Introducción
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Los medios masivos y las redes sociales del mundo entero se dedican día y noche a mostrar la destrucción provocada por los ataques rusos a diferentes ciudades ucranianas, la separación de familias en las fronteras de Ucrania con los países que reciben los millones de refugiados, etcétera, etcétera, etcétera. También propagandizan las sanciones económicas contra Rusia y las denuncias de sus “crímenes de guerra” por parte de las instituciones internacionales “defensoras de la libertad y la democracia”: las Naciones Unidas –desde su Consejo de Derechos Humanos hasta Unicef (Fondo Internacional de Emergencia para los Niños)–, la Corte Penal Internacional de La Haya, etcétera, etcétera, etcétera. Y hasta el Papa, que con la infinita hipocresía de esa cueva de bandidos que es el Vaticano había intentado aparecer como un tipo neutral que solo quería la paz, terminó mostrándose en público con una bandera ucraniana.
A esta manada de entidades políticas se suman infinidad de organizaciones de la “sociedad civil” y ONGs que se jactan de ser defensoras “de la democracia” y “de los derechos humanos” como, por ejemplo, Human Rights Watch (Observatorio de los Derechos Humanos), Médicos sin Fronteras, la Cruz Roja, los ecologistas de Greenpeace, pacifistas y organizaciones como Anonymous. A la condena a Rusia también se suman “progresistas” de todos los pelajes, comenzando por algunos gobiernos de América Latina (el patio trasero de Estados Unidos) que dicen serlo, como el de Alberto Fernández-Cristina Kirchner en la Argentina y el de Gabriel Boric en Chile. Todos estos acompañados por una comparsa de miles de politólogos, periodistas, psicólogos, académicos, economistas, etcétera, que repiten como loros los argumentos del imperialismo occidental (Estados Unidos más Europa) sobre la “defensa de la soberanía y la integridad territorial” de Ucrania y su régimen “democrático”… que incorporó a sus fuerzas militares a los nazis del Batallón Azov, se apoya en paramilitares también nazis y acaba de prohibir a 11 partidos políticos.
Todas las guerras son bárbaras y tienen consecuencias atroces, pero muy pocas veces se vio semejante Santa Alianza “humanitaria, democrática y derechohumanista”. Cuando la Segunda Guerra Mundial concluyó con la derrota del Eje (Alemania, Italia y Japón) por parte de los Aliados (básicamente la Unión Soviética, Estados Unidos e Inglaterra), en la ciudad de Nurenberg fueron juzgados los jerarcas y militares nazifascistas por los genocidios cometidos contra millones de judíos, gitanos, eslavos, sindicalistas, socialistas, comunistas y hasta homosexuales y discapacitados. Algunos de los nazis fueron justamente condenados a muerte; otros a largas penas de prisión.
Pero también quedó demostrado que los “derechos humanos” y la Convención de Ginebra, que prohíbe la matanza de civiles y las torturas y asesinatos de prisioneros de guerra, nada tienen que ver con la falsa “igualdad ante la ley” de la llamada “Justicia”. No se denunciaron como “crímenes de guerra” los bombardeos de los aviones yanquis y británicos sobre las ciudades alemanas de Dresde y de Hamburgo (40.000 y 50.000 muertos respectivamente) durante la Segunda Guerra Mundial, ni los bombardeos yanquis a Tokio, que mataron a 100.000 civiles, ni tampoco las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, que según Naciones Unidas provocaron “más de 200.000 muertos y, en décadas posteriores, sumaron 400.000 decesos más” debido a la radiación. Tampoco funcionó esa “Justicia” cuando Estados Unidos invadió Irak, una operación que dejó un saldo de 1 millón de muertos, 137.000 de ellos por ataques aéreos. Y más etcéteras.
Cualquier “progresista” sabe esto, pero lo único que le cabe en la cabeza a la hora de ubicarse en el campo de la “Santa Alianza” es que el “autócrata” Putin es un tirano violento que atacó militarmente a un país mucho más débil violando su “democracia”, su “autodeterminación” y su “integridad territorial”.
Lo que es mucho más pérfido, aunque no sea algo nuevo, es que la llamada “izquierda radical” haga exactamente lo mismo.
Tomaremos como único ejemplo a la versión argentina de esa “izquierda” porque tiene tres características muy importantes:
1. En 1982, bajo una dictadura militar, la Argentina luchó y perdió una guerra contra los ingleses apoyados por Estados Unidos, o sea, contra la OTAN, por la soberanía de las Islas Malvinas, ocupadas por Gran Bretaña, en la que hoy hay una base militar cada vez más poderosa, capaz de albergar misiles nucleares.
2. En 1998, Estados Unidos designó a la Argentina “Aliado importante no-OTAN” (Major non-NATO ally), una relación con los yanquis que otorga ventajas militares y financieras que no pueden tener los países que no pertenecen a la OTAN.
3. En la clase trabajadora y el pueblo pobre del país, sobre todo en los sectores más explotados, se mantiene un profundo odio a los imperialismos yanqui e inglés.
4. La mayor parte de la “izquierda radical” argentina, que se reclama “marxista revolucionaria y trotskista”, agrupada electoralmente en el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) obtuvo cuatro bancas en la Cámara de Diputados en las últimas elecciones, y es alabada por la “izquierda radical” de varios países del mundo como un ejemplo de “unidad de la izquierda” que hay que imitar.
Pues bien, las organizaciones que integran el FIT –como otras de la “izquierda radical” que no lo integran pero lo apoyan “críticamente” en todas las elecciones– coinciden con la “Santa Alianza” en condenar a Rusia por haber inciado una guerra y en exigir que retire sus tropas de Ucrania en defensa de la “integridad territorial” y el “derecho a la autodeterminación” de los ucranianos. Evidentemente no están de acuerdo con la nota del Washington Post que publicó el 27 de marzo el diario oligárquico La Nación, titulado “El Pentágono recupera la confianza tras años difíciles”, que decía:
“Un alto oficial del Pentágono… dice que las últimas semanas demostraron que Estados Unidos ‘tiene la capacidad de alinear su primacía en el sistema financiero global y su red de aliados para aplastar a cualquier agresor’.”
Dentro de la “izquierda radical” argentina, quien más crudamente y abiertamente expone su alineamiento servil con esta “Santa Alianza” es la organización proimperialista Izquierda Socialista, integrante del FIT. En su página oficial llegó a escribir pronósticos disparatados como este: “Obama y la ONU solo harán declaraciones buscando no molestar a su aliado Putin”. Miguel Sorans, su máximo dirigente, define así la guerra en curso:
“En Ucrania no hay una guerra interimperialista, no hay dos países imperialistas enfrentados.
Ni los Estados Unidos, ni la UE, ni la OTAN, han enviado tropas, no han disparado ni un tiro en Ucrania. El choque militar es entre Rusia, una potencia imperialista, y Ucrania, un país semicolonial.”
Y a partir de esta definición, enuncia la política de su organización:
“Nos sumamos y apoyamos a los que enfrentan a las tropas rusas. Estamos en el mismo campo militar.”
Una política en la que coincide Miguel Lamas, también dirigente de Izquierda Socialista:
“La guerra mostró al mundo el carácter capitalista e imperialista en expansión de Rusia. Putin se propone restaurar el imperio ruso zarista. Para eso fue la invasión de Ucrania, y no por la ‘expansión’ de la OTAN como fue la justificación de Putin.”
Quien coincide totalmente con la política del grupo Izquierda Socialista es el Partido Socialista de los Trabajadores Unidos (PSTU):
“Lo que tenemos ante nuestros ojos es una guerra de agresión nacional de la segunda potencia militar del mundo contra una nación mucho más débil… Ante una guerra de agresión nacional como la actual, la única posición legítima desde el punto de vista de los intereses de la clase trabajadora internacional es la solidaridad y el apoyo a la resistencia del pueblo ucraniano para derrotar la agresión imperial rusa. Por eso debemos estar en el campo militar del pueblo ucraniano”.
Para empezar hablar en serio, hay que dejar de lado la burrada que escribe Miguel Sorans acerca de que “Ni los Estados Unidos, ni la UE, ni la OTAN, han enviado tropas, no han disparado ni un tiro en Ucrania”. Para cualquiera es evidente que Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN sí participan en la guerra, enviando toda clase de armamentos al ejército ucraniano, ayudando con miles de millones de dólares a Zelenski y tratando de hundir la economía de Rusia con sus brutales sanciones económicas. En ese “mismo campo militar” se ha ubicado Izquierda Socialista.
El resto de la “izquierda radical” argentina no lo dice tan brutal y francamente, pero en el fondo coincide en la política al exigir que Rusia se retire de Ucrania, o sea, que triunfe el “campo militar” liderado por el presidente Zelenski. Sólo que lo hace con un recurso mucho más hipócrita y engañoso: el “ni-ni”, o sea, “Ni Rusia ni la OTAN”.
• Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS, FIT): “No a la Guerra. Fuera a las tropas rusas de Ucrania. Abajo la OTAN”.
• Partido Obrero (PO, FIT): “Fuera la Otan y el FMI de Ucrania y el este de Europa. Abajo la burocracia restauracionista de Putin. Fuera las tropas rusas y los bombardeos a Ucrania”.
• Nuevo MAS: “Nuestra solidaridad está con el pueblo ucraniano que legítimamente defiende su derecho a la autodeterminación. Al mismo tiempo, rechazamos las declaraciones hipócritas y las acciones de Biden y la OTAN, tan guerreristas como Putin”.
• Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST): “Surge evidente a los ojos de millones que la brutalidad con la cual la Rusia imperialista de Putin atacó al pueblo ucraniano merece un profundo repudio… la expansión hacia el este europeo de la OTAN y el pedido de Zelensky de ingresar a este bloque político-militar es parte clave de las responsabilidades en el origen de esta guerra”.
Todas estas organizaciones tratan de mantener algún harapo de su autoproclamado ropaje “marxista revolucionario” declarando que la solución de fondo del conflicto es hacer la revolución socialista en Ucrania. Algo que es muy correcto desde una perspectiva histórica pero que tiene un inconveniente: para acabar con esta guerra hay que hacer primero la revolución socialista en Estados Unidos y en Rusia. Puro bla, bla, bla para ocultar su servilismo actual al imperialismo occidental –sea abierto o sea encubierto con la política del “ni-ni”–, y pone en evidencia como mienten cuando dicen oponerse a la expansión de la OTAN, ya que ni siquiera llaman a luchar para que la Argentina deje de ser “Aliado importante no-OTAN” de Estados Unidos, el jefe de la OTAN.
Una política que estas organizaciones practican sistemáticamente desde que colapsó la Unión Soviética y que tuvo su prueba de fuego durante la guerra que desmembró a Yugoslavia, que culminó con tres meses de bombardeos de la OTAN a Serbia para defender el “derecho a la independencia” de la provincia de Kosovo. Esos ataques destruyeron gran parte de su infraestructura y de sus fuerzas militares, y causaron miles de muertos militares y civiles.
Toda esta “izquierda radical” respondió con el “ni-ni”: “Ni Milosevic (el presidente de Serbia) ni la OTAN” o “Ni Milosevic ni bombardeos”. El resultado fue que Kosovo no logró ninguna independencia sino que se convirtió en un protectorado de Estados Unidos, en cuyo territorio los yanquis instalaron una enorme base militar llamada “Bondsteel” o “Eslabón de acero”, la segunda base militar más grande del Ejército de los Estados Unidos en Europa. En esa base se entrenaron miles de soldados que participaron en la invasión de la OTAN a Afganistán en 2001 –que duró 20 años hasta que fue derrotada en 2021–, y fue de importancia estratégica para la invasión yanqui a Irak en marzo de 2003.
Hasta el día de hoy no conocemos ninguna autocrítica de esta “izquierda radical” por no haber defendido a Serbia ni haberse pronunciado tajantemente por la derrota de los yanquis y la OTAN en Serbia ni en Afganistán. Estas organizaciones ya tienen sus políticas completamente determinadas por sus inconfesables ideologías de que la “democracia” imperialista es mucho mejor que los regímenes “dictatoriales” y “bárbaros” de un Milosevic o de los Talibanes, que enfrentaron al imperialismo. Dicho de otra manera, el “ni-ni” siempre estuvo a favor del apoyo al imperialismo occidental y a la OTAN en sus operaciones políticas y militares contra países más débiles o atrasados.
Finalmente, estas “izquierdas radicales” dicen que responden a los intereses de la clase obrera internacional y de los países atrasados oprimidos y saqueados por las potencias imperialistas. Pero ¿qué pasaría si Rusia fuera derrotada en la guerra en Ucrania? Indudablemente se fortalecerían los yanquis y la OTAN, que venían sufriendo crisis sucesivas por el fracaso de sus operaciones desde Irak hasta Afganistán.
Según un informe del Conflict Management and Peace Science Journal, en la actualidad hay 173.000 tropas norteamericanas en todo el mundo desplegadas en unas 254 bases e instalaciones militares. ¿Para estas “izquierdas radicales” esas bases tienen el objetivo de apoyar a los trabajadores del mundo y a los países atrasados o a estos les conviene que se debiliten?
El Manifiesto Comunista de Marx y Engels termina con el primer grito de guerra del marxismo revolucionario contra el capitalismo: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”. Desde Lenin, ese grito de guerra se amplió a los países atrasados y a los pueblos pobres de todo el planeta, y desde entonces nadie puede declararse marxista revolucionario si no es intransigentemente antiimperialista.
Quienes exijen la retirada –es decir, la derrota– de Rusia en la guerra de Ucrania han renegado hace muchos años del marxismo revolucionario.
Eugenio Greco
¿Entonces están del campo militar ruso para derrotar a un enemigo imperialista como la OTAN? ¿Rusia esta cumpliendo un rol preogresivo? El texto solo arroja oscuridad al sentra una postura clara. Me parece que tomar partido por lo que hoy sería un "rol de imperialismo menor o más debil" es revisionismo en toda la línea. El manifiesto de Zimmerwald sería una política más acorde con la actual situación.
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