A partir del último 13 de junio, el presidente argentino, Javier Milei, está más cerca de contar con una ley (la Ley Bases) que facilitaría el plan de saqueo de recursos, de privatización del patrimonio público y de superexplotación de los trabajadores; en síntesis, una ley a medida de los negocios y la acumulación de ganancias del sector más minoritario y más rico, el empresarial-monopólico-financiero internacional y nacional, en medio de una creciente crisis del sistema capitalista-imperialista mundial.
Desde que Milei asumió su mandato presidencial, la Argentina entró en terapia intensiva: inflación, aumentos descontrolados y constantes de productos y servicios básicos, salarios atornillados al piso, recesión, aumento de la desocupación, de la pobreza y de la indigencia.
Sobre el enfermo terminal revolotean los buitres hambrientos. Huelen la sangre y aprovechan la oportunidad para lanzarse y arrancarle los trozos al cadáver. En cada vuelo de aproximación al banquete anhelado, los festejos se oyen cada vez de forma más nítida. Con los niños mal alimentados, con millones de jóvenes sin estudios ni salida laboral y los ancianos abandonados a su suerte, la carroña satisfacerá la codicia de los capitales más audaces, como se señala en los medios:
“El mercado festeja la aprobación de la Ley Bases, los bonos ganan el 5% y las acciones suben hasta el 9%… los bonos saltan hasta el 13%…”
En los medios, en las primeras horas del jueves, los titulares reflejaban el festejo de los mercados por la votación reñida que dio el visto bueno a la Ley Bases en el Senado, acompañadas por las imágenes de personas sofocadas por el gas de la represión policial en los alrededores del Congreso.
Cuando todavía no habían terminado de disiparse la nube tóxica humeante del gas pimienta y de las batallas del pueblo en la calle, en las cuevas de Wall Street ya se relamían alborotados, y en el gobierno, las sonrisas banales de Victoria Villarroel, Javier Milei y Patricia Bullrich celebraban la represión y las facultades “delegadas” otorgadas por esta votación del Congreso.
La mayoría de los integrantes de la clase política, empresarial, sindical, institucional (el Congreso y el Poder Judicial) han favorecido el ejercicio de la crueldad de la motosierra mileísta. Desde los primeros días en que estos buitres se asomaron en los balcones de la Rosada, le ofrecieron los instrumentos y mecanismos políticos de la gobernabilidad, entre otros, dejaron correr el DNU/70, primer decreto de necesidad y urgencia, vigente en la actualidad.
El anticonstitucional decreto, tan denostado, criticado y en parte judicializado, permitió en este período de tiempo avanzar con las medidas desregulatorias, que facilitaron el aumento de los precios de los alimentos, de la energía, del transporte y de la medicina, además de los recortes presupuestarios (para alcanzar el déficit cero) que precarizan la educación, la salud, las obras y la infraestructura públicas, al tiempo que desfinancian la ciencia, la cultura y los organismos de control social, sanitario y de servicios. Esta restricción de fondos públicos perjudicó aún más la ayuda social insuficiente por la disparada de los precios, dejando a los niños sin el vaso de leche y a los jubilados y los enfermos crónicos sin acceso a sus tratamientos de salud.
El aumento de la pobreza y de la desocupación es la condición necesaria para que el capital financiero internacional mire con buenos ojos a Milei y su camarilla en el poder. El gobierno nacional recibió también elogios estimulantes, como los del magnate Elon Musk que señaló, “Si no frenan a Milei, la Argentina tendrá crecimiento y prosperidad como no tuvo en los últimos 100 años… Argentina tendrá un crecimiento masivo de la economía”, acompañado por el aplauso de la casta empresarial monopólica y financiera.
Bajo la imposición de las actuales penosas condiciones sociales para el pueblo trabajador, la convocatoria (retrasada) para el Pacto de Mayo que pretende firmar Milei con aquellos que apoyen explicitamente esta Ley Bases, es un simple decorado en el escenario abierto por el gran acuerdo nacional vigente, entre la mayor parte de los integrantes de la clase política, empresarial, sindical e institucional del país, con el plan de endeudamiento del FMI y con la llamada “economía bimonetaria” (resultado directo del sometimiento creciente del país a la moneda del amo imperialista, el dólar de los Estados Unidos). Este acuerdo es presentado bajo otros discursos (como el de los que prometieron no aumentar la pobreza para cumplir con el FMI), pero en el fondo coinciden con Milei en que los planes colonizadores de endeudamiento del Fondo deben cumplirse, que la deuda externa debe pagarse.
La gobernabilidad lograda por la camarilla mileísta se construye en el marco de esta coincidencia: que los planes de ajuste del FMI hay que cumplirlos, que no quedan alternativas. Esta camarilla bajo el mando del “anarcocapitalista” Milei, pretende bajar el llamado déficit de la balanza de pagos achicando los gastos del estado y hasta sobrecumpliendo las metas del plan de ajuste del FMI, con superávit fiscal, con más reservas en el Banco Central, etc.; en síntesis, ejecuta las órdenes del capital. A Milei le falta decir que los cumplirá “caiga quien caiga”, pero anticipó que de ahí no lo mueven.
El presidente de la Argentina sostiene que el estado en su totalidad es una pesada carga fiscal burocrática, fuente de corrupción, y que por eso habría que liquidarlo; sin embargo, se aferra más que ningún otro gobierno de la democracia a la máquina estatal (Fuerzas Armadas, Gendarmería, Prefectura, Policía Aeroportuaria, Policía Federal y Poder Judicial) para reprimir a los trabajadores cuando estos pelean para lograr alguna mejora efectiva de su situación. Milei también se aferra a la máquina estatal para redirigir las partidas presupuestarias y los fondos públicos para beneficio de los terratenientes, los monopolios, la banca y el capital financiero. También los utiliza para sobornar y comprar voluntades en la acción parlamentaria, (cómo se explica que con solo siete senadores de LLA haya logrado los más de treinta votos para aprobar la Ley Bases en el Senado). Allí funcionaron los negociadores con los sobres llenos de dinero, de privilegios y de otros favores o prebendas. Partidas de dinero que les retiraron a los comedores barriales, a los hospitales, a las escuelas. No se necesitan cámaras ocultas para verificarlo.
En manos del capital, y en nombre de la defensa de la propiedad privada: las libertades, el parlamento, el sistema electoral o los servicios de educación, salud y vivienda públicos, conquistas sociales que en alguna etapa histórica significaron un progreso desde el punto de vista del desarrollo mundial de la sociedad, no avanzaron hacia una república igualitaria sino todo lo contrario, a una sociedad basada en la esclavitud asalariada, donde una minoría cada vez más rica se apropia de los bienes de la mayoría trabajadora y los recursos del país.
En la Argentina semicolonizada –aunque haya recibido el merecido título del “granero del mundo”–, la mayoría de los niños, millones de ellos, pasan hambre, y los ancianos se mueren. Estos últimos seis meses del gobierno de la camarilla de Milei, fiel servidora del capital y del amo imperialista, constituyeron el escenario de la ejecución de un billonario robo a los bolsillos de los trabajadores por parte de los capitales y grupos empresariales concentrados nacionales y los fondos financieros internacionales, con el aval del FMI y de la “casta política, empresarial, sindical, institucional”.
Los buitres iniciaron su banquete y van por más.
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