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12/1/24

La crisis mundial del capitalismo imperialista despierta a los viejos fantasmas… En el siglo XXI, en la Argentina triunfó un libertario de otro siglo - ÚLTIMA PARTE

 



La lucha de clases existe

La Argentina llegó al final de 2023 con 20 millones de pobres, 5 millones de indigentes, 8 millones de niños por debajo de los niveles de pobreza, y con el 70% de la población con problemas para la subsistencia.

La clase obrera y los sectores sociales populares hace ya tiempo que ven que los golpes contra el salario dejaron de ser leves. Empezaron a sacar conclusiones no solo del gobierno, también de su dirigencia, de la Justicia, del régimen y del sistema de conjunto. Y esto a pesar de la intervención de las direcciones sindicales y políticas que pretendieron convencer sobre una realidad que exigía transitoriamente condiciones difíciles, que se necesitaba paciencia y hacer sacrificios. Mientras, en simultáneo, los empresarios y el capital financiero aumentaban su renta a costa de esos sacrificios.

Se han borrado del léxico político las categorías teóricas creadas por Carlos Marx en su lucha inclaudicable contra los libertarios de su época, en la que surgieron, convertidas en herramientas fundamentales para entender el mundo capitalista y a los enemigos del movimiento obrero.

En primer lugar, la categoría teórica que define a la sociedad formada por clases sociales. En nuestros días, las clases sociales tienen vigencia como un tipo de clasificación socioeconómica de uso académico muy común en los países industrializados. Pero ya no es la clasificación de clases trabajadoras y clases burguesas –para el marxismo, clases explotadas y clases explotadoras–, sino de individuos agrupados por su nivel de ingresos: clases alta, media alta, media media, media baja, pobre e indigente. A la vez, los intelectuales posmodernos meten en una misma bolsa que llaman “sociedad civil”, a todos los individuos que no ejercen funciones dentro del Estado, cualquiera sea su clase social y su nivel de ingresos.

Milei, por su parte, retornó al concepto de más de un siglo atrás, el más viejo, el de la sociedad formada por individuos, y llevó al extremo la defensa del individuo, sintetizada en tres “principios” o “derechos”: a la “vida”, a la “libertad” y a la “propiedad privada”.

La concepción de libertad de Milei esconde que bajo el capitalismo esa libertad es solo ejercida por la clase social dominante, la de los propietarios del capital, esa pequeña elite cada vez más rica con poder suficiente para presionar gobiernos y decidir guerras, en palabras de Milei y Macri, la “gente de bien”.
Esa libertad está garantizada por la “democracia” de los capitalistas, basada en la Constitución Nacional Argentina, que establece que “la propiedad privada es inviolable”. También incluye “derechos” para el resto de la población, como el derecho al trabajo, que son una verdadera estafa, porque el derecho a la propiedad privada ha sido respetado al pie de la letra por todos los gobiernos defensores del sistema capitalista (dictaduras militares, peronistas, radicales, macristas, ahora Milei), mientras que el derecho al trabajo figura solo para engañar al pueblo, ya que jamás se cumple. Mejor dicho, se cumple como un “derecho individual”: el derecho de que unos pocos rompehuelgas vayan a trabajar aunque la huelga haya sido votada por la mayoría de sus compañeros, rompiendo con la solidaridad y la disciplina social, de clase.

Desde sus inicios, la clase obrera argentina tuvo una gran conciencia de clase, es decir, de pertenecer a una clase diferente y enfrentada a la clase patronal, los capitalistas. Pero esa conciencia se fue debilitando y su lugar fue siendo ocupado por el individualismo, sobre todo a partir del nefasto gobierno “neoliberal” de Menem. Milei simplemente aprovechó el terreno creado por las corrientes políticas reformistas y electoralistas, que renegaron de las herramientas marxistas y socialistas para adaptarse y servir al capital y a los explotadores. Decimos “herramientas” porque, de la misma manera en que un tornero necesita ser consciente –o sea, saber– cómo manejar un torno, los trabajadores necesitamos tener conciencia de clase para saber cómo defender nuestros intereses y enfrentar a nuestros enemigos. Y también conciencia de nuestra propia fuerza, porque todo lo que existe en la economía (producción, comercio, finanzas) solo funciona con nuestro trabajo, que es el que crea las riquezas de una sociedad y de un país, y puede funcionar perfectamente bien sin que existan las clases explotadoras, que en realidad son clases parasitarias.

El carácter agresivo, colonial y guerrerista de Estados Unidos y las viejas potencias imperialistas para imponer su dominación sobre los pueblos del planeta es más evidente que nunca, porque en el mundo, la ofensiva de la clase oligárquica financiera y monopólica contra el salario y las condiciones de vida se agudizó en forma dramática. Por esa razón es imprescindible que, sin atajos, la clase asalariada organice el combate en unidad con los sectores populares, y de forma independiente a las direcciones sindicales y políticas que venden luchas por privilegios, prebendas y sobornos, en nombre de la conciliación de intereses con el enemigo de clase, con el mismo que aumenta su renta a costa de la explotación laboral y financiera.

Ninguna clase social está dispuesta a ceder con placer lo que posee, esto vale para los explotadores como para los explotados, es una ley de la historia.

No existe en la realidad “la armonía entre el capital y el trabajo”, ese engaño utilizado por la clase dominante, y propagandizado por el peronismo y en todos los discursos y misas de la Iglesia, es para tapar que los acuerdos solo sirven para darle tiempo (durante los períodos llamados “de paz social”) a la patronal para preparar la ofensiva siguiente, y fundamentalmente para sostener las leyes capitalistas, que avalan la apropiación de la riqueza nacional por la clase burguesa nacional y los monopolios de las potencias imperialistas, riqueza creada con el sacrificio y la explotación laboral de la clase asalariada.

El desafío que tiene por delante el movimiento obrero y de masas es la elaboración de un programa político y de poder, para sacar al país de la crisis, recuperarlo para las necesidades del conjunto de la sociedad, de una sociedad sin explotación laboral. La alternativa es imponer, utilizando el poder del Estado como garrote, una salida socialista.


Los trabajadores son los únicos que no tenemos poder de fuego

 

Debemos recuperarlo. Esto es peor que el Rodrigazo, podemos tener una baja del poder adquisitivo del 50%.

Ismael Bermúdez

La inmensa mayoría de las direcciones sindicales y políticas del movimiento obrero y de los movimientos sociales, con el objetivo de ahogar la lucha, plantaron la esperanza de la candidatura de Cristina Kirchner, que nunca llegó, y luego la del exministro de Economía, Sergio Massa, mientras le pasaban con una aplanadora por encima a los asalariados y al pueblo pobre, que perdieron nivel adquisitivo sin dar pelea, porque tenían las manos atadas por las direcciones sindicales y de los movimientos sociales, totalmente en contra de ir a la lucha contra el “gobierno nacional y popular”.

Con el triunfo de Javier Milei, esas mismas direcciones sindicales y políticas, con Cristina Kirchner a la cabeza, manifiestan respetar la institucionalidad, que es lo mismo que pretender darle tiempo a su plan de gobierno; en pocas palabras, dejar pasar otra aplanadora peor aún que la de Fernández-Massa: un garrotazo gigante contra los salarios y las condiciones de vida de las masas. Ellos privilegian la pelea en los recintos de las cámaras de diputados y senadores, donde varios dirigentes sindicales ya ocupan cargos legislativos y desde donde reclamarán paciencia y sacrificios para lograr los acuerdos necesarios, junto con la podrida casta representativa de los feudos oligárquicos provinciales, o con los grupos económicos monopólicos, de la banca y de las finanzas, nacionales y extranjeros, quienes además retribuyen abultadamente por los favores que reciben. Así mantendrán las expectativas en una pelea que se sabe perdida de antemano para la mayoría de los trabajadores.

El Congreso no es el escenario de la pelea de los trabajadores; ese escenario es el elegido por las coaliciones políticas de Unión por la Patria, Cambiemos, o la Unión Cívica Radical, peronistas varios, el PRO y fundamentalmente Milei y su casta, para engañar al movimiento de masas. En los pasillos del Congreso se reparten los fondos públicos y espacios de poder, mientras los sufrimientos de la familia trabajadora se acumulan sin salida inmediata. Menos todavía lo son los pasillos de Tribunales, donde jueces peronistas y macristas disputan los negocios y prebendas en nombre de la Constitución Nacional.

La clase obrera no debe abandonar los espacios democráticos para plantear sus reclamos, sean en el Congreso nacional o en las legislaturas provinciales; eso es legítimo y necesario, pero sin perder de vista que el terreno donde se deciden los triunfos o las derrotas es el de la movilización de masas. No es lo mismo un Congreso sesionando con las masas movilizadas que sin ellas. No es lo mismo una Justicia que puede hacer lo que se le dé la gana tranquilamente que unos tribunales sitiados por una multitud combativa.

Pero con eso no basta para lograr el objetivo más urgente: la derrota de los planes patronales, oligárquicos y de sometimiento total al imperialismo de Milei. Es necesario que avance una lucha inclaudicable, donde no se deje pasar ni el más mínimo intento de quebrar la unidad del movimiento obrero y de las masas populares en su combate por la defensa de los derechos de sus nervios y sus músculos, contra el ritmo y las condiciones cada vez más esclavas de trabajo impuestas por los capitalistas, que los destroza.

Existen antecedentes que hicieron escuela de lucha de clases: la pelea que dieron las masas movilizadas con los sindicatos y los organismos de derechos humanos para derrotar la dictadura genocida, hasta la lucha donde nacieron “los piqueteros” el gran Cutralcazo contra Menem en los años 90. La movilización popular de 2001 que terminó con el gobierno de De la Rúa, logró la aprobación del no pago de la deuda externa por la Asamblea Legislativa, y avanzó hacia el “que se vayan todos” los responsables de empujar a millones a la indigencia y a comer de la basura. La movilización de masas lograda con la unidad sindical y social en el combate contra las reformas laboral y previsional, y el 2x1 contra Macri en 2017. La unidad lograda en la histórica lucha de las mujeres. La inmensa movilización popular contra el gobierno de Morales en Jujuy en 2023.

La tarea es inmensa. Hay que destruir mentira tras mentira de las que desparrama Milei sin escrúpulos, y de las que, a manera de un lavado de cerebro permanente, se plantaron en el movimiento de masas para justificar los ajustes. Por ejemplo, con la evidente crisis de la educación pública, Milei defiende su arancelamiento y hasta privatización. Justamente se trata de una empresa pública, que en la Argentina moderna, cuando tres de cada cuatro habitantes eran inmigrantes que no hablaban español, se convirtió en un baluarte y sirvió de forma muy eficiente para esas generaciones y las sucesivas. Como también lo hicieron los ferrocarriles del Estado, el servicio público que brindaba el Correo Argentino en los años treinta o la siderurgia estatal. Por más que los librecambistas o anarcocapitalistas de hoy lo nieguen, las empresas públicas capitalistas han demostrado una eficiencia muy superior a la de cualquier mercachifle privado que busca renta fácil y rápida montado en los negocios apropiados al Estado, como los actuales dueños de Edenor o de los puertos en la hidrovía.

Fue el peronismo de Menen el primero en liquidar los planes nacionales educativos en formación técnica (escuelas técnicas) y docente (escuelas normales nacionales), y con la complicidad de los radicales terminó dejando en manos de cada provincia –o sea, de sus oligarquías locales y de los monopolios transnacionales con inversiones en ellas– la educación y la salud, además de la propiedad del subsuelo, que fue la manera de acabar con cualquier política nacional sobre los recursos petroleros y mineros del país. Milei en ese entonces solo era un adolescente que jugaba al fútbol.

Para recuperar nuestro poder de fuego, los trabajadores debemos avanzar en la construcción de una organización política independiente, fuera de los partidos patronales como los peronistas y los radicales, raíces fundamentales de las llamadas nuevas alternativas creadas después del 2001, el PRO, Cambiemos, Unión por la Patria y también La Libertad Avanza.

El movimiento político democrático creado por Néstor Kirchner inicialmente buscó ser una alternativa independiente del aparato peronista y sindical pero rápidamente comenzó a pactar con esos aparatos. La Unidad Ciudadana creada por Cristina, que no era parte del Partido Justicialista, terminó adentro de la coalición con el peronismo en el Frente de Todos, luego rebautizado Unión por la Patria, con las consecuencias por todos conocidas.

La clase asalariada necesita urgentemente crear su propia organización política y de lucha, donde reine una amplia democracia, relaciones fraternales, con plena libertad para discutir, criticar y decidir acciones. Donde se elaboren denuncias sistemáticas de las mentiras, los fraudes y las trampas que nos ponen a los trabajadores, no solo tal o cual patrón sino la clase burguesa en su conjunto aliada al capital imperialista, que solo persigue el sacrificio y el trabajo esclavo de las masas, a costa del saqueo del país.

Le corresponde a la clase obrera junto al movimiento popular impedir el saqueo y la liquidación de la educación y la salud públicas, la cultura, la ciencia y recuperar el derecho a la vivienda e infraestructura urbana dignas. Además de resguardar los recursos indispensables hídricos, forestales, la fauna, la tierra y el subsuelo.

Sin oponer un tenaz combate, liquidarán el patrimonio nacional a cambio de mayor renta. El capital parasitario solo busca ganancia, aún a costa de la desintegración nacional. Hay que pelear contra el capitalismo y la colonización de la Argentina, que son las principales causas de la creciente decadencia de nuestro país.

La tarea política necesaria para organizar la pelea no puede quedar en manos de los partidos patronales; es fundamental lograr la independencia de clase, y luchar de forma consistente, inclaudicable y permanente contra los intereses de la clase explotadora y los relatos mentirosos con los que quieren ocultar que lo único que les interesa es ganar cada día más plata, caiga quien caiga.

En el marco de ese objetivo se necesitará la máxima unidad, colocando en primer plano las necesidades de los sectores sociales más perjudicados, en una lucha que no se detenga hasta derrotar el plan del FMI y de sus lacayos nacionales.

La situación social y económica de avanzado deterioro es de tal magnitud que por primera vez en 40 años se está enfrentando el peligro real de perder el conjunto de las conquistas democráticas conquistadas con la caída de la dictadura genocida.

En todo el mundo se multiplican los indicios de agravamiento de las condiciones de vida y de subsistencia para las masas, en un proceso que no se detiene en los países ricos, al tiempo que permanece la amenaza de un estallido y crisis del capitalismo financiero a nivel global. Es por eso que nuestro planeta chorrea sangre y catástrofes humanitarias por todos lados, en un número creciente de guerras, hambrunas, epidemias y migraciones masivas. La más terrible síntesis actual de todos estos males es la ejecución del plan de exterminio de la población palestina de Gaza ejecutado y planificado por Israel, que en estos días entró en la etapa de la muerte por hambre y enfermedades.

El genocidio de Gaza se ha convertido en una de las mayores tragedias sufridas por los pueblos sometidos por las potencias imperialistas bajo la dirección de Estados Unidos.

La Argentina es otro país sometido a los intereses del capital imperialista, por decisión de las direcciones políticas entreguistas. Comprender esto es clave para que la clase trabajadora sienta la necesidad de avanzar en la organización de un combate amplio, no limitado solo a la pelea por el salario, y en ese camino construir una dirección política para guiar la lucha estratégica por los objetivos históricos de la clase obrera y sus aliados, que son todos los sectores del pueblo que ya están hundidos en la miseria y los que van cayendo irremediablemente en una pobreza cada día más profunda.

El próximo 24 de enero, bajo la convocatoria de la CGT a parar y fundamentalmente a movilizar en todo el país, debería colmar las calles de la Ciudad de Buenos Aires una verdadera marea humana. En el objetivo de derrotar al plan patronal, del gobierno de Milei e imperialista del FMI; y de recuperar el poder de fuego de la clase trabajadora, el camino (que nunca debería haberse abandonado) de la acción unitaria y combativa de las masas.

En estos días, un ejemplo de un país saqueado, el de Ecuador (las mafias narcos desataron actos violentos contra la población en sus principales ciudades y se declaró el estado de Conflicto Armado Interno, con los militares patrullando las calles, sin clases en las escuelas, etc.). Un país que perdió su moneda y fue dolarizado en 2000 con el asesoramiento directo de Domingo Cavallo, y donde las instituciones del Estado, que todavía sobreviven, han sido infiltradas por las mafias del narco. Esta situación que sufre el pueblo ecuatoriano por la creciente degradación y desintegración nacional, es consecuencia trágica de las políticas de recolonización imperialista en nuestro continente y en el mundo, y del rol de los oligarcas financieros que lo dominan.

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