UN TRIUNFO HISTÓRICO de la mano de las pibas, mujeres, estudiantes y trabajadoras
Horas antes de finalizar el año 2020, el año de la pandemia —donde se sumaron calamidades a la vida de la mayoría trabajadora—, se alcanzó un triunfo histórico con la legalización del aborto en la Argentina.
Un triunfo producto de la lucha de las mujeres, que encendió la llama en América Latina y el Caribe, y que reivindica a sus víctimas de la violencia social y estatal desatada contra la explotación laboral y la opresión en todas sus formas.
Esta generación de mujeres conquistó una movilización de masas, unitaria, perseverante, donde no se bajaron los brazos. Nacida de la proliferación de los abusos, maltratos y femicidios, el «ni una menos» marcó el camino, y las más jóvenes tomaron en sus manos la responsabilidad de afrontar un tremendo desafío.
Las «pibas» dieron una importante lección. Hicieron gala de entusiasmo y abnegación. Subieron el tono y el nivel de argumentación en el debate, al calor del estado asambleario creado en las escuelas, en las universidades, en los trabajos, en las reuniones de amigas, en la calle, en los medios de transporte, en las plazas. Se fueron puliendo las ideas, con las herramientas de la ciencia, de la salud pública, de los derechos sin conquistar, de la lucha política y de su historia, y por fin, en un amplio abanico de sectores sociales, prevalecieron los derechos de las más vulnerables, las más pobres. Porque son ellas las que más sufren las injusticias de este sistema, arriesgan su vida, también cuando necesitan terminar con embarazos no deseados.
El último grito de guerra de ese amanecer teñido de verde frente a las puertas del Congreso fue «vamos por más»
No es poca cosa el enemigo que debieron enfrentar. El régimen tiene cultura propia, y no solo se apoya en las fuerzas armadas o en la policía, que siempre usa como último recurso para ejercer su dominación. Existen un gran número de centinelas, que no usan uniforme ni armas, para salvaguardar los privilegios, la propiedad privada, la codicia, y fundamentalmente el sistema de explotación laboral, base de todas las injusticias. Entre todos se destaca la iglesia, erigida como el poder moral supremo. Un poder medieval que en la Argentina descansó durante décadas, entre los almohadones brindados por la oligarquía clerical propietaria de la tierra, de las vacas y de la producción cerealera, y por la casta militar que llegó al poder por los golpes de Estado.
Ni tampoco fueron pocos los ejemplos de luchadores, entre los trabajadores, los combatientes, las protagonistas de otras oleadas feministas, las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, los estudiantes, y en relación a ellos los nuevos protagonistas, que hoy se agrupan en los movimientos sociales.
Las pibas, las más jóvenes y las más pobres, abusadas y obligadas a cursar un embarazo a los once años. Niñas que no cuentan con recursos ni siquiera para estudiar, que en los partos arriesgan su vida, pero también en los abortos clandestinos, que crecen en un país donde el analfabetismo resurge, los servicios de salud pública son tremendamente deficitarios, el número de desocupados y de pobres aumenta a un ritmo de catástrofe, el grito de estas pibas convoca a todos los explotados de Argentina y de América Latina: ¡Vamos por más!
0 comentarios:
Publicar un comentario