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16/3/24

Gaza: la bancarrota del sionismo como proyecto colonial y la decadencia imperialista

 



Más de 5 meses han pasado desde el inicio del ataque genocida de Israel sobre la Franja de Gaza, más de 5 meses de un despliegue de inhumanidad y horror, más de 5 meses que sólo podrían calificarse de barbarie. Desde Perspectiva Marxista Internacional y el periódico Ruptura realizamos un nuevo análisis de las circunstancias actuales. 

Gaza como recuerdo del colonialismo imperialista

«Es una guerra que pretende, de verdad, salvar la civilización occidental, salvar los valores de la civilización occidental».

Isaac Herzog, presidente de Israel.

«(…) esta es la guerra entre los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas. No cejaremos en nuestra misión hasta que la luz venza a la oscuridad: el bien vencerá al mal extremo que nos amenaza a nosotros y al mundo entero». 

Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel.

   De acuerdo a los hechos actuales en la Franja Gaza ¿Qué es entonces la «civilización occidental» y cuáles son «sus valores»? El Ejército sionista ha asesinado a más de 31.000 palestinos y ha herido por lo menos a 73.000; según cifras de Naciones Unidas más de 750.000 palestinos padecen una «hambruna catastrófica» y corren el riesgo de morir de hambre –en medio de la desesperación han empezado a comer hierba, bichos, ratones y tierra–. El 90% de los 2,3 millones de habitantes de Gaza han sido desplazados violentamente y ahora sobreviven en campamentos improvisados. Cerca de 1,4 millones habitan en las calles de Rafah, una localidad en el sur de la Franja, que ya ha sido bombardeada, y que Israel amenaza con intervenir por tierra.

   Cuando Israel permite la entrada de «ayuda humanitaria» a la Franja miles de palestinos hambrientos rodean y persiguen los camiones. En repetidas ocasiones ha quedado grabado en video cómo los soldados sionistas abren fuego de forma indiscriminada contra esas multitudes desarmadas. El pasado 29 de febrero ocurrió el caso más grave hasta la fecha: fueron asesinados 112 palestinos y centenares resultaron heridos en la llamada «Masacre de la Harina». Ben-Gvir, ministro de Seguridad Nacional de Israel, felicitó a los militares y aprovechó para plantear que «la entrada de camiones de ayuda en Gaza es peligrosa». ¡La civilización occidental es entonces hambre, destrucción y muerte!

   Israel es un recuerdo de cómo el colonialismo imperialista extendió por amplios territorios la barbarie, asegurando que los crímenes que cometía se hacían para llevar la luz y el bien. Para los pueblos coloniales eso ha significado históricamente la expulsión o el exterminio, la pérdida de sus recursos, la opresión y la explotación ¡La civilización occidental es capitalismo puro y duro! Quienes defienden en la actualidad a Israel amparan a ese capitalismo imperialista decadente.

Los valores y la moralidad de los imperialismos decadentes

  



   Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia y Holanda como naciones imperialistas han desarrollado históricamente empresas coloniales de exterminio y destrucción, o han construido sus «modelos democráticos» teniendo como base la esclavitud, el racismo, la opresión y explotación. Ante las denuncias contra Israel por el delito de genocidio en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) sus reacciones han sido: llamar a las acusaciones «infundadas», «completamente injustificadas» y en el mejor de los casos pedir que sean «verificadas» … mientras que cada uno de ellos firma contratos multimillonarios para la entrega de armas al Estado sionista.

   El mundo entero puede reconocer en este momento la complicidad imperialista con el genocidio del pueblo palestino. Sectores amplios de su propia población lo denuncian en gigantescas movilizaciones. En ya por lo menos dos casos, algunos manifestantes, como el soldado norteamericano Aaron Bushnell, deciden inmolarse y morir gritando que no serán cómplices de ese genocidio. Bushnell se grabó en vivo ardiendo en llamas frente a la embajada de Israel en Washington; sus últimas palabras fueron ¡Palestina libre! Por intereses geopolíticos o económicos las naciones imperialistas han dejado ver, en este caso con total claridad, cuáles son sus valores y en qué consiste su moralidad.

   La UNRWA es la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Medio Oriente, atiende a 5,9 millones de palestinos que viven en campos de refugiados, se ocupa de la salud y la educación de esta población con una red de clínicas y escuelas, así como, de la distribución de alimentos e incluso la recolección de basura. UNRWA tiene alrededor de 13.000 trabajadores, Israel acusó –sin ofrecer prueba alguna– a 12 de ellos de tener vínculos con Hamas y haber participado del ataque de la resistencia palestina del pasado 7 de octubre. Eso fue suficiente para que 16 de los mayores donantes de UNRWA –entre ellos Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Italia, Países Bajos, Austria, Suiza, Finlandia, Australia, Canadá, Suecia, Estonia y Japón– suspendieran sus aportes a la agencia, es decir, en los hechos están apoyando la política sionista de conducir a la muerte por hambre a los palestinos.

   El Estado colonial de Israel ha asesinado a 152 trabajadores de la UNRWA, ha impactado 147 de sus instalaciones y ha bombardeado camiones de la agencia que llevan alimentos. Desde la creación misma de esta agencia, Israel ha tenido como política su desaparición, y en estos momentos, cuando los palestinos más requieren de ayuda, desfinanciarla supone hacer aún más insoportable la vida para 2 millones de palestinos. Desde diciembre pasado se conoció una filtración en la televisión israelí de un informe del Ministerio de Exteriores con el plan para terminar con la agencia, dividido en tres fases: la primera, «señalar la cooperación de UNRWA con Hamas»; la segunda, «reducir sus operaciones de educación y asistencia», y la tercera, «transferir su función a nuevos organismos». Este plan también ha sido defendido públicamente por el gobierno y todo ello es de público conocimiento.

   El hambre, la destrucción y la violencia ilimitada a la que Israel condena a los palestinos son flagrantes, innegables; resultan imposibles de ocultar así la máquina mediática imperialista se esfuerce por hacerlo. Para lavar sus manos untadas de sangre algunas burguesías árabes e imperialistas empezaron a enviar por aire –uno de los envíos aéreos mató a 5 palestinos al caer– y ahora también por mar «ayuda humanitaria» a Gaza, pero eso jamás borrará de la memoria el hecho de que Israel masacró a palestinos hambrientos con las armas que le venden algunos de ellos; tampoco borrará de la memoria el hecho de que no estuvieron dispuestos a hacer nada más para parar al Estado genocida, y mucho menos para juzgar sus crímenes.

   Hay legiones de gobiernos, políticos y medios «humanitarios» del mundo entero que lloran lágrimas de cocodrilo por los rehenes que tomó la resistencia palestina en su incursión del 7 de octubre, estimados en unos 240. Pero no dicen nada de los más de 5.000 presos palestinos que Israel mantenía como rehenes antes del ataque, a los que hay que sumar los que encerró a partir de octubre de 2023 -que a la altura de noviembre algunas fuentes situaban ya en 7.000-.  

   Israel es un proyecto colonial imperialista, pero también es un proyecto nacional del sionismo y de la burguesía judía, que tiene sus propios intereses, y por ello puede llegar a tener contradicciones con el imperialismo; pero en lo descrito hasta aquí, los países imperialistas, aquellos que se declaran defensores de un mundo «basado en reglas», de la moralidad y la democracia, no han tenido contradicciones sustanciales con su engendro colonial.

Gaza como presagio de nuevas formas de colonialismo

«El norte de la Franja de Gaza, más hermoso que nunca. Todo está volado y aplanado, simplemente un placer para los ojos… Debemos hablar del día después. Entregaremos parcelas a todos los que lucharon por Gaza durante años (…).»

Amichai Eliyahu, ministro de patrimonio de Israel.

   Israel conserva la fisionomía de los proyectos coloniales imperialistas del siglo pasado, pero también traza los contornos de las nuevas formas coloniales. El estado sionista arrasa el territorio de Gaza, lo destruye íntegramente, promete su reconstrucción con el asentamiento de colonos y llena su territorio de banderas para marcar el espacio conquistado en el que hará «florecer el desierto». Proyectos coloniales de asentamiento de colonos anteriores expulsaban o aniquilaban la población nativa, pero resguardaban el territorio para el uso y explotación de sus recursos. A Israel le importa poco destruir completamente Gaza.

   Gaza, además, es para el imperialismo un campo de prueba de sus fuerzas destructivas. La capacidad de arrasamiento que hoy se pone en práctica no tiene paralelo desde el punto de vista cuantitativo. Tan solo en el primer mes de bombardeo Israel lanzó 6.000 bombas, equivalentes a 4.000 toneladas de explosivos –una magnitud semejante al poder destructivo de una bomba atómica–.

   Los miembros del gobierno de Netanyahu, los militares y la sociedad israelí de manera amplia, respaldan el genocidio de los palestinos y reclaman intensificarlo. Si antes el saqueo y las matanzas promovidas por el colonialismo se matizaban ideológicamente, en este caso se declaran como propósito de manera desembozada, se justifican y se validan por sus medios de comunicación.

   A los palestinos se les deshumaniza, se les barbariza y se les niega cualquier principio de igualdad con el resto de la humanidad. El genocidio en Gaza vuelve a marcar a fuego la división entre países coloniales con una población sin derechos y unos países imperialistas con derechos totales para una minoría privilegiada. Por eso en los países imperialistas se prohíben y judicializan las expresiones de apoyo a Palestina, e incluso portar algún símbolo de identificación con los palestinos puede hacerte merecedor de la acusación de «antisemita». El capitalismo retoma viejas prácticas y las rehace de manera descarnada.

Gaza se puede convertir en punto de quiebre para Israel y el imperialismo


   Hace más de 5 meses Israel desencadenó su accionar genocida contra Gaza bajo el supuesto de una represalia por el ataque de la resistencia palestina que dejó 1.200 israelíes muertos. En la actualidad los medios de comunicación tienen que hacer piruetas discursivas para poder vincular el arrasamiento, la destrucción de Gaza, la aniquilación de los palestinos y la inhumanidad de la actuación de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) con ese ataque. Al contrario, empieza a aparecer, para el asombro sionista e imperialista, una asociación entre el acto de la resistencia del 7 de octubre y las condiciones previas de encarcelamiento y bloqueo de la población palestina en Gaza, de apartheid en Cisjordania, de exilio, opresión, persecución y asesinato sistemático de los palestinos. El genocidio en Gaza puso en discusión pública el régimen colonial de Israel y ha dejado en claro que el objetivo del gobierno de Netanyahu no es Hamás, es la conquista a sangre y fuego de todo el territorio de Palestina y la expulsión o eliminación de los palestinos.

   El gobierno de Netanyahu venía de una larga crisis, quizás la más aguda del Estado de Israel en su historia, la violencia indiscriminada y el horror que desató en Gaza no le sirvieron para superar la crisis interna: esta sigue latente. Benny Gantz, su opositor político, visitó recientemente Estados Unidos y por ello ha sido acusado de traidor, seguramente ya se discuten las formas para apartar a la secta de sionistas fanáticos que están en el poder -aunque Gantz no sea muy diferente-. El problema que tienen es que la crisis interna se transformó en una debacle de la imagen del Estado sionista en el mundo. Cada bomba arrojada contra el pueblo palestino en Gaza ha terminado volando con ella el relato sionista de víctima, de sociedad democrática y de luz de la civilización… si no fuera por el fanatismo mesiánico de algunas religiones que respaldan irracionalmente a Israel, su gobierno quedaría en la soledad casi total y cociéndose en los jugos de sus propias divisiones internas.

   Israel ha dejado en ruinas la careta «democrática» de los países imperialistas, así como, la pantomima que se escenifica en Naciones Unidas –en la Asamblea General 153 países votaron a favor de un cese al fuego y 10 en contra, en el Consejo de Seguridad fueron 13 votos a favor, 1 abstención (de Reino Unido) y 1 veto (el de Estados Unidos). Como dijo el presidente de Colombia Gustavo Petro: no son los votos, es la cantidad de aviones de guerra que se tenga los que definen la posición de la ONU. Pero en lo que más ha avanzado Israel es en poner en cuestión la legitimidad, inmunidad e impunidad que había disfrutado históricamente; todo ello se cae a pedazos junto a las casas, hospitales, escuelas y universidades de Gaza. Sus bombazos contra la población indefensa lograron reposicionar la discusión de la «cuestión palestina» y despertar la solidaridad y el apoyo a la causa palestina de millones de personas en el mundo -incluso se empieza a soltar la mano a Netanyahu en Estados Unidos. Chuck Schumer, líder de la mayoría demócrata en el Senado y funcionario judío de más alto rango en ese país, llamó a convocar nuevas elecciones en Israel y acusó a Netanyahu de llevar al país a convertirse en un paria global-

   Israel puede haber avanzado en la destrucción de Gaza y haber asesinado a miles de palestinos, pero es más lo que está perdiendo políticamente, su objetivo de expulsión de los palestinos al desierto del Sinaí o algún otro país donde puedan ser recibidos como refugiados no resulta admisible para Egipto, ni siquiera para sus aliados imperialistas incondicionales. Luego de 5 meses no ha logrado liberar a los rehenes –por el contrario, quedó grabado el asesinato de 3 de ellos por tropas sionistas–, no da noticias de haber destruido la red de infraestructura de Hamás y el tiempo del gobierno Netanyahu parece agotarse.

   En Estados Unidos y Europa sectores de la comunidad judía repiten la consigna: «no en mi nombre», y crecen los sectores de judíos antisionistas. Millones de manifestantes en todas las regiones del planeta corean la consigna: «no es una guerra, es un genocidio», y con cada masacre de Israel crecen los cuestionamientos a su proyecto y a su historia colonial. Distintos sectores sociales expresan como pocas veces en el pasado el apoyo y simpatía por los palestinos y la resistencia palestina –una noticia poco comentada es que cuatro sindicatos de los más grandes de Estados Unidos se han pronunciado a favor del alto el fuego: el United Auto Workers, el sindicato de enfermeros, el de electricistas y el de trabajadores postales-.

   Si Israel es la expresión del colonialismo pasado y futuro, de la decadencia imperialista, la lucha palestina es su contrario, expresa la defensa de posiciones democráticas y humanistas, de la solidaridad y la empatía, de la lucha por la transformación de una realidad injusta, indecente e inmoral, que no es sólo la realidad colonial que construyó la sociedad israelí, es la realidad de opresión y explotación de la sociedad capitalista misma. Por ello, desde Perspectiva Marxista Internacional y el periódico Ruptura reiteramos nuestro apoyo y nos colocamos en las filas de la resistencia palestina. 

¡Viva Palestina Libre!

11/3/24

LIBERTAD A CRISTIAN DÍAZ. Preso político del sionismo genocida.

 


  Cristian Díaz, un obrero metalúrgico de 48 años, de Florencio Varela, Provincia de Buenos Aires, Argentina, está preso desde hace ocho meses en el penal de Marcos Paz por la denuncia de un encargado de seguridad de la embajada israelí en Argentina, quien “mirando Facebook” encontró una publicación hecha por Cristian que consideró “peligrosa”. Su denuncia fue tomada por el juez Ariel Lijo, quien ordenó su detención, acusándolo del delito de “odio racial”.

  Lijo ordenó el allanamiento del domicilio de Cristian, donde se “secuestran como pruebas una bandera Palestina, el cuadro de una mujer Palestina y una solicitud simbólica realizada para recibir la nacionalidad Palestina”. Con estas “pruebas” y a pesar de que Cristian no tiene ningún antecedente penal ni dinero, Lijo le aplicó la “prisión preventiva”, que solo se puede fundamentar en que dejarlo en libertad con-dicional significaría que hay riesgo de fuga o de obstruir el proceso judicial.

  En síntesis, Cristian Díaz esta siendo juzgado porque es solidario con el pueblo palestino, denuncia la barbarie genocida del Estado sionista-nazi de Israel, que en Gaza ha causado hasta ahora más de 30.000 muertos civiles, entre ellos 8.800 mujeres y 13.230 menores de edad, además de 340 trabajadores sanitarios y 132 periodistas. Si se le suma el intento consciente de provocar una hambruna masiva impidiendo el ingreso de la ayuda humanitaria o masacrando en un solo día a 100 palestinos desarmados que fueron a recibir lo poco que había logrado entrar, está claro que no es solo genocidio sino también limpieza étnica, al mejor estilo hitleriano, para tratar de ocupar y colo-nizar toda la Franja de Gaza.

Que esto esté ocurriendo bajo el gobierno de Milei es lógico.   En su reciente visita a Israel se lo vio riendo y bailando de alegría, feliz porque crecía día tras día la montaña de cadáveres de palestinos. Pero no hay que olvidar que Sergio Massa, el candidato peronista derrotado por Milei en las elecciones, ya había declarado que si las ganaba iba a decretar que Hamas, la conducción política y militar que resiste al Estado sionista, era una “organización terrorista”, que es la manera de justificar el genocidio en Gaza argumentando que “Israel tiene derecho a defenderse”.

  La lucha por la libertad de Cristian Díaz es parte de un combate que tarde o temprano dará el pueblo argentino recuperando su tradición antiimperialista, porque el aliado más incondicional de Israel es el imperialismo yanqui, el mismo que apoyó los golpes y dictaduras militares y a los piratas ingleses en la Guerra de Malvinas.


A 100 años de la muerte de Lenin, reivindicamos su indispensable legado para seguir luchando por el socialismo en todo el mundo


 «El pasado histórico no conoce un hombre que haya ejercido tal influencia, no solamente en el destino de su propio país, sino en el destino de la humanidad: el significado histórico de Lenin no tiene precedentes». 

(Lenin, León Trotsky, p. 317).

  El 21 de enero de 2024 se cumplieron 100 años de la muerte de Vladimir Ilich Lenin, «fundador y espíritu guiador de las Repúblicas Soviéticas y la Internacional Comunista, el discípulo de Marx, el líder del Partido Bolchevique y el organizador de la Revolución de Octubre en Rusia» (Aniversario de la muerte de Lenin), como lo describe León Trotsky en su nota biográfica escrita para la Enciclopedia Británica en 1929.  Este es un año aciago -desgraciado- para su conmemoración, las penurias y vejámenes que padecen los trabajadores y los pobres en el mundo, especialmente en Palestina, son la medida del retroceso histórico de la lucha revolucionaria, sin embargo, representan también la vigencia y la enormidad de la tarea de hacer la revolución socialista mundial, como única alternativa al sistema económico-social capitalista-imperialista, que amenaza con sumir a la humanidad en la barbarie.

    No es posible conmemorar la muerte de Lenin sin recordar el significado histórico y la vigencia de la lucha de toda su vida por liberar a los trabajadores y a los pobres de la opresión y la explotación capitalista. Es decir, a la luz de las descomunales tareas que este sistema en descomposición plantea a las masas obreras y populares en todo el mundo, y a quienes todavía nos reivindicamos como revolucionarios, escapando al mito reaccionario -al fetiche- construido por el Stalinismo sobre su figura y a la ritualización vacía, que blande su retrato para mejor encubrir el abandono de los principios que él encarnó y que hicieron posible el primer Estado Obrero de la historia, la URSS.

¿Por qué los enemigos de la clase obrera odian mortalmente a Lenin?

  Tampoco es posible hacerlo sin combatir la pérfida campaña de mentiras y falsificaciones que la burguesía y sus ideólogos ha construido para pervertir su papel en la historia y su legado. Si Marx ha querido ser convertido en un león sin garras, en un intelectual más, en un simple filósofo; a Lenin no lo bajan de criminal y hasta de asesino. Si a Marx es posible tergiversarlo y convertirlo en un pacífico fundamentador de la democracia y de la conciliación de clases -como el mismo Lenin denunciaba hacían en su tiempo los pacifistas y social demócratas-; a Lenin sólo es posible proscribirlo y condenarlo por «dictador», porque nunca jamás la burguesía podrá perdonarle que haya hecho realidad el programa socialista -marxista- de la destrucción del Estado burgués, de la expropiación y la socialización de los medios de producción, y la construcción de una nueva sociedad en la que ella no, era, en absoluto necesaria. Y peor aún, el haber construido un partido mundial que buscaba extender esta realidad a todos los países, la Tercera Internacional.

  No, Lenin nunca ha sido ni puede ser hoy una figura tranquila de recordar para la burguesía y el imperialismo. No lo puede ser tampoco para los burócratas, para los oportunistas, ni para los aventureros «revolucionarios» de toda laya. Para los burócratas, porque Lenin fue el gran defensor de la democracia obrera, el que siempre escuchó a las mayorías oprimidas -campesinas- y mantuvo un vínculo férreo entre ellas y el proletariado, y quien apostó siempre por las acciones independientes de los explotados, teniendo claro que los «jefes» se deben a las bases y no las bases a los jefes. Para los oportunistas, porque Lenin supo identificar las tendencias acomodaticias y arribistas, hasta de sectores de trabajadores corrompidos por el capital, y combatir sin descanso las expresiones políticas de esas presiones sociales: a los pacifistas frente a la guerra imperialista, a los conciliadores de clase que renunciaron a la lucha por la destrucción del Estado y se empecinaron en el reformismo, tanto en el de corte sindicalista como en el parlamentarista.

  Pero tampoco es tranquilo de recordar para los aventureros y los ultraizquierdistas. Pues Lenin, apegado como siempre a los sentires y  necesidades de los sectores más explotados de las masas, supo resistirse a la desesperación de los intelectuales y de los grupúsculos sectarios y vanguardistas, persistió en la estrategia de las acciones de masas y luchó incansable para ello en la construcción de un partido revolucionario que fuera la vanguardia de esas masas, por ser sus militantes los más claros, los más abnegados, los más decididos, pero también los más respetuosos de las experiencias políticas y de lucha, mediante las cuales las masas avanzan en su conciencia y aprenden a conocer y a decidir quiénes deben ser sus dirigentes.

  Hoy queremos recordar al incansable, al implacable, al incorruptible, al dirigente revolucionario que luchó hasta la muerte por destruir este sistema de hambre, opresión y violencia y por crear una sociedad nueva gobernada por los trabajadores y el pueblo pobre. Y recuperar para las nuevas generaciones su perspectiva revolucionaria -teórica, política y práctica-, indispensable para formarse y proseguir la lucha en una época en la que muchos «compañeros de viaje» abandonaron el camino y se plegaron a las ilusiones que este sistema impone: a la democracia burguesa e imperialista, a los gobiernos «populistas», a los proyectos individuales «exitosos» o incluso a la rutina, la desmoralización o al vil consumismo.

Lenin y el partido Bolchevique

  Y si bien pudiéramos insistir en infinidad de asuntos en los que Lenin sigue siendo decisivo para la formación de la conciencia revolucionaria de los trabajadores y los jóvenes luchadores: como en sus enseñanzas sobre los métodos de lucha -contra el oportunismo y el ultraizquierdismo-; en la clarificación del verdadero significado del Estado y la necesidad de su destrucción; en su combate a la democracia burguesa y el parlamentarismo, y también sobre cómo usarlos en favor de la lucha. O sobre la comprensión profunda de lo que representa el imperialismo como etapa de desarrollo del sistema capitalista, sobre lo que significa para cada pueblo oprimido el que el mundo se encuentre dominado por un puñado de familias -la oligarquía financiera- que concentra toda la riqueza de la humanidad, mediante la cual dominan a los Estados más poderosos, y a sus instituciones u organismos internacionales -como son hoy el FMI, el Banco mundial, la ONU- para decidir la suerte -la vida y la muerte- de cada país, bien mediante el saqueo despiadado y el endeudamiento financiero -como en su momento a Grecia u hoy a Argentina-; a través de los bloqueos financieros y políticos -Venezuela, Cuba, y hasta Rusia- o vía los cañones y las bombas -como en Granada, Irak, Afganistán o ahora Palestina-; o en su explicación de cómo en su lucha por repartirse el mundo los imperialistas llegaron  a producir dos guerras mundiales, y son la fuente inagotable de nuevas guerras.

  Sin embargo, consideramos urgente destacar el rol fundamental como organizador de la palanca gracias a la cual las masas proletarias y campesinas triunfaron en Rusia y abrieron el camino para la destrucción del capitalismo en todo el mundo, su papel como el jefe de la revolución, como constructor del partido revolucionario nacional e internacional. Pues esa perspectiva, por más que ahora resulte extremadamente difícil de concretar, resulta indispensable para avanzar en la formación de nuevas generaciones de verdaderos revolucionarios socialistas. 

  El partido de Lenin, o partido Bolchevique, es un nuevo tipo de partido. Forjado en la lucha contra la sanguinaria autocracia rusa, emergió en la historia como un partido de combate, hecho para combinar inteligentemente el trabajo legal con el ilegal, siempre en pro de la movilización permanente de las masas, y con gran arraigo social en las fábricas y en las barriadas proletarias de los sectores más explotados. Conformado por militantes profesionales férreamente disciplinados, sólidamente formados en la teoría marxista revolucionaria, y acostumbrados a la lucha política interna con base en la cual se definían las posiciones de la organización, mediante la discusión y la votación, sin censurar y sin expulsar a nadie por sus posiciones o por su críticas a la dirección. Fue este el partido que conquistó el poder en Rusia y se empeñó en la construcción de un partido internacional para hacer la revolución en todo el mundo. En síntesis, un partido obrero, democrático -centralista-democrático-, revolucionario e internacionalista.

  Hay una relación directa entre el tipo de dirigente que fue Lenin y el tipo de partido que construyó, que fue no sólo indispensable para tomar el poder en Rusia, sino también para darle forma a un régimen político también nuevo en la historia, el régimen de los soviets basado en la democracia obrera.

Lenin por León Trotsky



  Por último, para presentar en forma breve pero contundente, una imagen lo más certera de quien fuera Vladimir Lenin dejamos hablar a León Trotsky su gran compañero de lucha: 

  «Para comprenderlo basta recordar el odio concentrado que esta figura provoca y provocará en todos los enemigos de la clase obrera. Porque la naturaleza ha producido una obra maestra al reunir en un solo hombre la personificación del pensamiento revolucionario y la energía indomable de la clase proletaria. Este hombre es Vladimir Ilich Lenin. 

  Y cuando se abrió la nueva época, los antiguos jefes fueron incapaces de medirse con ella: esta fue la época de las terribles convulsiones y de las sangrientas batallas. La historia quiso, y no por azar, crear una figura un solo bloque en Rusia, una figura que representara bien toda la rudeza y la grandeza de nuestro tiempo. Repito, no era por azar». (Lenin, León Trotsky, pp. 308-309).

  «(…) Para esta época la historia rusa creó un nuevo jefe. Todo lo mejor de la antigua intelectualidad revolucionaria, su espíritu de abnegación, su audacia y su odio contra la opresión, todo esto estaba concentrado en su persona, que, no obstante, en su juventud había roto irrevocablemente con el mundo de la intelectualidad a causa de las relaciones de ésta con la burguesía; Lenin personifica la idea y la realidad del desarrollo de la clase obrera. Apoyándose en el joven proletariado revolucionario de Rusia, utilizando la rica experiencia del movimiento obrero internacional, transformó su ideología en una palanca para la acción.

(…) Su internacionalismo es una apreciación práctica de los acontecimientos históricos y una intervención en su curso a escala internacional y para un propósito mundial. Rusia y su destino son solamente un elemento de esta grandioso proceso histórico de cuyo éxito depende la suerte de la humanidad». (Lenin, León Trotsky, p. 313).

«(…) en nuestro aparato gubernamental, es Lenin, principalmente, quien tiene la confianza del campesinado. Independientemente de todas las demás consideraciones, Ilich representa un gran capital moral en las relaciones establecidas entre los obreros y los campesinos». (Lenin enfermo, p. 318).

«(…) Marx entero está contenido en el Manifiesto Comunista, en el prólogo de su Crítica, en El Capital. Aun cuando no hubiese sido el fundador de la I Internacional, siempre hubiera sido lo que es. Lenin, en cambio, se dedica desde luego a la acción revolucionaria. Sus obras son simples ejercicios preparatorios de la acción. Aunque no hubiese publicado un solo libro hubiera aparecido en la historia como aparece hoy: como el jefe de la revolución proletaria, el fundador de la III Internacional». (Lenin, León Trotsky, p. 315).

Es esa perspectiva de combate inclaudicable al sistema capitalista-imperialista y a sus defensores de todo tipo, de lucha infatigable por la construcción del socialismo, como única verdadera estrategia de emancipación humana, el que queremos presentar hoy a todos aquellos y aquellas que buscan honestamente una transformación radical de la sociedad.





5/3/24

Los yemeníes y la solidaridad con la Resistencia Palestina


 
Los hutíes de Yemen han puesto sus armas y su Ejército al servicio de la Resistencia Palestina desde el comienzo de esta etapa del genocidio en la Franja de Gaza. Han lanzado misiles y drones contra territorio ocupado por Israel y advirtieron que atacarían a: «todos los barcos en el Mar Rojo con destino a puertos israelíes, sea cual sea su nacionalidad». Han interceptado o capturado barcos que atravesaban el estrecho de Bab-el-Mandeb con dirección al Canal del Suez.

Sus acciones han tenido repercusiones en todo el mundo, distintos monopolios navieros han suspendido su tránsito por el Mar Rojo, lo que implica que sus barcos -muchos de ellos petroleros- deben circunnavegar África, lo que incrementa los costos y alarga las rutas de suministro por lo menos en 20 días. El imperialismo de los Estados Unidos y el de Reino Unido empezaron por ello a bombardear territorio yemení, demostrando una vez más que en su lógica es admisible asesinar a 30 mil personas y condenar al hambre a 2 millones en la Franja de Gaza, pero jamás perder un dólar en los negocios.

Los hutíes son un movimiento político - social que cuenta con un brazo armado, controlan buena parte del territorio de Yemen después de años de una guerra civil que los enfrentó a una coalición de países encabezados por Arabia Saudita y apoyados por Estados Unidos. Se reconocen como parte de la rama chiita del islam y se denominan así mismos Ansarolá los «partidarios de Dios». Si bien surgen desde la década del 90 del siglo pasado, el lugar que ocupan hoy en Yemen se empezó a construir a partir de su oposición al gobierno de Ali Abdullah Saleh desde comienzos del presente siglo, a quien denunciaron por capitular a los intereses de Estados Unidos y Arabia Saudita y hambrear a los yemenís.

Luego de la Revolución yemení de 2011, los hutíes, amparados en un impresionante apoyo de masas, han logrado derrocar a Saleh y a su sucesor en el poder, así como, resistir militarmente a la llamada Coalición de Golfo -a pesar de ello Yemen se encuentra en la actualidad dividida en tres, Arabia Saudita y Emiratos Árabes controlan cada uno una parte del territorio y los hutíes la región con mayor densidad de población que incluye a Saná la capital-.
 
Yemen es uno de los países más pobres del mundo, su población ha padecido una terrible hambruna, pero, a pesar de esas circunstancias, con millones de personas movilizadas en sus calles, ha sido una de las más decididas en la región a la hora de oponerse al genocidio y ser solidaria con los palestinos. Estas acciones de masas de los yemeníes constituyen objetivamente actos revolucionarios que contrastan abiertamente con la frialdad y distancia cómplice con la que actúan las burguesías de la región, que se acercan bastante a la traición a la causa palestina. 

Los medios de comunicación en el mundo se esfuerzan por ubicar a los hutíes como simples títeres de Irán, lo cual desconoce y falsea una tradición antiimperialista de los yemeníes que queremos resaltar.
 

La historia olvidada
 
«Las propiedades de los sultanes, emires, jeques y gobernantes del régimen caduco y las propiedades de todas las personas mencionadas en la ley de reforma agraria serán confiscadas sin indemnización. Las tierras serán distribuidas a los trabajadores agrícolas, los campesinos pobres y los ciudadanos que emigren de las ciudades y los desiertos».
 
Art. 19 Constitución de la República Popular Democrática de Yemen del Sur.
 
En 1970 se promulgó en la República Popular Democrática de Yemen del Sur la Ley de Reforma Agraria que pasó luego a hacer parte de la Constitución Política, en ella se advertía que las propiedades de sultanes, emires y jeques serían confiscadas sin indemnización para ser repartidas entre trabajadores agrícolas y campesinos pobres. Yemen del Sur aparecía ante el mundo para ese entonces como un país independiente y como la experiencia más cercana al socialismo en la región.
 
¿Cómo llegó hasta allí? Yemen del Sur había estado bajo dominio colonial británico hasta 1967, momento en el cual el FLN (Frente de Liberación Nacional), luego de 4 años de lucha armada, derrotó al imperialismo inglés para alcanzar la independencia. La dinámica desencadenada permitió pasar al establecimiento de un Estado que empezó con un proceso de nacionalización de las empresas y recursos que antes habían sido explotados por el imperialismo, que implementó una serie de reformas sociales que aparecían como altamente progresivas para las masas en la región y en algunos casos directamente revolucionarias.
 
Yemen ha sido históricamente un país poco desarrollado en términos capitalistas, con una limitada producción agrícola e industrial y con amplios márgenes de pobreza. El gobierno del FLN, que pasó a llamarse Partido Socialista de Yemen (PSY), intentó impulsar el desarrollo económico del país y tuvo éxitos importantes en su crecimiento con el apoyo de la URSS. Pero, sobre todo, debe destacarse que lo hizo aplicando una política con leyes laborales favorables a la clase trabajadora, que aseguraban ingresos para tener condiciones de vida mínimamente decentes.
 
En materia social el PSY puso en marcha una reforma de vivienda que garantizó que los propietarios de las ciudades sólo fueran dueños de un inmueble, se nacionalizaron las segundas residencias para alquilarlas o venderlas a bajo costo. Se construyeron centros de salud, clínicas y hospitales por todo el país ofreciendo medicamentos y servicios gratuitos; del mismo modo, escuelas y universidades. Se otorgaron los mismos derechos a mujeres y hombres, a diferencia de lo que ocurre en muchos países árabes o musulmanes.
 
No obstante, Yemen no dio el paso definitivo hacia el socialismo, no se produjo la eliminación completa de la propiedad privada de los medios de producción. Esa experiencia revolucionaria terminó luego de la destrucción de la URSS, la relación con la burocracia soviética había sido estrecha, además del apoyo económico, la Unión Soviética enviaba provisiones de guerra y armamento pesado, había presencia de tropas y asesores militares, Yemen llegó incluso a albergar bases militares de la URSS y a acoger en sus puertos barcos y submarinos nucleares. Esa cercanía lo enredaba en los acuerdos o desacuerdos de la burocracia soviética en la región, lo cual hizo que distintas facciones políticas en el interior del país se mantuvieran enfrentadas y al borde de la guerra civil. Cuando desapareció la Unión Soviética se acabó la ayuda y quedaron las disputas internas; la unificación de Yemen se dio en ese marco y tuvo como ganadores a los sectores contrarios a la tentativa socialista de Yemen del sur.
 
Nacionalismo y antiimperialismo
 
El imperialismo inglés desembarcó en este país en el siglo XIX, centrando su interés y dominio en la ciudad de Adén, que servía de puerto comercial y de abastecimiento para las embarcaciones que surcaban las aguas del Océano índico y el Mar Rojo. La importancia de Adén y la costa occidental de Yemen se incrementó con la apertura del Canal del Suez en 1869, pues desde allí se puede ejercer control sobre el tránsito comercial marítimo en el área. 
 
Luego de la derrota de los nazis en la II Guerra Mundial se abrió en el mundo una etapa de lucha de los pueblos coloniales contra los ocupantes imperialistas, de luchas revolucionarias en todo el mundo. Las naciones árabes que había estado bajo el yugo de imperialismos como el francés y el inglés lograron desatar sus cadenas y propinarles sendas derrotas.
 
En Medio Oriente y el mundo árabe surgió al calor de esta correlación de fuerzas entre los pueblos oprimidos y el imperialismo el Movimiento Nacionalista Árabe (MNA), que tuvo sus orígenes en la Universidad Americana de Beirut y llegó a contar con el apoyo de algunos sectores de las burguesías de la región. Allí estudiaron algunos de los jóvenes que constituirán luego el FLN de Yemen, y muchas otras organizaciones, como la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) o distintos Frentes compuestos por los seguidores de Gamal Abdel Nasser, el carismático presidente egipcio que fue vanguardia de ese fenómeno nacionalista.
 
Al interior del movimiento nacionalista se dieron duras disputas políticas e ideológicas entre quienes tenía como perspectiva el socialismo y quienes defendían una línea nacionalista burguesa que no pretendía romper con el capitalismo como los nasseristas. El FLN yemení expresaba la primera de esas tendencias y eso explica los avances políticos, sociales y económicos que caracterizaron al país para esa época. Al igual que su clara posición antiimperialista, que también quedó consignada en su constitución. En el artículo 55 de ella se indicaba que el gobierno concedía el derecho de asilo a quienes luchan por la liberación nacional y social en el extranjero, lo cual fue utilizado en diversas ocasiones para ofrecer refugio, protección y apoyo a la Resistencia Palestina y otros movimientos de liberación.
 
Por ello, cuando en la actualidad, el movimiento social y político encabezado por los Hutíes se pronuncia y actúa a favor de la causa palestina no está haciendo otra cosa que seguir con una vieja tradición, de solidaridad y apoyo a la lucha anticolonial y antiimperialista en Yemen. Los Hutíes proceden del antiguo Yemen del Norte, pero eso no invalida lo dicho, también allí el nacionalismo árabe tuvo su momento de apogeo y su impacto en el movimiento de masas. Cuando millones de yemeníes se movilizan a favor de la causa palestina aparece nuevamente reflejada esa consciencia de la necesidad de la lucha antiimperialista en la región.
 
Los yemeníes y la solidaridad con la Resistencia Palestina
 
Los hutíes expresan hoy ese legado de solidaridad del pueblo yemení y pronuncian públicamente el apoyo de masas a Palestina. En el pasado, e indistintamente en el Sur o Norte de Yemen, han existido expresiones similares. Durante los años 70 hubo ataques de la Resistencia Palestina a barcos israelíes desde territorio de Yemen, los Ejércitos del país cerraron el tránsito por el estrecho de Bab-el-Mandeb a las embarcaciones que llevaban combustible hacia el Estado sionista. Luego de la invasión del sionismo y el imperialismo al Líbano en 1982 y de la expulsión de los militantes de la OLP, más de mil de ellos fueron acogidos y establecieron campamentos militares tanto en Saná como en Adén. Y luego de la unificación de Yemen en 1990, el gobierno yemení otorgaba igualdad de derechos a los refugiados palestinos en su territorio.
 
El ejemplo de dignidad, humanidad, coraje y deseo de lucha que hoy nos vuelve a dar el pueblo yemení es necesario resaltarlo para todos los pueblos oprimidos y explotados del mundo, una nación empobrecida, asolada por el hambre y ahora nuevamente bombardeada por el imperialismo se alza en contra del genocidio y la barbarie, se levanta contra la infamia que lleva a cabo el sionismo y el imperialismo en suelo palestino. Nuestro deber es apoyar también a los yemeníes en su lucha por la liberación nacional y en su enfrentamiento al imperialismo.
 
¡Basta de bombardeos contra el combativo pueblo yemení! ¡Por la derrota del imperialismo y sus aliados en territorio yemení!