no proviene de enemigos de afuera,
sino que es hija del pecado dentro de la Iglesia Católica
Benedicto XVI, 2010
Constituyó un hecho inusual, por lo tanto las voces académicas, intelectuales y periodísticas dentro y fuera del mundo católico se vieron conmocionadas, manifestaron preocupación y sorpresa, ¿qué se escondía detrás de esta decisión?, mientras todos los medios de comunicación internacionales se concentraban en el Vaticano y sus voceros, el Papa alemán justificó su decisión por falta de fuerzas físicas como espirituales.
Pero este acto inusual que le permitió congregar alrededor de su figura el interés de la prensa mundial, a su vez amplificó sus críticas a los manejos internos de la curia católica y lo convirtieron en una denuncia solapada: “la Iglesia está en ocasiones desfigurada” por “las divisiones dentro del cuerpo eclesiástico”, también habló de la “hipocresía religiosa”, “del comportamiento de los que aparentan”, y de las actitudes que buscan sólo “los aplausos y la aprobación” y llamó a superar “el individualismo y las rivalidades”. Fueron sólo algunas de las críticas pronunciadas en su última misa en la basílica de San Pedro ante cardenales, obispos y miembros del cuerpo diplomático de la Santa Sede. Sea como fuere, este Papa cambió las reglas del juego, un cambio político, y sus razones no deberíamos buscarlas en los motivos espirituales.
La tradición bimilenaria de esta institución, la Iglesia Católica, no sólo está sembrada de sus “actos de caridad y llamados ecuménicos a la paz y humildad”, también de oscuros intereses, guerras intestinas, violencia, odios, rivalidades, encubrimientos y escándalos.
Si nos remontamos a la época medieval, —cuando la iglesia estaba muy pegada a la superestructura política y económica— se obligó a dimitir a Constantino II (767); a Juan VIII, se lo intentó envenenar; Esteban VI (896-897), fue linchado y luego estrangulado en prisión y León V (903) fue asesinado por la familia romana de los tusculanos. Benedicto VI (973-974) fue asesinado en el castillo de San Angelo de Roma por Bonifacio VII (984), quien también fue culpado de la muerte por hambre de Juan XIV (983-984), a Benedicto IX (1033-1045) lo echaron del cargo al comprar el papado, y a Gregorio VI (1045-1046) lo depusieron y le exiliaron a Colonia.
El Papa Celestino V, el elegido en 1294, a los cinco meses de papado renunció, en lo que constituyó uno de los pocos antecedentes de un acto producido por iniciativa personal, aunque luego terminaría sus días en una prisión. Prácticamente, hasta el Renacimiento, el líder de la Iglesia Católica no adquiere la importancia política, jurídica, espiritual y material que obtendrá luego, por eso quizás sólo se considere un solo antecedente de renuncia, la de Gregorio XII que abandonó el papado en l415.
Ligada desde siempre a los poderes políticos y económicos, antes de 1789, durante el Antiguo régimen la Iglesia fue el mayor terrateniente de Francia, por eso la Revolución Francesa se enfrentó al clero, que se había convertido en uno de los mayores obstáculos para el avance de los principios libertarios y de progreso que la inspiraron.
En la historia contemporánea, cuando la Iglesia ya lideraba un verdadero movimiento de masas de católicos, en 1978, el Papa Albino Luciani, Juan Pablo I, murió después de haber ocupado, solo por un mes, la silla de Pedro, las razones de su muerte fueron cuestionadas por las versiones que aseguraban que fue envenenado ya que estaba decidido a llevar adelante la regeneración de la Iglesia. Años más tarde, el escándalo no pudo ocultarse, en 1982, el cadáver de Roberto Calvi —llamado “el banquero de Dios” por ser la cabeza del Banco Ambrosiano, cuyo principal accionista es el Vaticano— apareció colgado de una soga en un puente de Londres. En el caso Calvi, se terminó desmostrando que fue asesinado, pero durante mucho tiempo constituyó uno de los mayores misterios de la política italiana –donde se cruzaban las turbias finanzas del Vaticano con la presencia de la mafia.
Desde 2010 se comenzó a extender por el mundo católico las denuncias por los abusos sexuales de menores por parte de curas de la Iglesia Católica y el encubrimiento del Vaticano, estos hechos quizás iniciaron el inicio del fin del pontificado de ocho años de Ratzinger. Ese año, en Alemania, el obispo de Augsburgo, presentó su renuncia al Papa Benedicto XVI luego de admitir que, cuando era párroco maltrató físicamente a niños de un orfanato. También debió aceptar la renuncia del obispo de Kildare y Leighlin, en Irlanda, implicado en una investigación sobre abusos sexuales a menores en la diócesis de Dublín; se denunciaron también, casos similares en los Estados Unidos, Malta, Sudáfrica, Irlanda, Chile, Holanda, Argentina, Alemania, Irlanda, Francia.
En mayo de 2012[1], nuevamente los secretos mejores guardados al interior de los muros del Vaticano se asomaron, cuando arrestaron al mayodormo del Papa Benedicto XVI, porque filtraba documentos reservados de la Santa Sede, según parece describían las rivalidades, luchas de poder y dinero (Vatileaks), pocos días después el Papa destituyó a Ettore Gotti Tedeschi, director del banco Vaticano, entidad que bajo su mandato fue investigada por lavado de dinero.
En mayo de 2012[1], nuevamente los secretos mejores guardados al interior de los muros del Vaticano se asomaron, cuando arrestaron al mayodormo del Papa Benedicto XVI, porque filtraba documentos reservados de la Santa Sede, según parece describían las rivalidades, luchas de poder y dinero (Vatileaks), pocos días después el Papa destituyó a Ettore Gotti Tedeschi, director del banco Vaticano, entidad que bajo su mandato fue investigada por lavado de dinero.
Los rumores sobre la posible renuncia del Papa se habían iniciado a raíz de la repercusión mundial que iban ganando las denuncias públicas de pedofilia, pero la tesis defendida, hasta ese momento, consideraba que el oficio de Papa no tenía nada que ver con el de presidente ejecutivo de una empresa, y por lo tanto un Papa no podía dimitir ya que su misión espiritual era totalmente ajena a las cuestiones de edad, fue evidente que este Papa —muy dedicado a restaurar el pasado oscurantista y litúrgico—, se vio obligado a cambiar el ritual para sostener una institución en caída libre.
El ultraconservador Ratzinger
Joseph Ratzinger como cardenal, presidió la Congregación para la Doctrina de la Fe, conocida como Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición. La misma que, por ejemplo, entre algunos de sus famosos actos, quemó en la hoguera a Giordano Bruno, uno de los precursores de la llamada revolución científica, y procesó a Galileo (1663) (considerado padre de la astronomía moderna) lo obligó a abjurar, condenado como hereje a prisión domiciliaria, porque defendía su teoría heliocéntrica.
La Iglesia Católica, en 1979, seguramente a raíz de los problemas que le ocasionaba entre sus feligreses, defender posiciones que la ciencia cuestionaba en cada avance, encomendó a Ratzinger —líder de la Santa Inquisición (Congregación para la Doctrina de la Fe)— una nueva revisión del juicio inquisitorio a Galileo, proceso que terminó en 1992 para confirmar una vez más que la tesis de Galileo carecía de fundamentos científicos para la época y sostener la inocencia de la Iglesia.
Este “humilde abanderado de la modernidad”, antes del papado, dirigió durante más de veinte años, ese organismo —custodio de la docrina católica— y una de las tantas congregaciones que pueblan el intrincado mundo interior de la Iglesia, junto con los Legionarios de Cristo, la organización del Opus Dei, la Hermandad Sacerdotal San Pío X, la Congregación para el Culto Divino y grupos, como el de las Voces Católicas por la Reforma en el Reino Unido (CV4R), además de las tantas otras órdenes y comunidades. Lo que no nos puede sorprender es la agudización de las divisiones y rivalidades internas de la Iglesia Católica.
La pérdida de autoridad moral de que gozaba entre los millones de creyentes se aceleró, sólo hasta el año 2010, han debido reconocer 3.000 casos de sacerdotes diocesanos y religiosos acusados de delitos sexuales. El permanente conflicto entre la religión y la ciencia con todas sus repercusiones en la educación, en los jóvenes y en la sociedad de conjunto, y fundamentalmente, las crisis sociales, políticas y económicas del capitalismo imperialista que repercuten directamente en todos los estratos sociales y que abarca desde el papel jugado por la familia y la mujer, hasta los partidos políticos, organizaciones sindicales y gobernantes, y que dentro de esta organización medieval golpea “sin misericordia”.
A la Iglesia Católica se le calculaba en más de 170.000 millones de dólares las erogaciones globales del año 2010 y que su portafolio de inversiones financieras era superior a 2.600 millones de dólares, además de considerarse al Vaticano como uno de los mayores propietarios de inmuebles de la ciudad de Roma. En el resto de Italia sus intereses se extienden por el sistema bancario, aerolíneas, propiedades inmobiliarias, empresas públicas y la industria cinematográfica, según la revista The Economist, 2012, en “Las finanzas secretas de la Iglesia”, el periodista Jason Berry, que ha investigado el tema en los últimos 25 años, también afirmó:
Una de las cuestiones más opacas que rodea al Vaticano es la gestión económica.
La Iglesia Católica es la organización más grande del mundo y tiene una arquitectura financiera caótica.
Por un lado es muy jerárquica, centrada en la autoridad del Papa, y por el otro totalmente descentralizada, con cada obispo a cargo de una diócesis que funciona como un virtual principado.
En el panorama al cual Berry hace referencia, se encuentran las inversiones que el Vaticano canaliza a través del Instituto para las Obras de Religión, IOR, o el banco del Vaticano.
Según un cálculo estimativo, un 60% de los fondos de la Iglesia Católica proviene de Estados Unidos, seguido por Alemania, Italia y Francia en término de contribuciones.
Una fuente básica del financiamiento eclesiástico son las donaciones de los feligreses, pero la caída a nivel mundial del número de católicos practicantes está erosionando estos ingresos.
El estallido de crisis financiera mundial desde 2007, junto con la proliferación de los escándalos de abusos sexuales de menores en América, Europa y Australia, en su mayoría, casos encubiertos por las altas jerarquías eclesíasticas durante años y hasta quizás por el propio Vaticano, las investigaciones de lavado del banco Vaticano que se sospecha tiene como testaferros hombres ligados a la mafia, la venta de armas, narcotraficantes, etc., se combinan en un entramado de disputas y peleas pontificias.
Estados Unidos, cuarto país en número total de católicos, con 100 millones (solo lo superan Brasil, México y Filipinas), ha experimentado una caída del 20% en las donaciones al son de los escándalos sexuales.
El impacto de éstos ha sido doble: caída de ingresos y mayores egresos por indemnizaciones a las víctimas (estimadas en más de US$2.000 millones).
Debido a este gasto extraordinario, ocho diócesis, entre ellas la de San Diego, Tucson y Milwaukee, terminaron declarándose en bancarrota.
“En muchas ciudades han tenido que cerrar iglesias. Los Ángeles, Chicago y Boston, tres de las más importantes arquidiócesis, tienen un agujero promedio de unos US$90 millones en sus fondos de pensiones”, señaló Berry.
La Iglesia auxilia a los imperialismos y aprovecha las condiciones que le ofrece la falta de una dirección revolucionaria de los trabajadores
Vivimos en la época de decadencia y crisis del sistema capitalista mundial y del imperialismo que en su agonía, hace cada vez más insoportable la vida de las masas, que importantes economías de Europa estén amenazadas por la bancarrota, o que el número de desocupados haya crecido de manera exponencial, constituyen una prueba contundente de esto.
La Iglesia Católica está para auxiliar a las clases dominantes decadentes, y al mismo tiempo ocupar el vacío de dirección que van dejando las direcciones reformistas, burocráticas y burguesas del movimiento de masas, cada vez más cuestionadas por éstas. Por eso, la Iglesia se postula como alternativa de dirección, tratando así de obrar de salvavidas del sistema imperialista que se desmorona.
La política del Vaticano siempre ha defendido y lo seguirá haciendo, el orden imperialista constituido, sin perder de vista este objetivo, dependerá de la lucha de clases que táctica aplique. La política pendular de la Iglesia cuya mayor o menor radicalización o conservatismo responden a los vaivenes de la lucha entre las clases dominantes y las trabajadoras, se conrresponden con la alternancia de dos sectores en su conducción. Mientras que los papas pastorales —Juan XXIII— surgen en momentos de auge de la lucha de clases, los que pertenecen al ala más burocrática y conservadora de la diplomacia vaticana gobiernan en aquellos períodos en que se trata de consolidar o retrotraer los avances, para que no vayan más allá de lo recomendable, como por ejemplo Paulo VI.
Cuando asumió el actual Papa emérito, la situación de las luchas no le exigía un acercamiento mayor a las masas y por lo tanto se podía dar el gusto de volver a las viejas costumbres medievales, entretenerse con sus misas en latín, y limitarse a enunciar algunos problemas mediante denuncias muy circunscriptas, retaceadas y generales, mientras viajaba de vez en cuando por el mundo o visitaba Cuba, que lo hizo en dos oportunidades. Al estallar la crisis en los centros de la economía imperialista el planeta en su totalidad giró vertiginosamente a otra realidad de la lucha de clases, se multiplicaron los conflictos y la descomposición se aceleró en todos los sentidos.
Es en este nuevo panorama mundial que la Iglesia estaba obligada a “radicalizar” sus posiciones, volver sobre sus pasos para predicar justicia social y abundante conciliación de clases. Está obligada a intervenir para conquistar el control de su base social si quiere impedir que sea ganada por los aires renovadores que la lucha insufla a la conciencia de los trabajadores.
Los enfrentamienos entre las clases en los últimos años, en particular en la Unión Europea, le cuestionan el papel de conducción a la burguesía y la Iglesia Católica debe salir en su ayuda. La acción política de la Iglesia no siempre aparece clara porque se da de un forma sutil y mediada. No tiene la fuerza que podría conferirle el manejar estados, dirigir ejércitos, controlar los hilos de la economía mundial y por lo tanto no se puede equiparar su peso político concreto al que posee el imperialismo. Sin embargo esta circunstancia le otorga una ventaja: puede aparecer como más independiente de cualquier gobierno y por lo tanto tener mayor margen de maniobra para sus reacomodamientos.
La amenaza creciente de importantes estallidos sociales aumenta su importancia y el avance de la decadencia material y espiritual trae aparejada una mayor demanda de opio religioso...
El segundo Papa: Francisco
La elección presurosa, de un candidato no previsto, por primera vez latinoamericano, sumados a las señales y actos simbólicos de humildad de este nuevo pontífice durante los primeros días de su reinado, indican un cambio radical en la política de la Iglesia. Cambio radical en relación a la defensa del dogma estilo inquisitorio del Papa emérito, pero que en los objetivos de sostener el sistema capitalista imperialista de explotación no cambia nada. La historia de Francisco, muestra el doble papel tan bien jugado por el clero: formado en la Compañía de Jesús, predicaba en las villas miserias y daba ejemplos de vida austera ejerciendo como Cardenal y como máxima autoridad en el arzobispado de Buenos Aires. Pero su trayectoria es parte también de la Iglesia Católica argentina que fue el pilar fundamental de la última dictadura militar, —30.000 desaparecidos, apropiación ilegal de bebés y miles de presos políticos— y protegió a los sacerdores Julio Grassi declarado, por la Justicia en 2009, culpable de abuso sexual y corrupción agravada de menores y Napoleón Sasso condenado por la misma razón.
En la larga trayectoria histórica del Vaticano, la política pendular ha sido la norma. Pero a la vez también de constituir una organización que mientras predica la humildad, la caridad cristiana, ofrece asistencia a los enfermos y desposeídos, se la sospecha cómplice de los genocidios como el de Ruanda o que ejerce presión para que los gobiernos no distribuyan preservativos, sin importarle que en África un gran porcentaje de su población están afectados por el sida.
Los años de desprestigio por el oscurantismo que la caracteriza intramuros, la explosiva crisis financiera de los últimos años, la descomposición que afecta a su ejército de curas y monjas, las denuncias de lavado de dinero de su banco y fundamentalmente el ascenso de luchas en todo el planeta la obligaron a este nuevo giro.
El nuevo Papa Francisco deberá trabajar duro, tiene la escuela peronista de la conciliación de clases, pero además necesitará regenerar su organización si quiere relanzar a la Iglesia y lograr convertirla nuevamente en un tramposo polo político e ideológico para los trabajadores del mundo capitalista.
Conclusión
“La religión es el opio del pueblo”
La religión es una especie de tóxico espiritual en el que los esclavos del capital ahogan su conciencia y adormecen su anhelo de una existencia humana decente.
Pero el esclavo que ha adquirido la conciencia de su esclavitud y que se ha elevado a la altura de la lucha por su emancipación, no es ya un esclavo del todo.(...)El obrero conciente de hoy, educado en el ambiente de una fabrica inmensa y esclarecido por la vida urbana, rechaza con desprecio los prejuicios religiosos. Este obrero deja el cielo para los curas y los hipócritas burgueses.
Lucha por una vida mejor en la tierra.
(...) Ni los libros ni la prédica, pueden esclarecer positivamente al proletariado si este no es esclarecido por su propia lucha contra las fuerzas ocultas del capitalismo. (…)
Y, una vez que se halle en un régimen desembarazado del moho medieval, el proletariado librará una gran lucha por la abolición de la esclavitud económica,
origen real del engaño religioso de la humanidad.
V. Lenin
Novaia Shizn, (La vida nueva). N° 28 – diciembre de 1905
En el Vaticano convivirán dos Papas, uno en funciones y otro retirado, cercados por las fronteras de este pequeño estado independiente y el oscurantismo eclesíastico medieval. Que la Iglesia Católica haya llegado a esta situación inédita es producto de una crisis cuya profundidad se develará con el tiempo, pero señala que esta institución bimilenaria junto con los partidos políticos, los parlamentos, los gobiernos, las fuerzas armadas, pilares fundamentales del sistema capitalista imperialista, entraron en una fase de descomposición y decadencia general, empujando también a la crisis a las organizaciones de las masas, como los sindicatos, y a los trabajadores hacia sufrimientos más prolongados.
La crisis de la Iglesia Católica no es sólo de las altas jerarquías, pierde cientos de católicos por día en el mundo, y aumentan sus dificultades para reclutar curas o monjas, la base de sustentación de su acción pastoral.
La crisis de la Iglesia Católica no es sólo de las altas jerarquías, pierde cientos de católicos por día en el mundo, y aumentan sus dificultades para reclutar curas o monjas, la base de sustentación de su acción pastoral.
Pero así como el sistema capitalista-imperialista no desaparecerá solo sino lo derrotan las masas trabajadoras, lo mismo vale para la Iglesia. En su larga trayectoria demostró que para salvar la sociedad de explotación ha sabido combinar desde el más abyecto oscurantismo y conservadurismo hasta los aires más renovadores, lo fundamental es que supo adaptarse a las exigencias de la lucha de clases para salvar al capitalismo.
Cuando lo necesitó, la Iglesia impulsó partidos políticos, como hizo en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, cuando lanzó los partidos democrátas-cristianos, para que cumplieran un papel fundamental en la reconstrucción en los dos países en los que la guerra había dejado más tambaleante al capitalismo, Alemania e Italia.
Existía un antecedente, en México donde en 1911 el clero fundó el Partido Católico Nacional para defenderse y enfrentar a los poderes constituidos por la Revolución Mexicana que amenazaba sus intereses, muy ligados a los terratenientes y opuestos al movimiento revolucionario que nucleaba a la población campesina y trabajadora.
En medio del ascenso revolucionario y del avance de la revolución política (antiburocrática en el Este europeo), hacia fines de los años 70, durante el papado del polaco Wojtyla, Juan Pablo II, —el primer papa no italiano— la Iglesia cumplió una doble misión convertirse en un ariete del imperialismo contra los estados burocratizados de Europa del Este y a la vez ser un tramposo polo político para los trabajadores del mundo capitalista. Así ubicada, la Iglesia[2] no escatimará esfuerzos ni finanzas para solventar a Solidaridad, el sindicato de masas que dirigía la revolución antiburocrática en Polonia. En este país, su intervención en el movimiento revolucionario de masas, le servirá para usar en su propio beneficio las arbitrariedades y desigualdades que imponían los regímenes burocráticos polaco y ruso, y que empujaban a sus filas y templos a multitud de trabajadores que buscaban refugio y lograría de ese modo evitar que esa revolución tomara el poder, lo cual hubiera provocado un colosal golpe al imperialismo y hubiera impulsado la revolución mundial.
Ese proceso de montarse en el movimiento revolucionario de masas, iniciado en Polonia por la Iglesia Católica, significó en primer lugar la derrota de la clase obrera polaca, y culminó en los años 90 con la restauración capitalista en la ex URSS, golpe que impuso un gran retroceso político, económico e ideológico para la clase obrera a nivel mundial. A partir de esos años el rol del Vaticano fue el de avalar los planes de austeridad, desempleo, y privatizaciones que empujaban a millones de trabajadores a vivir en condiciones de mayor miseria y privaciones.
En Latinoamérica la Iglesia, durante el papado de Wojtiyla, también intervino para cubrir el vacío de dirección que habían dejado los movimientos nacionalistas burgueses en descomposición. En Brasil, con sus dos millones de personas agrupadas en las Comunidades de Base de la Iglesia, sus asambleas metalúrgicas realizadas en la Catedral de San Pablo, o sus obispos que participaban en los piquetes de huelga, le permitió jugar un papel opositor y populista preventivo, en el camino de desmovilizar a las masas.
Las intervenciones de la Iglesia, también en la revolución centroamericana, en África, fueron y serán siempre con el mismo objetivo, un programa de acción para derrotar al movimiento obrero proponiéndole que abandone el ancho camino que lleva hacia el poder y lo reemplace por el estrecho callejón sin salida de la conciliación de clases.
El papa Francisco, parece la expresión de algo nuevo pero a la vez es parte de un viejo fenómeno que es el que ha favorecido el surgimiento de Papas cuya práctica supuestamente debería haber sido destinada exclusivamente a los aspectos religiosos, pero como fue en su oportunidad Juan Pablo II, se reveló como un conductor político y como árbitro de los hechos más conflictivos de su época: Polonia, El Salvador, Centroamérica, Malvinas o Sudáfrica.
El movimiento católico necesita volver a ocupar su lugar, junto a los pobres y desposeídos, y revertir su pérdida de credibilidad. Al igual que otras religiones, los pentecostales, los islámicos, el budismo se apoyan en las masas cada vez más desposeídas que buscan consuelo, para terminar liderando movimientos políticos defensores intransigentes del capitalismo imperialista y su sistema de explotación.
Defendemos que:
Toda persona debe ser absolutamente libre de profesar la religión que le plazca o no profesar ninguna, esto es, ser atea, como somos los socialistas revolucionarios.
No debería existir ninguna diferencia entre los derechos de los ciudadanos por razones de religión.
No debería pagarse subsidio alguno a la Iglesia, ni concederse fondos del Estado a las iglesias ni a las instituciones religiosas sean del carácter que sean. Estas deberían ser independientes del Estado, asociaciones voluntarias de ciudadanos feligreses.
La separación completa de la Iglesia del Estado es la reivindicación del proletariado socialista. La revolución debería conquistar esta reivindicación en aquellos países que no se logró, como parte integrante indispensable de la libertad política.
El régimen de la Iglesia Católica es medieval, por lo tanto, ese liderazgo autocrático y feudal aumenta el descontento entre el clero mismo. El clero debería pelear contra la tiranía de la oficialidad y rebelarse contra la inquisición policíaca impuesta a los "siervos de Dios". Los socialistas revolucionarios deberían apoyar este movimiento y llevar estas exigencias del clero honrado y sincero hasta sus lógicas consecuencias.
Como decía Lenin:
...deben interrumpirles cuando hablen de libertad y exigirles que rompan completamente toda relación entre la religión y la policía. (…) Si vosotros sois sinceros debéis propugnar la separación completa de la Iglesia y el Estado, la separación completa de la escuela y la Iglesia e insistir porque la religión sea entera e incondicionalmente considerada como una cuestión privada. Si no aceptáis estas demandas concretas de libertad, quiere decir que aún sois esclavos de tradiciones inquisitoriales, quiere decir que todavía corréis tras de sinecuras y prebendas del gobierno, quiere decir que no creéis en la fuerza espiritual de vuestra arma y que aún deseáis dejaros sobornar por el gobierno. Si es así, los obreros rusos conscientes os declararán una guerra despiadada.
No obstante, para los socialistas revolucionarios, la religión no es una cuestión privada. Un partido obrero socialista revolucionario debería constituirse como una organización de luchadores conscientes y progresistas por la liberación de la clase obrera. Semejante organización no puede ni debe ser indiferente a la ignorancia y al oscurantismo bajo la forma de creencias religiosas, supersticiones o explicaciones mágicas. Nosotros exigimos la total separación de la Iglesia del Estado con el objetivo de disipar la neblina de la religión con armas pura y únicamente intelectuales, mediante nuestra prensa y la persuasión oral. Uno de los objetivos de esa organización, el Partido Obrero Socialista Revolucionario, debería consistir precisamente en luchar contra todo engaño religioso entre los trabajadores. Para nosotros, la lucha ideológica no es una cuestión privada, sino una cuestión que interesa a todo el Partido y a todo el proletariado.
Nuestro programa está enteramente basado en el materialismo científico. Por consiguiente, al explicar nuestro programa debemos necesariamente explicar las verdaderas raíces históricas y económicas de la religión. Así pues, nuestro programa incluye la propaganda del ateismo.
No debemos limitarnos a tratar el problema religioso en abstracto —a la manera idealista—, como una cuestión de “raciocinio” completamente desligada de la lucha de clases (como hacen muy a menudo los oportunistas y reformistas de todo pelaje). Sería absurdo imaginar que, en una sociedad basada en la opresión y la degradación ilimitadas de las masas trabajadoras, es posible extirpar los prejuicios religiosos con una mera prédica. Sería dar pruebas de una estrechez mental burguesa, perder de vista el hecho de que la opresión religiosa de la humanidad es solamente el fruto o el aspecto reflejo de la opresión económica en la sociedad. Ni los libros ni la propaganda, pueden esclarecer positivamente al proletariado si este no es esclarecido por su propia lucha contra las fuerzas ocultas del capitalismo. La unión en esta lucha genuinamente revolucionaria de la clase oprimida para hacer de la tierra un cielo, es más importante para nosotros que la unidad de criterio proletario acerca del paraíso imaginario del cielo.
Por eso no declaramos ni debemos declarar en nuestro programa que somos “ateos”; por eso no prohibimos ni debemos prohibir a los trabajadores que aún se aferran a los vestigios de los prejuicios antiguos, que entren en contacto más estrecho con nuestra organización y menos todavía, si nos constituyéramos en un Partido. Siempre predicaremos el materialismo científico; debemos combatir los absurdos de los “cristianos” o de otras creencias; pero esto no significa que la cuestión religiosa debe ser colocada en primer plano donde no le corresponde.
Como mejor lo explicaba Lenin:
No debemos permitir que las fuerzas orientadas en una lucha genuinamente revolucionaria, económica y política, se quebranten en nombre de opiniones y concepciones de importancia mucho menor, que pierden rápidamente toda significación política y son paulatinamente relegadas al montón por el curso normal del desenvolvimiento económico.
La burguesía imperialista, se afana siempre por atizar los antagonismos religiosos, con el objetivo de distraer la atención de las masas de aquellas cuestiones realmente importantes y fundamentales, tanto económicas como políticas. A esta táctica reaccionaria de dividir las fuerzas obreras, nosotros sabremos oponer nuestra propaganda firme sostenida y paciente en pro de la solidaridad proletaria y del materialismo científico que impedirá el que surjan diferencias secundarias.
El proletariado revolucionario verá entonces que la religión, en realidad, se convierte en una cuestión privada en lo que se refiere al Estado.
Y, una vez que se halle en un régimen desembarazado del moho medieval, el proletariado librará una gran lucha por la abolición de la esclavitud económica, origen real del engaño religioso de la humanidad.
[1] El periódico italiano de finanzas, Il Sole 24, informó que JP Morgan envió una carta al Istituto per le Operedi Religione (IOR) –nombre oficial del banco Vaticano– para anunciarle que cerrarían la cuenta de su filial de Milán por la naturaleza de algunos de sus negocios que podrían provenir del lavado de dinero, y ya para ese entonces, el Departamento de Estado de EE.UU. había incluido al Vaticano en la lista de estados en los que había alguna preocupación sobre actividades de lavado de dinero que podrían financiar actividades terroristas o del narcotráfico.
[2] La visita del Papa a su patria natal trajo millones de masas al aire libre en Varsovia, Cracovia, y Czestochowa. (…) Por primera vez en la historia comunista polaca ocurrió una movilización y participación social masiva sin la presencia visible de la policía o las fuerzas de seguridad del estado. La gente comprendió que su fuerza estaba en los números y esto ayudo a romper la barrera colectiva del miedo. (…) Como resultado, a fines de los años 1970, la autoorganización del pueblo y una coalición amplia de trabajadores, intelectuales, estudiantes, miembros de la iglesia católica y campesinos se convirtió en una potente fuerza (…) Con su filosofía auto restrictiva de lucha no violenta y el apoyo de la Iglesia católica, Solidaridad estaba en una posición de considerar la oferta de negociaciones y aceptar una transición pactada, aún cuando esto quisiera decir una preservación del estado económico y social de las élites dirigentes.
(…) Como consecuencia de las discusiones de mesa redonda entre la oposición y el gobierno, que duró de febrero a abril de 1989, fue alcanzado un acuerdo para sostener elecciones libres parlamentarias para junio de 1989. Las elecciones trajeron una victoria decisiva para Solidaridad. En agosto de 1989, el primer Primer Ministro no comunista de la región, Tadeusz Mazowiecki, fue designado por el parlamento polaco para encabezar un nuevo gobierno con un amplio mandato popular para poner en práctica reformas económicas y sociales... (o sea la vuelta al sistema de explotación capitalista).
(…) Como consecuencia de las discusiones de mesa redonda entre la oposición y el gobierno, que duró de febrero a abril de 1989, fue alcanzado un acuerdo para sostener elecciones libres parlamentarias para junio de 1989. Las elecciones trajeron una victoria decisiva para Solidaridad. En agosto de 1989, el primer Primer Ministro no comunista de la región, Tadeusz Mazowiecki, fue designado por el parlamento polaco para encabezar un nuevo gobierno con un amplio mandato popular para poner en práctica reformas económicas y sociales... (o sea la vuelta al sistema de explotación capitalista).
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