“La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria”
LEÓN TROTSKY
Nuestras raíces trotskistas son parte de la única corriente internacional que defendió consecuentemente los principios que dieron nacimiento a la Cuarta Internacional que fundó Trotsky en 1938.
La historia de la Cuarta Internacional es la historia de las divisiones causadas por las continuas capitulaciones de los dirigentes trotskistas a las distintas direcciones burocráticas o pequeñoburguesas (Mao, Tito, Castro, Ho Chi Minh, el sandinismo y otros) que, obligadas por el colosal ascenso revolucionario de posguerra, llegaron incluso a sentar bases económicas socialistas, expropiando los medios de producción y de cambio a la burguesía de sus países y al imperialismo. Tal fue el caso de Cuba, en nuestro continente.
Trotsky había planteado que la orientación de las masas estaba determinada ante todo por las condiciones objetivas del capitalismo en descomposición y, en segundo lugar, por la política traidora de las viejas organizaciones obreras.
Entre estos factores, el decisivo era el segundo, ya que ninguna dirección reformista, burocrática u oportunista de cualquier especie conseguiría truncar la voluntad revolucionaria de los trabajadores, pero sin una dirección para la toma del poder esa voluntad tampoco podría conquistar el socialismo. Sus últimos años de vida, hasta que fue asesinado por el estalinismo en 1940, los dedicó a construir esa herramienta. Así fue como, en 1938, fundó la Cuarta Internacional cuando caracterizó que el estalinismo había conducido a la degeneración irremediable de la Tercera internacional de Lenin.
En el marco de la situación mundial contrarrevolucionaria signada por la ofensiva nazi-fascista y estalinista, el tremendo vacío de dirección que produjo la muerte de León Trotsky condujo a nuestra Internacional a un ex- tremo debilitamiento: el trotskismo se convirtió en un movimiento marginal.
En la década del 40 el trotskismo estaba en su prehistoria en Argentina. Con Nahuel Moreno nació en 1948 el primer grupo obrero trotskista: el Grupo Obrero Marxista. En 1987, cuando Moreno murió, ya existía un embrión de dirección internacional, la Liga Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional (LIT-CI), con partidos trotskistas en todos los países de América latina, así como en España, Portugal, Grecia y otros grupos en el resto del continente europeo y en Estados Unidos.
Desde los inicios del Grupo Obrero Marxista ––con su puñado de militantes–– hasta su muerte ––donde más de un centenar de cuadros dirigentes trotskistas, acompañados por miles de militantes esparcidos por el mundo, luchaban por la construcción de una organización obrera revolucionaria internacionalista––, Moreno sostuvo consecuentemente la necesidad de orientarse con los principios del marxismo revolucionario.
En la década del 80 en la Argentina, el Movimiento al Socialismo (MAS, nombre que adoptó la organización en 1981) se convirtió en un partido revoluciona- rio con grandes posibilidades de conquistar influencia de masas. Con la dirección de Mo- reno se lograba que el trotskismo por primera vez en la historia de Argentina ganara in- fluencia en la clase obrera, en un país donde los trabajadores con una muy antigua y afianzada conciencia sindical habían seguido políticamente al peronismo mayoritariamente durante más de cuarenta años.
Moreno no vivió en los años 90 para ser testigo de la peor derrota que sufrió la clase obre- ra en el siglo XX: la vuelta al capitalismo de la URSS, de China y de Europa del Este que, jun- to con la derrota del ascenso revolucionario mundial en los puntos del planeta donde el triunfo revolucionario estaba al alcance de la mano, dieron paso a la ofensiva militar, económica y política del imperialismo, a la que asistimos. Pero la corriente que él fundó siempre denunció implacablemente el rol contrarrevolucionario del estalinismo, que terminaría siendo el factor objetivo decisivo de esta caída, y el responsable de haber abortado todas las revoluciones de posguerra.
La destrucción de la URSS significó, como había anticipado Trotsky, no sólo la liquidación de la dictadura burocrática, sino la de la economía estatal planificada, una nueva estabilización del imperialismo y un nuevo debilita- miento de la clase trabajadora en el mundo. Muchos sectores de la “izquierda” mundial, incluida gran parte del movimiento trotskista, creyeron ver en el colapso del aparato estalinista la apertura de una nueva época, enormemente favorable a la revolución socialista.
La historia de la Cuarta Internacional es la historia de las divisiones causadas por las continuas capitulaciones de los dirigentes trotskistas a las distintas direcciones burocráticas o pequeñoburguesas (Mao, Tito, Castro, Ho Chi Minh, el sandinismo y otros) que, obligadas por el colosal ascenso revolucionario de posguerra, llegaron incluso a sentar bases económicas socialistas, expropiando los medios de producción y de cambio a la burguesía de sus países y al imperialismo. Tal fue el caso de Cuba, en nuestro continente.
Trotsky había planteado que la orientación de las masas estaba determinada ante todo por las condiciones objetivas del capitalismo en descomposición y, en segundo lugar, por la política traidora de las viejas organizaciones obreras.
Entre estos factores, el decisivo era el segundo, ya que ninguna dirección reformista, burocrática u oportunista de cualquier especie conseguiría truncar la voluntad revolucionaria de los trabajadores, pero sin una dirección para la toma del poder esa voluntad tampoco podría conquistar el socialismo. Sus últimos años de vida, hasta que fue asesinado por el estalinismo en 1940, los dedicó a construir esa herramienta. Así fue como, en 1938, fundó la Cuarta Internacional cuando caracterizó que el estalinismo había conducido a la degeneración irremediable de la Tercera internacional de Lenin.
En el marco de la situación mundial contrarrevolucionaria signada por la ofensiva nazi-fascista y estalinista, el tremendo vacío de dirección que produjo la muerte de León Trotsky condujo a nuestra Internacional a un ex- tremo debilitamiento: el trotskismo se convirtió en un movimiento marginal.
En la década del 40 el trotskismo estaba en su prehistoria en Argentina. Con Nahuel Moreno nació en 1948 el primer grupo obrero trotskista: el Grupo Obrero Marxista. En 1987, cuando Moreno murió, ya existía un embrión de dirección internacional, la Liga Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional (LIT-CI), con partidos trotskistas en todos los países de América latina, así como en España, Portugal, Grecia y otros grupos en el resto del continente europeo y en Estados Unidos.
Desde los inicios del Grupo Obrero Marxista ––con su puñado de militantes–– hasta su muerte ––donde más de un centenar de cuadros dirigentes trotskistas, acompañados por miles de militantes esparcidos por el mundo, luchaban por la construcción de una organización obrera revolucionaria internacionalista––, Moreno sostuvo consecuentemente la necesidad de orientarse con los principios del marxismo revolucionario.
En la década del 80 en la Argentina, el Movimiento al Socialismo (MAS, nombre que adoptó la organización en 1981) se convirtió en un partido revoluciona- rio con grandes posibilidades de conquistar influencia de masas. Con la dirección de Mo- reno se lograba que el trotskismo por primera vez en la historia de Argentina ganara in- fluencia en la clase obrera, en un país donde los trabajadores con una muy antigua y afianzada conciencia sindical habían seguido políticamente al peronismo mayoritariamente durante más de cuarenta años.
Moreno no vivió en los años 90 para ser testigo de la peor derrota que sufrió la clase obre- ra en el siglo XX: la vuelta al capitalismo de la URSS, de China y de Europa del Este que, jun- to con la derrota del ascenso revolucionario mundial en los puntos del planeta donde el triunfo revolucionario estaba al alcance de la mano, dieron paso a la ofensiva militar, económica y política del imperialismo, a la que asistimos. Pero la corriente que él fundó siempre denunció implacablemente el rol contrarrevolucionario del estalinismo, que terminaría siendo el factor objetivo decisivo de esta caída, y el responsable de haber abortado todas las revoluciones de posguerra.
La destrucción de la URSS significó, como había anticipado Trotsky, no sólo la liquidación de la dictadura burocrática, sino la de la economía estatal planificada, una nueva estabilización del imperialismo y un nuevo debilita- miento de la clase trabajadora en el mundo. Muchos sectores de la “izquierda” mundial, incluida gran parte del movimiento trotskista, creyeron ver en el colapso del aparato estalinista la apertura de una nueva época, enormemente favorable a la revolución socialista.
Pero no era así; su otra cara, la restauración del capitalismo en los hasta entonces Esta- dos obreros burocráticos fue determinante para los trabajadores y revolucionarios del mundo puesto que significaba una brutal de- rrota política: la pérdida de las conquistas fundamentales de la revolución socialista mundial a lo largo del siglo XX.
Para esa época ––1988–– ya la dirección del MAS en Argentina había claudicado a la democracia burguesa, y avanzaba en un proyecto de partido electoral de la mano del Partido Comunista. Su proceso de burocratización había comenzado años antes, pero no había logrado degenerar al partido por el duro combate que le opuso Moreno. A la muerte de éste, ese pro- ceso pegó un salto, el curso oportunista y de degeneración metodológica se profundizó y la Liga Internacional de los Trabajadores se dividió, entrando en un proceso de disgregación que hasta hoy continúa.
Como manifestación del avance de la contrarrevolución, desde los años 90 vivimos nuevamente la historia de la divisiones de la corriente trotskista que había arañado la in- fluencia de masas en la Argentina, que luchó junto a la COB en Bolivia sin capitular a Lechín, junto a la CUT y al PT en Brasil sin capitular a Lula, junto a los sandinistas, con la conformación de la Brigada Simón Bolívar en Nicaragua sin capitular a Ortega, junto a Hugo Blanco en Perú sin capitular a las presiones guerrilleristas, junto a los comités de la revolución portuguesa sin capitular a los militares “revolucionarios” del MFA, junto a Solidaridad en Polonia sin capitular a Walesa, y que dio una respuesta programática y política revolucionaria a los hechos más importantes de la lucha de clases mundial, incluso allí donde no tenía ni un solo militante, desde Vietnam hasta Irán, pasando por Palestina.
Para esa época ––1988–– ya la dirección del MAS en Argentina había claudicado a la democracia burguesa, y avanzaba en un proyecto de partido electoral de la mano del Partido Comunista. Su proceso de burocratización había comenzado años antes, pero no había logrado degenerar al partido por el duro combate que le opuso Moreno. A la muerte de éste, ese pro- ceso pegó un salto, el curso oportunista y de degeneración metodológica se profundizó y la Liga Internacional de los Trabajadores se dividió, entrando en un proceso de disgregación que hasta hoy continúa.
Como manifestación del avance de la contrarrevolución, desde los años 90 vivimos nuevamente la historia de la divisiones de la corriente trotskista que había arañado la in- fluencia de masas en la Argentina, que luchó junto a la COB en Bolivia sin capitular a Lechín, junto a la CUT y al PT en Brasil sin capitular a Lula, junto a los sandinistas, con la conformación de la Brigada Simón Bolívar en Nicaragua sin capitular a Ortega, junto a Hugo Blanco en Perú sin capitular a las presiones guerrilleristas, junto a los comités de la revolución portuguesa sin capitular a los militares “revolucionarios” del MFA, junto a Solidaridad en Polonia sin capitular a Walesa, y que dio una respuesta programática y política revolucionaria a los hechos más importantes de la lucha de clases mundial, incluso allí donde no tenía ni un solo militante, desde Vietnam hasta Irán, pasando por Palestina.
Podemos decir firmemente que su historia fue la historia de la lucha de la clase en este continente y en el mundo, y que se nutrió y creció al compás del ascenso vivido durante esos años en una lucha contra el imperialismo y sus políticas, al contrario de las posiciones oportunistas. Nosotros opinamos que con Nahuel Moreno culminó una trayectoria de cincuenta años por construir una dirección revolucionaria. Nos toca ahora continuar su proyecto y su lucha y estamos dispuestos a asumir ese reto, a pesar de nuestras profundas limitaciones.
PERSPECTIVA MARXISTA INTERNACIONAL va dirigida a los jóvenes trabajadores y estudiantes rebeldes que, como nosotros, sienten la necesidad de revolucionar esta putrefacta sociedad capitalista, y también a aquellos militantes revolucionarios de generaciones anteriores que no se han dejado ganar por el escepticismo ni por la democracia burguesa ni por el cretinismo parlamentario y electoral ni por el activismo economicista o sindicalista, y siguen creyendo en la necesidad y la posibilidad de hacer la revolución socialista en sus países y en el mundo entero.
Seguramente, mucho de lo que en esta presentación queda demasiado sintetizado y no detallado producirá en nuestros lectores jóvenes más interrogantes que interés; intentaremos pulirlo a través del diálogo cotidiano con esta revista para llegar a producir el canal de comunicación que mejor aproxime al marxismo a toda una generación que se ha educado muy lejos de esta ciencia de la revolución, para cimentar su convicción en la lucha revolucionaria.
Pretendemos producir un nuevo interés por la teoría, por el abecedario, por el estudio de las primeras letras que nos acerquen a los problemas fundamentales y nos saquen de las consignas y el formulismo repetitivo y repetido por todas las corrientes de la seudoizquierda que pululan en la actualidad sin ningún avance revolucionario.
Pretendemos sumarlos con vivo interés a los análisis de la economía y de la política mundial a través de un método científico y no de la superficialidad y charlatanería periodística, correa directa de la burguesía.
Pretendemos comprender los criterios marxistas para elaborar las soluciones que requieren los problemas de la humanidad, es decir, las respuestas programáticas y políticas marxistas, que sirvan para orientar y llevar a feliz término la movilización revolucionaria de la clase obrera y sus aliados.
Pretendemos, en síntesis, interesarlos en la construcción de un partido revolucionario internacional, y estará todo nuestro esfuerzo volcado a este objetivo en todos los países donde podamos llegar.
“Nuestra doctrina ––dijo Engels en su nombre y en el de su ilustre amigo Marx–– no es un dogma, sino una guía para la acción”. De lo contrario, el marxismo se convierte en letra muerta, deforme, en un dogma, se rompe su ligazón con las tareas prácticas determinadas de cada etapa de la lucha de clases, que pueden cambiar en cada nuevo giro de la historia. Precisamente por eso el marxismo de nuestros días ha tenido que reflejar los cambios bruscos producidos en la década del 90, resultando la actual disgregación, dispersión y vacilaciones de todos los colores y matices; en una palabra una gran crisis al interior de todos los movimientos o grupos autodenominados marxistas.
Éste es uno de los más importantes problemas que hoy tenemos que enfrentar. La revisión de todos los principios del marxismo, la influencia de la filosofía burguesa con sus diversos aspectos idealistas, la moda del misticismo, el encuadre académico, la pérdida de convicción en toda transformación, son apenas algunas de las manifestaciones que expresan esta crisis.
En 1910 se publicó El capital financiero, del marxista Rudolf Hilferding, que constituyó un análisis teórico valioso de esa fase del capitalismo. Basándose en parte en esta obra, Lenin, en su folleto de 1916 El Imperialismo, fase superior del capitalismo, desnudó la esencia del imperialismo para ayudar a comprender la guerra que se desarrollaba en ese momento y brindar las herramientas programáticas para derrotarlo. En ese camino, en 1917, dirigiendo al Partido Bolchevique, tomó el poder en Rusia e inmediatamente fundó la Tercera Internacional.
PERSPECTIVA MARXISTA INTERNACIONAL va dirigida a los jóvenes trabajadores y estudiantes rebeldes que, como nosotros, sienten la necesidad de revolucionar esta putrefacta sociedad capitalista, y también a aquellos militantes revolucionarios de generaciones anteriores que no se han dejado ganar por el escepticismo ni por la democracia burguesa ni por el cretinismo parlamentario y electoral ni por el activismo economicista o sindicalista, y siguen creyendo en la necesidad y la posibilidad de hacer la revolución socialista en sus países y en el mundo entero.
Seguramente, mucho de lo que en esta presentación queda demasiado sintetizado y no detallado producirá en nuestros lectores jóvenes más interrogantes que interés; intentaremos pulirlo a través del diálogo cotidiano con esta revista para llegar a producir el canal de comunicación que mejor aproxime al marxismo a toda una generación que se ha educado muy lejos de esta ciencia de la revolución, para cimentar su convicción en la lucha revolucionaria.
Pretendemos producir un nuevo interés por la teoría, por el abecedario, por el estudio de las primeras letras que nos acerquen a los problemas fundamentales y nos saquen de las consignas y el formulismo repetitivo y repetido por todas las corrientes de la seudoizquierda que pululan en la actualidad sin ningún avance revolucionario.
Pretendemos sumarlos con vivo interés a los análisis de la economía y de la política mundial a través de un método científico y no de la superficialidad y charlatanería periodística, correa directa de la burguesía.
Pretendemos comprender los criterios marxistas para elaborar las soluciones que requieren los problemas de la humanidad, es decir, las respuestas programáticas y políticas marxistas, que sirvan para orientar y llevar a feliz término la movilización revolucionaria de la clase obrera y sus aliados.
Pretendemos, en síntesis, interesarlos en la construcción de un partido revolucionario internacional, y estará todo nuestro esfuerzo volcado a este objetivo en todos los países donde podamos llegar.
“Nuestra doctrina ––dijo Engels en su nombre y en el de su ilustre amigo Marx–– no es un dogma, sino una guía para la acción”. De lo contrario, el marxismo se convierte en letra muerta, deforme, en un dogma, se rompe su ligazón con las tareas prácticas determinadas de cada etapa de la lucha de clases, que pueden cambiar en cada nuevo giro de la historia. Precisamente por eso el marxismo de nuestros días ha tenido que reflejar los cambios bruscos producidos en la década del 90, resultando la actual disgregación, dispersión y vacilaciones de todos los colores y matices; en una palabra una gran crisis al interior de todos los movimientos o grupos autodenominados marxistas.
Éste es uno de los más importantes problemas que hoy tenemos que enfrentar. La revisión de todos los principios del marxismo, la influencia de la filosofía burguesa con sus diversos aspectos idealistas, la moda del misticismo, el encuadre académico, la pérdida de convicción en toda transformación, son apenas algunas de las manifestaciones que expresan esta crisis.
En 1910 se publicó El capital financiero, del marxista Rudolf Hilferding, que constituyó un análisis teórico valioso de esa fase del capitalismo. Basándose en parte en esta obra, Lenin, en su folleto de 1916 El Imperialismo, fase superior del capitalismo, desnudó la esencia del imperialismo para ayudar a comprender la guerra que se desarrollaba en ese momento y brindar las herramientas programáticas para derrotarlo. En ese camino, en 1917, dirigiendo al Partido Bolchevique, tomó el poder en Rusia e inmediatamente fundó la Tercera Internacional.
Ni Lenin ni Trotsky hicieron letra muerta del marxismo. El triunfo de la revolución de 1917, la fundación de la Tercera y por último de la Cuarta Internacional significaron la posibilidad de una dirección revolucionaria para dirigir la revolución socialista mundial, significaron un camino para derrotar al imperialismo. Nuestro modelo, si tenemos alguno, sigue siendo la revolución socialista de Octubre en Rusia, la organización revolucionaria marxis- ta e internacionalista de los bolcheviques que hizo posible en ese momento su culminación exitosa y las herramientas teóricas y políticas del marxismo.
Con este legado, queremos seguir en el camino de Karl Marx, Lenin, León Trotsky y Nahuel Moreno. La tarea es ardua pero es la más importante para realizar. Como trotskistas ortodoxos nuestro programa frente a los países llamados “socialistas” fue el de su defensa frente a cualquier agresión mi- litar imperialista, incluyendo la propia burocra- cia, sin que ello significara defender política- mente, para nada, su régimen político ante los trabajadores de esos países y del mundo, pero sí la base social de dichos Estados.
Durante los años de existencia de la Unión Soviética la prensa imperialista se encargó de propagandizar los males de una sociedad regimentada por una monstruosa dictadura burocrática, como hoy lo sigue haciendo con el régimen castrista. Nosotros jamás defendimos ni defendemos ahora a esos regímenes políticos ni sus políticas de “construcción del socialismo en un solo país”, sino que luchamos por su derrocamiento a través de una revolución que imponga la dictadura revolucionaria del proletariado: un ré- gimen de democracia obrera internacionalista que sirva como palanca para la extensión y el triunfo de la revolución socialista mundial.
Pero si algo siempre ocultaron esa prensa y los epígonos del imperialismo fue que, por debajo de esas dictaduras burocráticas, estaban las bases sociales de una economía que no estaba organizada para producir en función de las ganancias individuales o de la voracidad de unos cuantos parásitos capitalistas.
Con este legado, queremos seguir en el camino de Karl Marx, Lenin, León Trotsky y Nahuel Moreno. La tarea es ardua pero es la más importante para realizar. Como trotskistas ortodoxos nuestro programa frente a los países llamados “socialistas” fue el de su defensa frente a cualquier agresión mi- litar imperialista, incluyendo la propia burocra- cia, sin que ello significara defender política- mente, para nada, su régimen político ante los trabajadores de esos países y del mundo, pero sí la base social de dichos Estados.
Durante los años de existencia de la Unión Soviética la prensa imperialista se encargó de propagandizar los males de una sociedad regimentada por una monstruosa dictadura burocrática, como hoy lo sigue haciendo con el régimen castrista. Nosotros jamás defendimos ni defendemos ahora a esos regímenes políticos ni sus políticas de “construcción del socialismo en un solo país”, sino que luchamos por su derrocamiento a través de una revolución que imponga la dictadura revolucionaria del proletariado: un ré- gimen de democracia obrera internacionalista que sirva como palanca para la extensión y el triunfo de la revolución socialista mundial.
Pero si algo siempre ocultaron esa prensa y los epígonos del imperialismo fue que, por debajo de esas dictaduras burocráticas, estaban las bases sociales de una economía que no estaba organizada para producir en función de las ganancias individuales o de la voracidad de unos cuantos parásitos capitalistas.
Una economía que pudo ser implantada sólo por una revolución y con formas democráticas de gobierno que nunca se alcanzaron ni se alcanzarán en el capitalismo como fue la organización de los soviets en los primeros años de la revolución, bajo la conducción de Lenin y Trotsky. La burocratización posterior del régimen soviético, ba- jo el estalinismo, sólo se explica por las excepcionales dificultades que tuvo que atravesar esa revolución socialista en un país muy atrasado y pobre, y soportando la derrota de las revoluciones en los otros países de Europa.
Después de la vuelta al capitalismo de la ex Unión Soviética, todos los seudomarxistas pretenden encontrar las causas de esta derrota en la concepción sobre la toma del poder, en las características del partido bolchevique de Lenin, en la dictadura del proletaria- do planteada por primera vez por Marx y Engels, en la teoría de la revolución permanente de Trotsky, o en el Programa de Transición de la Cuarta Internacional. Esta nueva generación de intelectuales revisionistas no hace más que amalgamar fundamentos teóricos con las formas que la realidad de la lucha de clases fue imponiendo en esta etapa de triunfos contrarrevolucionarios. Del marxismo no deja más que la fraseología, de la voluntad revolucionaria no deja nada.
Una vez que se consolidó la degeneración de la LIT-CI (cuyo máximo episodio en ese entonces fue la campaña proimperialista de “Ayuda Obrera a Bosnia”), un puñado de militantes, entre ellos nosotros, nos organizamos bajo el nombre de Centro Internacional del Trotskismo Ortodoxo (CITO) con el propósito de continuar con las banderas de la corriente morenista. Sin embargo, la mayoría de dicho agrupamiento cayó en la misma dinámica de la LIT, por la vía del oportunismo. Tanto en aquélla como en éste, el hilo conductor de los debates y diferencias ha sido siempre el mismo desde la derrota del ascenso revoluciona- rio y la caída de los Estados obreros: la capitulación al imperialismo, el abandono sistemático del marxismo, el alejamiento de la clase obrera y la renuncia a la construcción del partido y la Internacional leninistas.
Hoy, este grupo de militantes y cuadros que antes formamos parte de la LIT, algunos de los cuales dirigimos uno de los partidos más importantes de esa organización internacional y que trabajamos codo a codo con Moreno, pero que hoy estamos reducidos a un pequeño número esparcido en algunos países de Latinoamérica, seguiremos luchando por la construcción de aquella herramienta: una dirección marxista revolucionaria para la clase obrera.
Después de la vuelta al capitalismo de la ex Unión Soviética, todos los seudomarxistas pretenden encontrar las causas de esta derrota en la concepción sobre la toma del poder, en las características del partido bolchevique de Lenin, en la dictadura del proletaria- do planteada por primera vez por Marx y Engels, en la teoría de la revolución permanente de Trotsky, o en el Programa de Transición de la Cuarta Internacional. Esta nueva generación de intelectuales revisionistas no hace más que amalgamar fundamentos teóricos con las formas que la realidad de la lucha de clases fue imponiendo en esta etapa de triunfos contrarrevolucionarios. Del marxismo no deja más que la fraseología, de la voluntad revolucionaria no deja nada.
Una vez que se consolidó la degeneración de la LIT-CI (cuyo máximo episodio en ese entonces fue la campaña proimperialista de “Ayuda Obrera a Bosnia”), un puñado de militantes, entre ellos nosotros, nos organizamos bajo el nombre de Centro Internacional del Trotskismo Ortodoxo (CITO) con el propósito de continuar con las banderas de la corriente morenista. Sin embargo, la mayoría de dicho agrupamiento cayó en la misma dinámica de la LIT, por la vía del oportunismo. Tanto en aquélla como en éste, el hilo conductor de los debates y diferencias ha sido siempre el mismo desde la derrota del ascenso revoluciona- rio y la caída de los Estados obreros: la capitulación al imperialismo, el abandono sistemático del marxismo, el alejamiento de la clase obrera y la renuncia a la construcción del partido y la Internacional leninistas.
Hoy, este grupo de militantes y cuadros que antes formamos parte de la LIT, algunos de los cuales dirigimos uno de los partidos más importantes de esa organización internacional y que trabajamos codo a codo con Moreno, pero que hoy estamos reducidos a un pequeño número esparcido en algunos países de Latinoamérica, seguiremos luchando por la construcción de aquella herramienta: una dirección marxista revolucionaria para la clase obrera.
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