre ricos y
pobres.
Esos senadores fueron
los que dieron el voto a la Iglesia y al negocio del aborto clandestino, mientras
esconden bajo la alfombra la trata de personas y el tráfico ilegal de drogas, y
permiten que las mujeres mueran o queden mutiladas por abortos mal hechos. A la
vez, imponen silencio por el escándalo de pederastia, una práctica legitimada,
estructural y criminal contra jóvenes indefensos.
El Vaticano pretende aggiornarse
a los cambios, pero la verdad es que «quienes decían ser “guías de almas”
para llevarlas al cielo por el ca- mino de la salvación, se dedicaban a mancillar
cuerpos de jóvenes, anular sus mentes y pervertir conciencias» (Juan José Tamayo, El País,
16 de agosto de 2018).
La movilización de las
mujeres no se detiene, contraatacará e irá por más, en el país, en la región y
en el mundo.
La Revolución Mexicana
de 1919 logró una terminante separación de la Iglesia con el Estado, aunque
luego, con la progresiva consolidación de los sucesivos regímenes capitalistas
de explotación, la injerencia clerical aumentó. Pero a la par nació una escuela
de humoristas gráficos, quienes movidos por la necesidad de alcanzar la
conciencia de los sectores sociales más explotados —sin instrucción ni acceso a
la educación— y bajo los preceptos de un ateísmo militante, de una campaña
contra la ideología retrógrada de la Iglesia que crecía como la voz justificadora
de la explotación y de la opresión, usó este oficio para la divulgación
popular. Esta escuela de humoristas también sirvió de ejemplo en todo el
continente.
LA LUCHA DE LAS MUJERES
A lo largo de la
historia del movimiento obrero, las mujeres lideraron miles de luchas
contra la
explotación capitalista y sus formas de opresión
El mejor indicador de las características de un
régimen social y la política de un Estado lo constituye la situación en que se
encuentra la mujer.
La Revolución de Octubre levantó como estandarte la
liberación femenina y creó la legislación más progresiva que se conoce en la
historia sobre el matrimonio y la familia.
Esto no significa, por supuesto, que la mujer
soviética obtuvo inmediatamente una vida feliz. La real emancipación de la
mujer no es posible sin un avance general de la economía y la cultura, sin la
desaparición de la familia pequeñoburguesa como unidad económica, sin la
socialización del trabajo doméstico y la educación.
Escritos de LEÓN TROTSKY
(1937-1938) Pathfinder Press, Nueva York, 1970, pág. 170
Con la revolución
industrial capitalista se sentaron las
bases materiales para el proceso de libe- ración de las mujeres, al ser
incorporadas por millones en las fábricas, donde sufrieron a la vez la
explotación y la opresión. El surgimiento y la consolidación del capitalismo
significó la progresiva desaparición de la familia tal como estaba organizada
para los artesanos libres y los campesinos. Esta transformación en las relaciones
de producción y el nuevo papel de la mujer produjeron un rápido crecimiento de
su participación al frente de las luchas sindicales y políticas, en hitos
fundamentales que hicieron historia en la tradición del movimiento obrero
mundial.
Desde fines del siglo
XIX y fundamentalmente con el proceso abierto por la Revolución Rusa en 1917, y
por su influencia en el movimiento revolucionario mundial, las luchas de las
mujeres no se detendrían. Las luchas contra la explotación, la pelea por el
sufragio femenino, los debates entre socialistas y sufragistas y el creciente
auge del sindicalismo femenino durante las primeras décadas del siglo XX
demostrarían la determinación de combate de las mujeres por sus derechos como
trabajadoras y contra la opresión en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica.
Las huelgas y movilizaciones
lideradas por mujeres formaron parte del combate que la clase obrera impulsó
contra la explotación de un sistema que hundió en la miseria a las familias
trabajadoras y llevó a la humanidad a dos guerras mundiales.
La familia
El desarrollo pleno de
la familia en su forma «patriarcal» y como unidad productiva, cuyas se- cuelas
hoy conocemos, se dio bajo condiciones de producción previas a la industrial,
donde primaba la producción artesanal y, en el campo el trabajo, se basaba en
unidades de producción, en parcelas donde participaba la totalidad de los
miembros de la familia.
Con la industria, cuando
el capitalismo necesitó imponer las jornadas de trabajo de 18 y 20 horas,
destruyó las formas serviles y feudales e incorporó a la producción no solo a
los hombres sino también a las mujeres y a los niños. Cuando necesitó mano de
obra para la industria masiva sacó al campesino de su tierra y al artesano de
la corporación, y al quitarle sus formas de subsistencia destruyó la unidad
familiar existente.
A principios y mediados
del siglo XIX, el trabajo femenino y de los niños fue muy intenso, ya que la
patronal aprovechaba el hecho de que podía darles salarios más bajos. Según el
estudio realizado por Engels, en 1839 casi la mitad de los quinientos mil
obreros del Imperio británico, tenían menos de 18 años, y más de doscientas mil
eran mujeres. Ellas constituyeron un altísimo porcentaje en la industria
textil, y con su empleo en forma masiva el capitalismo logró en poco tiempo una
tremenda acumulación que fue determinante para ese período, y que solo se pudo
alcanzar en esas condiciones.
La primera época del
capitalismo fue catastrófica para la familia; se aprovechó de la opresión hacia
la mujer para darle salarios más bajos, para utilizarla en los peores puestos y
para despedirla con mayor facilidad y, por último, para tirarles la sobrecarga
del trabajo doméstico y el cuidado de los niños. Tanto la opresión sufrida por
la mujer como la existencia de la familia constituyen hechos históricos, y han
sufrido transformaciones a lo largo del tiempo y cumplido distintas funciones.
Sus características han variado entre las distintas clases sociales. Por ejemplo,
las familias de la burguesía se fortalecieron porque se constituyeron en la
institución por excelencia para garantizar la herencia de las propiedades. La
mujer de las clases acomodadas logró la libertad de casarse pero dentro de los
límites de la conveniencia económica de la familia y asentada en una serie de
prejuicios opresivos. A la par, existían la prostitución y la poligamia de los
hombres, mientras el adulterio de las mujeres era brutalmente castigado.
El desarrollo capitalista
dio origen a la concentración económica, al surgimiento de los monopolios y a
la dominación colonial. En las metrópolis, mientras capas importantes de la
clase obrera ganaban la reducción de la jornada laboral, la reglamentación del
trabajo de la mujer y de los niños y otras leyes sociales, y así conseguía
estabilizar la vida familiar, la explotación de los pueblos coloniales le
permitió a la clase patronal de las metrópolis dar concesiones, y formar así
una clase media más o menos estable y privilegiada.
En el sistema
capitalista-imperialista, tanto la familia como la situación de la mujer
cambian al compás de las necesidades y posibilidades de los capitalistas, de la
patronal, que siempre se aprovechan de la opresión. El desarrollo de la sociedad
capitalista está regido por sus necesidades económicas, por la de extraer la
mayor cantidad posible de ganancias explotando a los trabajadores, sean
estos hombres, mujeres o niños, e incluso a pueblos enteros. Este objetivo
supremo reina sobre todas sus instituciones, a las que se permite cambiarlas de
forma radical para lograrlo.
¿Qué queremos decir con
esto? Lo que la ciencia marxista siempre defendió: que las formas que se da la
organización de la sociedad dividida en clases están dictadas en última
instancia por las reglas del sistema económico que rige la distribución de la
riqueza entre quienes la producen y quienes se la apropian; en la actualidad,
entre los trabajadores y los capitalistas. ¿Por qué se mantuvo la familia?
Porque, entre otras razones, al capitalismo siempre le resultó imprescindible
mantener un «ejército industrial de reserva», o sea, contar con mano de obra
desocupada para presionar a la baja el salario de los ocupados, y la mujer jugó
un rol importante tanto como reserva como con su trabajo para rebajar el costo
salarial, y si la mujer quedaba relegada a las tareas domésticas de la familia,
ayudaba al Estado a recortar gastos sociales.
El sistema capitalista
fue desde su nacimiento profundamente contradictorio: revolucionario en la
medida en que liquidó los viejos sistemas de producción y abrió las puertas
para la emancipación de toda la humanidad con la producción industrial masiva.
Pero a la vez profundamente reaccionario, en la medida que colocó los colosales
avances al servicio de una minoría explotadora que concentra cada vez más
riqueza y contra la amplia mayoría trabajadora, hasta el punto de convertirse
en una traba para el desarrollo de las fuerzas productivas que el propio
sistema capitalista genera.
Aunque en este siglo, en
la familia trabaja- dora, hombre y mujer estuvieron incorporados al régimen
laboral, las tareas domésticas y el cuida- do de los hijos no dejaron de
constituir una carga física o material para la amplia mayoría que debe destinar
parte de su salario para suplantar en for- ma deficiente algunas de ellas. A
las mujeres que trabajan ocho o diez horas en la fábrica, la oficina, la
limpieza o el servicio doméstico, el sistema capi- talista les transformó su
independencia económica en una situación particularmente penosa.
La familia y la
ubicación de la mujer en la actividad productiva dependen en última instancia
de las necesidades de la burguesía, que es la clase que domina el Estado. Desde
las instituciones del Estado burgués se legisla sobre la pareja, la desigualdad
de la mujer, la legitimidad o no de los hijos, etc. Esto difiere mucho país por
país. En varios hubo avances en la situación de la mujer, pero no son irreversibles,
como lo demostró el capitalismo hitlerista en Alemania, una de las naciones más
desarrolladas y cultas, con sus matrimonios «arios puros» y sus centros de
fecundación de mujeres «arias» por hombres «arios» para producir bebés «arios
puros». Por eso hay que denunciar y combatir las campañas que se lanzan, con la
bendición de las iglesias, por los medios de información dominantes, con la
literatura, el cine y las políticas culturales y educativas bajo su tutela, que
pintan un ideal de familia con matrimonios felizmente constituidos y con un
jefe de familia que se ocupa de su manutención. Las nuevas necesidades
económicas han obligado a que se produzcan profundas transformaciones que
integren a la mujer a la producción y a la fuerza laboral, y a nuevos formatos
familiares, pero si los capitalistas lo necesitan tratarán de imponer un nuevo
fascismo para que todo retroceda al pasado más oprobioso.
En nuestras actuales
sociedades conviven diferentes corrientes de opinión, que no son más que un
reflejo de las agudas contradicciones entre los distintos sectores de la
burguesía, o sea de la clase dominante. Unos se aferran al concepto de un papel
fundamental de la mujer en el hogar; otros defienden su independencia económica
con- quistada por su incorporación al trabajo fuera de la casa, y los más
reaccionarios son directos voceros de las iglesias y solo le asignan el papel
de parir y criar.
Toda la propaganda, la
legislación y las distintas políticas de la burguesía se combinan con la
situación económica y con la producción, y en el sistema capitalista dominante
el resultado es que solo un sector minoritario y privilegiado puede mantener,
si quiere, una vida familiar estable, a costa de la explotación y de la
destrucción de la familia de los pueblos en los países semicoloniales y de los
millones de obreros que son explotados en el mundo.
La destrucción de la
familia en el capitalismo
Con el fortalecimiento
del imperialismo, la destrucción de la familia por diferentes vías es un hecho
trágico. En primer lugar porque no sido reemplazada por nada superior, lo cual
provoca mayores sufrimientos para el conjunto de los trabajadores. Los
problemas sociales aumentan junto a los niveles de explotación y de pobreza: la
emigración, la marginalidad, la subsistencia y crecimiento de la prostitución,
la trata de personas, el aumento de la violencia doméstica, el crecimiento de
los embarazos adolescentes, el abandono de niños y la falta de los cuidados
para los ancianos, entre otros. Y el lazo económico que antes mantenía unida a
la familia comienza a disolverse. Aumentado y corregido en los países atrasados
con los pavorosos problemas que acarrea la crisis en los territorios más
rurales, que se ven obligadas a abandonar millones de familias por la miseria y
por la lucha por los recursos; con el consiguiente crecimiento abrupto y descontrolado
en los centros urbanos, que margina y obliga a amplios sectores sociales a
vivir en pésimas condiciones, víctimas de la violencia y de la falta de
vivienda, infraestructura, servicios y transporte.
Mientras exista el
régimen
de explotación del trabajo
y las clases sociales,
las conquistas
logradas se pierden...
Las mujeres han
conquistado cientos de derechos como el voto, el acceso a la educación
superior, a la ciencia, al derecho a participar en pie de igual- dad en todas
casi las disciplinas donde desarrolla sus capacidades intelectuales o
artísticas. También han conquistado el derecho a disponer de sus salarios, a la
propiedad, al divorcio, etc. En muchos países se conquistó el derecho al aborto,
y también que el Estado se haga cargo de muchas de las tareas domésticas, como
el cuidado de los niños, los viejos y los enfermos. El desarrollo de la
tecnología y de los servicios también ha facilitado tareas domésticas más
pesadas como la limpieza, el lavado de la ropa, y la cocina, y cada vez más el
hombre comparte las tareas con ella.
En el desarrollo de
estos siglos de capitalismo se han logrado muchas reivindicaciones democráticas,
no solo de género. Pero a partir de la década de los años 90 (1), mucho del
terreno ganado se perdió en las potencias imperialistas, mientras que en los
países atrasados nunca se conquistaron. La razón fundamental de la agudización
de la ofensiva reaccionaria del imperialismo fue su triunfo contra el estado
obrero de la URSS nacido de la Revolución de 1917, gracias a que las
burocracias soviética y china se convirtieron en sus agentes directos para la
restauración capitalista en Rusia, Europa oriental y China, un triunfo que
amortiguó por unos años su crisis económica crónica.
El sistema
capitalista-imperialista concedió conquistas democráticas y económicas en las
potencias imperialistas a costa de la opresión a los pueblos de las semicolonias,
pero solo por un tiempo; cuando la crisis económica lo empujó hacia el
achicamiento de los beneficios que brindaba el Estado, inició la
liquidación paulatina de esas conquistas. La traición de la burocracia
estalinista ayudó a que esta liquidación se acelerara y no se alcanzaran en
muchos países atrasados. Bajo el imperialismo los Estados actúan de la misma
forma que los dueños de los medios de producción: los patrones de las fábricas,
cuando necesitan achicar- se, dejan de ocupar mano de obra y despiden masivamente
aunque queden legiones de desocupados sin posibilidades de subsistir.
La clase trabajadora,
las minorías oprimidas y los jóvenes se ven obligados a avanzar de la lucha por
sus necesidades más inmediatas a pegar el salto hacia la búsqueda de la
transformación del régimen capitalista en su totalidad.
En defensa
de la
movilización permanente...
El poder de la acción de
las masas, es la herramienta que mejor usaron las mujeres. Las nuevas
generaciones de jóvenes han impulsado acciones y manifestaciones que han unido
a millones de mujeres por el logro de sus derechos en toda la Argentina. Desde
el movimiento Ni Una Menos y en la lucha por el aborto han protagonizado
una ininterrumpida cadena de movilizaciones masivas, que expresan un proceso de
concientización creciente contra todo tipo de opresión.
En la actualidad, cuando
el capitalismo imperialista muestra su verdadera cara de austeridad, ajuste y
miseria crecientes para la mayoría de los trabajadores, la movilización
liderada por las agrupaciones que luchan por los derechos de la mujer ha dado
un claro indicio de un cambio profundo. Se ha producido un quiebre histórico.
Nada será igual desde ahora, donde las más jóvenes llevan la bandera por todas:
contra la doble moral y la hipocresía, contra las leyes reaccionarias, contra
la violencia de género, por aborto legal, libre y gratuito, por alcanzar igual salario
por igual trabajo, contra los fundamentos legales de la discriminación y la
opresión de género, por la no injerencia de las iglesias, etc. Esta
transformación puso en evidencia las leyes que rigen en el capitalismo en el
mundo entero. Por eso el movimiento ha roto fronteras y movimientos como Ni
Una Menos se formaron en otros países. MeToo explotó contra el abuso
desde las entrañas de una de las sociedades más conflictivas del planeta, la
yanqui, Los movimientos feministas europeos han resurgido como hongos. LAS
MUJERES DIJERON BASTA a la violencia machista en todas sus formas, desde las
desigualdades sala- riales hasta la esclavitud sexual.
El combate por la
defensa de la igualdad de género ha existido a lo largo de los últimos siglos y
ha sufrido cambios acordes al momento en que se dio. Gracias al ejemplo de
mujeres de todo el mundo y en todas las épocas, como Olympe de Gouges, Clara
Zetkin, Rosa Luxemburgo, Emmeline Pankhurst y Simone de Beauvoir (2), entre
muchas otras, nacieron los movimientos feministas que dieron vida a su legado.
La lucha por la emancipación de la mujer ganó adeptos en las corrientes del
marxismo y de los revolucionarios. Marx y Engels, Lenin y Trotsky no fueron
indiferentes a su problemática específica, y en las corrientes socialistas la
lucha por los derechos de la mujer se integró a sus programas políticos.
La lucha unitaria contra
la de opresión de la mujer cumplió el objetivo máximo de movilizar a la mayor
cantidad de mujeres por sus problemas comunes. Pero la opresión de la mujer
está íntima- mente ligada a la división de la sociedad en clases, y solo la
liquidación del régimen capitalista y el advenimiento del socialismo podrá
consolidar la definitiva emancipación femenina.
Bajo el régimen de la
propiedad privada y el orden burgués, los problemas de la mujer desde el
matrimonio hasta el de sus hijos y su independencia, no solo implican
conflictos sino también penalidades para las mujeres de todas las clases y
sectores sociales. Los cuestionamientos que se hacen a las conquistas logradas
y por conquistar desnudan la falsedad y la hipocresía de la sociedad, y eso
alimenta la conciencia y la crítica hacia todo el régimen de dominación. Pero
hay que ir más allá y comprender
que existe una relación indisoluble entre la posición social y humana de la
mujer y los fundamentos del régimen capitalista: la propiedad privada de los
medios de producción.
Por lo tanto, los
problemas de la opresión de la mujer no pueden enfocarse en forma independiente
del problema social, del problema de los trabajadores, de los explotados y
oprimidos de toda clase, en síntesis, de las víctimas del capitalismo.
La primera enseñanza que
dejan las mujeres con su lucha es la confianza en la movilización permanente
para lograr sus objetivos.
En primer lugar, porque
es en la acción cuando se toma conciencia de quiénes son los verdaderos enemigos,
y quienes son los que acompañan las luchas de los oprimidos, la magnitud de la
batalla que se libra y la organización que se necesita para ganarla.
En segundo lugar, porque
con la movilización la conciencia da saltos y avanza en pocos días lo que en
períodos de tranquilidad demora años.
Los movimientos de masas
impulsados por las mujeres en la Argentina y en todo el mundo constituyen un
fenómeno nuevo, político, revolucionario, fundamentalmente porque cuestiona las
costumbres y la vida cotidiana regidas por una moral cristiana que se hizo
añicos. Y porque el régimen imperialista avanza contra el conjunto de las
conquistas democráticas y económicas logradas, para avasallar sin miramientos
los derechos esenciales de los trabajadores, de las mujeres y de todas las
minorías oprimidas.
La resistencia obrera,
popular, de los jóvenes y de las mujeres contra esta ofensiva patronal,
clerical e imperialista no ha cesado, y en ciertas oportunidades, como fue el
14 de junio en la Argentina, millones en las calles lograron torcerle el brazo.
La pelea inclaudicable no conoce límites y logrará imponerse. La lucha de las
mujeres no se detendrá aunque este último 8 de agosto no se haya conquistado en
el Senado la sanción de la ley por la legalización del aborto por el voto en
contra de los representantes de la aristocracia social y política, y sus mentores
clericales.
Los derechos de género,
tanto como los derechos que re- clamamos de salarios y jubilaciones que no
pierdan poder adquisitivo, de no más despidos, del derecho a la prevención y
cuidado de la salud, los derechos de la niñez, a la educación pública, gratuita
y obligatoria, a la vivienda y a los servicios de infraestructura básica...
deberán unirse como parte de las reivindicaciones por las que luchan el
conjunto de los trabajadores y los sectores populares.
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TODAS
Nos permitimos tomar el
nombre TODAS en homenaje a la revista que se publicó y a quienes la hicieron
circular durante los años más duros de la dictadura militar de Videla. Para
la elaboración de esa publicación se juntaron militantes políticas de todo el
arco ideológico, feministas, artistas, fotógrafas, escrito- ras, trabajadoras
gráficas, TODAS unidas bajo la bandera de la resistencia y con el objetivo de
no acallar la voz contra la opresión y la represión indiscriminada de ese
régimen sangriento. Cuando estaban prohibidas las reuniones políticas, bajo
el oscuro y pesado ambiente represivo, estas mujeres comenzaron a levantar su
voz.
La lucha de las Madres
de la Plaza, de las víctimas directas del régimen militar, de las que perdían
el trabajo, de las prohibidas por la censura, de las víctimas económicas, de
las que sufrían discriminación y abusos, la voz del exilio y de la cárcel, de
los centros clandestinos, de todas ellas. Bajo ese régimen totalitario y genocida, los pocos números de la revista TODAS constituyeron un ejemplo de
resistencia de las mujeres en su lucha contra la dictadura.
Notas
1. La ensayista,
lingüista y escritora Ivonne Bordelois, en una entre- vista en julio de 2018 en
La Nación, se lamenta del cambio social, cultural y pedagógico que se
produjo: «... desde que se cayó el Muro de Berlín se acabó todo. La norma
capitalista invadió el mundo con sus valores: la competitividad, el poder, el
diseño del plan programático para que algunos progresen y otros se queden. La
universidad está al servicio de eso ahora... Lo que te dan en la televisión y
en la escuela es chatarra... No desean que la gente invente. Eso es necesario
para un grupo de gente [la clase dominante] que solo quiere que con-
sumas cosméticos, autos, viajes, que no pienses. Si querés que solo la gente
piense en eso, tenés que hacer tabula rasa».
2. En plena Revolución
Francesa (1789), Olympe de Gouges publicó la Declaración de Derechos de la
Mujer y la Ciudadana. Emmeline Pankhurst (1858-1928) fue la gran referente
británica del movimiento sufragista. Clara Zetkin (1857-1933) y Rosa Luxemburgo
(1871-1919), marxistas revolucionarias, fueron dirigentes del partido
socialdemó- crata alemán y de la Liga Espartaquista, y luchadoras por la
emanci- pación y los derechos de la mujer. La obra El segundo sexo (1949)
de Simone de Beauvoir, escritora y filósofa francesa, fue fundamental para el
movimiento feminista en la década de los 60.