¡Viva la lucha de la clase obrera y el pueblo brasileños!
¡Movilización de los trabajadores contra la ingerencia imperialista en el continente!
El capitalismo se ha transformado en un sistema universal de opresión colonial y de estrangulación financiera de la inmensa mayoría de la población del planeta por un puñado de países «avanzados». Este «botín» se reparte entre dos o tres potencias rapaces de poderío mundial, armadas hasta los dientes que, por el reparto de su botín, arrastran a su guerra a todo el mundo.
Vladimir Lenin, El imperialismo, fase
superior del capitalismo.
Ante la profundización de la crisis en
Brasil nuestra corriente internacional publica esta segunda
declaración de apoyo a los trabajadores y el pueblo pobre brasileño
retomando en gran parte lo señalado hace un año, cuando el
Parlamento aprobaba el proceso de impeachment a Dilma Rousseff. Nuestra previsión de que en manos de la rosca
parlamentaria-judicial-oligárquica el país no podría afrontar la
crisis económica y social, sino que, al contrario, los planes de
estos sectores conducirían a la liquidación de los derechos
sociales y políticos de la clase obrera y a la agudización de la
crisis en todos los terrenos, para avanzar en la semicolonización
del país, lamentablemente se viene cumpliendo.
La ingerencia imperialista y de
expoliación de recursos no se detendrá en las fronteras de Brasil
ni de Venezuela. México, Colombia, Argentina, anticiparon este
camino. Es hora de que alcemos una sola voz en el continente en
defensa de la soberanía, de la independencia económica y política
nacional y de defensa de las conquistas de los trabajadores y de los
oprimidos. El destino de los países latinoamericanos es el problema
inmediato que la clase obrera y el pueblo deben tomar en sus manos.
Los países de América Latina y el Caribe solo podrán
independizarse del yugo imperialista uniendo a sus estados en una
poderosa federación, la consigna que debería presidir la lucha
contra la violencia (como en Venezuela), las investigaciones,
intrigas e ingerencia imperialista (en el resto del continente); y
contra la feroz explotación de las clases patronales nativas será:
POR UNA FEDERACIÓN DE ESTADOS SOCIALISTAS DE AMÉRICA LATINA Y EL
CARIBE.
La crisis económica, social,
institucional y política abierta en Brasil es a la vez consecuencia
y preanuncio de una profundización en la bancarrota del régimen de
dominación de la oligarquía financiera imperialista mundial. La
crisis brasileña contradice la abrumadora propagandización de
fábulas sobre la capacidad de superación del sistema
capitalista-imperialista mundial de los procesos de estancamiento y
de descomposición inherentes a su etapa imperialista; la realidad
demuestra que estos flagelos crecen en todo el planeta.
La tendencia a la descomposición del
sistema capitalista no dejó de aumentar aunque simultáneamente
algunas ramas industriales, algunos países o ciertos sectores
específicos de la economía crecieran. El crecimiento, además, es
cada vez más desigual, y esta desigualdad se manifiesta también en
una mayor descomposición de los países que concentran el poder
financiero: no fue casualidad que la crisis de 2008 tuviera su
epicentro en los Estados Unidos, y tampoco lo fue que su poder de
dominación quedara debilitado.
La crisis de Brasil contradice a «los
destacados economistas» del gran capital que vaticinaron el
«desacople» de los países llamados BRICS (Brasil, Rusia, India,
China y Sudáfrica), en referencia a las posibilidades de crecimiento
económico permanente que aparentemente se abrían mientras caían en
severas recesiones los países imperialistas con la crisis de 2008.
Los países semicoloniales son parte de
un mundo dominado por el imperialismo, por lo tanto el desarrollo de
estos países atrasados, tiene un carácter combinado: las
formas económicas más primitivas se combinan con el último grito
de la técnica y la cultura capitalista. (…) la lucha por los más
elementales logros de independencia nacional y democracia burguesa se
combina con la lucha socialista contra el imperialismo mundial. (LEÓN TROTSKY, Programa de transición).
En Brasil, en el transcurso de un año,
el avance de la crisis capitalista, expresada en la combinación de
crisis económica, social y política terminó con el mandato
presidencial de Rousseff y, dejó al borde del precipicio al gobierno
de Michel Temer, también con varios altos funcionarios
parlamentarios y gubernamentales presos, muchos más procesados y
altos ejecutivos de conglomerados empresariales detenidos o escapando
de la cárcel con acuerdos de delación premiada con la Justicia.
En el mes de mayo de 2016, el Senado
aprobaba el proceso de impeachment a Dilma Rousseff y en agosto su
destitución por amplia mayoría. La expulsión del PT del gobierno
significó el triunfo de un sector burgués económico y político
conservador, oligárquico-financiero-proimperialista. El principal
componente de esta alianza de partidos de derecha es el bloque
parlamentario (no partidista) conocido como «las tres B»: «Bala»
(diputados ligados a la Policía Militar, a los Escuadrones de la
muerte y a otras milicias privadas); «Buey» (los grandes
propietarios de tierra criadores de ganado), y «Biblia» (los
neopentecostales integristas, homófobos y misóginos). El asalto al
poder de esta «rosca» o Santa Alianza
oligárquica-financiera-imperialista tuvo como objetivo liquidar los
derechos económicos y políticos conquistados por los sectores
sociales más pobres, los trabajadores y los campesinos2, y someter
al país a los dictados económicos del imperialismo.
Un año después, el gobierno de Michel
Temer, el elegido por el Congreso para reemplazar a Rousseff, parece
tener los días contados como presidente de Brasil. Su destitución
por vía judicial o parlamentaria fue el problema que trataron de
resolver contra reloj y a puerta cerrada los máximos líderes
políticos brasileños. Los escándalos jurídicos, el rechazo
generalizado de la población hacia su figura, combinados con el
ascenso de la movilización obrera y popular conforman un cóctel
mortal para la estabilidad política e institucional de dominación
burguesa.
Las leyes antiobreras que se
pretendieron promulgar durante el último año revelan el carácter
de clase de estas maniobras institucionales y judiciales. Ponen al
descubierto, en definitiva, que en el sistema capitalista el Estado
es el instrumento de dominación de la clase burguesa, que ese orden
institucional burdamente llamado «régimen democrático» le da
legalidad a la opresión contra la mayoría popular y contra los
trabajadores, que ese orden institucional que nos venden como «el
instrumento de conciliación de clases» es para ocultar su verdadera
función la de opresión de la clase dominante sobre los trabajadores
y las mayorías populares. «Conciliar» no quiere decir amortiguar
la pelea contra los opresores, significa privar a las clases
oprimidas de medios y métodos de lucha para derrotarlos.
En 2009, el gobierno de Zelaya en
Honduras fue el primero de esta nueva serie de golpes blandos contra
presidentes en el continente. Le siguió el proceso parlamentario que
destituyó al presidente paraguayo Fernando Lugo en 2012, y en 2016,
el último proceso contra Dilma Rousseff. Estos mandatarios fueron
destituidos por fraudulentos procesos judiciales y parlamentarios,
antes de cumplir su período al frente del Ejecutivo, período
otorgado por la normas constitucionales en esos países. En todos los
casos, las vinculaciones y complicidades con países imperialistas y
en particular con el imperialismo norteamericano fueron evidentes y
explícitas.
Ante esta ofensiva antiobrera,
antipopular y proimperialista, Perspectiva Marxista Internacional
declara:
• El régimen «democrático»
brasileño no garantizó el más elemental de los derechos del
pueblo, que es el derecho al voto. La presidenta elegida en las urnas
fue expulsada de su cargo, con la connivencia del Parlamento y del
Poder Judicial, y el respaldo de las Fuerzas Armadas, bajo el escudo
de la Constitución nacional. Se produjo un golpe «parlamentario y
judicial» avalado por el imperialismo contra un gobierno elegido en
las urnas y por el silencio cómplice de la mayoría de los gobiernos
de la región.
• El régimen de la democracia
burguesa no suprime la dominación del capital, por lo tanto no
desaparecen ni la opresión ni la lucha de clases. La necesidad de la
burguesía de mantener su dominio frente a la polarización creciente
de la sociedad entre las masas empobrecidas y los explotadores cada
vez más ricos es lo que determina la tendencia a la reacción, o
sea, a las formas violentas y totalitarias de dominación. Por lo
tanto, las tareas democráticas mantienen toda su importancia por las
tendencias más profundas, tanto del imperialismo como de los
monopolios, al totalitarismo.
• Las destituciones de los
presidentes Dilma, Zelaya y Lugo expresaron la crisis de los
regímenes democráticos de países atrasados: la debilidad que
tienen para enfrentar a la vez las presiones imperialistas y las
aspiraciones legítimas de las masas. Esa debilidad se evidencia en
las peleas entre los distintos sectores de clase. La experiencia
brasileña ilustra la división y roces de la clase patronal. La
burguesía brasileña con el golpe contra Dilma intentó matar dos
pájaros de un tiro: el primero, arrebatarle el poder al PT después
de trece años de gobierno; el segundo, aplicar a fondo las medidas
de ajuste quitando la iniciativa y desarticulando la acción de
masas.
• Temer como presidente durante 12
meses se lo asocia más a FORA TEMER que ha pasado de ser «el grito
de guerra de los contrarios al impeachment al leit-motiv de los
conciertos, las pintadas y las manifestaciones cada vez más
importantes en las calles de las principales ciudades del país». El
presidente Temer es más un cadáver político que un presidente en
funciones, solo una crisis sin precedentes del régimen político lo
mantiene, mientras la clase dominante trata de pactar una sucesión
antes de que la pelea por arriba combinada con la pelea de los de
abajo termine con todos ellos.
• Los antecedentes que preanunciaban
una catástrofe como la que vive hoy el pueblo trabajador brasileño
están resumidos en las políticas débiles, titubeantes y
conciliadoras con las cuales pretendieron enfrentar al imperialismo
tanto los gobiernos de Lula y Dilma, en Brasil, como los de
Chávez-Maduro, Correa, Evo Morales y los Kirchner en el resto de
Latinoamérica. En los casos de Honduras, Paraguay, la Argentina y
Brasil, esos gobiernos ya han sido reemplazados por una política
firme en favor de los intereses oligárquicos e imperialistas y no
menos firme como política explotadora y represiva del movimiento
obrero.
• El límite fundamental al que se
enfrentaron estos líderes en el terreno de la política de
dominación estuvo determinado por la defensa intransigente que ellos
hicieron del sistema capitalista semicolonial, es decir, por la
defensa del régimen de explotación de la clase trabajadora y del
país.
• El crecimiento económico producto
del desarrollo capitalista chino de las últimas décadas, que trajo
inversiones e incrementó el comercio de las commodities con estos
países latinoamericanos, favoreció, a su vez, la política de
conciliación de clases de estos gobiernos, que distribuyeron una
parte mayor de las superganancias obtenidas por los burgueses
orientándolas hacia cubrir las necesidades básicas de los más
pobres (en Brasil se sacaron 36 millones de brasileños de la miseria
extrema) sin provocar mayores roces.
• El contexto mundial favoreció el
surgimiento de los gobiernos «populistas» o reformistas
latinoamericanos por la debilidad creciente del poder imperialista
yanqui, que descuidó el patio trasero de su dominación durante las
administraciones republicanas de George Bush (2001-2008), lo que no
se revirtió en los períodos de Obama. Esta retirada circunstancial
de los Estados Unidos, se debió a los fracasos militares de sus
intervenciones en el Medio Oriente, y fundamentalmente a la crisis
del capitalismo imperialista que estalló en 2007-2008 originada en
el corazón de la dominación mundial. La hegemonía yanqui no ha
sido reemplazada todavía, pero se aceleró el papel de China como
potencia financiera, comercial y colonial.
• Las mejoras obtenidas por los
trabajadores y el pueblo pobre, en parte por estos factores
fundamentales, estimularon diversas creencias; entre ellas, que es
posible un capitalismo más humanitario, que es posible en esta etapa
practicar el reformismo de los comienzos del imperialismo —a fines
del siglo XIX—, renacido con el «Estado de bienestar» de la
segunda posguerra y rebautizado por Chávez como «Socialismo del
Siglo XXI».
• Otra fábula difundida por estos
líderes es que se podía desarrollar un capitalismo independiente
del imperialismo. Todo país atrasado, por independiente que haya
logrado ser en el plano político, no rompe con las leyes de los
monopolios y del capital financiero ni, por lo tanto, con el papel
que éstos le asignaron en la economía mundial. Por el contrario,
están supeditados a éstas, y los gobiernos «progresistas» y/o
«frente populistas» tratan de arbitrar entre esas contradicciones,
sin resolverlas.
El capital financiero chino y las
inversiones de ese país en Lationamérica crecieron de manera
exponencial en estas últimas décadas favoreciendo el crecimiento
económico en estos países, y todavía más la ideología
oportunista-reformista.
• El pago de la deuda externa ha
socavado la economía, y con ella la soberanía del país, de forma
creciente. El cumplir con estos compromisos usureros a costa del
hambre del pueblo señala el camino inverso a la defensa de su
independencia. Pero tanto los gobiernos de Lula como los de los
Kirchner y los de Chávez-Maduro se comprometieron con el
cumplimiento de estos pagos como una prioridad de sus gobiernos. En
resumidas cuentas, el resultado de sus políticas no eliminó el peso
y el poderío económico de la gran burguesía nacional, de los
monopolios imperialistas y del capital financiero: la concentración
de la riqueza en cada vez menos manos aumentó y los bancos vieron
crecer sideralmente sus ganancias.
• Brasil alcanzó un régimen
democrático en 1985 con el gobierno de Tancredo Neves, pero la
conquista de esa democracia no significó que esos gobiernos civiles
acabaran con la miseria ni con el hambre. Tampoco con los métodos
brutales de la Policía Militar contra los pobres. El hambre en este
país provocó estallidos sociales de magnitud en 1983, en San Pablo.
Acabar con la dictadura militar y conquistar las libertades
democráticas fue un logro, pero llevó más de dos décadas reducir
la cantidad de personas muertas por el hambre y, pese a las mejoras
alcanzadas bajo los gobiernos del PT, no se ha terminado ni se podrá
terminar con ese flagelo bajo un sistema capitalista semicolonial.
• Para defender el sistema
capitalista, los gobiernos de Lula-Rousseff, aplicaron medidas contra
la clase obrera en beneficio de los empresarios, los bancos y el
sector financiero:
En 2003, en la primera presidencia,
Lula aplicó una contrarreforma del sistema jubilatorio que tuvo como
blanco y víctima a los trabajadores estatales: les aumentó la edad
para jubilarse, eliminó los regímenes especiales, homologó el
sistema de los trabajadores públicos y privados, y en general
recortó el presupuesto del fondo público de pensiones. Al final de
2014, el gobierno de Rousseff impuso un segundo paquete antiobrero
que restringió, entre otras cosas, el acceso al Seguro de Desempleo;
además de la ley de tercerización laboral que buscaba, según
Adílson Araújo, presidente de la Central de Trabajadores Brasileña
(CTB): «sepultar la cartera del trabajo, legitimar el contrato
fraudulento, los bajos salarios y las pésimas condiciones
laborables».
Los derechos a manifestarse y a
organizarse de los trabajadores quedaron limitados por la Ley
Antiterrorista proimperialista de Dilma Rousseff.
Michel Temer con el apoyo de la clase
política nacional y del imperialismo, logró a medias aplicar el
ajuste que ya había iniciado Dilma a pesar del rechazo generalizado
a su gestión. Estas medidas —reforma del presupuesto, del sistema
jubilatorio y del laboral— lo único que lograron fue que la
situación empeorara aceleradamente.
• El PT tiene grandes burgueses en su
interior y gobernó aliado a la burguesía al partido de Temer, su
vicepresidente, que se lo agradecieron con el impeachment a Dilma.
• Nuestras críticas a los gobiernos
del PT no significan poner un signo igual entre éstos y el actual
gobierno de la rosca.
Según datos de la FAO, en la década
de 1990, el total de personas subalimentadas en Brasil superaba los
22 millones, representando el 14,8% de la población. Los gobiernos
del PT lograron reducir estas cifras a menos del 5%, y disminuir en
un 29,7% la pobreza y en un 17,4% la pobreza extrema. La rosca toma
el poder para terminar con todas esas conquistas sociales y
superexplotar a los trabajadores y el pueblo pobre brasileños.
Los gobiernos del PT lograron una
independencia relativa del país con respecto al imperialismo
dominante en la región, el yanqui. En la IV Cumbre de las Américas,
Brasil fue una pieza imprescindible y clave para que fracasara el
proyecto imperialista del Área de Libre Comercio de las Américas
(ALCA), que habría sometido a toda América Latina a un estatus
cuasi colonial como el que sufre México tras la firma del Tratado de
Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), más conocido como
NAFTA por su siglas en inglés. Y Dilma mantuvo intransigentemente
que sólo la estatal Petrobras podría explotar el «presal», una de
las mayores reservas petrolíferas del mundo ubicada en la plataforma
continental brasileña.
• Brasil junto a cuatro países,
China, Rusia, India y Sudáfrica, formaron un bloque importante a
escala mundial, los BRICS. Bloque que medido desde el peso
demográfico (2.926 millones de personas, o sea el 42% de la
población mundial), su PIB que representaba en 2013, el 21,6% del
PIB mundial, y su reserva de divisas estimada en 5,25 billones de
dólares de los cuales 4 billones corresponden solamente a China, fue
visto como una gran oportunidad para los proyectos de crecimiento del
conjunto de los países semicoloniales. Pero los BRICS, con sus
reservas monetarias constituidas mayoritariamente en dólares y sus
economías dirigidas a la exportación de materias primas o, como en
el caso de China, de mano de obra barata —entre otras formas de
dependencia—, no se emanciparon de la economía capitalista
imperialista y su dominio sobre el mercado mundial.
Los BRICS crearon también un llamado
Contingente de Reservas (CRA), constituido por 41.000 millones de
dólares aportados por China, 18.000 millones por India, 18.000
millones por Brasil y 5.000 millones por Sudáfrica. El proyecto fue
crear un banco de desarrrollo de los BRICS para administrar esos
fondos, concebido como alternativa de esos países al Banco Mundial y
FMI «dominados por Estados Unidos», así lo presentó su primer
director, el indio Kundapur Vaman Kamath. Ni este proyecto ni los
acuerdos regionales como el MERCOSUR, lograron la autonomía
económica propagandizada por los líderes políticos que los
crearon.
Los cuatro países de los BRICS desde
la primera cumbre reclamaron mayor presencia en las Instituciones
Financieras Internacionales; es decir, un mayor poder de decisión
dentro del sistema capitalista mundial. La crisis que estalló en
2007-2008 en las potencias imperialistas no planteó su declive
inexorable pero si abrió mayores posibilidades de incidencia en las
decisiones políticas internacionales a países como China, pero no a
los BRICS como bloque.
• Ante el rechazo del ALCA y la
constitución de los BRICS, el imperialismo yanqui debía propinar un
escarmiernto ejemplarizador a semejantes desafíos a su dominio por
parte de un país de su histórico «patio trasero» latinoamericano.
La rosca, apoyada por el imperialismo,
tomó el poder para entregar los recursos naturales y otras riquezas
de Brasil a la rapiña de los monopolios imperialistas, como socia
menor de éstos.
• Las medidas antiobreras tomadas por
los ex presidentes Lula y Dilma hicieron disminuir el apoyo obrero y
popular a sus respectivos gobiernos. En las últimas elecciones en
Brasil, el PT perdió por primera vez desde 2002 en el ABC paulista,
la mayor concentración industrial del país. La mayoría de las
ciudades del cordón industrial votaron por Neves; así ocurrió, por
ejemplo, en São Bernardo do Campo, que es la ciudad donde Lula
desarrolló su actividad sindical. Esa derrota también se expresó
en la elección de gobernador y de senador: el PT perdió la
gobernación del Estado por segunda vez ante Alckmin, del PSDB, y el
cargo de senador paulista, con Serra, del mismo partido.
• El descrédito ganado por Dilma
Rousseff entre los trabajadores y los sectores populares dejó al PT
y su gobierno a merced de la rosca oligárquica. Pero fue
fundamentalmente la política traidora de la CUT y las restantes
centrales lo que permitió que este golpe parlamentario-judicial se
concretara. Un llamado a la huelga general contra la rosca
oligárquica-financiera proimperialista que se declaró aliada a los
militares torturadores de la última dictadura, racista en una país
de mayoría negra y mestiza, y aliada incondicional del imperialismo
yanqui y/o europeo, constituía la única política consecuente
contra una amenaza de la gravedad que se avecinaba: la destitución
del gobierno del PT con sus consecuencias inmediatas contra los
trabajadores, el pueblo pobre y el campesinado y la independencia
nacional. La huelga general podría haber derrotado el llamado «golpe
blanco» contra la presidenta, pero esa no fue la política de la
CUT.
• Las direcciones políticas y
sindicales en las que las masas se sienten representadas frenaron la
movilización independiente de los trabajadores porque se negaron a
luchar contra «su gobierno», el gobierno del PT, favoreciendo de
este modo también el triunfo de la reacción. Se convierten así en
las grandes organizadoras de derrotas de la lucha obrera y popular.
Las direcciones de la llamada «izquierda radical», con una política
sectaria y propagandista, se niegan a reconocer las contradicciones
que surgen constantemente entre sectores de las burguesías de los
países semicoloniales y el imperialismo. Con sus denuncias de que
«son lo mismo» o sus consignas de que «se vayan todos» ponen un
signo igual entre toda clase de gobiernos, en lugar de tratar de
profundizar esas contradicciones para debilitar al enemigo de clase.
Así dejan el terreno libre a que estos movimientos nacionalistas y
las burocracias sindicales se postulen como abanderados de las clases
explotadas y de la soberanía del país, y mantengan su control sobre
el movimiento de masas para frenar sus movilizaciones y hacerlo
confiar en la «democracia» patronal con la zanahoria de que todo se
puede lograr por la vía electoral y, por fin, entregarlo inerme a la
reacción. No defienden a su país del imperialismo.
• Nuestra ubicación es claramente en
defensa de las conquistas y derechos obtenidos por la gran masa
pobre, campesina y el conjunto de los trabajadores, y en defensa del
país frente a la ofensiva de dominación político-económica del
imperialismo. Nos oponemos intransigentemente a la rosca oligárquica
y llamamos al movimiento obrero y de masas a movilizarse contra
cualquier gobierno que surja de los acuerdos entre ellos.
• No defendemos a la democracia en
general. En la democracia burguesa las reglas las fija el poder del
capital, quien dispone de dinero, compra voluntades, cargos en la
administración de gobierno y/o parlamentarios, también corrompe,
paga sobornos y pacta acuerdos según su conveniencia. Con dinero se
pueden obtener favores de la justicia y manejar a su arbitrio los
medios de comunicación, en una palabra le permite a la burguesía
dominar bajo estas condiciones de «libertades formales», que
podrían en un futuro terminar de manera abrupta si necesitara
recurrir a los militares como ya lo hizo en la década de 1970. Sí
defendemos las libertades que otorga la democracia burguesa para que
los pobres y los trabajadores puedan organizarse y luchar por sus
necesidades.
• Los trabajadores odiamos a los
políticos corruptos y a los capitalistas que los corrompen. Pero la
propaganda sobre que la Justicia burguesa puede terminar con la
corrupción es un engaño total. Ya en 1850 Marx denunciaba que
«Mientras la aristocracia financiera hacía las leyes, regentaba la
administración del Estado, disponía de todos los poderes públicos
organizados y dominaba a la opinión pública mediante la situación
de hecho y mediante la prensa, se repetía en todas las esferas… la
misma prostitución, el mismo fraude descarado, el mismo afán por
enriquecerse, no mediante la producción, sino mediante el escamoteo
de la riqueza ajena ya creada» (Karl Marx, Las luchas de clases en
Francia de 1848 a 1850). Hoy, cuando la «aristocracia financiera»
domina el mundo entero, Brasil incluido, todas las instituciones del
estado burgués, sus poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, están
corrompidos sin remedio.
• El avance de la reacción, por
cualquier vía que sea, debe ser denunciado y combatido. Los
trabajadores no podemos estar ajenos a estos avances reaccionarios y
proimperialistas en la región. Los casos de Honduras, Paraguay y
Brasil, son un preámbulo. Por la incidencia de su economía en la
región, Brasil es fundamental; su crisis agravará la del resto de
los países y traerá aparejado más estancamiento económico y mayor
desocupación. Los trabajadores de la región nos debemos pronunciar
contra los avances reaccionarios y proimperialistas que limiten o
distorsionen aún más las conquistas democráticas pero también
nuestras conquistas económicas. Por eso también nos debemos
pronunciar contra las medidas antiobreras y antipopulares del
gobierno de Macri en la Argentina, y contra los pactos colonizantes
políticos, militares y económicos de los países de la región con
los países imperialistas.
• El impeachment de Dilma abrió una
crisis política que el gobierno de Temer no pudo cerrar. La clase
burguesa creyó que la destitución de Rousseff restablecería la
confianza, revertiría una recesión de dos años y pondría fin a un
mercado en baja. Pero en realidad, su sucesor y exvicepresidente,
Michel Temer no pudo superar la crisis institucional y ocupó el
centro de un escándalo basado en una grabación en la que él
aprobaba sobornos. Ese hecho se encadenó con una sucesión de
renuncias y procesamientos previos de ocho de sus ministros en los
últimos meses, de la imposibilidad de completar la aprobación de
las reformas que la clase empresarial exigía, y fundamentalmente de
la pérdida de apoyos, algunos importantes como el de la red O Globo.
Los trabajadores podemos y debemos
aprovechar esa debilidad del poder patronal para imponer un plan
económico y político que responda a las necesidades de la mayoría
de la población y a nuestros intereses. Pero ese llamado exige más
que cualquier otra forma de lucha de clases una dirección clara,
resuelta, enérgica, independiente de cualquier gobierno, una
dirección que no aparece abruptamente y de la nada. Ante la
conspiración reaccionaria, este urgente llamado a luchar debe ser la
principal tarea de la dirección de las centrales obreras y de los
sindicatos independientes, de las organizaciones del movimiento
campesino y popular, y de los partidos políticos de izquierda.
• Ese llamado a la huelga general se
concretó este último 28 de abril. La presión social de la clase
obrera y del conjunto del pueblo se hizo sentir, la aprobación y
amenaza de resolución parlamentaria de medidas de mayor esclavitud
laboral y de destrucción de las organizaciones gremiales obligó a
las direcciones sindicales y políticas populares a convocarla.
Lograron una de las huelgas generales más importantes de la historia
de Brasil. En todo el país el paro por veinticuatro horas se hizo
sentir de manera contundente, con acción directa, barricadas en las
calles y quema de neumáticos los trabajadores lo convirtieron en una
clara demostración de fuerza contra las reformas laborales. La
huelga general de abril fue el corolario de una sucesión de
importantes movilizaciones de masas y de huelgas parciales que se
sucedieron durante el año.
• Durante el mes de mayo las
protestas y movilizaciones no se han detenido, como tampoco la
escalada de denuncias de corrupción contra Temer. Desde la
manifestación espontánea de la población que cubrió las calles de
las principales ciudades para pedir la salida de este presidente que
nadie votó ni nunca reaccionó al clamor mayoritario del pueblo
brasileño, hasta las convocatorias de las organizaciones sociales y
sindicales, la movilización obrera y popular no cesa.
Las centrales sindicales, el Frente
Brasil Popular y otras organizaciones políticas populares convocaron
a la jornada Ocupa Brasilia contra la reforma laboral; la
convocatoria sumó más de 150.000 manifestantes que ocuparon la
capital del país, la marcha también fue histórica, a pesar de la
represión policial y del llamado a las Fuerzas Armadas para ocupar
las calles, una medida que luego Temer tuvo que dar marcha atrás. Y
las convocatorias a ocupar las calles se siguen sucediendo.
• Los trabajadores tenemos nuestros
propios métodos de lucha, que se ajustan a nuestros objetivos. En la
base de esos métodos se encuentra la acción directa de masas, que
quiere decir que los explotados tomamos en nuestras manos la solución
de nuestros problemas y de las cuestiones de interés nacional, por
encima del ordenamiento jurídico y de los gobiernos
«democráticamente electos». La acción directa puede traducirse en
huelgas, manifestaciones, o en múltiples formas de lucha cuando
cuando los explotadores atacan nuestras condiciones de vida y de
trabajo, y cuando está en peligro la integridad de nuestros derechos
democráticos, de la libertad de expresión, de lucha y de
organización independiente como clase trabajadora, en una palabra,
cuando peligra nuestra capacidad de lucha y de organización.
• La clase obrera y el pueblo
necesitan el poder para imponer sus consignas, levantando muy alto su
bandera, sin renunciar jamás a sus objetivos estratégicos a cambio
de capturar votos. La clase obrera necesita el poder para realizarse
y materializar la plenitud de sus postulados, y no para conciliar ni
para capitular ante la rosca oligárquica y el imperialismo.
• Los trabajadores no debemos confiar
jamás —ni ubicarnos como su ala izquierda— en los gobiernos que
defienden el sistema capitalista porque, los encabece quien los
encabece, eso significa defender a la clase que nos explota y nos
condena a una derrota segura. Todo lo contrario, debemos continuar
luchando con firmeza tras nuestros objetivos y banderas, porque solo
con el poder y desde allí podremos cumplir plenamente las tareas
democráticas y lograr el socialismo.
• Estuvieron en curso negociaciones
para terminar con las denuncias y juicios que afectan a multitud de
empresarios y políticos de todos los partidos. Los trabajadores
debemos repudiarlas y denunciar que son maniobras para salvar a las
clases explotadoras y al sistema político podrido.
• Debemos luchar para derrocar al
gobierno usurpador y proimperialista de Temer y de cualquier otro
elegido dentro de los recintos del Parlamento o del Poder Judicial
desde donde afloran la mugre y los proyectos antiobreros. Debemos
organizarnos en forma independiente del Estado y de la patronal.
Debemos organizarnos en nuestros lugares de trabajo y en los barrios.
Debemos exigir a nuestros dirigentes sindicales, políticos o de los
movimientos sociales que se pongan a la cabeza de una lucha
centralizada contra este gobierno y el que quiera sucederlo bajo
estas condiciones. Que se pongan a la cabeza de una gran movilización
popular, con la organización de piquetes de autodefensa, con el
objetivo de la paralización total del país, hasta derrocar a los
políticos, parlamentarios y jueces corruptos y usurpadores.
• El imperialismo y el gobierno
adicto de Temer o cualquier otro de esta cúpula oligárquica van por
más…
Van por Petrobras y el petróleo de
Brasil. ¡El presal y Petrobras son del pueblo brasileño!
Van por el desmantelamiento de las
reformas sociales. ¡POR LA DEFENSA DEL SERVICIO UNIVERSAL DE SALUD Y
EL PLAN NACIONAL DE EDUCACIÓN! ¡POR LA VIGENCIA DE LA SEGURIDAD
SOCIAL Y la AMPLIACIÓN DE SERVICIOS!¡POR NUESTRAS ORGANIZACIONES
SINDICALES Y NUESTRA LIBERTAD DE organización Y LUCHA!
¡POR UNA PLANIFICACIóN ECONóMICA
NACIONAL ELABORADA POR LAS ORGANIZACIONES OBRERAS, CAMPESINAS y
populares!
• NI UN DÍA MÁS DE GOBIERNO DE
TEMER. ABAJO LOS GOBIERNOS DE LA ROSCA.
• POR UNA ASAMBLEA NACIONAL OBRERA,
CAMPESINA Y POPULAR plenamente soberana QUE ASUMA TODO EL PODER Y
DISUELVA AL PARLAMENTO Y A LA JUSTICIA. Ir a nuevas elecciones, sean
generales o a una Asamblea Constituyente, con el actual sistema
político putrefacto y en las que los trabajadores se vean obligados
a optar entre los mismos partidos igualmente putrefactos es una
trampa para impedir la movilización independiente de las masas y
beneficiar a Temer y cía., con una tregua durante la que pueda
continuar con sus planes antiobreros y antipopulares. La decisión de
quien gobierna Brasil la deben tomar democráticamente los
trabajadores, los campesinos y el pueblo pobre en general, no los
partidos de la rosca oligárquica ni el imperialismo. Como también
somos los trabajadores y sectores populares quienes deben decidir el
plan económico para sacar a Brasil de la crisis en que la
sumergieron los burgueses y el imperialismo, plan que deberá
extirpar el hambre, implementar la escala móvil de salarios y de
horas de trabajo, devolver la tierra a los campesinos, organizar la
autodefensa de los trabajadores y campesinos, etcétera.
• DEFENDAMOS LOS DERECHOS
CONQUISTADOS, a comer, al trabajo, al salario que cubra las
necesidades, a la salud, a la vivienda, a la educación.
• NO A LOS PACTOS COLONIZANTES,
económicos, políticos y militares CON LOS PAÍSES IMPERIALISTAS.
• EXPROPIACIÓN INMEDIATA SIN
INDEMNIZACIÓN DE LAS EMPRESAS TRANSNACIONALES E IMPERIALISTAS. QUE
NO QUEDE NINGÚN ODEBRECH NI BATISTA AL FRENTE DE ÉSTAS; POR MÁS
QUE VAYAN PRESOS SEGUIRÁN COMO HACEN LOS CAPOS DE LA MAFIA,
DIRIGIENDO Y CORROMPIENDO DESDE LA CÁRCEL.
• NINGUNA CONFIANZA EN EL PT. Los
trabajadores y sectores populares que aún se sienten representados
por este partido deben ponerlo a prueba exigiendo que expulse de su
seno a los patrones y se ponga bajo la disciplina de las
organizaciones obreras y populares.
• POR CENTRALES SINDICALES Y SINDICATOS CON PLENA DEMOCRACIA INTERNA QUE NO DIVIDAN A LA CLASE OBRERA, según la filiación política de sus direcciones sino que la
unifiquen en la lucha por sus intereses.
• POR UNA MOVILIZACIÓN REGIONAL DE
LOS TRABAJADORES EN APOYO A LAS LUCHAS DE LOS TRABAJADORES Y EL
PUEBLO BRASILEÑO CONTRA LA ROSCA.
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