Esquerda Online, 27-2-2020
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Ordenada por el Palacio del Planalto –la sede del Poder
Ejecutivo brasileño–, la convocatoria por parte de las hordas de bolsonaristas
de un acto a favor del cierre del Congreso Nacional y del Supremo Tribunal
Federal, para dar poderes absolutos al Presidente, materializa el mayor
objetivo de la extrema derecha neofascista. La estrategia de Bolsonaro es
establecer un régimen dictatorial en el país.
Aunque no se está
preparando ningún golpe militar para este día –no nos parece lo más probable–,
se ha dado un paso peligroso en esta dirección. La trama del golpe debe ser
derrotada antes de que sea demasiado tarde. Después de todo, sólo los ilusos
creen que vivimos en una situación de “normalidad democrática”.
No es una mera
coincidencia que el general Braga Netto haya sido nombrado para la Casa Civil
–el Gabinete presidencial–, reforzando el control de la alta jerarquía militar
sobre los principales ministerios y puestos gubernamentales, el estallido de un
motín policial (con métodos de terror paramilitar) dirigido por líderes
bolsonaristas en Ceará, los insultos misóginos de Jair Messias (Bolsonaro) contra
la periodista Patrícia Campos Mello (de Folha de San Pablo)y las sucesivas
amenazas y provocaciones autoritarias de sus hijos, Paulo Guedes y partidarios
influyentes.
Bolsonaro actúa
sabiendo que producirá choques y crisis institucionales. Ante la evidencia de
que la economía sigue estancada, la dificultad de conseguir una mayoría
parlamentaria en las votaciones importantes (como en el caso de las enmiendas
fiscales), la próxima disputa electoral en los municipios y el turbulento
escenario internacional –ahora impactado por la propagación del coronavirus–,
el bolsonarismo apuesta por la radicalización autoritaria. Así mantiene
cohesionada y movilizada a su base social de apoyo más extremista.
Jair Bolsonaro dio la
contraseña a sus seguidores compartiendo el contenido de WhatsApp en apoyo de
la demostración. Luego, como en otras ocasiones, dio un paso atrás ensayado,
diciendo que eran sólo mensajes de naturaleza personal, una puesta en escena
que no engaña a nadie. Asimismo, los generales Augusto Heleno y Hamilton Mourão
declararon que no autorizaban la publicación de sus imágenes en la convocatoria
del acto, pero que no lo condenaban, sino todo lo contrario: aseguraban su
legitimidad.
Ante la gravedad de
la situación, la construcción de la más amplia unidad democrática para detener
el golpe de Estado es una tarea urgente. La lucha en defensa de las libertades
democráticas no puede reducirse a palabras y declaraciones bien intencionadas.
Es necesario tomar medidas inmediatas y enérgicas.
La Cámara de Representantes
–Diputados–, el Senado Federal, el Tribunal Supremo, la Fiscalía General, los
partidos políticos, los dirigentes políticos, la OAB (Orden de los Abogados del
Brasil) y las entidades de derechos humanos tienen el deber de adoptar medidas
concretas contra el plan puesto en marcha para socavar el régimen democrático.
Todos los demócratas deben estar en primera línea contra los ataques a los
derechos y libertades democráticas, construyendo acciones amplias y unitarias.
En este sentido, los
tímidos y vagos pronunciamientos de Rodrigo Maia (del Partido Demócratas y
presidente de la Cámara de Diputados) y Dias Tofolli (presidente del Supremo
Tribunal Federal), y el silencio hasta ese momento de David Alcolumbre, (del
Partido Demócratas, presidente del Senado y del Congreso Nacional) demuestran
la debilidad de quienes deberían estar interesados en defender las
instituciones de los ataques insultantes perpetrados por el Presidente de la
República y sus secuaces.
Su tibieza tiene una
explicación. Aunque se enfrentan en un tira y afloja político-institucional,
Jair Bolsonaro, Rodrigo Maia, Dias Tofolli y Davi Alcolumbre están unidos en la
aplicación del programa económico de destrucción de los derechos sociales y
laborales. Todos se inclinan ante Paulo Guedes –el ministro de Economía– que, a
su vez, es el servidor de confianza del gran capital financiero en el gobierno.
En nombre de la
política económica y las reformas neoliberales, la burguesía brasileña no
quiere el fin del gobierno del Bolsonaro, incluso frente a las repetidas
amenazas de destruir el actual régimen institucional. La clase dominante busca,
en el mejor de los casos, contener al neofascista dentro de ciertos límites,
que resultan cada vez más flexibles.
Es decisivo que entre
en escena el movimiento organizado de los trabajadores, sobre todo de sus
sectores más oprimidos y jóvenes, porque no se puede esperar una lucha
consecuente de los sectores burgueses que hoy se oponen públicamente a las
ambiciones dictatoriales de Bolsonaro. Los movimientos sociales (MTST, MST,
entre otros), las centrales sindicales y los sindicatos, los frentes nacionales
de lucha (Pueblo Sin Miedo y Brasil Popular) y los partidos de izquierda (PT,
PSOL, PCdoB, PCB, PSTU) deben reaccionar inmediatamente. Tendría una enorme
importancia un llamamiento conjunto de Lula, Guilherme Boulos, Manuela d’Ávila,
entre otros dirigentes públicos de la izquierda que pidiera una movilización
democrática.
En un momento en que
las libertades y los derechos fundamentales están seriamente amenazados, es
hora de dejar las disputas electorales en un segundo plano. La prioridad es
disputar la conciencia de los trabajadores y tener la fuerza social para luchar
en las calles. Para ello, es urgente la construcción de un Frente Único de movimientos,
sindicatos y organizaciones de izquierda.
Con unidad,
coordinación e iniciativa, se puede construir un poderoso 8 y 14 de marzo
contra Bolsonaro y por Marielle Franco y una fuerte manifestación en defensa de
los derechos y libertades con maestros y funcionarios públicos el 18 de marzo.
Al formar un Frente Único Nacional, con un comando central, es posible tener un
día de luchas que culmine en una manifestación masiva en abril.
Es cierto que una
parte de la población apoya al gobierno; pero hay otra parte, tan significativa
como la primera, que se opone a Bolsonaro. Y esa parte está formada por una
mayoría de mujeres, negros, jóvenes y los más pobres. Creamos en la capacidad
de lucha de nuestro pueblo trabajador, que ha demostrado su valor en tantos momentos
históricos. La huelga nacional de petroleros fue la prueba de que es posible
resistir. ¡A luchar!