¡¡Fuera Trump!! ¡¡Fuera el imperialismo yanqui de América latina!!
En 2005 se realizó en Mar del Plata, Argentina,
la IV Cumbre de las Américas, en la cual fracasó estrepitosamente
el intento del imperialismo yanqui de implementar el ALCA, un acuerdo
colonizante de libre comercio similar al NAFTA, por la oposición de
los llamados «gobiernos de izquierda» o «populistas», encabezados
por Lula, Chávez, Kirchner, Vázquez y Morales.
Los días 13 y 14 de
abril de este año se reunirá en Lima, Perú, la VIII Cumbre de
jefes de Estado americanos. Mucho ha cambiado en los trece años que
separan ambos eventos. En 2009 fue derrocado por un golpe de Estado
el presidente hondureño Manuel Zelaya; en 2012 un «golpe
institucional» derrocó al paraguayo, Fernando Lugo; en 2015
Mauricio Macri le ganó las elecciones a Cristina Kirchner en
Argentina; en 2016 otro «golpe blando» derribó a Dilma Rousseff en
Brasil. En todos esos países se impusieron gobiernos abiertamente
proimperialistas, y muchos de los gobiernos que no acataron a los
yanquis en 2005 están capitulando parcial o totalmente al amo del
Norte.
Esta VIII Cumbre se propone el objetivo de asegurar la
«gobernabilidad democrática frente a la corrupción» lo que,
traducido, quiere decir:
• Imponer gobiernos serviles al
imperialismo por los mecanismos «democráticos»: elecciones o
golpes institucionales.
• Dar un escarmiento metiendo presos por
«corruptos» a los «populistas» derrotados, como Lula y Cristina
Kirchner, y también a los políticos, sindicalistas y dirigentes
sociales opositores a los gobiernos proyanquis.
• Poner al servicio
de esta política no sólo a los gobiernos sino a las otras dos
instituciones de la democracia burguesa: los Parlamentos y el Poder
Judicial.
• Justificar el empleo de métodos violentos –golpes de
Estado, represiones e incluso intervenciones militares– para
«defender» o «recuperar» la «democracia», «acabar con la
corrupción» y garantizar la «gobernabilidad» a los gobiernos
adictos ante posibles rebeliones de la clase obrera, los campesinos y
el pueblo pobre de las ciudades.
Como una prueba más de los
objetivos de la Cumbre de las Américas y de la sumisión a los
Estados Unidos de la mayoría de los gobiernos de América Latina a
sus políticas y a la agresión a Venezuela, está la pretensión del
gobierno peruano de no permitirle a Nicolás Maduro el ingreso a la
reunión, con el argumento de que el Presidente venezolano es
ilegítimo y es un «dictador». Decisión respaldada por la gran
mayoría de los gobiernos del área.
Independientemente del carácter
reaccionario de esa Cumbre, dado que Maduro reclama su participación,
le asiste ese derecho democrático, máxime cuando un punto central
de la Cumbre será «Venezuela».
Los pueblos y trabajadores de
América latina y el Caribe debemos pronunciarnos, movilizarnos y
llamar a la huelga general donde sea posible para rechazar tanto los
objetivos de la reunión como la presencia de Trump en Perú, y luego
en Colombia.
Se reunirán con Trump los jefes de Estado de países
que han sido artífices y cómplices del ataque despiadado contra
gobiernos y políticos opositores latinoamericanos y centroamericanos
a las políticas norteamericanas e imperialistas, usando a los medios
de prensa gráfica, visuales y digitales, que controlan
absolutamente, en una campaña de mentiras y terrorismo
propagandístico sin precedentes. Medios que no levantan una sola
voz por los crímenes que se cometen contra el pueblo, sus ataques a
la soberanía de los países de su «patio trasero» y su ofensiva
para saquear sus recursos naturales.
La llamada «Gobernabilidad
democrática frente a la corrupción» es sólo una fachada de los
objetivos reales de la Cumbre.
Orden democrático y política
anticorrupción a la medida de los privilegiados que disfrutan el
capitalismo «de las libertades», gracias a la explotación de la
mayoría.
Orden democrático y política anticorrupción de unos
pocos que engordan sus bolsillos con el sudor, el hambre y la miseria
de muchos.
Orden democrático de la cárcel, la tortura y los
asesinatos para el pueblo, los trabajadores y sus líderes que se
oponen a las políticas dictadas por las transnacionales, la
oligarquía financiera y los imperialismos.
Orden democrático de las
dádivas para los parlamentarios que votan a favor de sus leyes
antidemocráticas y de mayor explotación obrera.
Orden democrático
del derroche y las orgías en un polo, mientras las mayorías urbanas
y campesinas sufren las consecuencias del deterioro creciente de sus
condiciones de vida.
Orden democrático de los que traicionan la
soberanía entregando riquezas y patrimonios que deben ser de los
países y sus pueblos.
Orden democrático de los paraísos fiscales,
del juego, del narcotráfico y de la desocupación crónica.
Orden
democrático por el cual los jóvenes pierden sus posibilidades de
formación y futuro.
Denunciamos a estos jefes de gobierno que tras
esa careta hipócrita se rasgan las vestiduras haciéndose eco de la
campaña contra Venezuela, mientras roban a dos manos en las arcas de
sus Estados y avalan campañas contra la corrupción dirigidas por
los Estados Unidos. La vara imperialista determina cómo se mide la
corrupción: no son corruptos ni Macri ni Santos ni Temer, pero sí
Maduro, Lula, Dilma y Cristina Kirchner. Al contrario, la figura más
apreciada por esta pandilla de rufianes y ladrones es Macri porque
llegó al poder por la vía electoral. Un hombre que, como
empresario, hizo su fortuna gracias a los contratos fraudulentos con
todos los gobiernos, incluyendo la dictadura militar que dejó miles
de asesinados y 30.000 desaparecidos, y ahora, como gobernante,
endeudó a la Argentina en cifras que superan a la mayoría de los
países del mundo.
Santos, el presidente de Colombia, predica la paz
para su pueblo con los acuerdos logrados con la guerrilla de las
FARC, una ansiada pacificación querida por la amplia mayoría de los
colombianos, inmediatamente desmentida por el asesinato de más de
282 líderes sociales y campesinos desde la firma de los tratados «de
paz». Al mismo tiempo, con la otra mano defiende que se hayan
establecido y se mantengan en su país bases, asesores y arsenales
militares estadounidenses como política «contra el narcotráfico»,
gracias a la cual se sostuvieron su gobierno y quienes le
antecedieron, y hoy podrían ser punta de lanza para futuras
intervenciones militares yanquis en territorios de Sudamérica y el
Caribe y que, en particular, se convierte en una amenaza para
Venezuela y su pueblo. Y también defiende el Tratado de Libre
Comercio con Estados Unidos, que perjudicó profundamente la economía
del país y abrió las puertas al saqueo de sus recursos naturales
por los monopolios imperialistas –que ahora Trump pretende
modificar para hacerlo todavía más colonizante–, duramente
resistido en 2013 por un contundente paro agrario.
Ante la propuesta de
visita de Trump a Colombia, los candidatos presidenciales a las
próximas elecciones que se proclaman demócratas, progresistas o del
campo popular, tienen la obligación de definir claramente su
posición. Los trabajadores y el pueblo colombiano se lo deben exigir
para que quede claro de qué lado de la barrera se ubicarán ante el
gobierno imperialista de Estados Unidos, que no retrocederá en sus
políticas de más hambre, represión y miseria para el pueblo, y más
violaciones a la soberanía de Colombia.
Todos los sectores sociales
que sufren este orden democrático de los discursos mentirosos y de
los enemigos de los derechos democráticos de quienes deberían ser
los verdaderos dueños de los países latinoamericanos, los que los
han construido con su trabajo y su sacrificio, y que son quienes
menos lo disfrutan, deben unirse en una sola voz de repudio a esta
visita de Trump y a los objetivos de esta Cumbre.
Los trabajadores
latinoamericanos debemos dirigirnos a los dirigentes políticos que
dicen oponerse a las políticas imperialistas, a los dirigentes
sindicales que defienden la independencia política de sus países y
luchan contra la miseria de los salarios y contra la desocupación, a
los dirigentes sociales que reclaman contra el hambre, por la tierra
y por un techo digno, a los dirigentes de los organismos y
movimientos de derechos humanos que lucharon contra las dictaduras
cómplices del amo imperialista y que mantienen estas banderas en
alto… A todos ellos debemos reclamarles que convoquen y encabecen
una movilización unitaria en toda América latina contra la
presencia de Trump, y de lucha intransigente contra sus
políticas.
Los gobiernos de Venezuela, Cuba, Bolivia y Nicaragua
tienen la obligación de ser consecuentes con sus posturas de
independencia política con respecto al imperialismo yanqui y liderar
el llamado a los trabajadores, al pueblo pobre de la ciudad y del
campo y a la juventud rebelde de América latina a manifestarse en
las calles de las ciudades de toda la región.
Se debe lograr la más
amplia unidad para movilizar, ocupar las calles de las principales
ciudades latinoamericanas, en primer lugar, en Perú y Colombia.
Los
trabajadores deberemos discutir medidas de acción directa de rechazo
a Trump, tanto en los lugares de trabajo como en los sindicatos y en
las organizaciones sociales y barriales. Los estudiantes y demás
sectores sociales deberían también sumarse a las iniciativas de
rechazo de la presencia de Trump.
En Colombia, la ADE, el poderoso
sindicato de maestros de Bogotá, así como la Central Unitaria de
Trabajadores (CUT), han dado el ejemplo pronunciándose en rechazo a
la visita de Trump. Se trata de transformar ese rechazo en una
convocatoria a tomar las calles, dirigida a todas las organizaciones
sindicales, a los partidos políticos y a movimientos sociales que se
declaran antiimperialistas.
Contra el permanente asedio imperialista
a Venezuela.
Contra la injerencia imperialista en Cuba.
Contra la
militarización del estado de Río de Janeiro decretada por el gobierno de
Temer y el absoluto repudio a las criminales ejecuciones de parte de
agentes militares o parapoliciales de los dirigentes políticos y
sociales brasileños, y contra la amenaza de cárcel al ex presidente
y actual candidato Lula Da Silva.
Contra las bases, asesores y tropas
militares gringas asentados en territorio colombiano. Así como
contra el descomunal financiamiento a su ejército y policía,
tuteladas por el Pentágono y las agencias de inteligencia (CIA, DEA,
NSA).
Medidas que cuentan con el apoyo decidido del jefe de Estado
colombiano, Juan Manuel Santos, quien ganó el premio Nobel de la Paz
por sus esfuerzos para poner fin a un conflicto de medio siglo con
las FARC, mientras sostiene un estado militarizado más allá de sus
posibilidades financieras y de las necesidades del pueblo
colombiano.
Por la expulsión de toda Latinoamérica de las agencias
yanquis de espionaje, inteligencia y operaciones abiertas o
encubiertas.
Por la ruptura de los pactos políticos, económicos y
militares que sujetan a los países latinoamericanos al yugo
imperialista.
Contra la injerencia, maniobras y campañas de prensa
de la mano de las potencias imperialistas, en particular de los
Estados Unidos, que alentaron y apoyaron la destitución de Dilma
Roussef en Brasil, Lugo en Paraguay y Zelaya en
Honduras.
Perspectiva Marxista Internacional
Abril de 2018