Adiós Sebastián se lee en una pancarta gigantesca en uno de los costados de Plaza Italia; la despedida al millonario hecho presidente está en los carteles y se repite en los cantos de más de un millón de chilenos que han invadido cada espacio posible en la plaza y sus alrededores. Las barras bravas de Colo-Colo, la U de Chile y la U Católica, luego de décadas de enfrentamiento están hombro a hombro con sus bombos entonando al unísono: ¡Van a volver, las balas que disparaste van a volver! ¡La sangre que derramaste la pagarás! ¡Los hombres que asesinaste no morirán!; ¡Que lo vengan a ver, que lo vengan a ver! ¡Eso no es democracia, es dictadura sin Pinochet!. Las cámaras no logran captar en plenitud la desbordante cantidad de manifestantes; efectivamente presencian la marcha más grande en la historia de Chile. Chile despertó, aparece como consigna en una bandera que va de un lado a otro; el pueblo trabajador está en las calles y la burguesía tiembla de miedo.
«El baile de los que sobran» de la legendaria agrupación Prisioneros retumba en la Alameda, la invasión alienígena de la primera dama Cecilia Morel tiene banda sonora. En un país en que el 1% de la población se queda con el 26% de la riqueza nacional han sido muchos los que sobran. Esos sin nombre llevan ya una semana en las calles, 19 muertos, 600 heridos y 6000 detenidos, cientos de mujeres abusadas por los pacos y los milicos, pero siguen ahí y cada vez son más, cada vez con una consciencia más clara de que no quieren dar marcha atrás.
¡Los milicos a los cuarteles y que se les juzgue por sus crímenes! ¡Piñera y su sequito de fachos pinochetistas fuera! Las migajas que han decidido «compartir con los demás» ya no son suficiente, ya no basta con pedir perdón. Los jóvenes, los jubilados, los trabajadores precarizados y flexibilizados, las mujeres, la comunidad LGBT, los niños, los adultos mayores, los mapuches, los artistas, todos se han hartado de un sistema social de opresión y explotación, todos reclaman un nuevo orden social. El 1% ha tenido que escuchar, pero ya es demasiado tarde y ofrecen muy poco.
Los partidos políticos a izquierda y derecha no tienen idea de hacia dónde marcha este proceso de lucha y movilización, pero ya deben reconocer que nada puede volver a ser cómo antes. Ahora lo que les preocupa es que todo puede volar por los aires, por eso se apresuran a hacer llamados para «mantener la institucionalidad», por eso le ofrecen salidas «en democracia» al que sacó a los militares a las calles, al que le declaró la guerra a los manifestantes. Ahora aceptan la necesidad de una nueva constitución y de cambio en todos los poderes. Los que aseguraron que la dictadura tuviera una transición pacífica hoy quieren repetir la historia; está por verse si esos millones de chilenos que con su justa rabia inundan las calles permitirán la farsa.
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