Por Franco Rosso
Un cronista relataba
de esta manera el final de la huelga en uno de los pozos de León:
“ Decepcionados. Y con un cierto sabor amargo que podía verse en sus rostros por no haber conseguido sus objetivos. También entre los aplausos y la algarabía de familiares, de los compañeros a los que relevaron en el encierro y de los numerosos vecinos de otras localidades mineras que quisieron arroparles a su salida. Pero, sobre todo, felices por salir por fin al exterior, tras 26 días bajo tierra y a setecientos metros de profundidad. Así abandonaron ayer su encierro, sobre las ocho de la tarde y recomendados por los sindicatos, los cinco mineros del pozo de Santa Cruz del Sil, en El Bierzo, después de una intensa y por momentos tensa jornada de reuniones entre la dirección de la empresa Unión Minera del Norte (Uminsa) y los trabajadores, quienes decidieron desconvocar la huelga, pero con el ánimo renovado de seguir en la lucha.”
Después de dos meses
de lucha la dirección sindical de CCOO (Comisiones obreras) decidió levantar la
huelga minera con dos argumentos, como mínimo, poco creíbles. El primero de ellos
es que el gobierno de Rajoy habría cambiado su postura dura acerca de los recortes de
subsidios y estaría dispuesto a negociar. Para tal fin se constituyó “La Comisión de Seguimiento del Plan del Carbón” un organismo
encargado de encontrar soluciones al problema de las comarcas mineras y su
futuro. El otro argumento es aun más débil, los dirigentes sindicales sostienen
que durante el verano y estando todo el mundo de vacaciones la huelga perdería
fuerza y que lo mejor es esperar que llegue el otoño para comenzar nuevamente
con los encierros y cortes de ruta.
El primer argumento cayó tan rápido como
la mentira montada a su alrededor. Tres días después de levantada la huelga los
representantes del gobierno no se presentaron a la reunión de la comisión y ratificaron
su postura de terminar definitivamente con los subsidios en los próximos 5
años. La declaración de la burocracia sindical no se hizo esperar:
“Las
centrales afirmaron que en la reunión del miércoles sintieron «la mayor
humillación sindical que ha ocurrido en muchos años» porque el Gobierno «no
acudió a negociar. Tiene una apuesta clara que no tiene nada que ver con
justificaciones económicas ni con restricciones presupuestarias. Su decisión
nos encamina inexorablemente hacia el cierre de la minería”(declaración de FITAG-UGT y CC OO 03/08/12)
El segundo argumento,
tan falso como el anterior cae por su propia lógica. El carbón no se utiliza
para calefaccionar casas o para los hornos industriales. Este carbón y
específicamente el de la cuenca asturiana es utilizado para alimentar las
usinas eléctricas de la región noroeste de España que tiene su pico de consumo
justamente en el período estival donde los aires acondicionados refrescan el
tórrido verano gallego, si hay un momento donde la huelga puede ser efectiva es
justamente este. Uno de los grandes triunfos y aciertos de la lucha en el mes
de junio había sido obstruir la ruta de acceso del carbón importado a la
central eléctrica Andorra, en Teruel, propiedad de ENDESA.
No quedan dudas que lo
hecho por las centrales sindicales es una traición mayúscula, y aunque el
heroísmo y la decisión de los mineros han sido inquebrantables las trampas y
las mentiras de la burocracia han llevado la lucha a un impasse con sabor a
derrota.
El nuevo manual para traicionar luchas.
Hemos tenido que
escuchar estos días frases como esta:
“El
secretario general de la Federación de Industria de CC OO, Felipe López; el
responsable de Minería de este sindicato, Juan Carlos Álvarez Liébana y el
secretario de Minería de FITAG-UGT, Víctor Fernández, afirmaron ayer en Madrid
que la desconvocatoria de la huelga no es más que un aplazamiento de las
movilizaciones. «El sector va a recargar las pilas. No damos pasos atrás más
que para coger impulso», indicaron los sindicalistas. Las centrales no desean
que, tras más de dos meses de huelga, los trabajadores tengan que hacer más
sacrificios económicos y «desgastarse», y más viendo «la cerrazón del
Ministerio de Industria», al que Fernández acusó de «querer convertir las
Cuencas en guetos”
Malditos!! Fueron las
interminables tretas de los dirigentes que llevaron al desgaste, empezando por
la forma más pueril de traicionar, embarcar a los trabajadores en acciones que
los alejan de los métodos históricos de lucha de la clase, esos métodos que la
huelga minera había recuperado para la tradición y la historia de la clase
obrera europea, los encierros, las barricadas y piquetes, los comités de choque
y de “convencimiento” a los esquiroles, que hicieron recordar a los diarios que
fueron los mineros los que en 1962 pusieron a temblar a la dictadura de Franco
y los primeros en obtener conquistas sindicales bajo el régimen fascista.
¿A qué le temía la burguesía de la huelga
minera? El diario ABC del 24 de junio escribía lo siguiente:
Pretenden los trabajadores del carbón que el
Gobierno dé marcha atrás en sus planes
de reducir las ayudas al sector, que cifran en un 63%. Una demanda que
hasta ahora ha venido acompañada de barricadas, enfrentamientos con la
policía y una radicalización creciente, con el lanzamiento de cohetes,
rodamientos y todo tipo de objetos contundentes. Entre su «arsenal» hay
dispositivos de fabricación casera que lanzan pelotas de golf. La Asociación
Pro Guardia Civil ha llegado a hablar de terrorismo callejero. En una de sus acciones estuvieron a punto de
provocar una desgracia, cuando un tren chocó contra unos troncos colocados sin
previo aviso en la vía ferroviaria.
… Sin embargo, el Estado ha mantenido unas condiciones extremadamente favorables para los mineros. Como contó ABC, los mineros prejubilados cobran más de 2.100 euros al mes. Lo hacen desde los 44 años…. Los trabajadores quieren mantener estas condiciones a toda costa, aunque eso suponga dificultar la vida diaria de los ciudadanos, que empieza a distanciarse del sector minero. En Asturias, solo en un día, hubo sesenta cortes de vías públicas. Para llevar a cabo estas actuaciones los mineros se coordinan a la perfección. Lo hacen a la vieja usanza, sin apenas usar el teléfono móvil y mucho menos las redes sociales. Siempre van con la cara tapada, con una estrategia planeada en los bares. Su hermetismo es máximo, y no aceptan la entrada de personas ajenas a su sector.
El acoso sobre el alcalde de Ponferrada, que se vio obligado a encerrarse en un bar para no ser agredido, supuso esta semana un nuevo paso en el desafío minero. Los costes para el Estado en infraestructuras ascienden casi a un millón de euros, entre los daños causados y la pérdida de viajeros en los servicios de tren. El Gobierno se muestra dispuesto a dialogar e insiste en su apuesta por el carbón autóctono. Los mineros no quieren ni oír hablar de recortes. (negritas nuestras)
Pero la burocracia
sindical ideó otro plan, realizar una marcha de 400 Kms hacia Madrid con los
mas destacados activistas para ganar la adhesión de “la opinión pública” en una guerra mediática
contra el gobierno. Con esto la burocracia buscaba forzar la negociación. Pero
también distraer la tarea central de la lucha que era tender un puente con el
resto de los trabajadores españoles que vive el más feroz ajuste de su
historia, con records absolutos de desocupación y recortes salariales. Ese
puente estaba dado en la posibilidad crear comisiones de solidaridad con todas
las luchas, coordinarlas y avanzar hacia la huelga general para derrotar la
política del gobierno e incluso tirarlo abajo. Por el contrario la burocracia
llevó el conflicto a la carretera y a los diarios, pero no a las acciones
concretas.
La marcha fue un éxito porque inconscientemente los trabajadores podían intuir su importancia. 150 mil reunidos en Madrid manifestaron el odio y la bronca contra el robo descarado de sus trabajos, sus salarios, sus pensiones, de las migajas de lo que alguna vez fuera el “estado de bienestar” pregonado por esbirros de todos los colores políticos de Europa.
La marcha dejaba la sensación de victoria, de demostración contundente, que ya no era posible hacer nada más. Pero justamente allí es donde la burocracia instala la trampa y toma el control de la situación, si ya no quedaba nada más por hacerse entonces la salida era negociar y para eso los burócratas son especialistas.
De todo esto surge una enseñanza, Marchar no es sinónimo de luchar. La lucha en términos obreros es un conjunto de acciones que en forma creciente y organizada buscan socavar por un lado las intenciones de la burguesía, por otro lado las trampas legales en las que las quieren enchalecar el estado con la complicidad de las direcciones traidoras, y cuando estas no funcionan, la lucha se transforma en violencia, porque los trabajadores tienen la necesidad de defenderse de la represión, y es en ese enfrentamiento violento donde se ponen a prueba los métodos, las direcciones y los programas.
Las marchas pueden ser una demostración de poder útil para una lucha, pero no pueden ser un fin en sí mismo, y cuando, además están dirigidas por direcciones traidores serán convertidas por estas en callejones sin salida. Los revolucionarios no pueden caer en esta trampa, es nuestra tarea advertir sobre las intenciones nefastas de nuestros enemigos y competidores en la lucha por dirigir a los trabajadores, intensificando nuestros esfuerzos en explicar y promover las acciones que conduzcan al triunfo de la lucha, al desarrollo de la conciencia y a mantener viva, en Europa esto es fundamental, la tradición histórica de una clase obrera que en su lucha y en su formación fue el faro que iluminó al mundo dando como resultado las ideas del socialismo que genialmente Marx y Engels transformaron en programa y acción revolucionarios.
En los países imperialistas
los sindicatos dirigidos por la burocracia abandonan ambigüedades para
convertirse cada vez más en un instrumento del estado dentro de la clase
obrera. Los dirigentes se convierten en “funcionarios” y por lo tanto
funcionales a las necesidades de su burguesía. Por otro lado y también
relacionado con la época, como lo
explicaran Lenín y Trotsky, los problemas que se le presentan a la clase obrera
no son de tipo sindical reformista, sino de tipo político social
revolucionarios, ¿qué significa esto? Que para el problema del Carbón, como
para cualquier otra lucha en el contexto actual de crisis capitalista, la única
salida es la lucha por otra sociedad, es la imposición de un régimen de la
clase obrera, que solo responda a sus intereses y no se detenga en ningún artilugio que conduzca a la
conciliación de clases. Los clásicos lo llamaron “dictadura del proletariado”,
y para llegar a ella es necesario construir una herramienta política, un
partido revolucionario, centralizado y conspirativo, que convierta la natural
desconfianza de los trabajadores en la burguesía en una herramienta consciente
para terminar con la explotación.
Hemos aprendido mucho de la huelga minera. En primer lugar que la burguesía le teme a la lucha obrera más que a cualquier otro tipo de manifestación. En segundo lugar, que la larga tradición de la clase obrera europea sigue viva y dispuesta a resurgir a medida que la crisis económica se agudiza. En tercer lugar, que la burocracia es una traba absoluta para llevar adelante esas luchas con esos métodos imprescindibles para enfrentar los ajustes. Y en cuarto lugar, pero en realidad por encima de todo lo anterior, que los trabajadores necesitan construir una alternativa política revolucionaria dispuesta a llevar adelante un programa que culmine en la toma del poder por los trabajadores. Esta pelea recién comienza, la extensión de las crisis nos augura que vendrán muchas más, no solo en España, sino en toda Europa, en esa lucha estaremos para construir la herramienta política que necesitamos.
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