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22/11/19

El 21N: gran paro nacional en Colombia


La marcha inunda la carrera décima, una de las arterías del centro por la que habitualmente transita el transporte urbano que lleva a las masas trabajadoras al sur de la ciudad, una familia esta apostada en la acera del costado oriental, es una pareja joven que está junto a sus dos hijos, el menor de unos 5 años sostiene un cartel que dice: «Yo marchó porque la educación pública sea un derecho, viva la Universidad Pública»; su hermana de unos ocho año sostiene otro cartel que dice: «Yo marcho para que no se masacre a niños indefensos». La imagen describe los hechos y el sentir de esa marea humana que se hizo presente en el gran Paro Nacional del 21N.

En un país sin tradición de paros nacionales, en un país marcado por la violencia sistemática contra las expresiones democráticas y las organizaciones de la clase trabajadora y de los sectores del pueblo pobre, el Paro Nacional del 21N logró romper el esquema, superar cualquier expectativa. En la calle se expresó el hastío de una sociedad contra la imposibilidad de una vida democrática real, desde los niños salieron a reclamar que no se asesine más a los líderes sociales, que no se masacre a otros niños en los campos del país. En la calle se reclamó que los colombianos tenemos derecho a una vida digna, que los jóvenes tienen derecho a una universidad pública y gratuita, que los trabajadores tienen derecho a un salario digno, que nuestros viejos tienen derecho a una pensión por sus años de trabajo, que los grandes burgueses del país y las transnacionales imperialistas no tienen porque seguir recibiendo exenciones tributarias mientras al pueblo pobre se le incrementan los impuestos.

El 21N fue una gran fiesta democrática. Para el pueblo trabajador un momento para expresar su ira contenida, para bailar y cantar gritando el país que ya no quieren tener: contra el paquetazo de Duque, contra el gobierno uribista y su régimen del terror. Para el gobierno nacional fue una pesadilla y para la burguesía motivo de preocupación.  

En todo el país las movilizaciones fueron gigantescas, cientos de miles de colombianos estuvieron en las calles. Un cártel decía: «Ahora sí Chile es un ejemplo», Chile y Ecuador aparecían en las consignas como referentes de lucha: «¡Viva la lucha del pueblo chileno! ¡Viva la lucha del pueblo ecuatoriano!», el antiimperialismo emerge de manera mas sutil, pero vuelve aparecer «!Abajo el golpe en Bolivia¡». 

Al final del día hay enfrentamientos entre la policía y sectores de los manifestantes, arden contenedores de basura en algunas vías céntricas en Bogotá, se decretó el toque de queda en Cali, las imágenes a nivel nacional son de grandes movilizaciones y una tensa calma. En Suba, un sector con un importante componente de clase trabajadora al norte de Bogotá, el portal de transmilenio -el nefasto servicio público de los bogotanos- arde. En la mañana el ESMAD -el grupo de choque de la policía, odiado por miles-, reprimió violentamente a quienes madrugaban a manifestarse; espontáneos les cantaron el himno nacional en su cara y luego lo rompieron todo, dejando salir ese odio contenido contra una sociedad que excluye y explota. 

Luego de las movilizaciones Bogotá estaba semiparalizada, sin transporte público, con las vías vacías y con miles de personas caminando a casa. Los que no marcharon en el día sacaron sus cacerolas en la noche, gritaron desde sus ventanas, se animaron a desafiar el frío y se movilizaron en sus barrios; desde Rosales, un barrio de la burguesía en el norte, hasta en Bosa, el dormitorio obrero en el sur. Un grupo de manifestantes fue hasta la zona residencial en la que vive el presidente para decirle, que es ciego, sordo y mudo; que no ve, no oye y no entiende el sentir popular, que él y la burguesía a la que representa va tener que empezar a escuchar. La intervención de Duque al finalizar la noche no sirvió de nada, demostró una vez más su incapacidad. Duque, el títere uribista, no puede percibir el sentir del pueblo trabajador, es incapaz de dialogar con él, al igual que el uribismo representa un país que empieza a quedarse atrás.

Un gobierno que llegaba debilitado a enfrentar el paro y que demostró el terror que este le producía con una campaña mediática gigantesca para intentar contenerlo, salió aún más golpeado después de él. El uribismo en el poder se ve aislado y dividido, ha recibido una andanada de golpes que lo deja sin respuesta, sus advertencias de que va a restablecer el orden y la seguridad no parecen poder contener la rabia que se empezó a expresar. El gobierno que fue apoyado ampliamente por la oligarquía no se muestra garante de la estabilidad social, Duque está en la encrucijada: o se la juega a reprimir violentamente o empieza a negociar y ceder alguna concesiones, a hacer algunos gestos. El problema es que el uribismo es poco dado a conceder ante la movilización social.

Un manifestante con un cartel de la comunidad LGBTI dice: «Más marica el que no se moviliza», fuimos muchos, estuvimos casi todos, fue una fiesta con familias que se movilizan, con indígenas que se movilizan, con comunidades negras que se movilizan, con sindicatos y trabajadores que se movilizan, con estudiantes que se movilizan, con campesinos que se movilizan. Fuimos miles. 

El Comité Nacional de Paro solicitó de forma inmediata una reunión con el gobierno nacional para debatir las motivaciones del paro y se declaró en estado de alerta y dispuesto a convocar nuevas acciones en la calle si el gobierno desatiende los reclamos y mantienen su idea de presentar o sacar adelante las reformas pensional, laboral y tributaria. Hace poco días un dirigente sindical planteó que el paro era una acción para «descomprimir», para «sacarle presión a la olla». Sus palabras parece que tampoco se corresponden con lo acontecido, pero aún está por verse como continuará el despertar del pueblo colombiano.

Los chilenos nos invitaron a despertar y Colombia aceptó la invitación: ¡Colombia despertó!.

11/11/19

América Latina: rebelión de los de abajo y contragolpe oligárquico-imperialista



Despertó Ecuador, despertó Chile. ¡Y de qué manera! Millares de indígenas, jóvenes, mujeres, trabajadores estremecieron a Ecuador durante doce días; con sus movilizaciones y barricadas enfrentaron al gobierno de Lenín Moreno, al FMI y a la violenta represión. Después varios días de estallido sostenido, un millón doscientos mil chilenos se movilizaron en Santiago, además de los millares que lo hicieron en el resto del país, e hicieron añicos la propaganda que con tanto ahínco han pregonado los escribas de la banca, los monopolios imperialistas y los oligarcas locales sobre el “modelo chileno” como un ejemplo a seguir en toda Latinoamérica.

Tan fuerte fue el despertar que el continente entero vibró: por millones, “los de abajo”, a lo largo y ancho del continente, se reconocieron interpretados y reflejados en los pueblos que en las últimas semanas han sido vanguardia y ejemplo de lucha: los hermanos ecuatorianos y chilenos.

Simultáneamente los trabajadores y el pueblo argentino hicieron su parte, no mediante un levantamiento insurreccional sino con una paliza electoral que acabó con el proyecto de Macri de lograr un nuevo mandato presidencial, otro golpe a las políticas impuestas por el FMI y aplicadas con prisa y sumisión por los gobiernos igualmente lacayos de Lenín Moreno y Piñera. Ambos quedaron debilitados y fueron obligados a hacer concesiones para tratar de frenar a las masas, pero no cayeron… al menos, no todavía.

Rápidamente la reacción oligárquico-imperialista contragolpeó en Bolivia, donde un golpe cívico-militar alentado por los yanquis, su “Ministerio de Colonias”, la Organización de Estados Americanos (OEA), y llevado adelante por comandos fascistas con la complicidad de la policía y las Fuerzas Armadas, derrocó a Evo Morales.


De “conspiración de Maduro” a “invasión alienígena”

Entrando en pánico ante la colosal demostración de unidad y fuerza popular, el puñado de privilegiados y beneficiarios del estado de cosas buscan cómo desvirtuar y deslegitimar tan gran estallido popular.

Trump salió a decir que enemigos externos atacaban a las democracias latinoamericanas. Lenín Moreno proclamó con toda solemnidad: “El sátrapa de Maduro ha activado junto con Correa su plan de desestabilización… ellos son quienes están detrás de este intento de golpe de Estado…”. Piñera declaró: “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso”. Después tuvo que disculparse, quizás inspirado por su esposa, que coincidió con su marido al afirmar que para ella la gente que se movilizaba no eran seres humanos sino una “invasión alienígena”, pero asumió que había que tratar de conformarlos tirándoles algunas migajas de los “privilegios” de la decena de familias propietarias de la parte del león de las riquezas de su país.

Ambos gobiernos respondieron con la más violenta represión. Más de 10 muertos en Ecuador, más de 23 en Chile. Las masas populares antes que retroceder, se envalentonaron.


Ofensiva de los pueblos ecuatoriano y chileno, y paliza a Macri

Las verdaderas razones del estallido las dejaron claras los luchadores. Las expresó una indígena ecuatoriana que agitaba en medio de una barricada en las calles de Quito: “Que se vayan todos esos millonarios… que nos dejen en paz… ya nos conquistaron una vez y no volveremos a ser conquistados… nos ultrajaron a nuestras mujeres, hicieron esclavos a nuestros hombres… ¡ahora ya no!… ¡ahora basta de esta tiranía!”

Una joven estudiante chilena, en el marco del Festival Iberoamericano de Teatro en Cádiz, España, denunció: “El pueblo salió a las calles a luchar por la desigualdad económica, por la pobreza, por los sistemas de salud precarios, por una educación de mierda donde sólo los que tiene plata llegan arriba, donde todos los pobres se quedan abajo…”

Los indígenas y el pueblo ecuatoriano lograron echar abajo el decreto 883, frenando así el nuevo ataque ordenado por el FMI, y Lenín Moreno tuvo que renunciar, entre otras medidas antipopulares, a la pretensión de aumentar un 123% el precio del diesel. Hasta el día de hoy no ha logrado imponer un nuevo decreto en la misma dirección. Los jóvenes y trabajadores chilenos lograron que Piñera derogara el aumento de las tarifas del metro y sacara los militares de las calles, pero hasta ahora no ha logrado desmovilizar a la población.

La paliza a Macri la sintió directo el FMI, que había apostado por él a tal punto que el 47% de sus préstamos en el mundo se destinaron a Argentina. Evidentemente la apuesta le salió mal: ahora el FMI tiene un gran deudor con una economía quebrada, y un Macri derrotado gracias al contundente golpe que le propinó el pueblo argentino en las urnas.


La contraofensiva imperialista

Para los Estados Unidos resulta de interés estratégico reconquistar su control sobre los países del continente que no acataban servilmente sus órdenes, y para lograrlo necesita que estén en el poder las oligarquías de cada uno de ellos.

Es así que el imperialismo, ni bien pudo, empezó la contraofensiva: mediante “golpes parlamentarios” o “golpes blandos”, en 2009 acabó con el gobierno de Zelaya en Honduras; en 2012, con el de Lugo en Paraguay, y en 2016, con el de Dilma Rousseff en Brasil. En 2015 logró derrotar electoralmente al kirchnerismo y colocar a Mauricio Macri. En 2017 Lenín Moreno llega a la presidencia en Ecuador con los votos del correísmo, y rápidamente gira para colocarse al servicio del imperialismo. A Correa le abren proceso penal, y en 2018 condenan a Lula a la cárcel y logran que sea elegido Jair Bolsonaro. Y el 10 de noviembre de este año la crápula oligárquico-imperialista dejó bien claro en Bolivia que cuando los “golpes blandos” no son suficientemente eficaces, va a volver a recurrir a golpes de estado en toda la regla, a los que aparentemente habían renunciado después de sucesivos fracasos en Venezuela.

Parte de esta contraofensiva son los intentos de hacer caer a Daniel Ortega y los nuevos ataques y sanciones contra Cuba por parte del gobierno de Trump. Pero los yanquis tienen puesto el foco en acabar con la soberanía de Venezuela, tarea para la cual ha contado con la servil colaboración del llamado Grupo de Lima, y en especial con el gobierno de Colombia que, para empezar, lo ayuda con las bases yanquis en territorio colombiano. El golpe contra Evo Morales es el último episodio de esta contraofensiva.


Los estallidos patearon el tablero

Los levantamientos insurreccionales en Ecuador contra Lenín Moreno y el FMI, y en Chile contra Sebastián Piñera y su “oasis neoliberal”; así como la paliza electoral contra Macri y el FMI en Argentina, pegaron duro en la mesa y sacudieron todas las fichas en el tablero. Ya lo habían empezado a hacer las combativas luchas que desde hace semanas libra el pueblo haitiano, y también el puertorriqueño, que con sus masivas protestas logró en julio la caída del gobernador.

Un tablero en el cual ya los yanquis venían sufriendo reveses, siendo el más importante el haber fracasado en su intento de tumbar a Maduro, cuando se lo propuso como objetivo a lograr en el corto plazo al nombrar a su títere Juan Guaidó como flamante “presidente encargado de Venezuela reconocido por 54 países”. Tampoco logró derrocar a Ortega en Nicaragua. Ya habían recibido un golpe en México con la contundente derrota del PRI y la llegada al gobierno en 2018 de Manuel López Obrador, que inició, ente otras cosas, el debilitamiento del Grupo de Lima; grupo hoy bastante maltrecho dada la crisis en que se encuentran los gobiernos de Lenín Moreno y de Piñera, la derrota de Macri y el prematuro desgaste de Duque en Colombia y, hasta cierto punto, de Bolsonaro en Brasil.

Las masas insurrectas colocaron sobre la mesa el problema del poder, de quién tenía el poder de decisión sobre qué hacer. En ambos casos el derribamiento de gobiernos electos bajo las reglas de la podrida democracia burguesa semicolonial estuvo colocado como posibilidad concreta por la fuerza de la calle; una tarea que aún sigue pendiente. Por ello la aguda crisis política instalada en Chile y Ecuador trasciende a la esfera de los gobiernos y afecta la estabilidad de sus regímenes políticos. En Chile saltó a primer plano la pendiente tarea histórica democrática de destruir todo vestigio del régimen del dictador Pinochet. En Ecuador, que hace pocos años había expulsado la base yanqui de Manta y que hoy de la mano de Lenín Moreno ve regresar la presencia militar imperialista en las Islas Galápagos, el cuestionamiento al nuevo régimen servil a los yanquis y al FMI quedó en la agenda de la lucha popular.

Los pueblos de Ecuador, Chile y Argentina inauguraron un nuevo momento en la situación política continental. Asistimos a la primera gran crisis de la contraofensiva yanqui por la retoma del control de su patio trasero.


El golpe de estado en Bolivia

Si algo quedó claro en Bolivia es que el enemigo oligárquico-imperialista tuvo la capacidad de contragolpear con toda ferocidad con el objetivo de revertir a su favor la relación de fuerzas que se le estaba volviendo en contra por sus fracasos en Venezuela y Nicaragua, por las rebeliones masivas en Ecuador y Chile y por la derrota electoral de Macri en Argentina.

Estamos cerrando esta edición de Perspectiva Marxista Internacional al día siguiente del golpe que derrocó a Evo Morales, cuando todavía no se sabe cómo evolucionará la situación. ¿Podrá el pueblo boliviano responder duramente en las calles, como lo hicieron los destacamentos que bajaron hacia La Paz desde el tradicional bastión rebelde de El Alto, atacaron las residencias de políticos y periodistas golpistas, entre ellas la del rector de la Universidad de San Andrés, a quien le incendiaron la casa? ¿Logrará el golpismo “pacificar” la situación y establecer un nuevo régimen con fachada “democrática” o Bolivia se encamina hacia una guerra civil? ¿Se verán obligadas las Fuerzas Armadas a salir de su madriguera y aparecer como lo que en realidad son, el único poder real que hoy existe en el país? A pesar de estas incógnitas, hay algunas cosas que podemos afirmar.

El golpe se venía preparando desde hacía mucho tiempo; así lo demuestra la sincronización en todo el país de las movilizaciones en las calles, el accionar de los comandos fascistas, el motín de la policía que se negó a reprimirlos y la “neutralidad” de los altos mandos de las Fuerzas Armadas, que se sacaron la careta cuando le “sugirieron” a Evo que renunciara.

Los medios y la casta política buscan disimular lo que verdaderamente ocurrió con una discusión leguleya sobre si “institucionalmente” fue un golpe, como afirma correctamente el Grupo de Puebla, o no fue un golpe, como sostienen los gorilas de todo pelaje. Pero lo verdaderamente importante es que el golpe tiene objetivos geopolíticos, políticos y económicos, compartidos por el imperialismo y la oligarquía local.

En lo geopolítico, acabar con un gobierno independiente del imperialismo yanqui e imponer otro que sea cómplice del amo del norte, especialmente en la cuestión Venezuela.

En lo político, cambiar a un gobierno que se apoyaba en los trabajadores, el pueblo pobre y los indígenas por otro que represente directamente a los oligarcas, y también acabar con el régimen que impuso Evo, que redefinió al país como un “Estado plurinacional” que garantizaba los derechos de las comunidades indígenas hasta ese entonces objeto de discriminación, explotación y opresión por parte de la burguesía blanca.

Y en lo económico, dar marcha atrás con las medidas nacionalistas que tomó Evo, como la nacionalización de los hidrocarburos para destinar esos recursos a mejorar sustancialmente el nivel de vida, de educación y de salud del pueblo pobre, afectando, por ejemplo, los intereses de Luis Fernando Camacho, el fascista evangélico que apareció como líder del ala civil del golpe, que se había quedado sin el manejo del negocio del gas en Santa Cruz.

En síntesis, el golpe expresa las profundas e irreconciliables contradicciones entre las clases explotadoras y las clases explotadas, entre los intereses nacionales de los países atrasados y el imperialismo opresor y explotador. Por eso queremos reafirmar lo que siempre sostuvo el marxismo revolucionario:

• Jamás confiar en las Fuerzas Armadas y policiales de la burguesía, por más “democráticas” que se declaren.
• Jamás confiar en los regímenes “democráticos” capitalistas como solución a la cuestión del poder.
• Al fascismo no se lo discute ni se acaba con él en las elecciones; hay que aplastarlo en las calles armas en mano.


Perspectiva

El imperialismo y sus socios oligárquicos intentarán derrotar a las masas. A su favor tienen a los gobiernos de Bolsonaro y Duque, que aunque en medio de dificultades y resistencia popular, avanzan en golpearlas y en pretender imponer regímenes con elementos fascistas, de aplicación de métodos de guerra civil para derrotar la resistencia de los de abajo.

En su contra el imperialismo yanqui tiene la agudización de la crisis interburguesa interna, que ya llevó a la aprobación del proceso de destitución de Trump en la Cámara de Representantes. Además, en medio de la huelga de 40 días de los obreros de la General Motors y las de los gremios docentes en varios estados. También lo afecta la situación económica del capitalismo en el mundo y en Latinoamérica, donde se estima un crecimiento regional del PIB de tan sólo 0,2% para este año, y en donde, según cifras oficiales, en 2014 estaban en situación de “pobreza absoluta” 46 millones de personas, cifra que subió a 63 millones en 2018. Y además, la situación de la lucha de clases en el mundo lo obliga a responder en varios frentes de tormenta. Este año ha sido testigo de la incansable pelea de los chalecos amarillos en Francia, de las masivas marchas por la autodeterminación y contra el poder monárquico en Cataluña y del resurgir de las movilizaciones en el Magreb con las masas en la calle en Argelia y en El Cairo, la capital de Egipto. Se sumaron los jóvenes kurdos, palestinos, libaneses e iraquíes, en territorios donde la contrarrevolución pareció haberse impuesto o donde la guerra imperialista secundada por Turquía o el Estado de Israel destruye las posibilidades de existencia de poblaciones enteras.

La importancia de las luchas de las masas, por su masividad y organización para dar pelea contra las fuerzas de la represión y por los triunfos parciales que obtienen constituye el principal desafío de las corrientes marxistas hacia el futuro y hacia su fortalecimiento.

En todo caso, y de fondo, lo que todos estos sucesos colocan en evidencia es la decadencia y putrefacción del régimen de dominación y explotación capitalista-imperialista, y la necesidad de destruirlo e instaurar un sistema socialista que reorganice el mundo terminando con la explotación del hombre por el hombre y con la opresión sobre los pueblos, que acabe con la organización de la economía en función de las ganancias para un puñado de monopolios capitalistas y a costa del hambre de miles de millones. Sólo el socialismo, basado en la autoorganización democrática de la clase obrera, de los pobres y de los oprimidos, y liderado por una dirección obrera y revolucionaria, podrá salvar al mundo de la barbarie y a la naturaleza, de su destrucción. Hoy más que nunca cobra valor el llamado de Carlos Marx y Federico Engels: “Proletarios del mundo, uníos”.


Denunciamos el golpe en Bolivia.
Apoyamos incondicionalmente toda acción de resistencia, sea pacífica o violenta.
Y llamamos a la solidaridad internacional con el pueblo boliviano.

26/10/19

La marcha más grande en la historia de Chile



Adiós Sebastián se lee en una pancarta gigantesca en uno de los costados de Plaza Italia; la despedida al millonario hecho presidente está en los carteles y se repite en los cantos de más de un millón de chilenos que han invadido cada espacio posible en la plaza y sus alrededores. Las barras bravas de Colo-Colo, la U de Chile y la U Católica, luego de décadas de enfrentamiento están hombro a hombro con sus bombos entonando al unísono: ¡Van a volver, las balas que disparaste van a volver! ¡La sangre que derramaste la pagarás! ¡Los hombres que asesinaste no morirán!; ¡Que lo vengan a ver, que lo vengan a ver! ¡Eso no es democracia, es dictadura sin Pinochet!. Las cámaras no logran captar en plenitud la desbordante cantidad de manifestantes; efectivamente presencian la marcha más grande en la historia de Chile. Chile despertó, aparece como consigna en una bandera que va de un lado a otro; el pueblo trabajador está en las calles y la burguesía tiembla de miedo.

«El baile de los que sobran» de la legendaria agrupación Prisioneros retumba en la Alameda, la invasión alienígena de la primera dama Cecilia Morel tiene banda sonora. En un país en que el 1% de la población se queda con el 26% de la riqueza nacional han sido muchos los que sobran. Esos sin nombre llevan ya una semana en las calles, 19 muertos, 600 heridos y 6000 detenidos, cientos de mujeres abusadas por los pacos y los milicos, pero siguen ahí y cada vez son más, cada vez con una consciencia más clara de que no quieren dar marcha atrás.

¡Los milicos a los cuarteles y que se les juzgue por sus crímenes! ¡Piñera y su sequito de fachos pinochetistas fuera! Las migajas que han decidido «compartir con los demás» ya no son suficiente, ya no basta con pedir perdón. Los jóvenes, los jubilados, los trabajadores precarizados y flexibilizados, las mujeres, la comunidad LGBT, los niños, los adultos mayores, los mapuches, los artistas, todos se han hartado de un sistema social de opresión y explotación, todos reclaman un nuevo orden social. El 1% ha tenido que escuchar, pero ya es demasiado tarde y ofrecen muy poco.

Los partidos políticos a izquierda y derecha no tienen idea de hacia dónde marcha este proceso de lucha y movilización, pero ya deben reconocer que nada puede volver a ser cómo antes. Ahora lo que les preocupa es que todo puede volar por los aires, por eso se apresuran a hacer llamados para «mantener la institucionalidad», por eso le ofrecen salidas «en democracia» al que sacó a los militares a las calles, al que le declaró la guerra a los manifestantes. Ahora aceptan la necesidad de una nueva constitución y de cambio en todos los poderes. Los que aseguraron que la dictadura tuviera una transición pacífica hoy quieren repetir la historia; está por verse si esos millones de chilenos que con su justa rabia inundan las calles permitirán la farsa. 

25/10/19

¡El triunfo de la insurrecion indigena contra el paquetazo de Moreno y el FMI!


Fueron 11 días en que los aguerridos indígenas junto con las masas pobres de la ciudad y del campo se adueñaron de las calles, montes, valles a lo largo y ancho de Ecuador. Al grito de ¡Fuera Moreno! ¡No al paquetazo del FMI!, enfrentaron la brutal represión desatada por los esbirros del régimen en cabeza del proimperialista gobierno de Lenin Moreno. 

A pesar del engaño con que el gobierno y la burguesía intentaron deslegitimar el movimiento a través de la pérfida campaña de la “conspiración” orquestada por Correa y financiada por Venezuela para desestabilizar el gobierno, no logran quebrar la disposición de lucha de los miles de indígenas que contaron con el apoyo decidido de miles de jóvenes, mujeres y trabajadores, que ven en la medida un ataque feroz a sus condiciones de vida.

Es esta disposición a la lucha, la que obliga al gobierno a derogar el decreto 883 a través de una negociación pública inédita en la historia de el país, exigida por los dirigentes y las bases de la CONAIE, lo que constituye sin lugar a duda, un triunfo para luchadores ecuatorianos. 

El gobierno profundamente debilitado, odiado por las masas de indígenas, campesinos y trabajadores, odiado por la dirigencia y cientos de activistas del movimiento Revolución Ciudadana (correísmo), despreciado por la clase media y la oligarquía ecuatoriana, unidos durante la crisis, no por el amor sino por el espanto que les produjo la insurrección de masas, quedó debilitado y con dificultades para continuar aplicando las medidas exigidas por el FMI. 

El triunfo de la insurrección indígena, campesina y popular en Ecuador es un golpe contra la ofensiva recolonizadora del imperialismo sobre América Latina. Es también un ejemplo de lucha, de heroísmo para los trabajadores y pobres de la ciudad y del campo, para los jóvenes, para las mujeres que en América Latina resisten la despiadada voracidad de un sistema capitalista caduco e infame. Para los jóvenes y trabajadores chilenos que se levantan contra el capitalismo depredador. Es un ejemplo para los trabajadores argentinos que dieron su primer paso castigando al proimperialista Macri en las pasadas elecciones en Argentina y para los millones de mujeres que se movilizan contra la sociedad machista y patriarcal. Es un ejemplo para la juventud y los trabajadores colombianos que luchan por el derecho a la vida y contra los asesinatos del fascista gobierno uribista de Duque. Es un ejemplo para los millones de jóvenes, mujeres y trabajadores brasileños que se movilizan contra régimen fascista del Bolsonaro. Este proceso es objetivamente antimperialista por tratarse de una lucha contra el paquetazo impuesto por el fondo monetario internacional con el propósito de avanzar en el ataque contra la independencia política lograda bajo el gobierno de Correa, hoy profundamente golpeada por el giro a la derecha de Lenin Moreno.

Ecuador de país independiente a semicolonia bajo el tutelaje del FMI

Ecuador junto con Argentina, Brasil, Bolivia, Nicaragua y Venezuela por una combinación de factores, en la década pasada se negaron a cumplir a pie juntillas las imposiciones del imperialismo norteamericano. En el 2005 derrotaron en la IV cumbre de las Américas el ALCA un acuerdo colonizante de libre comercio similar al NAFTA. Ecuador bajo el gobierno de Correa en el 2008 expulsa al ejército norteamericano de la base de Manta en un acto de soberanía nacional apoyado por el pueblo ecuatoriano.

Estas afrentas eran imperdonables para el amo de norte, no podía permitirse gobiernos independientes en su “patio trasero” y lanza su ofensiva recolonizadora. En 2009 fue derrocado por un golpe de estado el presidente hondureño Manuel Zelaya; en el 2012 un “golpe institucional” derrocó al paraguayo, Fernando Lugo; en 2015 Mauricio Macri le ganó las elecciones a Cristina Kirchner en Argentina; en el 2016 otro “golpe blando” derribó a Dilma Rousseff en Brasil. En todos estos países se impusieron gobiernos abiertamente proimperialistas.

Ecuador no es la excepción. Aunque Lenin Moreno llegó al gobierno con el programa y los votos del correísmo, en un impresionante giro a la derecha, se plega mandatos del imperialismo y de la banca internacional. 

Desde la entrega al imperialismo británico de perseguido político Julián Assange fundador de WikiLeaks, pasando por la presencia permanente de militares norteamericanos en la isla Galápagos y en Manta, su participación en el grupo de Lima contra el gobierno venezolano, hasta el reciente paquetazo por órdenes de FMI, son todas estas medidas las que corroboran la entrega de la soberanía del pueblo ecuatoriano por parte del lacayo Lenin Moreno. 

Una insurrección que removió los cimientos estado ecuatoriano 

Fueron 11 días en que los indígenas, los campesinos, los jóvenes, en fin, los pobres de la ciudad y del campo, desplegaron toda su energía revolucionaria. Los bloqueos a lo largo y ancho del país, las tomas de las gobernaciones de las principales provincias de la sierra, la retención de destacamentos del ejército y de la policía por parte de los manifestantes. 

El tapabocas con el bicarbonato de sodio para protegerse de los gases se convirtió en la prenda más usadas durante esos días. Se volvió común el desfile diario, masivo y permanente de grupos de familias, amigos, jóvenes apertrechados para el combate. Desde los neumáticos y palos para las barricadas, hasta el eucalipto para repeler el gas. Las bolsas de agua y alimento para los que permanecían día y noche en el ágora de la casa de la cultura donde se encontraban los indígenas, convertida en el comando central de la insurrección.

Mientras tanto, la oligarquía y el gobierno aterrorizados por lo radical del movimiento, al tiempo que desataban una feroz represión, ocultada por los medios de comunicación, lanzaban alaridos contra la conspiración Maduro-Correa, llegando en su delirio a ordenar la detención de 17 venezolanos acusados de terrorismo, cuando eran realmente trabajadores de Uber, por lo que les tocó liberarlos inmediatamente.

A la altura de escribir estás líneas aún no han acordado un nuevo decreto y el gobierno se alista a presentar sendas reformas, por lo que es necesario mantener la organización para evitar cualquier ofensiva.


23/10/19

Movilizaciones multitudinarias en el primer día de huelga general en Chile



Más de 200.000 personas se movilizaron hoy en el primer día de huelga general en Santiago de Chile, cerca de 80.000 en Concepción y de 60.000 en Villa del Mar; en cada uno de los rincones del país se vivió un panorama similar. Docentes, trabajadores de la salud, portuarios y el gremio de camioneros –históricamente cercano a los militares- encabezaron las marchas. Buena parte de los comercios estuvieron cerrados; en general hubo escasa actividad económica.

Corre la sexta jornada de lucha del pueblo trabajador en Chile, el detonante fue la subida al boleto del Metro, pero, como se afirma en las calles, esa medida es solo la punta del iceberg; lo que esos cientos de miles reclaman, con el apoyo de la mayor parte de la población, es mucho más. En las movilizaciones las consignas centrales son ¡Fuera Piñera! y ¡Asamblea constituyente! El chileno del común se cansó de un modelo económico que privatizó la educación, la salud y hasta el agua, que precarizó el trabajo, que paga salarios de hambre y conduce a la miseria a los pensionados. El magnate Piñera es la expresión material de una las sociedades más desiguales del mundo, un ejemplo del capitalismo voraz, y exponente de una burguesía mezquina, que prefiere taparse con cera sus oídos, para no escuchar los reclamos que hoy realizan los patipelados, bien sea en la Avenida la Alameda o en la Plaza Italia de Santiago o en las calles de la norteña Antofagasta. 

Otro de los exponente de esa infame burguesía, Andrónico Lukšić, uno de los hombres más ricos de Chile, ha dicho en un audio que circula en redes sociales: «aquí la vaina es muy simple… que importa que se llame democracia, república, o lo que sea, simplemente hay que reprimir». Su socio, Sebastián Piñera, respondió a estos llamados sacando a los militares a las calles, los milicos desataron una represión no vista desde la dictadura pinochetista, hasta el momento se reportan 18 muertos y cientos de heridos, la mayoría jóvenes. Pero la represión no ha logrado detener la ira contenida por décadas, al contrario ha provocado reacciones de respaldo y unidad con los manifestantes, incluso en sectores burgueses de la capital como Las Condes. 

Piñera cambió su táctica y pasó a  combinar la zanahoria y el garrote: pidió perdón al pueblo chileno y planteó un conjunto de medidas intentando desmovilizar, tampoco ese camino le funcionó. Las medidas no son más que un par de migajas que deja caer de su mesa, la clase trabajadora y el pueblo pobre en Chile hoy quiere mucho más. 

Los partidos políticos de la burguesía no saben como responder, la izquierda parlamentarista y sus organizaciones están borradas; es la gente, el chileno de a pie, particularmente los jóvenes, los que se han puesto sobre sus hombros la lucha contra el gobierno de los oligarcas que tanto han alabado los imperialistas y los gobiernos de derecha de la región. Son los colectivos de mujeres, los colectivos de lucha contra las AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones), el Colegio de profesores y la CUT quienes convocaron la huelga general de dos días, pero existe un proceso de movilización y lucha que los supera ampliamente; una bronca colectiva que está más allá de cualquier bandera.

Es esa bronca colectiva la que ha empezado a hacer tambalear no solo a Piñera en Chile, también a Moreno en Ecuador o a Moïse en Haití, todos ellos lacayos de la ofensiva imperialista en la región. Los chilenos gritan en sus calles: ¡Los milicos a los cuarteles! ¡Fuera Piñera! ¡Asamblea constituyente! y desde todos los rincones de Latinoamérica les decimos: ¡Chi, chi, chi, le, le, le… gloria al pueblo de Chile! Todo el apoyo y solidaridad con los hermanos chilenos, hagamos mítines, movilizaciones, asambleas, todas las acciones posibles para expresar nuestro respaldo a su justa lucha. 

28/8/19

Acuerdo Unión Europea-Mercosur: Un tratado para colonizar nuestros países


Quienes en la Argentina se oponen al tratado firmado con la Unión Europea por Bolsonaro (el jefe del Mercosur) y Macri (el subjefe), argumentan que es similar al pacto Roca-Runciman, firmado en 1933 por el vicepresidente de la Argentina, Julio Argentino Roca (hijo) y el encargado de negocios británico Walter Runciman. Décadas antes, Lenin había definido al país como una “colonia financiera” del imperialismo británico, y para la fecha de la firma del pacto, los ingleses dominaban casi toda la red ferroviaria, que llegó a tener unos 50.000 kilómetros de extensión, y parte fundamental de la industria frigorífica; de esa manera, en alianza con el sector de la oligarquía propietaria de las tierras cercanas al puerto, el Imperio fijaba a su conveniencia los precios de la carne que el país le vendía.

El pacto se concretó con una Gran Bretaña debilitada por la Primera Guerra Mundial, y más deteriorada aún por el impacto de la crisis mundial de los años 30, en pleno desarrollo. La Argentina logró el mismo trato que tenían los abastecedores de carne del Commonwealth (Australia, Nueva Zelanda y Canadá), a cambio de lo cual aceptó, entre otras concesiones al Imperio, cederle los transportes de la ciudad de Buenos Aires y, lo más importante, la fundación del Banco Central como única entidad habilitada a emitir papel moneda, en cuyo directorio dominaban los representantes de los intereses ingleses. Sin la menor vergüenza, Roca definió correctamente qué pensaba de nuestro país: “Argentina es la joya más preciada de la Corona Británica”.

El tratado de libre comercio Unión Europea-Mercosur hasta ahora sólo consiste en una carta de intención que abre dos años de negociaciones, aunque deja abierta la puerta a una aplicación parcial. Si finalmente se concreta, la situación del país (al igual que la de Brasil, Uruguay y Paraguay) será similar a la de aquellas épocas: un salto hacia una brutal semicolonización. Todo lo opuesto al rechazo al plan yanqui del Área de Libre Comercio Americana, que fracasó estrepitosamente en la IV Cumbre de las Américas (2005), bajo el liderazgo político de Hugo Chávez y Néstor Kirchner, lo que hubiera sido imposible sin el acuerdo de Brasil.

En el zoológico de las naciones imperialistas no son todas iguales. Estados Unidos es un león –en decadencia pero todavía muy poderoso– y Japón, un tigre bastante desdentado. La Unión Europea, aunque cada vez más amenazada por la disgregación, es una jauría de hienas, algunas más fuertes y otras más débiles pero no menos salvajes y predadoras, lideradas por el “macho alfa”, Alemania. Se pelean entre ellas, con las más poderosas aplastando a las más débiles, como ocurrió con Grecia, pero de conjunto la UE se comporta como corresponde a su carácter imperialista.

Como cualquier imperialismo, la UE tiene interés en la “primarización”, es decir, en el saqueo de los recursos naturales, las materias primas de los países atrasados: petróleo y gas, minerales, pesca, madera, producción agropecuaria, etcétera. Pero además, busca dominar los mercados internos, el sistema financiero y los servicios de los países atrasados, y también algo fundamental, los recursos humanos, es decir, el “mercado laboral”, que somos los trabajadores. En síntesis, cualquier cosa que les sea útil a sus monopolios transnacionales para obtener ganacias extraordinarias.
Invierten en software en Uruguay y Argentina porque esos países tienen un nivel cultural relativamente alto que suministra mano de obra calificada y barata; en el comercio (cadenas transnacionales de supermercados), y en la industria (terminales automotrices yanquis, europeas o japonesas en Brasil y Argentina).

En cuanto a los mercados internos de nuestros países, también quieren dominarlos cuando son apetecibles, es decir, cuando existen importantes burguesías y clases medias con buen poder adquisitivo, como las que hay en Brasil, en menor grado en Argentina o las que se están desarrollando aceleradamente en China.

Cuando las transnacionales invierten en China o en las maquilas mexicanas para explotar mano de obra barata no “primarizan” sus economías; al contrario, las “industrializan”. Cuando Menem privatizó el monopolio estatal de la telefonía (ENTel), se lo regaló a Telefónica de España y a Telecom (en ese entonces italiana), que hicieron grandes inversiones porque era una rama rentable. Y bajo su gobierno no se destruyó la poderosa industria de la alimentación o de la cerveza de la burguesía argentina, simplemente se “extranjerizó”: fue comprada por transnacionales de otros países.
Hoy, los imperialistas no quieren destruir Odebrecht (construcción), Embraer (aviones) o Petrobras (petróleo) en Brasil, ni las poderosas transnacionales Techint (caños sin costura para la industria patrolera) o Arcor (alimentación) en Argentina. No quieren que sus equipamientos se conviertan en chatarra ni que se pierda el know how de sus profesionales y obreros calificados. Quieren quedarse con ellas a bajo precio, totalmente o como socios de los Estados o las burguesías locales.

Finalmente, una prioridad del imperialismo es dominar el sistema financiero de los países atrasados. No le basta con sus instituciones internacionales, como el FMI y el Banco Mundial. Tampoco le alcanza con las filiales de sus grandes bancos, como el JP Morgan, el HSBC o el Deutsche Bank, ni con imponer en los países atrasados la liberalización total del flujo de capitales para que sus fondos de inversión puramente especulativos, como Black Rock, hagan fortunas entrando y saliendo a gusto y placer, y generando así una monumental fuga de capitales, o sea, de la riqueza producida en nuestros países. Quieren también quedarse con la banca estatal que, al estar bajo el control de los gobiernos nacionales, toma decisiones políticas (créditos, renegociación de deudas) en favor de las grandes burguesías de nuestros países. En Argentina es histórica la ofensiva del FMI para privatizar el Banco Nación y el Banco de la Provincia de Buenos Aires que, entre otras cosas, son los grandes acreedores de la poderosa y pujante burguesía agropecuaria.

En Brasil está, por ejemplo, el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), que cometió el pecado de financiar a Odebrecht para que se convirtiera en una transnacional capaz de competir con las constructoras yanquis dentro mismo de Estados Unidos. Para corregir semejante “nacionalismo”, Bolsonaro acaba de echar de la presidencia del BNDES a Joaquim Levy, porque no buscó inversiones en el exterior y no abrió la “caja negra” de los préstamos que el banco realizó a Cuba y Venezuela durante los años de gobierno del Partido de los Trabajadores (PT). Y nombró en su reemplazo a Gustavo Moreira Montezano, que hasta ahora era secretario de Desestatización (¡!) y Desinversiones (¡!) del Ministerio de Economía de brasileño.

Tomada de conjunto, la ofensiva económica imperialista sobre los países atrasados, en este caso de la Unión Europea sobre el Mercosur, es “de amplio espectro” y tiene como objetivo llevar al extremo la colonización económica de nuestros países, para lo cual se apoyan en gobiernos como los de Macri y Bolsonaro.

Es cierto que, al igual que el capitalismo preimperialista, quieren vender sus mercancías en nuestros países compitiendo con la producción local sin trabas económicas (aranceles para las importaciones) ni políticas (leyes proteccionistas), lo cual implica la destrucción de ramas enteras de la industria local, es decir, la “desindustrialización” o “primarización”. Pero lo característico del imperialismo, nacido a fines del siglo XIX y estudiado a fondo por Lenin, ya no es la exportación de mercancías sino la exportación de capitales de todo tipo: industriales, comerciales y financieros.
Con esta herramienta, los imperialistas provocan una deformación total de nuestras economías nacionales. Logran que el país compre lo que a ellos les conviene y produzca sólo lo que a ellos les conviene. El resultado es un empobrecimiento de nuestros países, el hundimiento en la miseria de nuestros trabajadores y jubilados, y el crecimiento acelerado de una masa de desposeídos condenados al trabajo precario o a la desocupación crónica.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que los éxitos que los imperialistas puedan lograr no implican que desaparezcan las contradicciones. Nuestros países, sus burguesías y sus Estados siguen existiendo, y ninguna clase social que se deja arrebatar lo que tiene sin luchar. Por algo están en crisis los gobiernos de Macri y de Bolsonaro aunque nuestras clases trabajadoras hoy están a la defensiva.
Menos aún desaparecerá la contradicción entre explotadores y explotados, entre burgueses y trabajadores. Esta lucha de clases sólo se atenúa cuando existe la posibilidad económica del reformismo, es decir, de que la clase trabajadora y el pueblo pobre arranquen concesiones a los capitalistas. En estos tiempos ocurre todo lo contrario: no hay márgenes económicos para el reformismo, y cuantos más éxitos logran los imperialistas, más aguda se hace esta contradicción. Hasta que se llega al punto en que se combina la desesperación de diversos sectores sociales –obreros, clases medias empobrecidas, marginados e incluso sectores burgueses desplazados– en furiosas rebeliones como las del Magreb y el norte de África (la mal llamada “primavera árabe”) o la de 2001 en Argentina.

Publicado originalmente en: https://esquerdaonline.com.br/2019/08/02/acuerdo-union-europea-mercosur-un-tratado-para-colonizar-nuestros-paises/

16/7/19

Dos “gorilas” de visita en Argentina Primero Bolsonaro, después Duque


El término “gorila” tiene su origen en el golpe de Estado promovido por Estados Unidos que derrocó al gobierno de Perón en 1955. Definía a los sectores sociales y políticos que se aliaron al imperialismo yanqui porque odiaban al peronismo por el extraordinario poder que había logrado la clase obrera con su sindicalización masiva. Hoy, cuando hay peronistas dentro del gobierno de Mauricio Macri y otros que colaboran con él desde la “oposición”, tiene un significado diferente. Ya no es sinónimo de antiperonismo; incluye a todos aquellos que odian y temen a la clase trabajadora y al pueblo pobre.

A comienzos de junio el gobierno gorila de Macri recibió a dos presidentes gorilas sudamericanos: el brasileño Jair Bolsonaro y el colombiano Iván Duque. Ambas visitas tuvieron dos objetivos centrales:

1. Ratificar el alineamiento incondicional de los tres gobiernos con los yanquis, en primer lugar contra Venezuela.

2. Hacer campaña a favor de Macri, para que retenga el poder en las elecciones que se desarrollarán entre agosto y octubre de este año.

Bolsonaro ya había declarado en su país que apoyaba a Macri para impedir que volviera a gobernar Cristina Kirchner. Ya en Argentina dijo lo mismo más “educadamente”: “Hago un llamado al pueblo argentino por lo que tendrán en adelante en octubre. Es una decisión que tienen que tomar con la razón y no con la emoción”. Su ministro de Economía Paulo Guedes, a su regreso a Brasil, se lo explicó a un par de amigos: “Antes de viajar a Buenos Aires, Bolsonaro me dijo algo contundente: «Tenemos que hacer todo lo que esté a nuestro alcance para ayudar a que Macri se reelija»”.

Finalmente, Bolsonaro y Macri mantuvieron una reunión en la Casa de Gobierno de la que participaron el jefe de Gabinete, Marcos Peña, el canciller Jorge Faurie y el secretario de Asuntos Estratégicos, Fulvio Pompeo (no confundir con el secretario de Estado yanqui Mike Pompeo). Después, Faurie y el canciller brasileño Ernesto Araujo acordaron construir un mecanismo de diálogo que se plasmaría en un texto que formalizara una alianza de Brasil y Argentina con Estados Unidos.

En respuesta a la presencia de Bolsonaro, se desarrolló una numerosa concentración con las consignas “Fuera Bolsonaro de Argentina”, “Fuera Trump y el imperialismo de América Latina”. En ella participaron organismos de derechos humanos, las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, el colectivo “Ni una menos”, organizaciones sindicales minoritarias y agrupaciones de izquierda. Y en Plaza de Mayo se realizó un festival artístico #ArgentinaRechazaBolsonaro, con las consignas: “¡Marielle, presente! ¡Ahora y siempre!” #FueraBolsonaro

El ataque a Venezuela también fue un tema central de la visita del presidente colombiano, en cuyo país hay 7 bases militares estadounidenses reconocidas —en realidad hay 12—, y los yanquis tienen permiso para usar “en caso necesario” todos los puertos y aeropuertos del país con fines bélicos. Macri resaltó el “compromiso de Colombia y Argentina con el pueblo venezolano para terminar con el usurpador de Nicolás Maduro”, y Duque le reconoció sus méritos: “Usted ha sido un gran aliado en el apoyo contra el dictador Maduro en Venezuela y su apoyo fue fundamental en el Grupo Lima para denunciar los atropellos de la dictadura de Venezuela y la necesidad de restablecer allí la democracia”. Y en una rueda de prensa conjunta, los dos reiteraron su respaldo al títere Juan Guaidó.

Finalmente, el presidente de Colombia, al igual que Bolsonaro, su sumó a la campaña electoral: “Macri ha hecho un enorme esfuerzo por reconstruir los daños institucionales y económicos que dejó el populismo”, “esa tarea debe ser reconocida y debería tener continuidad”.

Además de estas coincidencias fundamentales, hay una tercera: con el argumento de luchar contra la delincuencia, desatar la represión más brutal contra cualquiera que sea un obstáculo social o político a los planes de explotación y miseria de los tres gobiernos. En Brasil se cuentan por miles los asesinados por las fuerzas policiales y militares entre la población pobre, especialmente los negros. Sin contar los muertos por “gatillo fácil” en general, en Colombia, desde la firma en 2016 de los acuerdos “de paz” entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) hasta hoy, fueron asesinados alrededor de 400 luchadores sociales, sindicales y políticos. En Argentina, según la “Coordinadora contra la represión policial e institucional” (CORREPI), “un total de 1.303 personas fueron asesinadas por el aparato represivo estatal” en los tres años y medio de gobierno de Macri.

Sin embargo, hay un diferencia entre Colombia y Brasil por un lado, y Argentina por otro. Tras el derrocamiento de la dictadura militar de 1976-1983, que dejó 30.000 asesinados y “desaparecidos”, el odio a las Fuerzas Armadas —en crisis absoluta— y a las policías ha impedido hasta hoy una “bolsonarización” a fondo del gobierno en este terreno. Pero sí ha habido una campaña sistemática de propaganda a favor de la “mano dura” contra los movimientos sociales que cortan las calles de la Capital con sus piquetes; contra los inmigrantes peruanos, bolivianos y paraguayos (no, por supuesto, contra los venezolanos) porque estudian y reciben atención médica gratuitamente; contra los “vagos” (desocupados y marginados) que reciben subsidios del Estado, etcétera. Y no fue sólo el macrismo quien lanzó esta campaña; también lo hizo Miguel Ángel Pichetto, el jefe del bloque de senadores peronistas, hasta ayer “opositor” y hoy candidato de Macri a la vicepresidencia de la Nación. En Argentina la “bolsonarización” todavía no triunfó pero es una amenaza creciente.

Otro de los participantes en la campaña electoral de Macri es el Fondo Monetario Internacional, que por indicación de Trump concedió al país un préstamo de 57.000 millones de dólares para salvarlo del default. Y a medida que la crisis se agudizaba y la imagen e intención de voto de Macri se desplomaba, fue violando sus propias regulaciones, que establecen que esos fondos sólo se pueden usar para pagar deuda y no para la fuga de capitales, y le permitió que hiciera esto último. En Argentina se ha hecho común un dicho: “El FMI no le dio un préstamo al país, se lo dio a Macri”.

Para terminar, una nota pintoresca. En una reunión con empresarios argentinos, Paulo Guedes anunció que tenía el proyecto de crear el “peso-real”, una moneda común entre Brasil y la Argentina. Y Nicolás Dujovne, que ocupa formalmente el cargo de ministro de Hacienda —la verdadera ministra de Economía es Christine Lagarde, la directora gerente del FMI—, declaró lo mismo. La idea fue puesta en ridículo por cuanto economista hay en el planeta. Brasil tiene una inflación anual de menos del 5%; la de Argentina fue de 47,6% el año pasado. La tasa de interés brasileña es del 6,5%; la de Argentina del 70%. ¿Si a la Unión Europea le llevó 40 años hacer converger estas y otras variables en todos los países que la integraban para poder crear el euro, cuánto tiempo se necesita para que exista un “peso-real”?

En fin, charlatanerías de la pareja Guedes-Dujovne, que sólo se pueden explicar porque ambos son agentes del sector lumpen-burgués y parasitario que se enriquece especulando y sin producir nada, o sea, el capital financiero, que hoy domina la economía mundial.


Eugenio Greco

16 de junio de 2019


28/3/19

Sublevación de los Chalecos Amarillos en Francia: La lucha de clases hace retroceder al gobierno de Macron


Los trabajadores asalariados agrupados en el movimiento “Chalecos Amarillos” en Francia, con su movilización y acción directa han convulsionado el país y logrado un triunfo
sobre el gobierno de Emmanuel Macron.
Con la sublevación  de los Chalecos Amarillos, denominados así por el uso simbólico en sus protestas del chaleco de seguridad amarillo fosforescente, la lucha de clases nuevamente irrumpió con fuerza en el corazón de Europa.
A  partir del 17 de noviembre de 2018, el  chaleco amarillo se convirtió en el emblema de lucha del trabajador, del albañil, del barrendero, del carpintero, del desempleado, de los jóvenes, de los jubilados, de las mujeres, de los sectores asalariados de clase media y de los hijos de los inmigrantes. En fin, de todo aquel que ve que las cosas van mal para los de abajo, los excluidos,  y bien para los de arriba, los poderosos.
Los Chalecos Amarillos sorprendieron por su lucha persistente, por su forma asamblearia de organización y por ser un movimiento totalmente independiente de los sindicatos y partidos políticos tradicionales. Pero, sobre todo por su contundente triunfo sobre el gobierno de Emmanuel Macron, obligándolo a retroceder en sus políticas y propinándole un contundente golpe político a la hasta ayer, estrella fulgurante de la política europea.
Desde 2010, con la derrota de la gran oleada de huelgas obreras en contra las reformas laboral y pensional del gobierno de Sarkozy, no se veía en Francia una lucha tan importante que agrupara el descontento general contra el gobierno. 
Aquellas luchas, convocadas por las centrales obreras, que contaron con el respaldo masivo de los estudiantes y cuyo nivel de participación llegó a 3,5 millones (mucho más de la participación actual en el movimiento de los Chalecos Amarillos), no lograron derrotar las políticas del gobierno. Resultado adverso similar al de las diferentes huelgas y jornadas de protesta de en 2017, contra de la regresiva reforma laboral del gobierno de Hollande. 
Fracasos y derrotas, consecuencia de la política de los dirigentes de sindicatos y partidos políticos tradicionales, quienes por años en vez de impulsar y fortalecer las luchas, han utilizado su influencia para bloquearlas o llevarlas al pantano del pacto, las elecciones y la “cohabitación” con los distintos gobiernos franceses, facilitando así, el avance de la patronal en la destrucción de las conquistas de los asalariados y del pueblo francés, o del llamado  “Estado de Bienestar”.
La revuelta irrumpe en medio de un contexto de  profunda crisis económica y proceso de  fragmentación “desunión”, que atraviesa la Unión Europea, del avance electoral de la ultraderecha en varios países de ese continente (al igual que en América Latina con Bolsonaro o Duque), y trae un viento alentador a la lucha de los trabajadores de Europa y del mundo.
De momento, ese aliento a la lucha se ha empezado a expresar con particular fuerza en Hungría, con las multitudinarias manifestaciones de trabajadores y obreros contra la extensión de la jornada laboral, llamada “ley de esclavitud”, por el movimiento obrero que decretada por el semi fascista gobierno de Viktor Orban.

Los Chalecos Amarillos: expresión del descontento generalizado de los franceses

El alza del combustible fue el detonante que centralizó y articuló el descontento generalizado en la clase media y trabajadores hacia el gobierno de Macron. Sacó a flote el descontento de los más afectados por el alza. Trabajadores, estudiantes y pequeños empresarios, quienes debido a la carencia de un buen  servicio de transporte público en las provincias necesitan el carro para desplazarse al  trabajo, a estudiar o por sus pequeños negocios. En su base están “los pensionados, los jóvenes, los obreros, a todo el mundo quiere incrementar su poder adquisitivo…”

"Somos los trabajadores que necesitamos ir al culo del mundo a trabajar en una fábrica, porque no podemos pagarnos una casa donde está la fábrica. Somos los estudiantes pobres que tienen que ir en un coche de quinta mano a su campus, porque no pueden pagar una estupenda residencia universitaria. Somos el agricultor, el abuelo, todos los que no son los ricos acomodados de París, Lyon o Niza", decía uno de ellos a la BBC.

El movimiento recoge el malestar general de los trabajadores y clase media que ve bajar aceleradamente su nivel de vida. Así lo expresan varios  manifestantes entrevistados  en las vías: Todo ha subido, la luz sube, el agua sube, todo sube pero la paga baja” o  “los impuestos que no nos permiten vivir de  manera digna”[1] , o como  expresaba su indignación una manifestante jubilada: “con 939 euros al mes y un alquiler de 400 no puedo usar mi coche. He trabajado toda mi vida y no puedo comprar combustible”[2]. 
Las encuestas, evidencian respaldado de la mayoría de los franceses al movimiento y el descontento con  el presidente de los ricos”.
 A medida que se fue desarrollando, el movimiento amplió su demanda inicial de eliminar el aumento del precio a la gasolina que el gobierno planeaba para el 1º de enero 2019, e incorporó el incremento del salario mínimo, la eliminación de los impuestos a los trabajadores, la indización de los salarios y pensiones sobre la inflación, la abolición del aumento de las cotizaciones sociales para los jubilados, la reducción de la edad de jubilación el restablecimiento del impuesto a la riqueza,  entre otras.
Las marchas pacíficas iniciales se convirtieron en masivas y combativas movilizaciones en París y en varias ciudades de Francia, recorriendo las calles, con bloqueos de carreteras, liberación de peajes, caravanas. Y además, fortaleciendo su lucha con la realización continua de asambleas, para definir las actividades y el rumbo del proceso. 
La firmeza  y fuerza de la protesta se extendió geográficamente por Francia y a otros sectores de trabajadores. Los conductores de las ambulancias, bloquearon con sus vehículos  el puente de la Concordia, los  trabajadores de las provincias y los estudiantes secundarios agrupados Unión Nacional de Estudiantes de Bachillerato (UNL, por sus siglas en francés) o el Sindicato General de Estudiantes de Bachillerato (SGL)  entraron al movimiento en protesta contra las  reforma  que restringe el acceso a la universidad implantada por el Gobierno de Emmanuel Macron.
En términos generales, este proceso de movilización se transformó en un enfrentamiento total a la política económica y social del gobierno. Por ello trajo a la memoria grandes luchas realizadas por los trabajadores y la juventud, como el Mayo del 68, así como otras acciones que expresan la tradición de lucha del pueblo francés.

¡La lucha pone contra las cuerdas a Macron!

La policía reprimió con violencia, gaseó, golpeó. Los trabajadores y manifestantes heridos y detenidos, se cuentan por cientos. Tan solo la jornada del 1º de diciembre dejó 263 heridos y 412 detenidos. Luego las cifras aumentaron. Pero, la salvaje represión del gobierno contra los manifestantes, no ha hecho retroceder la lucha. Al contrario, los Chalecos Amarillos se defienden con palos y piedras de la violencia policial y obligan a Macron a torcer el brazo. 
Macron, quien venía de pavonearse en la cumbre del G-20 en Argentina, no pudo contener la lucha con la represión salvaje. De la determinación inicial de “no retroceder ni un milímetro”, cuando en un discurso televisivo afirmó: “Entiendo a los ciudadanos, pero no me rendiré ante quienes buscan la destrucción y el desorden, porque la república es tanto orden como libertad para expresar las opiniones”; el presidente de una de las dos patas claves de la Unidad Europea, tuvo que tragarse sus palabras. La fuerza de la lucha y la decisión de no ceder,  obligó al presidente de los ricos a ceder a las demandas y reconocer la justeza de la lucha: “Sé que  hay cólera en el país. La de los que no llegan a fin de mes”. Y es justa”, declaró.
Así, en su  en su discurso en la TV, 10 diciembre 2018 el presidente francés “anunció cuatro medidas concretas: el salario mínimo subirá 100 euros al mes desde el 1 de enero, las horas extras dejarán de pagar impuestos, pide a las "empresas que puedan" que abonen una paga extra a sus trabajadores, también exenta de impuestos, y retira una subida de impuestos a los jubilados que cobren menos de 2000 euros”. Además, reconoció que sus palabras “han herido a algunos” en el pasado y consideró justificado el descontento…” [3]
 Los trabajadores y asalariados de clase media de Francia, ganaron este primer pulso al gobierno de esta potencia imperialista.

La crisis de la economía: telón de fondo del proceso

Solo como mención en esta Declaración, las estadísticas nacionales han determinado que el ingreso económico per cápita de Francia ha descendido en un 1.2% en los últimos años, afectando especialmente a la clase media (un 68% de la población), quienes sufren del aumento en los impuestos, considerados de los más altos a nivel mundial.
Francia tiene el tercer mayor PIB de Europa (el segundo si excluimos el Reino Unido), pero un 21% de los franceses no puede procurarse tres comidas saludables al día y, sin ayudas sociales, más de uno de cada cinco viviría bajo el umbral de la pobreza… En Francia hay 8,9 millones de personas viviendo bajo el umbral de la pobreza. De ellos, 2,79 son niños, un 20% del total de los jóvenes[4]
El “nivel de bienestar” de los trabajadores y clase medida francesa está siendo destruido por los capitalistas con las sucesivas contrarreformas laborales y planes de “ajuste” económicos que para superar la crisis de la economía del 2008, vienen aplicando los diferentes gobiernos, Zarkozy, Hollande y ahora Macron,  responde con la lucha. 
 Esta descripción da mucho sentido a la reiterada afirmación del marxismo: la crisis de los capitalistas lleva a sus gobiernos a atacar las condiciones de vida los trabajadores y la población que teme “que todo pueda desaparecer” a salir a la lucha.

Los líderes de los sindicatos maniobran para no respaldar el movimiento

Lamentablemente para la lucha de los trabajadores, las centrales sindicales francesas están más preocupadas por condenar las manifestaciones violentas de parte de los Chalecos Amarillos, que entrar al movimiento para fortalecerlo con la presencia obrera organizada en sus sindicatos. Al inicio, CFDT,  FO, la CGT y Solidaires, se negaron a apoyar el movimiento argumentando que era manipulado por la extrema derecha. Y ahora, han firmado una declaración de respaldo al presidente Macron en la condena a la “violencia” de los de abajo, pero no condenan la violencia del régimen. 
Mientras los Chalecos Amarillos están enfrentando con la lucha directa la política económica de Macron, el secretario general del sindicato Force Ouvrière plantea que “Se necesita un impulso nacional para generalizar la prima de transporte y, para ello, una reunión tripartita en el Ministerio de Trabajo entre el Estado y los interlocutores sociales”. (Resaltado nuestro)

Esta lucha ha puesto en evidencia varias cuestiones importantes:
 
  • En primer lugar, la fragilidad de los gobiernos ante la lucha directa y persistente de masas. La movilización decidida, consecuente y combativa logra resultados. Se puede triunfar y derrotar las políticas de hambre y los ataques de los gobiernos.
  • Muestra la posibilidad de que la unidad  en la acción  de los trabajadores y clase media, al servicio  de la lucha directa de los trabajadores y el pueblo logre  triunfar!
  • Evidencia que las condiciones objetivas para la lucha revolucionaria generadas por el impacto de la crisis económica de 2008 sobre el nivel de vida de los trabajadores y la clase media, generan respuestas de lucha y que ésta puede triunfar. Sin duda significa una oleada de aire fresco para los trabajadores, los luchadores y los revolucionarios.
  • La lucha directa y violenta de masas. Frente a la confianza en las elecciones y/o el parlamento como vía de solución de los problemas, creencia que por años han esparcido las organizaciones de la “izquierda” tradicional o la desconfianza en las acciones masivas y combativas de los trabajadores y la juventud, que pregonan las organizaciones políticas que desconfían de las acción de masas y ponen todo su empeño en las acciones aisladas de pequeños grupos radicalizados, de aquellos activistas “heroicos” que siguen creyendo en poder reemplazar la contundencia de las movilizaciones de los trabajadores y las masas.
  • Muestra que la realidad no está solamente constituida por el avance electoral de la ultraderecha en Europa o en América Latina, como insiste en señalar la propia prensa de los capitalistas y muchos en la “izquierda” tradicional.
  • Una de las características del movimiento es su origen y  desarrollo independiente del control de las burocracias sindicales y partidos políticos reformistas con influencia en la clase obrera (direcciones tradicionales de la clase obrera, amarradas sólo a acciones electorales y parlamentarias (CGT, CFDT, FO, Partido Comunista; partido socialdemócrata; etc.). Lo cual nos sólo muestra el fracaso de la política de “cohabitación” y pacto de las direcciones tradicionales, sino la ausencia de una dirección revolucionaria que unifique la lucha de todos los explotados y la encause de forma consecuente.
  • Otra característica, es su método asambleario. Rasgo decisivo de esta lucha es realización sistemática de asambleas: en los diferentes puntos de encuentro los Chalecos Amarillos realizan asambleas con los participantes en la lucha para evaluar el curso de la lucha y organizar las acciones diarias de movilización. Esa práctica de democracia decisoria, de quienes están desarrollando la lucha y se juegan el pellejo, explica su fortaleza en la base. Los chalecos señalan así, un mecanismo democrático de acción y de combate contra las decisiones “por arriba” practicadas por todos los dirigentes, tanto en los sindicatos como partidos tradicionales existentes. Al mismo tiempo, de hecho se pronuncia contra los “caudillos”, “voceros” o “jefes” incuestionables, que desde el parlamento o sus elegantes oficinas, deciden y pactan con el enemigo, el futuro de la lucha a espaldas de las bases.
  • Lo anterior,  expresa una rebelión contra las políticas de conciliación de los intereses de clase con el gobierno y la patronal, práctica usual de estas direcciones sindicales y políticas. También de sus métodos burocráticos de manejo sin consulta a las bases, de las actividades de lucha y organización de los trabajadores. Burocracia y  “líderes” eternos,  cuyas acciones y decisiones nadie controla y cuya práctica reiterada es ignorar a los reales protagonistas de la lucha.
  • Así, esta lucha coloca sobre la mesa la urgente necesidad de sindicatos clasistas, independientes y para la lucha consecuente, de carácter revolucionario y con métodos de democracia interna. Igualmente, la urgencia de organizaciones políticas propias de los trabajadores asalariados, de carácter revolucionario, internacionalistas y para la movilización revolucionaria y el combate a los capitalistas y sus gobiernos, antes que para la conciliación y la colaboración con estos.
  • El movimiento de los chalecos amarillos, manifiesta una rebelión contra las políticas de conciliación de los intereses de clase con el gobierno y la patronal,  moneda corriente de estas direcciones sindicales y políticas. También de sus métodos burocráticos de manejo sin consulta a las bases, de las actividades de lucha y organización de los trabajadores. Burocracia y  “líderes” eternos,  cuyas acciones y decisiones nadie controla y cuya práctica es ignoran a los reales protagonistas de la lucha. Situación que se demostró con el no llamado a la clase obrera sindicalizada al apoyo activo al movimiento de los Chalecos Amarillos convocando una huelga general. Es decir, su negativa a fortalecer el movimiento, a debilitarlo en el enfrentamiento al gobierno.
  • Así, esta lucha coloca sobre la mesa la urgente necesidad de sindicatos clasistas, para la lucha consecuente, de carácter revolucionario y con métodos de democracia interna. Igualmente, la urgencia de organizaciones políticas propias de los trabajadores asalariados, de carácter revolucionario, internacionalistas y para la movilización revolucionaria y el combate a los capitalistas y sus gobiernos, antes que para la conciliación y el pacto con estos.
  • Macron condena “la violencia” de los manifestantes, para poder defender el derecho de los ricos, de una minoría, a utilizar tropas, sofisticadas armas y gases lacrimógenos para golpear y sofocar la lucha. Su Primer Ministro, Edouard Philippe, anunció que el Gobierno presentará una "nueva ley" para castigar a los "alborotadores" que según él, “Vienen a romper, a saquear, a desafiar a las instituciones". No se trata de acciones de pequeños grupos como quiere mostrar el gobierno. Se trata de miles de manifestantes que deciden defenderse de la violencia policial.
  • Esa violencia contra las manifestaciones de los Chalecos Amarillos” ha encontrado respuesta. Como expresión de la furia acumulada y como respuesta acorde a la represión salvaje del régimen, los manifestantes se defienden. Con piedras y palos hacen frente a los  escuadrones policiales bien entrenados y armados hasta los dientes, que quieren acabar su protesta.
  • De esta manera, los trabajadores y demás manifestantes del movimiento Chalecos Amarillos, ejercen el legítimo derecho que asiste a los débiles, a los de abajo, a defenderse del ataque salvaje de la policía militarizada del régimen y organizarse para responder con decisión sin atender los llamados pacifistas de las organizaciones sindicales y políticas reformistas, para responder eficazmente al intento del gobierno de Macron y la patronal de  saquear sus bolsillos y arruinar más sus hogares. En consecuencia un rasgo distintivo es la ruptura con el pacifismo que por años ha debilitado las luchas de los trabajadores y de los oprimidos, dejando los manifestantes a la merced de la represión y la violencia de la policía.
  • De nuestra parte también asumimos esa importante lección: reivindicamos el derecho de los trabajadores, de los de abajo, de las masas, a  su legítima defensa. En ese sentido, nos pronunciamos  a favor de ese derecho de los “Chalecos Amarillos” y en general de los trabajadores y los pobres, a responder con  todos los medios a su alcance, ante la represión y la violencia de los opresores.


[1] Video: Chalecos Amarillos en las vías.
[2] Video: La crisis de los” Chalecos Amarillos”, en 5 claves
[3] (Clarin.com,10/12/2018).
[4] Más de 1 de cada 10 franceses son pobres. Este es el plan de Macron para atajarlo. 13/09/2018. https://www.elconfidencial.com/mundo/2018-09-13/pobreza-francia-plan-choque-macron_1615505/